Decía por estos días el ministro de comercio exterior que la viabilidad del campo colombiano no estaba en protegerlo del libre comercio sino de «industrializar y diversificar los negocios agropecuarios», que los damnificados con el TLC serían indemnizados por el gobierno. Decía además nuestro embajador allá, que la negociación es inminentemente técnica y no política […]
Decía por estos días el ministro de comercio exterior que la viabilidad del campo colombiano no estaba en protegerlo del libre comercio sino de «industrializar y diversificar los negocios agropecuarios», que los damnificados con el TLC serían indemnizados por el gobierno. Decía además nuestro embajador allá, que la negociación es inminentemente técnica y no política y que se cerraría la negociación de forma positiva. Positiva para quién?. A estas alturas es obvia la capitulación del gobierno de Uribe ante los intereses del imperialismo norteamericano
Los preocupados dirigentes de los gremios agropecuarios se encuentran en Washington tratando de salvar lo que ya está entregado. Esta claro lo que significa el TLC para la sociedad colombiana: la quiebra de la economía productora de cereales, la de los avicultores, la imposibilidad de patentar lo que es de los colombianos y de toda la humanidad, no poder producir genéricos y pagar más caro por los medicamentos, inundar el país con maquinaria chatarra, llantas usadas, ropa vieja de desecho y con todos los culos de pollo que los gringos no se comen.
Uribe fue a los Estados Unidos y aprovechó para hacer un espectáculo publicitario utilizando sus dones de redentor. Aceptó las justas explicaciones de los negociadores estadounidenses. Bush lo recibió sin tenerlo previsto en la agenda y le aclaró que «alianzas son alianzas y que negocios son negocios», además, en un momento de lucidez económica le dijo, también ante las cámaras, que «el TLC es un asunto de intereses». Con todo claro el lacayo salió de la casa blanca y amenazó con bombardear el parque natural de la Macarena y hasta el nido de la perra.
Esto parecería un cuento de la literatura rusa del absurdo si no fuera tan doloroso. Con este «tratado» decenas de miles de familias colombianas se quedarán sin empleo y sin ingreso, nos convertiremos en un país totalmente dependiente de los alimentos transgénicos gringos, seremos un país de enfermos sin hospitales (ya cerrados) y sin remedio, abierto al control y al saqueo de las multinacionales, sin beneficios reales para la economía del país. Trabajaremos en maquilas más tiempo por menos dinero y sin seguridad social y además seremos el más fiel y seguro basurero de los Estados Unidos.
Uribe regresó sin lograr salvar los intereses colombianos pero con la promesa gringa de la continuidad del Plan Colombia. Se necesitan más bombas para cuando se acaben. Se ocupó inmediatamente de que en el ejército los oficiales no siguieran torturando a los reclutas, destituyó al comandante del ejército por no informarle a tiempo que el ejército tortura.
Preguntado el comandante de la fuerza aérea, por un periodista de humor ácido, sobre cuantos guerrilleros habían sido dados de baja con el bombardeo de la Macarena, solo atinó a decir que tenían que ir a verificar. Lo cierto que 1.200 policías, 1.200 militares de tres brigadas móviles, helicópteros, aviones y bombardeos no han alcanzado para verificar nada, ni para sacar a la guerrilla del parque patrimonio natural de la humanidad donde los campesinos han tenido que sembrar coca, ni para evitar que el paro armado allí se prolongue ya por cuatro semanas.
Uribe ha estado ocupado regañando a los generales y armando su agenda de actividades de apoyo electoral a sus gamonales parlamentarios, no ha tenido tiempo para ir al Cañón de la Llorona, el sur del Tolima, Nariño, Putumayo, Caqueta, Guaviare y Meta, donde las FARC decretaron un paro armado, hay guerra y no se mueve nada.
Es una semana atareada, hasta el viernes hay plazo para cerrar las negociaciones del TLC, los gringos no quieren ceder, dicen los entendidos. La guerra recrudece en todas partes, es año de elecciones, Uribe sigue con un 70 % de «popularidad», los secuestrados y prisioneros de guerra muy probablemente tendrán que esperar otros cuatro años, habrá más problemas, pero habrá más bombas para solucionarlo todo.