La elite colombiana ha demostrado a lo largo de la historia no tener sentido ni visión geográfica, ha sido un obstáculo a los procesos de integración de Nuestra América, esa carencia geopolítica se expresa en ideas muy elementales como la expresada por el presidente Santos al señalar que ahora juegan en las grandes ligas, cuando […]
La elite colombiana ha demostrado a lo largo de la historia no tener sentido ni visión geográfica, ha sido un obstáculo a los procesos de integración de Nuestra América, esa carencia geopolítica se expresa en ideas muy elementales como la expresada por el presidente Santos al señalar que ahora juegan en las grandes ligas, cuando lo responsable para adquirir talla estratégica sería conformar un gran equipo geopolítico, que se manifestaría en la consolidación del bloque suramericano, por ejemplo, para así jugar en las grandes ligas con fuerza, dignidad y respeto, no solo adscribirse como supuesto «socio global» al servicio de una organización guerrerista de manera subordinada y servil. Ese discurso de Santos supuestamente estratégico, objetivamente se basa en ilusiones antes que en realidades. Colombia no se da cuenta que sus vecinos geográficos somos los países de Nuestra América y no Europa, EE.UU o Canadá. No solo somos vecinos geográficos, nuestra matriz cultural e histórica es en esencia la misma.
La vinculación de Colombia con la OTAN confirma una vez más su vocación neocolonial y le pone fuerte fricción geopolítica a Nuestra América, debilitando gravemente la cooperación e integración que permanentemente ha buscado nuestra región. Perjudica el desarrollo de una geopolítica alternativa que beneficie en términos prácticos y materiales a nuestros pueblos. Colombia no hace más que sumarse, de manera rastrera a la geopolítica imperialista, no busca aportar a la construcción de un complejo de cooperación y seguridad regional, interdependencia, balance de amenazas e impulso del potencial geopolítico/geoestratégico de la Patria Grande. Las opciones políticas o ideológicas no deben impedir el anhelado ideal de integración plena de nuestros pueblos, recordemos que la UNASUR fue clara en señalar que se puede convivir en la diversidad, la premisa es unidad en la diversidad. Ideal plasmado ya en el siglo XIX con la firma del «Pacto de Unión, Liga y Confederación Perpetuas». Esta vocación integradora ha estado presente en todos los esfuerzos u organismos creados a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI. El ideal y lucha por la integración de Nuestra América empezó inmediatamente después de la independencia conseguida por nuestros ejércitos que guerrearon juntos contra el Imperio Español. Un antecedente importante que luego lo recoge la CELAC y la UNASUR, es p or ejemplo el Grupo de Río que se crea en octubre de 1985, y lo hace pensando en ampliar la cooperación, examinar las cuestiones internacionales que sean de especial interés para nuestros gobiernos y concertar posiciones comunes en relación con las mismas, propiciar soluciones propias a los problemas que afectan a la región y luchar contra toda forma de colonialismo y neocolonialismo.
Colombia al asociarse con la OTAN da entender que en nuestra región tiene enemigos, es conocido que el proceso bolivariano no es del agrado de la élite colombiana y se ha prestado para llevar a cabo acciones desestabilizadoras, pero su ingreso a la OTAN añade una asimetría de poder obligando de alguna manera a Venezuela a equilibrarla a través de sus propias alianzas militares, la configuración que supone el ingreso de la OTAN en nuestro vecindario, desencadena un proceso que no sabemos en qué puede culminar. En este sentido, es lamentable el silencio de la institucionalizada política exterior brasileña, que recordemos, fue resuelta impulsora de la creación del Consejo de Defensa Suramericano, el ingreso de Colombia a la OTAN es un golpe duro a ese Consejo. Brasil no se da cuenta que la presencia de la OTAN en nuestra región socava la buena estabilidad estratégica existente, a la Argentina de Macri no se le puede pedir ninguna comprensión sobre estos asuntos, de igual manera no se puede esperar nada de determinados gobiernos latinoamericanos que se han sumado de manera lacaya a la política exterior estadounidense, pero esperábamos más de la diplomacia brasileña.
La OTAN busca expandir su rol global violando la ley internacional y llevando su infraestructura y propensión militar a sus llamados ‘socios globales’, es la única organización de esas características en el mundo que se propone eso. La OTAN se sumará a la desestabilización del proceso bolivariano, de la misma manera como ha procedido en Siria, organizando y financiando mercenarios para derrocar al gobierno de Bashar al Assad, de hecho ya se está llevando a cabo contra Venezuela una guerra híbrida. La OTAN pondrá a disposición de Colombia entrenamiento, asesoría y apoyo logístico para preparar hordas paramilitares que busquen generar un escenario pre-bélico con Venezuela. En consecuencia tendremos la extensión del terrorismo patrocinado por Occidente en nuestro vecindario.
Desde otro enfoque, la OTAN es una organización que tiene importantes desequilibrios internos, depende en todos los niveles de los EE.UU y esta potencia realmente la controla y dirige; desde esta perspectiva, con siete bases militares estadounidenses presentes en Colombia, la cosa desde la óptica militar no difiere mayormente, el problema radica sobre todo en la cobertura diplomática que la OTAN puede brindar a las injerencias imperialistas en Venezuela, recordemos el caso Libio (2011), la invasión y destrucción de ese Estado se hizo con el paraguas (recordemos la manida expresión «comunidad internacional») de la OTAN, aunque en el terreno la batuta haya estado en manos de los EE.UU. Adicionalmente mencionemos todo el despliegue de bases militares que EE.UU tiene en otros puntos de nuestra región, como por ejemplo, las FOL de Aruba y Curazao a 50 km de la costa venezolana, que aportan información y operan sobre ese país. Las autoridades colombianas han tratado de calmar los ánimos al declarar que el acuerdo no implica bases militares, pero como vemos, ya hay suficientes bases militares de la OTAN en Colombia, si consideramos que EE.UU es la OTAN. Los países que conforman la OTAN no tienen una política de defensa soberana de sus propios intereses.
Colombia es un anomalía geopolítica para los intereses de nuestra región, y de esta manera debe ser tratada por los auténticos estadistas de Nuestra América para no seguir postergando la integración de la Patria Grande. Colombia en ese aspecto y sentido, tiene/debería ser aislada, hasta que rectifique su conducta histórica. Conducta que se confirma con varios hechos: fue el único país Latinoamericano que envío tropas a la guerra de Corea, el conocido Batallón Colombia; durante la guerra de las Malvinas dio la espalda a Argentina sumándose en ese momento a las acciones de política exterior llevadas a cabo por el Reino Unido y EE.UU; a través del Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina – IRA intentó contagiar con su conflicto interno a toda nuestra subregión para caotizarla de acuerdo a la doctrina del «caos creativo» y de esta manera, satisfacer los objetivos estratégicos del Pentágono; respaldó a EE.UU en su ilegal intervención en Irak, además es conocido que mercenarios colombianos, la mayoría ex miembros de las FF.MM colombianas participan en varios conflictos actuales como el de Yemen. Esas, entre otras lamentables actuaciones ha tenido Colombia a lo largo de su historia. Así que no sorprende este paso que da Colombia, pero lo nuevo y peligroso de ahora es: si la intención es profundizar la injerencia desestabilizadora en contra de Venezuela, nuestra región, de zona de paz se convertirá en zona de guerra. Colombia no tiene identidad para con los auténticos intereses de nuestra región.
Mario Ramos, Director Centro Andino de Estudios Estratégicos.
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