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Entrevista a Maurice Lemoine, periodista y redactor jefe adjunto de Le Monde Diplomatique

Colombia: lucha armada y verdades de un conflicto

Fuentes: RISAL

Traducido para Rebelión por Rocío Anguiano

Una de las consecuencias del secuestro de la senadora y ex candidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt, ha sido, especialmente en Bélgica y en Francia, la de mostrar la dura realidad colombiana a varios miles de personas (1) que prácticamente no sabían nada del conflicto interno colombiano, cuya duración se acerca ya a los 50 años. El secuestro de la senadora en febrero de 2002 desencadenó también un fenómeno mediático y así hoy son incontables los reportajes, artículos y homenajes dedicados a la lucha de Ingrid Betancourt. Pero, a pesar de la valiente lucha de su familia que denuncia con razón la política belicosa y los sabotajes del gobierno de Álvaro Uribe para organizar un intercambio humanitario de prisioneros, los principales responsables de la detención de la senadora siguen siendo evidentemente las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (FARC).

La principal guerrilla colombiana no tiene buena prensa. Su estrategia de lucha por el poder se considera a menudo una reliquia de un tiempo que acabó con la caída del muro de Berlín. Sus vínculos -demostrados según los que la critican- con el tráfico de drogas desvirtúan su legitima lucha contra la injusticia en Colombia. Sus métodos de combate la hacen poco atractiva para los defensores de los derechos humanos.

Hoy el discurso oficial, desde la administración de Uribe al Departamento de Estado estadounidense pasando por varios países europeos, califica a la FARC de «narcoterroristas» y las considera vulgares bandidos que ha perdido cualquier legitimidad política. Una visión muy simplista y partidaria que olvida completamente la evolución de un conflicto cuyo fin parece poco probable a medio plazo. Para Maurice Lemoine, redactor jefe adjunto de Le Monde Diplomatique y gran conocedor de la realidad colombiana «no se puede explicar la evolución de las guerrillas colombianas si al mismo tiempo no se tiene en cuenta la evolución del contexto colombiano, lo que significa que las guerrillas no han evolucionado de una manera endógena sino dentro de un contexto«. El pasado mes de abril, tuvimos un encuentro con este periodista francés en Paris en el que nos expuso opiniones más bien políticamente incorrectas.

Las FARC aparecen en 1964 a partir del modelo de las guerrillas clásicas de esa época en América Latina. Mientras que este periodo ha finalizado en todo el continente ¿cómo se explica que Colombia no haya vivido el mismo proceso?

Maurice Lemoine: el conflicto ha perdurado en un país que tiene determinadas características.

La primera es el desarrollo de la industria de la droga, ya que el 80% de la cocaína mundial se produce en Colombia, lo que no siempre es cierto.

No han sido las FARC las que inventaron el trafico de drogas en Colombia. La historia es conocida. A principios de los años 80, la coca se extiende en las zonas bajo control de la guerrilla, que inicialmente prohíbe el cultivo. Entra entonces en conflicto con su base social campesina para la que la coca representa una forma de supervivencia.

En la medida en que, además, importantes sectores de la clase política y económica, del ejército y los paramilitares están implicados, la guerrilla tras un fuerte debate interno, considera que ya no se trata de un problema ético y que debe ser tratado de forma pragmática. Todo el mundo está «metido en el ajo», en consecuencia no ve por qué ha de ser la única en rechazar un dinero que necesita para la lucha armada.

Al principio, impondrá un impuesto sobre la coca. Habrá incluso medidas de protección para los campesinos cultivadores de coca frente a los traficantes, dado que la guerrilla fijará, por ejemplo, un precio mínimo para la adquisición de coca. A continuación se establecerá un impuesto sobre la pasta de base, que constituye la primera etapa en la transformación de la coca en cocaína.

En resumen, y me baso en los expertos que trabajan verdaderamente en el tema, la guerrilla colombiana y en particular las FARC, -el ELN se encuentra en una situación diferente dado que se niega precisamente a tocar la coca, por lo que en contrapartida lleva a cabo muchos más secuestros…- no tienen red de exportación al extranjero. No son traficantes en el sentido propio del término.

Sin embargo, aunque las FARC sean una organización vertical, la estructura de mando no lo controla todo. Hay 60 frentes repartidos por todo el país: evidentemente, en uno u otro rincón del país, los comandantes locales hacen sus «trapicheos» y quizás estén implicados en el tráfico de drogas -y más cuando cada frente debe autofinanciarse.

Pero, a partir de los años 80, lo más implicados en este tráfico son los paramilitares. Lo sabe todo el mundo, lo dice todo el mundo, lo escribe todo el mundo, salvo que a veces debido a la forma bastante reductora que tienen los medios de comunicación de contar la historia, se olvida mencionarlo.

¿Algunos hablan de «narcoguerrilla»?

Antes se hablaba de la guerrilla, de los subversivos. Después, se convirtió en la «narcoguerrilla». El primero en utilizar el término fue el embajador de Estados Unidos en Bogotá, en 1982, Lewis Tamb. Volvemos a encontrar al mismo Lewis Tamb, tres años más tarde en Costa Rica, implicado en la financiación de la Contra (2) con el dinero del tráfico de cocaína. Fue expulsado del país. ¡Con lo raro que es que un país centroamericano expulse a un diplomático estadounidense!

Llega el 11 de septiembre y ahora se habla de «narcoterroristas». Hay una instrumentalización mucho más escandalosa si tenemos en cuenta que el gobierno colombiano está negociando con los paramilitares (70% de las violaciones de derechos humanos cometidas en el país), con, como remate y según lo que se puede apreciar, una impunidad total.

Pero además, hay que recordar aquí -lo que rara vez se señala y a mí no me gustan demasiado los ataques personales, pero en este caso hay datos suficientes: en los documentos del Pentágono, desclasificados recientemente, el presidente Álvaro Uribe Vélez aparece en una lista – es el número 82- de políticos colombianos vinculados al cartel de Medellín en los años 80. La información puede ser considerada como creíble. Nadie ignora que en la época en que Uribe era alcalde de Medellín, colaboró con Pablo Escobar en el programa Medellín Sin Tugurios.

¿Cuáles son las otras razones que explican la persistencia del conflicto?

La segunda característica es la persistencia, en un modelo de democracia formal, de la imposibilidad total, hasta nueva orden, de participación de los sectores democráticos contrarios al modelo económico y social. El mejor ejemplo, que con frecuencia se olvida mencionar cuando se habla de Colombia, es el episodio de la Unión Patriótica. En el marco de los acuerdos de negociaciones firmado el 28 de marzo de 1984 entre el presidente Belisario Betancourt (3) -sin ningún vinculo familiar con la senadora- y las FARC, el partido político Unión Patriótica fue creado y a continuación exterminado. El número de victimas se sitúa en las 3.000: dirigentes, simpatizantes, militantes y candidatos presidenciales.

Se me replicará que todo esto ocurrió hace veinte años, pero si no tenemos en cuenta este episodio, no se puede entender lo que se podría calificar como la combatividad, la radicalidad, e incluso a veces, la crueldad de las FARC.

No podemos salirnos de la historia del contexto. No es fácil porque el conflicto colombiano se ha vuelto casi indescifrable. Teniendo en cuenta todos los elementos que están imbricados, no se puede hablar de una guerra sino de muchas guerras. El conflicto se ha convertido en un enredo tan complicado y alcanza tal nivel de atrocidad que ya no se sabe dónde empezó, quiénes son los buenos y quiénes son los malos.

La Unión Europea y Estados Unidos han incluido a las FARC en sus respectivas listas de organizaciones terroristas, ¿cuál es tu opinión al respecto?

Se pueden criticar e incluso se deben condenar los métodos de la guerrilla en el marco global del respeto a los derechos humanos. No respeta el derecho humanitario internacional. Pero en el contexto colombiano, me gustaría saber quien lo respeta, ¡empezando por el Estado que debería ser su garante!

Debido a la negativa total del actual gobierno a una posible negociación, los canales de comunicación se han cerrado, especialmente con la calificación de «terroristas».

Estos grupos, las FARC y el ELN tenían antes emisarios que circulaba regularmente de aquí para allá, en Paris, Ginebra, Bruselas, Madrid, que podían explicar su posición y establecer canales de comunicación con las diplomacias y los gobiernos. Todo eso se acabó. Ya prácticamente no se les ve, al considerárseles «terroristas», se les ha prohibido la estancia

El hecho de haber incluido estos grupos de manera arbitraria en la lista de «organizaciones terroristas» tiene un efecto trinquete. Llega un punto en el que no se puede dar marcha atrás. A partir de ahí, la única solución para Colombia, es decir la negociación -y un apoyo internacional a la negociación- se ha vuelto imposible.

El periodista uruguayo Raúl Zibechi dice que «el control territorial es la razón de ser» del conflicto y que «con el tiempo la lucha por la tierra como medio de producción ha sido reemplazada por la defensa del territorio» (4). Muchos movimientos sociales y comunidades (campesinos, afro colombianos, indígenas) llevan a cabo procesos de organización y de movilización y afrontan pacíficamente la presencia de grupos armados en sus territorios. ¿Cómo se explica que las FARC cuenten entre sus victimas a gente de los movimientos sociales cuando podrían, en cierta medida, unirse en muchas de las reivindicaciones?

A menudo nos hemos quedado en una visión romántica de la guerrilla… Pero una guerra en una imposición de una relación fuerzas. ¡A la menor flaqueza el enemigo se te echa encima!.¡Es inútil soñar con una guerra fresca y bonita! Precisamente por eso, solo la negociación puede sacar a Colombia del marasmo.

Las guerrillas, en las zonas bajo su control, tienen métodos brutales porque necesitan controlar el territorio -las guerras no se han hecho nunca de otro modo. No conozco ninguna guerra en la que uno de los beligerantes diga: «Bueno, tranquilos chicos, somos simpáticos y controlamos sin controlar» Imposible. Se trata de una cuestión de vida o muerte. La oposición armada no va a reconocer de golpe, al cabo de cuarenta años, que en efecto todo esto plantea un problema.

Los movimientos sociales se encuentran igualmente atrapados. Desde el momento en que entran en acción, con métodos democráticos, se les acusa inmediatamente de ser agentes de la guerrilla. Solo disponen de un espacio muy limitado, estando atrapados entre la oposición armada y el gobierno. De repente, por ejemplo, Colombia se ha convertido en el país del mundo mas peligroso para los sindicalistas, que sin embargo no son, por naturaleza, agentes de la guerrilla. Lo mismo ocurre con los defensores de los derechos humanos.

Cuando se contemplan, por ejemplo, las comunidades de paz que intentan escapar al conflicto, la mayoría de las victimas no son imputables a la guerrilla. Sirva como muestra lo que acaba de ocurrir en Apartado (5): los responsables son los paramilitares y el ejército. La responsabilidad en el caso de las violaciones de derechos humanos en el conflicto son compartidas pero no al cincuenta por ciento, entre, por un lado, fanáticos de extrema izquierda y del otro, fanáticos de extrema derecha. El 20% son responsabilidad de la guerrilla -y es condenable, en esto estamos de acuerdo- pero el 80% son imputables al terrorismo de Estado. Mientras esto no se admita, no se acabará el conflicto.

Algunos detractores de las FARC afirman también que la guerrilla ha perdido la ideología, que se ha convertido más en un grupo mafioso que en un movimiento político. ¿Qué piensas tu de ello?

Decir que lo jóvenes combatientes de las FARC son marxistas no se sostiene. Yo presencié una escena en un campamento de las FARC durante una pequeña fiesta con guitarra y cantos revolucionarios. Los antiguos empezaron a cantar la internacional y los jóvenes guerrilleros permanecieron callados porque no se sabían la letra.

Dicho esto, cuando se discute con los dirigentes, tienen incontestablemente un discurso político. Recuerdo que el enviado especial de las Naciones Unidas, James Lemoyne, que por lo demás fue expulsado hace uno meses de Bogotá por el gobierno porque hablaba de forma un poco excesivamente franca, dijo que las guerrillas colombinas conservaban una «columna vertebral ideológica».

Aunque en sus discursos sigan proclamando el marxismo leninismo, lo que verdaderamente ya no se lleva, ellos no lo mantienen. Raúl Reyes, que fue negociador de las FARC durante las conversaciones con el presidente Andrés Pastrana lo dice claramente: «En la actualidad, nuestro problema no es imponer un régimen socialista tipo Corea del Norte o tipo Cuba sino instaurar espacios democráticos, conseguir reformas«. Añade que las FARC quieren llegar al poder: por la vía de las armas si es necesario, pero, si es posible, por la vía democrática. Ya no se está en una lógica maximalista, hay siempre un discurso político.

Hay que recordar también que 47 diplomáticos europeos, latinoamericanos, canadienses y cubanos, representantes de la ONU y del Vaticano particularmente, se reunieron con las FARC el 8 de marzo de 2001, en Los Pozos, en la época de las negociaciones de paz con Pastrana (1998-2002). Si toda esta gente únicamente era un grupo de gansters, no habríamos visto nunca a los diplomáticos desplazarse en tales condiciones. Sería ilógico. Si se discutiera con Al Quaeda, se enviarían agentes secretos, tipos con un perfil específico. No habría 47 diplomáticos presentándose para dialogar. La tesis no se mantiene. Eso no impide que en el contexto de una guerra tan terrible, haya forzosamente, en el seno de la guerrilla, como en cualquier grupo armado o cualquier formación militar (o policial) algunos locos furiosos, psicópatas, asesinos patológicos. Incluso en los grupos más «románticos», hay grandes manchas, crímenes contra la humanidad, tipos a los que se les «ha ido la cabeza». Esto ocurre también de vez en cuando en el ejército francés, ejército que sin embargo está bien enmarcado en un país democrático -y ni siquiera hablo de la tortura durante la guerra de Argelia. Sé que decir esto puede resultar chocante, pero una guerra no es nunca limpia.

A menudo también se lee y se oye que el conflicto colombiano sería una guerra contra la población civil, como si fuera ajeno a la sociedad colombiana. ¿Estás de acuerdo con esta visión de las cosas?

En todas las guerras hay dos tipos de victimas: las víctimas militares y las civiles. Encuéntreme un conflicto en el que no haya habido victimas civiles… Dresde, Hiroshima, Vietnam, el Irak de Blair, Bush y Berlusconi -sin olvidar a Saddam Hussein, claro está… Podría ir más lejos: ¿qué es un guerrillero? Es un civil que ha cogido las armas porque han intentado imponerle una explotación insoportable. ¿Qué es un paramilitar? -no hablo de los ideólogos claro. Es un joven, un parado, desprovisto de todo, que a cambio de una modesta suma, se pondrá un uniforme, cogerá un kalaschnikov y masacrará a quien le digan de masacrar. Solo es un civil que, en las condiciones sociales que se dan en Colombia, se ha convertido en un asesino.

La problemática de los secuestros está directamente relacionada con esto. Durante mucho tiempo, el conflicto colombiano se desarrolló en el campo, en el frente de colonización agrícola. Las victimas eran únicamente guerrilleros y soldados -que también a menudo solo han encontrado esta forma de «ganarse el pan». Las clases medias se desinteresaron del conflicto. En consecuencia, la práctica de los secuestros, es, por una parte, un asunto de dinero, pero, por otra, es también una voluntad de decir a la población y en particular a las clases media y alta, que no puede desentenderse de esta guerra: no pueden considerar que porque vivan en las ciudades, pueden cerrar los ojos.

Es evidente que solo podemos inclinarnos (sin ninguna hipocresía) ante el dolor de las victimas del secuestro y de sus familias, como ante todas las victimas, pero, mientras no se entienda que un conflicto armado debe analizarse políticamente si se quiere ponerle fin, habrá efectivamente victimas inocentes. Y no son discursos «moralizantes» lo que más falta hace…

Por lo tanto ¿rechazas esa idea de guerra contra la población civil?

¿Qué se puede y se debe reprochar a las FARC? A menudo, causan muchas victimas civiles con sus morteros artesanales. Caen a un lado y otro sobre los civiles. Pero no ponen bombas en los supermercados o no hacen saltar, como en Irak, coches trampa. La lógica de estos grupos armados no es, por definición, atacar a los civiles.

Ya no estamos en la época en que la guerrilla podía mediante la persuasión ganarse a amplios sectores de la sociedad civil. ¿Por qué? Porque el conflicto ha durado demasiado tiempo. Las poblaciones saben por experiencia que si se ponen del lado de las FARC y del ELN serán victimas de practicas abominables del terrorismo de Estado. Lo que no impide que algunas, y muchas más de las que uno se imagina, lo hacen. Pero por otra parte, el muro de Berlín ha caído. Al perder el norte ideológico los intelectuales, los universitarios, la izquierda tradicional se han distanciado de la guerrilla, a la vez por causa de sus métodos pero también pensando que, ante la caída del comunismo, nada de todo esto tenía ya sentido. Nos dirán que las guerrillas deberían tener esto en cuenta. El problema es que una guerra es como una AVE lanzado a toda velocidad, que no se para de un solo golpe. Hacen falta siete kilómetros para parar un AVE. ¡Si se aplica esta comparación a un conflicto con más de 50 años en el que miles de «camaradas» han perdido su vida por su compromiso! Incluso si hay una toma de conciencia de que las condiciones han cambiado, no se dice de un solo golpe: «Ya está, lo dejo todo, cierro el chiringuito». Es una guerrilla en la que se han comprometido varias generaciones, hay abuelos, padres e hijos. Objetivamente no se puede pedir a esta gente que lo deje todo sin darles a cambio una garantía, sin asegurarles que en una mesa de negociación con el gobierno obtendrán una profunda reforma de las relaciones sociales hechas de injusticia y desigualdad.

No estoy defendiendo a los grupos armados de una manera incondicional. Soy plenamente consciente de la crueldad del conflicto colombiano. Pero no se puede, en nombre de la democracia, decir a las guerrillas colombianas, vuestra lucha ya no tiene sentido, incluso se ha vuelto criminal desde la perspectiva del ideal democrático, dejadlo todo, todo se ha acabado, cuando en Venezuela, a un presidente que ha sido elegido democráticamente y que intenta poner en marcha reformas ardientemente reclamadas por la masa de los desheredados, se le intenta derrocar en abril de 2002 y se le desestabiliza. ¿Cómo se va a conseguir que crean en la democracia en estas condiciones?

Notas:

(1) Véase: www.betancourt.info

(2) Los grupos » contra-revolucionarios » financiados, armados, entrenados por Washington para desestabilizar, desde Honduras, el poder sandinista en Nicaragua durante los años 80.

(3) Presidente de Colombia de 1982 a 1986.

(4) Raúl Zibechi, «Militarisme et mouvements sociaux», RISAL (www.risal.collectifs.net), abril 2005.

(5) El asesinato de 8 campesinos, entre ellos 3 niños.

Texto original:
http://risal.collectifs.net/article.php3?id_article=1365