1. Uribe y la des-institucionalización del Estado y el gobierno. El Gobierno de Álvaro Uribe Vélez, sin duda, ha dado solventes e irrefutables muestras de haberse convertido en una auténtica e inigualable amenaza para la paz y la estabilidad en América Latina. Dado los últimos hechos, hoy es imposible seguir afirmando que el país es […]
1. Uribe y la des-institucionalización del Estado y el gobierno.
El Gobierno de Álvaro Uribe Vélez, sin duda, ha dado solventes e irrefutables muestras de haberse convertido en una auténtica e inigualable amenaza para la paz y la estabilidad en América Latina. Dado los últimos hechos, hoy es imposible seguir afirmando que el país es una víctima de sus incómodos vecinos como de modo obtuso han pretendido hacerlo creer y hasta el embrutecimiento importantes sectores de la élite económica, financiera, empresarial y mediática que apoya a Uribe.
No nos engañen, Colombia más que una víctima es un victimario y, sobre todo, probado y por partida doble. Y es un victimario, pues de sobra es conocida la manera como el Estado colombiano ayer y hoy patrocinó y patrocina sin ningún recato ni ley que importantes miembros del sindicalismo, del movimiento indígena, de los campesinos, de los defensores de derechos humanos y del movimiento de víctimas del paramilitarismo y contra toda forma de violencia, entre otros, sean objeto de persecuciones o asesinatos como a diario se registra en aquel país, bien sea por parte del Ejército, la policía y el DAS o, en su defecto, a manos del narco-paramilitarismo; ese mismos que el gobierno de Uribe dice con boca grande que desmovilizó, pero que dada las evidencias poco margen hay para creer en ello.
Y también es un victimario, pues pasó a atacar sin medida ni distancia, es decir, a lo George Bush y su guerra preventiva, a un país como Ecuador. Frente a todo lo anterior, no nos equivocamos cuando afirmamos que el Estado colombiano de la mano del Presidente Uribe viene moviéndose en una deriva de profunda deslegitimación institucional y de abierta confrontación con la arquitectura legal que lo define y determina, lo que nos lleva plantear que hoy ese Estado —y de algún modo ese gobierno—- no cabe en el ordenamiento jurídico que lo auto-contiene, que le es propio, razón por la cual habría que afirmar que el Estado —-y el Gobierno—- colombiano se ha convertido no sólo en un enemigo de importantes sectores de la sociedad civil, a la que ataca y mata, sino en un abierto peligro para los Estados vecinos y también para la propia continuidad del Estado —y el gobierno— como sistema.
Así, en términos de Gilles Deleuze y Félix Guattari [1] , el Estado en Colombia de modo lento pero seguro está engendrando sus propias líneas de fuga, su desterritorialización, diríamos, lo que lo está conduciendo de modo inexorable a encadenamientos ininterrumpidos en donde las expresiones fascistas y surcos de abierta e insobornable barbarie, sin equívoco alguno, muestran mapas en donde la violencia hacia adentro y hacia fuera es la norma y adquiere niveles de representación muy importantes. En términos abreviados podríamos decir que, El Estado colombianos pasó de auspiciar el terrorismo de Estado y los crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra en los contornos geográficos del Estado-nación, a practicarlo extraterritorialmente; violando así y de este modo, y, con ello, todo el ordenamiento jurídico del sistema interamericano, el cual prevé la inviolabilidad fronteriza entre los Estados miembros del continente.
2. Cruzando la frontera para matar.
De este modo, los bombardeos registrados el 1 de marzo por parte la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) contra el territorio ecuatoriano y, en particular, contra la zona de Angostura – Provincia de Sucumbíos [2] —, ubicada a 1800 metros de la frontera con Colombia, y lugar donde cayó asesinado Raúl Reyes y más de una veintena de personas, entre ellas civiles y miembros de las FARC, constituye no sólo una flagrante violación al espacio aéreo ecuatoriano sino una abierta y deplorable masacre en donde se conjugan los crímenes de guerra y de lesa humanidad por parte del ejército colombiano.
Hoy está claro que el 1 de marzo no sólo hubo una violación al espacio aéreo de Ecuador, sino que también hubo una violación a su espacio terrestre por parte de las tropas del ejército de Colombia, quien tomó por asalto y remató a los heridos que no habían aniquilado las bombas lanzadas desde las primeras horas de este día.
Los testimonios dados por las autoridades ecuatorianas y, en especial, por Lucia Morett, estudiante mexicana de filosofía de la Universidad Autónoma de México y una de las tres personas que sobrevivieron al desproporcionado ataque militar, nos permiten reconstruir los hechos y al mismo tiempo decir que, efectivamente, varios de los sobrevivientes fueron ultimados a bala, lo que no descarta que Raúl Reyes también corriera esta misma suerte como quiera que lo poco que se conoce de la necropsia [3] practicada a su cuerpo arroja que si bien éste murió presumiblemente por la onda explosiva, no menos cierto es que él presenta un tiro en la nariz y otro en el mentón.
Los disparos que Reyes presenta en la nariz y el mentón, al parecer, no dejaron rastro de pólvora, según dice lo fragmentario del informe necrológico que ha circulado a través de los principales medios informativos colombianos, lo que querría decir que fueron realizados a larga distancia, cosa que haría suponer que Reyes habría resistido, hecho poco probable si tenemos en cuenta que éste presentaba una importante amputación en una de las extremidades inferiores y, además, registraba unas 64 heridas en la espalda. Resulta cuando menos sospechoso que se diga que el disparo del mentón no dejó huella de pólvora cuando todo hace presumir que fue realizado a corta distancia y en fase perimorten, es decir, en los momentos previos a su deceso. Reyes y los demás y eso es algo por lo que el Estado colombiano también tendría que responder, o al menos aclarar, habrían sido ultimados, lo que configura y a las claras una auténtica violación al Derecho Internacional humanitario y a los mismos derechos humanos.
Está claro que el Gobierno de Uribe —con la complicidad del gobierno americano— no sólo violó la frontera área y terrestre de Ecuador, sino que dejó y a su suerte a las personas heridas que se encontraban en el improvisado campamento guerrillero, lugar desde donde al parecer Raúl Reyes venía adelantando gestiones con distintas personalidades a afectos de proseguir con las liberaciones unilaterales por parte de las FARC y, en la perspectiva, sin duda, de ir creando el ambiente político y los apoyos necesarios a la búsqueda y concreción del intercambio humanitario en Colombia. Bombardeado el campamento y asesinado la gran mayoría de las personas que en este se encontraban, lo único importante para el gobierno de Uribe y para el gobierno norteamericano pareció ser el rescatar el cuerpo sin vida de Reyes y de quien creían igualmente también que era Julián Conrado. Se trataba, al juzgar por los hechos, de exhibirlos como un trofeo de guerra y como una demostración de la eficacia de la lucha por parte del gobierno contra las FARC. Las personas heridas, es decir, las pocas sobrevivientes, aun muchos no nos explicamos cómo no fueron rematadas si el ejército en Colombia es sabio en este tipo de proceder.
3. El gobierno de Uribe: mata y miente, miente y mata.
Al bombardeo y como era de esperarse prosiguió todo un sinfín de infamia que hoy pone en evidencia la poca estatura moral y ética del actual gobierno colombiano y de quienes le facilitan los más insospechados apoyos. Consumada la masacre contra Reyes y quienes se encontraban en el campamento, el Presidente Uribe y en una política de hechos consumados procedió a llamar al Presidente Rafael Correa para informarle, con mentira en mano, como siempre, que en la frontera con el Ecuador se había producido un choque entre el Ejército y la guerrilla de la FARC, la que al haber cruzado la frontera obligó a una persecución en caliente, lo que provocó, según la versión manida de Uribe y del Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, que aviones de la FAC desde territorio colombiano lanzaran un ataque contra el campamento de las FARC en Sucumbíos, y luego procedieran a ingresar en helicóptero hasta la zona y copar la misma, lo que dice, se realizó, no sin enfrentar a los miembros de las FARC que habían quedado vivo.
Cuando el Gobierno del Presidente Correa se apropió de la situación y comprobó que entre lo dicho por Uribe y lo que había ocurrido había una enorme distancia, éste no dejó de tildar los hechos como auténticos crímenes de guerra, y acto seguido manifestó que su gobierno no se quedaría de brazos cruzados si no que interpondría todos los recursos ante la comunidad internacional con tal de que el gobierno colombiano fuera condenado por haber violado la soberanía de su país. El Gobierno de Correa retiró inmediatamente a su embajador de Colombia y en esa misma línea actuó Hugo Chávez, quien no sólo retiró a su Embajador, sino que hizo salir a Fernando Marín, embajador de Colombia en Venezuela.
4. Crisis en cadena y repercusiones.
Acosado Uribe por la respuesta en bloque que dio el binomio Correa- Chávez ante la violación de la soberanía ecuatoriana, procedió a amenazar a éste último con denunciarlo ante el Tribunal Penal Internacional por, al parecer, los apoyos financieros que éste hacía a los «genocidas de las FARC». Chávez decidió movilizar el día 4 de marzo 10 batallones a la frontera con Colombia, no sin anunciar el cierre de la frontera comercial y proclamar una eventual nacionalización de las empresas colombianas apostadas en Venezuela. Como colofón de este episodio el Presidente Chávez le recordó al Presidente Uribe que si éste decía tener el computador de Raúl Reyes, él le hacia saber que en manos de las autoridades venezolanas se hallaba el computador del narcotraficante Wilber Varela, alias Jabón, y quien había sido asesinado en el Estado de Mérida el 1 de febrero del presente año y de quien se decía en Colombia que había organizado no sin apoyo de militares y policías un poderoso ejercito de paramilitares —los rastrojo y las Rondas campesinas populares— y con el cual había buscado hacer parte de las negociaciones entre el gobierno de Uribe y las Autodefensa Unidas de Colombia.
Ante esta crisis y de insospechado alcance, el gobierno de Uribe ha estado prácticamente sólo. Su única compañía ha sido el gobierno de los EEUU, con quien comparte su política de ataques preventivo y quien apoya a que Colombia sea para el área andina en particular, y para América Latina, en general, lo que Israel es para el medio el medio oriente en materia de lucha regional contra el «terrorismo» o lo que en su léxico se entiende como tal. Y es en esta política de convertir a Colombia en un Sheriff regional en donde se explica entre otros los siguientes hechos: la detención aún no muy clara de Simón Trinidad en Ecuador hace algunos años atrás (2004), el secuestro de Rodrigo Granda en 2005 en pleno centro de Caracas, el bombardeo con glifosato a importantes y sensibles áreas geográficas de Ecuador, el realizar operaciones encubiertas contra presuntos simpatizantes de las FARC en México y ahora la invasión al territorio ecuatoriano con el beneplácito de los EEUU y bajo la mampara de la legitima defensa.
5. Censura a Colombia, más no condena.
Con esta crisis abierta y el gobierno de Colombia acorralado por Venezuela, Ecuador, Nicaragua y presionado por el resto de países de la región, quienes al unísono censuraron el comportamiento del gobierno colombiano al violar la frontera ecuatoriana, se realizó el día 6 y 7 de marzo la Cumbre del Grupo de Río en República Dominicana. En este evento el Presidente Correa de Ecuador logró imponer y sensibilizar al grupo de Presidentes allí reunidos acerca de la gravedad de los hechos y del mal precedente que Colombia había impuesto, al punto que Uribe tuvo que aceptar sin más que lo ocurrido había sido un grave hecho y que no podía volver a ocurrir. Para Chávez también fue un momento de capital importancia, pues significó poner a prueba su liderazgo y lo que representa la revolución bolivariana en el marco regional. Para Nicaragua, el boquete abierto por Colombia le creo una interesante oportunidad política y diplomática en tanto en cuanto el Grupo de Río contribuya a definir el sitio que deben tener los barcos militares de Colombia en la zona marítima del mar caribe y, ello, mientras el contencioso entre Nicaragua y Colombia se resuelve en la Haya.
Al decir verdad, Colombia quedó muy mal parada pero no tanto como se esperaba, pues al final se cuestionó su proceder pero no se avanzó en una condena clara y contundente frente a la violación de la frontera y frente a los crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra en que pudo incurrir el gobierno Colombiano al bombardear el campamento donde se encontraba Raúl Reyes y una veintena de personas más. Al final, un estrechón de manos entre los Presidentes de la región y un Chávez exultante y llamando al entendimiento fue lo que terminamos viendo. La palabra condena no apareció en la Resolución acordada en la Cumbre de Presidentes del Grupo De Río y sólo ello se quedó en el imaginario del Presidente Correa y en los miembros de su gobierno.
6. La mentira como norma y arma política
Teniendo como criterio referente la Resolución del Grupo de Río, los Cancilleres de forma extraordinaria acudieron el día 17 de marzo a la sede de la OEA, en Washington, para poner fin a la crisis regional y continental que se abrió con la incursión del ejército colombiano en territorio ecuatoriano. Luego de una larga y tensas jornada no se validó la propuesta de Colombia —y también de los EEUU— que buscaba que su agresión fuera vista como un acto de legítima defensa, lo que entronca con el principio americano de la guerra preventiva y de plegamiento a los principio de la unilateralidad. Podemos decir que en este sentido los grandes derrotados fueron los EEUU y Colombia.
Por otro lado, la delegación colombiana y es lo bochornoso de todo esto, cuando se iba a empezar a discutir si se condenaba o no al Gobierno de Colombia, algunos miembros de dicha representación, aupados me imagino por el canciller Fernando Araujo, hicieron circular una fotografía extraída, según, de uno de los ordenadores incautado a Raúl Reyes y en donde el Ministro de Seguridad Interior y Exterior del Ecuador, Gustavo Larrea [4] , aparecía con el asesinado líder insurgente en un campamento guerrillero. Este hecho, vergonzoso y que deja a las claras un comportamiento propio de mafiosos y no de diplomáticos, enrareció el ambiente de la discusión y caldeo los ánimos.
Poca duda hay que esta marrullería no buscaba otra intención que intimidar al gobierno de Correa y restarle peso a la condena que éste estaba demandando de la OEA ante el atropello cometido por el gobierno de Uribe. Sin embargo y como dice el dicho, las mentiras tienen las patas cortas, pues más demoraron los mal llamados diplomáticos colombianos en sacar a relucir la fotografía del supuesto Ministro Gustavo Larrea cuando miembros del gobierno de Ecuador se encargaron de desmentir semejante bulo. Y la cuestión no paró aquí, pues al poco tiempo se supo que el personaje que aparece en la foto con Raúl Reyes no era otro que Patricio Etchegaray, Presidente del Partido Comunista de Argentina y quien hace ya algún tiempo le había realizado una entrevista al líder guerrillero y la cual había salido publicada, según lo dicho por este mismo personaje, en distintos medios en Argentina. Con este acto el gobierno de Colombia mostró una vez más su inocultable villanía y dejó patentado que hacerlo peor es imposible.
7. El Diario el Tiempo: Boletín oficial del Gobierno
Y si de este modo actúo la cancillería colombiana y el Presidente Uribe, con menos decoro actúo el Director de la Policía Oscar Naranjo, quien juraba y perjuraba que quien aparecía en la fotografía era el Ministro Larrea. En esta misma línea de despropósito también actúo el Diario El Tiempo, quien se ha convertido y a legua en el Boletín Oficial del Gobierno. Este Diario, como sabemos, tiene entre sus accionistas al Vicepresidente de la República Francisco Santos y al Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, razón por la cual su independencia y pulcritud periodística está a la misma altura en que están los zapatos de quienes orientan política e informativamente a dicho Diario, conectado, por demás, al Grupo Editorial Planeta y de quien sabemos representa intereses político de dudosa estirpe democrática en España. Este Diario fue el que hizo circular como un trofeo de guerra más en toda esta crisis la presunta foto de Ministro Larrea con Raúl Reyes y para tratar de hallar un punto de conexión entre el Ministro y el Secretariado de las FARC, terminó diciendo que éste es el personaje de quien le habla Raúl Reyes a Manuel Marulanda Vélez en un correo que en su momento aquel le enviara a éste. Que vergüenza de periódico.
El papelón del Tiempo, sin embargo, no se restringe a este vulgar y repudiable acto, del cual ya salió a pedir disculpas [5] al Ministro Gustavo Larrea, si no que también se expresa en lo tóxico de la información que ha emitido durante y después de la invasión por parte del Ejército colombiano a Ecuador. Quiero recordar que el editorial del día en que se conoce la noticia del ataque y en el que muere Raúl Reyes, el Editorial del periódico en mención tuvo la desfachatez de decir que, el ataque había sido una operación coordinada con el gobierno del Ecuador. Una vez más y los hechos desmienten al o los editorialistas del Tiempo, que valga decir, rayan en la indecencia y el anti-periodismo.
Lo que resulta claro de toda esta crisis es que ya el Gobierno de Uribe y su asesor de Cabecera, José Obdulio Gaviria y también su psiquiatra, Luis Carlos Restrepo, y Uribito y un largo etcétera, sin duda, ya no pueden seguir con el estribillo que en Colombia no hay un conflicto. Efectivamente, ya el conflicto no es de Colombia, pues éste se regionalizó y también ecumenizó, pues sólo hay que ver con quien estaba hablando Raúl Reyes antes de ser asesinado y con quien ha estado hablando el Secretariado de las FARC en la perspectiva de hallarle una salida al acuerdo humanitario y al conflicto en Colombia. Y si queda duda de que en Colombia no hay una amenaza terrorista, sino un conflicto social y político, sólo basta ver semejante entuerto en que se metió Uribe y sus guerreros y del cual no salió bien librado.
Hasta aquí está muy claro que las FARC han jugado a la política y el gobierno de Uribe ha jugado y mal, a la guerra. No hubo condena por parte de la OEA, es cierto, pero ello no debe tomarse como un triunfo de Uribe ni de su política de seguridad democrática. Bien cabría decir que el éxito de Uribe es su propia derrota. Hoy más que nunca el despeje, el intercambio humanitario y la resolución política del conflicto en Colombia es un imperativo categórico y a ello hay que apostarle y en firme.
Para terminar, en lo que a mi respecta, que ni el Tiempo y sus consabidas mentiras, ni Uribe y sus héroes de bronce me sigan vendiendo la moto de que la derrota de las FARC está a la vuelta de la esquina, yo no les creo y lejos está el día de hacer un réquiem en paz por las FARC. La estatura política de las FARC se ha dejado ver en las liberaciones unilaterales. Uribe y los suyos dejaron vacío el espacio de lo político y las FARC con sus muertos y sus dolores insisten en hallar caminos para el diálogo y la paz. Uribe ha roto cualquier camino de entendimiento, ha sucumbido a su febril guerrerismo, ha preferido oponerse a cualquier fórmula de acuerdo y ha decidido matar y al precio que sea: esto en política es un suicidio.
Ahora sueña con que la FARC se autodestruya y para ello incita al delito y al crimen. Hoy su régimen promueve con su política de recompensa la mutilación y la muerte y eso no debe extrañarnos, pero si debe ponernos en pie de alerta, pues debemos recordarle al menos las mentes sensatas que lo que queremos es construir un estado decente y una sociedad que proscriba este tipo de procederes, que bien sabemos, sin duda, que se han incubado durante mucho tiempo en las mentes retorcidas de más de un militar y que de aquí saltaron hasta el peor de los engendros que parió la institucionalidad colombiana: el paramilitarismo. Tome nota señor presidente y no haga más ruin e indigno con sus actos el sentirse uno colombiano/a. Tome nota. Tome nota.
[1] Ver. Gilles Deleuza y Félix Guattari, Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia, 2008.
[2] Ver informe de la Comisión de la OEA que visito a Colombia y Ecuador los días comprendidos entre el 9 y el 12 de marzo de 2008.
[3] Ver Revista Semana edición digital. http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=110051
[4] Ver Diario El Tiempo, marzo 17 de 2008.
[5] Ibid, Editorial, la foto que no era.