El triunfo aplastante de la extrema derecha pinochetista en las elecciones de este 7 de mayo en Chile, con todas las futuras consecuencias que traerá no solo para la sociedad chilena, sino para el conjunto de los pueblos latinoamericanos actualmente en lucha por quitarse el secular yugo de opresión y explotación imperialista, debe alertar a los seguidores del inane presidente “socialista” Boric, en su país y en el continente, y a quienes junto con él proclaman, sin ningún pudor, que la diferencia entre la reforma y la revolución establecida científicamente por los clásicos marxistas hace más de un siglo, hoy ha desaparecido en nuestras atormentadas sociedades. Una vez más la historia y la práctica social maestras de las ciencias sociales lo comprueban fehacientemente. Los reformistas en su debilidad y demagogia intrínsecas, lo único que hacen es llevar agua al molino de la reacción, esta vez fascista en ofensiva mundial. El agresivo desplante del franquismo en las Cortes españolas al presidente colombiano Petro, debiera servir de tilín, tilín. Han dicho claramente que no hay arreglo posible.
Ya no se trata de los golpes de Estado, unas veces blando, otras duro y las más de las veces durísimo: a Dilma y a Lula en Brasil. A Evo en Bolivia. A Castillo en Perú. A Lugo en Paraguay. A Zelaya en Honduras. La inhabilitación a la argentina Cristina Fernández en Argentina, o la desestabilización directa a Venezuela, Cuba o Nicaragua, para citar los más recordados en los últimos años, que ponen en evidencia real la clara tendencia dominante en la política del sistema imperialista global de mantener incólume su dominación en esta parte del hemisferio occidental, y, nada indica que vaya a cambiar en un futuro próximo, dado el apremio en que está en Ucrania, Taiwán, en la península coreana, o en otras partes del mundo de donde sale sin pena ni gloria. Donde antes, pavoneaba su hegemonía total en absoluto dominio e impunidad. ¿Por qué razón Colombia, centro geoestratégico del despliegue imperialista en Suramérica y el Caribe, ha de ser una excepción?
Ningún hecho político o social así lo indica, pese a la reciente subestimación que hace la analista Luciana Cadahia, miembro del Centro de Pensamiento Colombia Humana, en una reciente entrevista reproducida en Prensa Bolivariana 07.05 /23.
Periodista: La derecha tradicional, que gobernó durante dos décadas en Colombia, ¿ha dado señales de estar reagrupando o acomodándose al nuevo escenario?
LC Está sucediendo algo curioso en ese sentido. Uribe y Petro tienen una relación relativamente buena, en el sentido de que Uribe no se ha vuelto el principal oponente de Petro. Y, por esa razón, a la derecha uribista le ha salido una derecha más radicalizada, al estilo de Milei en Argentina. Y me refiero, por ejemplo, a María Fernanda Cabal o Paloma Valencia, dos herederas del uribismo que están tratando de configurar un clima “destituyente”, pero todavía sin mucho éxito. A diferencia de Argentina, Ecuador o Brasil donde la derecha tuvo varias décadas para organizarse y ensayar una nueva estrategia para disputar el poder, el triunfo sorpresivo de Petro y Márquez en Colombia, en cambio, todavía tiene a la derecha desorientada y desarticulada. No subestimo en absoluto la capacidad de la derecha colombiana. Solo digo que aún no han podido rearmarse. Algo muy parecido le sucede al centro que expresan Fajardo o Humberto de la Calle. Tampoco saben muy bien qué lugar ocupar ni cómo posicionarse ante este gobierno del cambio.” (fin de la entrevista) https://prensabolivariana.org/2023/05/07/gustavo-petro-gira-a-la-izquierda/
Por el contrario, lo que se constata es que, el paquetazo reformista del presidente Petro y la crispación y debate que han producido más en la “sociedad política” que en la sociedad civil, al poner de manifiesto las terribles contradicciones que han encadenado a la sociedad colombiana durante siglos, valga decir: El problema de la tierra despojada y acaparada. El enriquecimiento del Capital Financiero global con los dineros públicos dedicados a la salud y a las pensiones. La escandalosa sobreexplotación neoliberal del trabajo de los colombianos con cuotas obscenas Plusvalía en fuga. O el problema de la precaria y genocida democracia liberal colombiana (llamada imperfecta por los posmodernos) con sus tres 3 poderes infiltrados por el Narcocapital y sus poderes fácticos de muerte, como lo demuestran los casos del encarcelamiento del magistrado Pretel, o del fiscal Daniel Hernández puesto al descubierto por el periodista Gonzalo Guillén; dónde corrupción e impunidad son una misma cosa.
No solo ha puesto en escena a las dos divas parlamentarias “destituyentes”, la señora Paloma y la señora Cabal, como anota la analista arriba, sino que ha unido a todo el “establecimiento” o si se quiere a los otros dos 2 poderes de la genocida democracia colombiana, coordinados y aupados por el gran poder de la prensa corporativa adicta al régimen, para entrampar al poder ejecutivo presidencial y poner límites al presidente Petro: El poder Legislativo donde el presidente cree ilusoriamente que puede obtener mayorías o “gobernanza” para hacer aprobar sus reformas, cuando en realidad lo que se ve es una enredadera leguleya típico del santanderismo colombiano para trabar el trámite o mutilar los puntos más álgidos de tales reformas, como hicieron con el plan de desarrollo aprobado. Y el poder judicial, que ha encontrado finalmente su líder de hierro en el Fiscal Barbosa, compañero de estudios del seboso Duque, dispuesto a “frentear sin miedo” al exguerrillero Petro y su intento de destruir la vigorosa y legítima democracia colombiana.
Lo que ve un observador desapasionado de la actual lucha de clases en Colombia es la puesta en marcha de una sutil trampa, finamente tejida que los otros dos poderes de la democracia demo-liberal ha tendido al poder ejecutivo, en la cual el presidente ha caído y de la cual parece va a ser difícil salir, si continúa creyendo que la sociedad colombiana es un teatro como el Parlamento donde discurseó durante tantos años, y donde los emotivos discursos y los negocios o compromisos de interés son la llave del éxito que le ganaron tantos aplausos en las Cortes españolas en su reciente presentación. La sociedad colombiana actual y en ebullición es alguito más compleja y no basta con convocarla desde un balcón a que salga a la calle a apoyar en masa las “reformas-reformistas” (como el gobierno de López Pumarejo y su famosa reforma de 1936). Reformas que el día de mañana serán revertidas como pasó no solo con la López Pumarejo en mención, sino con los tímidos cambios propuestos por el liberal Lleras Restrepo en 1968 y el pacto de Chicoral, etc.
La sociedad colombiana obviamente ha detectado plenamente cuales son los cambios estructurales radicales de largo alcance, repito de largo alcance, que hay que hacer para salir del túnel sangriento en que nos encontramos. Y esos cambios no basta con mencionarlos o enumerarlos en bonitos discursos. Se movilizará plenamente a apoyar NO una reformas, NO a una persona por muy investida o ungida de legalidad que esté. Se movilizará plenamente y masivamente (en todas las formas que actualmente se expresa) cuando vea esa luz al final del túnel.
El camino que ha tomado Chile del desengaño y frustración ante las promesas reformistas fracasadas, no creo sea posible en Colombia, donde hay más cosas populares por considerar. Por ejemplo, que la contradicción entre reforma y revolución NO ha dejado de existir y hay mucha gente que defiende esta concepción de distintas maneras como un objetivo estratégico y de largo plazo. El detestable y repugnante pinochetismo podrá hacer mucho ruido mediático en Colombia, por ejemplo en las páginas amarillas de la revista Semana o en los demás falsimedios, pero será el cuento del pobre y precario vendedor colombiano de helados en un pueblo de tierra caliente: Mucho tilín, tilín y más bien pocón de paletas.
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