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Coleccionistas de dinero

Fuentes: Rebelión

Hace unos días la revista Forbes publicaba la lista de los muertos que generan más riqueza del mundo. Al parecer esta publicación no tiene bastante con dar a conocer de manera honorífica a los multimillonarios ‘vivos’ del planeta, sino que también da gustosa cuenta de los muertos que ganan más dinero. A la inversa podría […]

Hace unos días la revista Forbes publicaba la lista de los muertos que generan más riqueza del mundo. Al parecer esta publicación no tiene bastante con dar a conocer de manera honorífica a los multimillonarios ‘vivos’ del planeta, sino que también da gustosa cuenta de los muertos que ganan más dinero. A la inversa podría hablarse de una lista de los muertos pobres que pasan más hambre del mundo.

Ni que decir tiene que la lista de los muertos que generan más riqueza está llena de artistas, debido a los derechos de autor, con un inmaculado Elvis Presley a la cabeza. Se hace triste constatar cómo después de muertos, los magnates que no han sido artistas, los especuladores por ejemplo, no pueden seguir ampliando su capital por cuenta propia. Y esta anomalía debemos achacarla en gran medida a que los magnates y grandes acaudalados se subestiman al no considerarse a sí mismos artistas. O si no artistas, al menos coleccionistas, coleccionistas de dinero.

No hay mucha diferencia entre un coleccionista de sellos al uso y un millonario que va aumentando con denuedo su fortuna en el banco. Escasa diferencia entre el coleccionista de tanques ‘panzer’ en miniatura y el coleccionista de dinero. Entre el coleccionista de sables otomanos y el coleccionista de dinero.

La mayoría de los magnates o simples acaudalados no son conscientes de que son coleccionistas -o no quieren ser conscientes de ello- por el grado de oligofrenia que siempre va asociado al coleccionismo. Cuando el adolescente llega a la edad adulta y sigue coleccionando cosas se hace sensata la visita al psiquiatra. Sin embargo, y en contraposición a este matiz oligofrénico, el coleccionista de dinero, si asume con valentía su condición de coleccionista, puede utilizar su colección de un modo altruista exhibiéndola al público.

Las exposiciones de dinero serían muy similares a las exposiciones de arte pop. Los cuarenta y seis mil millones de dólares de Bill Gates en un museo de Los Ángeles, al alcance del pueblo llano. Una repetición de fajos de billetes de cien dólares parecida a una repetición de latas Campbell.

En España se crearían museos que reunirían las nada desdeñables colecciones de Amancio Ortega, Rafael del Pino o Jesús Polanco. Los millonarios más humildes, los que no aparecen en la lista Forbes de los vivos o de los muertos, podrían exhibir sus colecciones particulares de dinero en elegantes galerías de barrio. Incluso se podrían pasear exposiciones eventuales por África. El rico sádico al fin sería plenamente feliz.

Se trata de otra forma de ostentar, una manera quizá menos convencional que la del yate o el chalecito con cocheras en la Sierra, aunque con efectos beneficiosos sobre la población: las exposiciones de dinero cumplirían una importante labor social, posibilitar a los más humildes la visión de mucho dinero junto.

Si bien en nuestra sociedad los pobres no tienen derecho a tener dinero, sí que tienen derecho a verlo. Ninguna ley dice lo contrario. Además las exposiciones de dinero propiciarían su desacralización, su desmitificación. El contacto directo del pueblo con las grandes fortunas harían del dinero algo más cotidiano y anodino por su accesibilidad. Sucedería algo similar a lo que ocurrió en la España de los setenta con el ‘destape’ y su efecto de saciedad sobre las masas. Por ello las exposiciones de dinero supondrían un perfecto atracón para el necesitado.

Por otro lado las exposiciones de dinero dotarían a sus dueños de la posibilidad de aparecer en la lista Forbes de los muertos que generan más riqueza del mundo una vez fallecidos ya que, y suena a perogrullada, la entrada para ver estas colecciones costaría dinero.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.