El éxodo interno Las precarias condiciones de vida y el afán de superación personal han hecho de los habitantes de Colombia un pueblo en constante éxodo. Cada una de las decenas de guerras civiles durante el S. XIX generó éxodos de poblaciones que se agrupaban en poblados donde les unía la identidad política; muchas familias […]
El éxodo interno
Las precarias condiciones de vida y el afán de superación personal han hecho de los habitantes de Colombia un pueblo en constante éxodo.
Cada una de las decenas de guerras civiles durante el S. XIX generó éxodos de poblaciones que se agrupaban en poblados donde les unía la identidad política; muchas familias partieron hacia las selvas para abrirse un espacio vital como colonos en la amplia geografía nacional.
Durante el S. XX las tres guerras -la de los Mil Días, la violencia «del 48» y la guerras en curso desde 1964, presionaron a enormes masas de población a cambiarse de región.
En las dos últimas décadas los grupos paramilitares expulsaron con métodos violentos cerca de 3,5 millones de personas de sus tierras, huyeron dejándolo todo, casas, cultivos, animales, organizaciones… proyectos de vida… todo con tal de salvar lo único que les quedaba, la vida.
El desplazamiento forzado en los últimos años lo originan empresarios de diverso pelambre y procedencias unidos por la ambición de acaparar tierras que tienen perspectivas de valorización por el desarrollo de proyectos viales, mineros, urbanísticos. Muy grave es el desplazamiento actual de campesinos, indígenas y afro colombianos por los empresarios de la palma africana que literalmente masacran poblaciones enteras para abrir espacio a su promisorio agronegocio en las selvas húmedas tropicales del corredor biológico del Pacífico, las fértiles sabanas de Bolívar y ahora también los suelos frágiles, ricos en biodiversidad de los Llanos Orientales.
A punta de bala y terror unas cinco millones de hectáreas de tierra, ¡el equivalente territorial a 2 veces y media Euskal Herria! pasaron a manos de estos «agentes del progreso» que son en realidad captadores de rentas con un proyecto político de extrema derecha y expulsaron unas 3,5 millones de personas, convirtiendo a Colombia en el segundo país del mundo con más refugiados internos según datos del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados.
Estas personas esperan, exigen, del Estado la restitución de sus tierras y demás bienes usurpados con violencia, luchan para que el proyecto de Ley de Estatuto Rural, iniciativa del gobierno de Alvaro Uribe, no legalice el despojo, hecho que está a punto de ocurrir porque la mayoría del Congreso bicameral colombiano está en manos de los agentes políticos de los paramilitares y sus jefes, los narco latifundistas y multinacionales, tan cercanas a los proyectos del Presidente Uribe que es difícil distinguir el gobierno, de los narco políticos y de los empresarios.
El uso histórico de la violencia como forma de apropiación del territorio y de exclusión política son causa determinante de la miseria y de la guerra en este hermoso país.
El éxodo externo
Al desplazamiento forzado interno se suma otro menos visible pero también dramático: la de quienes deciden -o se ven obligados- a salir del país. Según datos contenidos en un estudio de la Universidad Nacional de Colombia, en 20 años (1985-2005) se pasó de 1,5 millones de personas que residían en el extranjero, a 3,5 millones (un 9% de la población) de las cuales el 70% son mujeres.
Lo dramático es también que se feminizó el desplazamiento forzado y el éxodo, se feminizó la victimización de la violencia y la pobreza.
A Colombia entraron en remesas durante 2006 la importante cifra de 400 millones de dólares que vienen a resolver los problemas de ingresos de sus familias que las recuerdan tanto como agradecen esos pesos que complementan el miserable salario mínimo legal aprobado por el Congreso opulento y que no llega a 150 euros mensuales.
La gente colombiana se va sobre todo a Ecuador (como estará de chunga la cosa en Colombia que las gentes se van al Ecuador donde reemplazan a los millones que a su vez se marchan a otros países). El segundo destino del éxodo es Venezuela donde la revolución Bolivariana llena de esperanzas a los desposeídos/as de la hermana Colombia; en tercer lugar marchan a Panamá (territorio colombiano hasta hace 100 años) y solo en cuarto lugar a España, tan lejana como improbable que apruebe un visado a quien no tiene más que la angustia de sobrevivir como argumento para pedir la visa. Le siguen como destino México, EUA, Chile, Brasil, Costa Rica y ¡vaya sorpresa¡ Bolivia.
Más que café y petróleo, Colombia exporta mano de obra barata, mejor dicho, mujeres altamente cualificadas que se colocan como empleadas domésticas, cuidadoras de personas, sirvientas en hostelería o en la prostitución. En sus maletas viajan esperanzas, en su corazón se lloran afectos y desarraigos. Huyen de la miseria, de la guerra sucia ensañada contra las mujeres, buscan futuro y tal vez se encuentren si van a Europa o a USA con el racismo, la indolencia de los funcionarios, la persecución policial, el doble discurso de los gobiernos que también alabarán en pocos días a las mujeres trabajadoras.
Rudolfo Adolfo Cuervo refugiado colombiano y miembro de Askapena.