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Colombia debe ir más allá de los diagnósticos

Fuentes: Rebelión

Ha llegado el momento de dar un salto cualitativo en la tarea de esclarecimiento teórico practico de superación (dialéctica) de lo que se llama la situación actual de Colombia.  En los últimos años ha habido una loable explosión de diagnósticos, desde muy diversos puntos de vista, dados a conocer en  la parte que hemos aceptado denominar como “el antisistema”, que ha enriquecido como nunca el debate teórico-pactico tanto de los movimientos sociales, como de las resistencias a la ofensiva del imperialismo y sus agentes en nuestro país.

Se han hecho balances muy serios, argumentados y documentados en documentos y en las protestas sociales sobre el desastre económico social; sobre el aumento pasmoso de la desigualdad social y la crisis al parecer sin solución que ha significado del neoliberalismo trasnacional autoritario, impuesto por el sistema global del imperialismo con su acumulación de capital por despojo en los últimos años en Colombia. Acera del ecocidio y la destrucción minero-energética de la naturaleza. De la rapiña, desplazamientos de campesinos y el millonario despojo de tierras. La ruptura definitiva y profundización de la contradicción campo-ciudad. La fractura regional por los poderes regionales de facto. El ingreso conflictivo de nuevas subjetividades de raza, etnia, o género en la lucha de clases y desde luego en la política y en la colorida movilización social: la minga indígena y campesina, las negritudes, los movimientos de género, el feminismo y anti patriarcalismo, para solo mencionar algunos.

Sobre la desindustrialización y destrucción generalizada de sindicatos y de la vieja tradición de lucha sindical; la flexibilización laboral y la precarización; el desempleo masivo y el rebusque de cada vez más trabajadores. La crisis educativa, y la crisis sanitaria de la ley 100/ de 1991, puestas al descubierto y agravadas por la reciente pandemia del coronavirus.

En fin, el agravamiento de antiguos e históricos problemas económico sociales y políticos no resueltos cuyo telón de fondo es (como lo dijo el sabio Alfredo Molano) la tierra y el Estado; con la consecuente exacerbación de las contradicciones sociales que se han sumado a la perfidia y mala fe del bloque de poder de las clases dominantes en Colombia, para burlar el Acuerdo de paz de la Habana 2016 firmado entre el Estado colombiano y las Farc-EP, con el que se pretendió resolver uno (no el único) de los más crónicos problemas históricos de la formación del Estado colombiano. Santistas y Uribistas depusieron momentáneamente su riña callejera y mediática para coincidir en el fondo en una cosa: No implementar integralmente dicho Acuerdo convirtiéndolo en la practica en un papel mojado muy fácil de despedazar o de hacer trizas.

Años antes de que se publicara el “libro gordo de petete” de 740 páginas, sobre el conflicto interno colombiano titulado “contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia”, hecho público a comienzos de 2015 pero publicado por la Comisión Histórica del conflicto y sus víctimas en diciembre de ese año; ya se disponía de dos muy buenos análisis científicos publicados también en libros:

1-El libro de Vilma Liliana Franco, “Orden Contrainsurgente y Dominación”. Siglo del hombre 2008, que daba una excelente visión jurídica ética de la histórica dominación contrainsurgente en Colombia desde comienzos de la década de los 50 del siglo pasado, perfeccionada una década después durante el primer gobierno del Frente Nacional con los dos famosos pactos del presidente Alberto Lleras, uno con el jerarca falangista Laureano Gómez en Sitges España en 1957, y otro, del presidente con la cúpula militar en el teatro Patria en 1958. Ambos reforzados con las visitas en 1962 a Colombia del general del US Army, William Yarborough con sus recomendaciones, que dejaron sentado y establecido definitivamente el régimen contrainsurgente de dominación en Colombia, cuya abstracción la investigadora Franco estableció rigurosamente en el vigoroso y sólido concepto esencial de Bloque de Poder Contrainsurgente (BPCi), al que me he referido en innumerables ocasiones.

2- El libro de Raúl Zelik, “Paramilitarismo, violencia y transformación social política y económica en Colombia”. Siglo del hombre editores, primera edición en castellano 2013; libro que da una amplia y desarrollada mirada incluso desde el punto de vista Global y trasnacional, con información factual y descriptiva por lo demás muy diversa, abundante, bien documentada como argumentada, sobre el contradictorio y complejo fenómeno paramilitar en Colombia que el titulo mismo del libro describe.

Sin embargo, es de lamentar que el investigador y escritor Zelik no hubiera mostrado todo su conocimiento que posee sobre la historia colombiana, sobre todo desde las guerras civiles bipartidistas ganadas por los conservadores, en las que participaron el autócrata conservador Rafael Núñez con su general devenido en dictador a comienzos del siglo XX Rafael Reyes: Nueve guerras civiles que confluyeron en el establecimiento del Estado autoritario y clerical de la “regeneración conservadora” sintetizada en la Constitución de 1886, que duró viva reprimiendo y construyendo hegemonía de dominación y explotación durante más de un siglo.

 También, que hubiera confundido la “policía Chulavita oficial” de las dictaduras falangistas conservadoras y anticomunistas del medio siglo XX, con las bandas paramilitares y parapoliciales llamadas popularmente “Pájaros”, que asolaron sobre todo el Occidente de Colombia durante las dictaduras mencionadas, y que posteriormente fueron trasplantadas por los terratenientes y financistas  del Oriente santandereano a la provincia de Vélez con el bandolero conservador y rojaspinillista Efraín González.  

Así mismo es de lamentar que, el minucioso investigador no hubiera elaborado de tan rico material expuesto algún concepto “concreto pensado” sobre el concreto “real descrito”, como por ejemplo, el de Bloque de Poder Contrainsurgente (BPCi) elaborado por Vilma Liliana Franco. Sin embrago está claro que en el enjundioso libro de Zelik, se articulan en su movimiento dialectico y se entrelazan contradictoriamente tres grandes conceptos dialecticos que han servido para avanzar en la discusión tórica y posteriores debates sobre los diagnósticos de la realidad colombiana como son los de Imperialismo, Fascismo y Contrainsurgencia, a los que me referí en el estrecho marco de un artículo periodístico de opinión (ver  https://rebelion.org/imperialismo-fascismo-o-contrainsurgencia/)

A los dos libros  citados, se le pueden agregar los importantes y abundantes debates teóricos sobre el planteamiento del gran antifascista y fundador del partido comunista Italiano, el leninista A Gramsci, sobre su famosa tesis de la guerra de posiciones política, ideológica y cultural que se debe desarrollar en sociedades civiles bien estructuradas, o la guerra de movimientos en sociedades civiles débiles y, que la historia práctica de la resistencia comunista en Colombia a la contrainsurgencia de los años 60, desarrolló como una mezcla de ambas con la famosa consigna de “combinar” (en lugar de utilizar) todas las formas de lucha de masas que Lenin recomendaba antes de Gramsci.

En la conciencia de los movimientos sociales y de resistencia, ya está claro que tanto la contrainsurgencia como el fascismo y el imperialismo son complejos conceptos históricos que se han venido desarrollando con la historia real y contradictoria de lucha por la emancipación de los pueblos y trabajadores concernidos en el Mundo globalizado; con avances retrocesos, rupturas, reformulaciones y con particularidades nacionales que se deben mirar a la luz de la historia de cada país de manera amplia y sin esquematismos dogmáticos, pero eso sí, sin perder nunca su esencia clasista. Su carácter de ser expresiones concretas y reales de una clase social en esta fase  de financiarización en el desarrollo del capitalismo neoliberal globalizado trasnacionalizado, que sigue obteniendo plusvalía de la explotación del trabajo humano, acumula capital en cantidades inimaginables con los servicios financieros y, oprime, aliena y hegemoniza a las clases subalternas, para tenerlas bajo control con sus grandes gigantes tecnológicos.  

 Tres conceptos distintos y conjugables, pero en los que hay que distinguir muy claramente y no confundir en su aplicación práctica sus similitudes, cuando se trata de una ideología, de un régimen, o de un Estado. Por ejemplo, en la formación económica social dependiente tempranamente sometida por el Imperialismo estadounidense llamada Colombia, existe un Bloque de clases en el Poder del Estado conformada en los albores de ese siglo 19 por una alianza de larga duración entre burguesía librecambista y usurera, con terratenientes o hacendados esclavistas ligados a la exportación de materias primas y metales preciosos; alianza íntimamente asociada al Imperialismo estadounidense. También tenemos que existe desde sus orígenes y conformación como Estado nación, una ideología fascista y falangista, pro hispanista y católica ultramontana, de prolongada incubación histórica.

Además, existe un Estado contrainsurgente de larga duración, entendido no solo como una correlación de fuerzas enfrentadas o en lucha, sino como “Hegemonía revestida de Coerción” (según la clásica definición gramsciana). Estado legal y legítimo que según sus propias definiciones es heredero moderno y poseedor de los 5 monopolios con los que se definió en la Italia del papado el Poder real: 1-Forza. 2-Forca (horca o justicia).3-Fazenda (impuestos) 4-Farina y 5-Festa (harina y entretenimiento, que recuerdan el “panem et circenses” del imperio romano), que está dirigido por un Bloque de Clases dominante, que a lo largo de la historia colombiana ha ido adoptando la ideología global de la contrainsurgencia, la del exterminio del enemigo interno como forma de gobernar. Poder que es sustentado desde dentro por la potente estructura de coerción oficial de la que dispones y es reforzado por el poder regional de facto del narco paramilitarismo, y desde fuera, por el gobierno de los EEUU con algunos de su aliados más cercanos.

Estado, inicialmente estructurado como ya se dijo arriba, a partir del pacto bipartidista Lleras Camargo- Laureano Gómez / 1957, y el pacto de largo alcance hecho permanente del primer gobierno del Frente Nacional con la cúpula de las Fuerzas Armadas del teatro Patria/ 1958, base legal a la que se sumaron las recomendaciones oficiales del Gobierno de los EEUU representado por el general del US army William Yarborough en 1962.

Estado contrainsurgente pertrechado por EEUU, que inicia en 1964 el conflicto armado interno con la agresión a los 48 campesinos del Marquetalia en el sur del Tolima y en otras regiones colombianas de colonización, reforzado a continuación y según las circunstancias del desarrollo del conflicto armado interno por cada gobierno de turno, con el desarrollo paulatino del paramilitarismo oficial que posteriormente devino en narco paramilitarismo y cuyos hitos más importantes son:

La adopción del Estatuto de la Seguridad Nacional expedido por el régimen represivo de Turbay Ayala y el general Camacho Leiva en septiembre de 1978. El ataque a Casa Verde sede de la guerrilla de las Farc en diciembre de 1990, poco antes de la Constituyente neoliberal de 1991, realizado por el gobierno de Cesar Gaviria y seguido por la adopción oficial de la guerra integral. La implementación del Plan Colombia, durante el gobierno de Pastrana, como un plan contrainsurgente elaborado en EEUU en 1998, con el fin de reformar y rearmar al ejército colombiano y dislocar y derrotar la rudimentaria guerra de posiciones con los famosos cilindros, que había comenzado la comandancia de las Farc. Y Por último, los “octienios” o gobiernos de la seguridad democrática de Uribe Vélez y su socio inicial (luego rival de fracción de clase) JM Santos, hasta llegar al gobierno actual del subpresidente Duque, que la ofensiva del proyecto fascista y contrainsurgente pretende prolongar por dos años más.

este análisis clasista de fuerzas sociales en contradicción y en lucha continuada, es el que tesoneramente los aparatos de Hegemonía del Estado moderno han intentado nublar, cuando no disolver con su poder de confusión.  Por esto es Igualmente lamentable la profundidad con la que ha penetrado en la mentalidad de los intelectuales críticos e incluso entre quienes se llaman intelectuales “orgánicos”, la antigua teoría estructural-funcionalista anglosajona ahora fortificada por la charlatanería idealista “posmoderna” que, con el prurito de eliminar la fraseología antigua del marxismo radical  supuestamente desaparecido con el Muro de Berlín, han reemplazado el práctico análisis de clase en una sociedad dada, en donde estas clases sociales luchan indefinidamente con diferentes resultados que luego son sintetizados en las Constituciones o leyes máximas de esa gran condensación de la lucha de clases llamada Estado capitalista moderno; y han sustituido dicho análisis de las diferentes clases que forman la sociedad y luchan por sus intereses concretos, por una vacía e inocua “tensión entre unas grandes mayorías y una elite”.

Conceptos vacíos ambos, que no permiten matizar intereses concretos, ni precisiones o especificidades materiales, mucho menos proyectos de clase para construir alianzas hacia un futuro por el cual luchar y vencer y emancipar a la humanidad e esa otra esclavitud llamada explotación y opresión.

Y esta es precisamente la razón del titulo de este articulo de opinión. Llamar la atención a los compañeros de la teoría critica del capitalismo, a superar la fase diagnóstica de la situación o coyuntura colombiana, para que se le ofrezca a la movilización social y de resistencia anti sistémica anticapitalista, una consigna movilizadora que sintetice la esencia contradictoria de tal coyuntura socio histórica tan crítica en la que se encuentra la sociedad colombiana.

 Algo que responda a la pregunta ¿Qué sigue después de la derrota electoral Uribismo o el Santismo que tarde o temprano habrá de suceder? Algo que vaya más allá de la derrota de su proyecto fascista contrainsurgente, paramilitar y corrupto, ligado a las finanzas trasnacionales del sistema global del Imperialismo.

 Que desestructure el Bloque de Poder Contrainsurgente dominante que se ha tomado la dirección del Estado colombiano y lo ha convertido en un Estado contrainsurgente dependiente del Imperialismo, que sigue impune blindado con una gruesa capa de amianto llamada Constitución nacional, que en 1991  reflejó la correlación de fuerzas sociales en aquella Colombia arrodillada al poder financiero del  narcotráfico, y completamente favorable al neoliberalismo trasnacional y la contra insurgencia estadounidense.  

Y esta desestructuración no será posible si no se modifica mediante un proceso constituyente amplio y sobre todo democrático la actual Constitución neoliberal vigente; funcional y utilizable por las clases contrainsurgentes dominantes durante los últimos 65 años de historia colombiana.

Nadie en la izquierda quiere hablar de eso ahora por los afanes electorales inmediatistas que imponen lo urgente por sobre lo Importante. Pero así mismo, más temprano que tarde, la crítica realidad social colombiana impondrá a la movilización social y de resistencia, la necesidad de discutir una tarea como la que se necesita para cambiar la Constitución neoliberal vigente en Colombia, bajo cuya vigencia y leyes aparentemente democráticas se han cometido los más horrorosos genocidios oficiales, exterminios y crímenes de lesa Humanidad contra sus contradictores sometidos, previamente estigmatizados como demonios comunistas y enemigos internos: hombres y mujeres trabajadores, obreros y obreras sindicalistas, indígenas, negros, guerrilleros amnistiados, defensores de derechos humanos, lideres comunales, miembros de juntas de acción comunal, o simplemente muchachos desempleados que “no estaban cogiendo café para ser presentados en público como bajas guerrilleras.

Es hora pues, de ir más allá de los diagnósticos y presentar algo así como lo hizo el politólogo Horacio Duque en noviembre del 2016, cuando se concluía el proceso de paz de la Habana y se pensaba ingenuamente que J M Santos y Timolión Londoño, eran sinceros y estaban movidos por de la buena fe.  (Ver https://kaosenlared.net/colombia-bases-politicas-para-la-constituyente-de-la-paz/ )

Fuente Imagen Internet.