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Colombia y Cuba, FARC y ELN

Fuentes: Rebelión

Por más de 40 años la sociedad colombiana ha sido escenario de una intensa y creciente lucha entre las fuerzas de la dominación oligárquica-imperialista y las que pugnan por la verdadera democracia, la revolución y el socialismo. En ese contexto y en ese periodo, el poder económico-social de la clase dominante colombiana, el poder estatal […]

Por más de 40 años la sociedad colombiana ha sido escenario de una intensa y creciente lucha entre las fuerzas de la dominación oligárquica-imperialista y las que pugnan por la verdadera democracia, la revolución y el socialismo.

En ese contexto y en ese periodo, el poder económico-social de la clase dominante colombiana, el poder estatal y el superpoder de EEU han recurrido conjuntamente a la violencia, convirtiéndola en guerra sucia (militar y paramilitar), para impedir toda democratización real, beneficiarse del empobrecimiento de gran parte de la población y tratar de exterminar todas las expresiones de insurgencia armada y toda acumulación política contestataria de ese sistema de dominación.

CRISIS DEL BIPARTIDISMO Y DEL ACCIONAR DE LAS F.A. REGULARES

Bajo el esquema de una seudo-democracia, reciclada por la vía del bipartidismo, el Estado Colombiano tutelado por la CIA, el Pentágono y la DEA, ha recurrido a todas las malas artes, incluida las bandas paramilitares de altísima criminalidad y fuertes articulaciones directas e indirectas con una parte de los poderosos carteles del narco-trafico, ahora casi totalmente controlados por el paramilitarismo.

Nada de esto logró impedir el crecimiento de la oposición al orden establecido y la contrapartida armada de carácter popular.

El bipartidismo se ha venido agotando, a pesar de la guerra de exterminio contra las fuerzas políticas alternativas.

Las Fuerzas Armadas regulares han resultado ineficaces para detener el crecimiento de la insurgencia, sobre todo la extraordinaria fuerza expansiva de las FARC, transformadas en Ejército del Pueblo.

El colapso del llamado socialismo real, la desintegración de la URSS, la derrota de la Revolución Sandinista, los forzados acuerdos de paz de las guerrillas salvadoreñas y guatemalteca, si bien tuvieron sus efectos desmovilizadores sobre el M-19 y otros grupos armados de Colombia, no detuvieron el asenso de la resistencia armada encarnado en las FARC y el ELN.

Ambas organizaciones siguieron creciendo, mientras la imposición de la estrategia neoliberal continuó empobreciendo la sociedad colombiana y ampliando la resistencia civil por encima de las grandes obstáculos y los efectos destructivos de la cruel represión desatada contra las estructuras legales de la izquierda, muy especialmente contra el Partido Comunista y la Unión Patriótica (mas de 4 mil muertos y desaparecidos).

Las FARC no resultaron ser un «reducto» de la lucha armada del siglo XX, como mal intencionadamente pregonaron algunos ex-izquierdistas

Tampoco una especie de «guerrilla endémica», estancada.

Tampoco sucedió así con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), organización armada vinculada al cristianismo liberador y preferida de la Revolución Cubana en los años 60 y 70.

La insurgencia colombiana demostró tener raíces más profundas y razón de ser trascendental. Ni las tentaciones a la claudicación, ni el reforzamiento de la guerra sucia en su contra, lograron detenerla. Por el contrario, pudo desarrollarse en mayor escala, a contracorriente de lo que acontecía en nuestra América y en el mundo.

Y eso tiene un valor extraordinario. Un alto sentido estratégico, no solo para la Revolución Colombiana en marcha, sino además para el proceso de liberación continental enfrentados a las políticas intervencionistas y a la guerra global declarada por los halcones de Washington.

URIBE: MÁS INTERVENCION GRINGA, REPRESIÓN Y GUERRERISMO.

Las fuerzas de la reacción interna están perdiendo progresivamente la pelea en Colombia. Y Colombia no es simplemente Colombia.

Es el país que mas ayuda militar de EU recibe en el continente, el cuarto a escala mundial.

Es el país vecino de la Revolución Bolivariana de Venezuela.

Es un componente de la ola transformadora suramericana, que incluye a un Ecuador conmocionado y en cierta medida desestabilizado.

Es parte importante de la Amazonía con toda su riqueza en agua, biodiversidad, petróleo y otros minerales, además de su especial ubicación geo-estratégica próxima al istmo de Panamá y con costas en los dos grandes océanos, atlántico y pacifico.

Por todo eso Colombia es uno de los blancos de ataque de la guerra recolonizadota del imperialismo estadounidense.

Y esta realidad, junto a las dificultades del Estado y la oligarquía colombiana, junto al desgaste del sistema bipartidista tradicional, son los motivos tanto del Plan Colombia-Iniciativa Andina como del engendro neofascista (plan de seguridad democrática y plan «patriota», derivados del Plan Colombia) que encabeza Álvaro Uribe Vélez, ahora en plena fase reeleccionista.

La equivalencia de esas respuestas es mas «ayuda» militar de EEUU, mas intervencionismo directo (asesores, tropas, aviones espías, bases militares, diseños de estrategia…), mas fusión corporativa del proyecto Uribe con el Estado, mayor endurecimiento político, nuevo rol del paramilitarismo legalizados o no, mayor fusión del poder con los carteles paramilitares, mayor uso de los recursos del Estado menos, «democracia» y mas fascismo.

Así parecen entenderlo y definirlo la oposición civil y la oposición armada al proyecto uribista, incluida parte importante de la oposición electoral. Todos sus componentes.

Todos además proclaman disponerse a cerrarle el paso a la reelección de la nueva derecha aglutinada en torno Uribe Vélez.

ALGO DIFICIL DE ENTEDER.

Por eso es difícil entender la lógica revolucionaria del viraje de la dirección del ELN hacia el dialogo-negociación en busca de un acuerdo de paz con el actual gobierno colombiano y su presidente reelecionista.

Conocido es que Uribe, heredando el cierre del dialogo con las FARC impuesto por EEUU al ex-presidente Pastrana, diseñó la política de guerra total contra al insurgencia, con un fuerte acento en el exterminio de las FARC-EP.

Incluso negó toda posibilidad de acuerdos, incluidos los relacionados con el canje de prisioneros de guerra, pese a los gestos positivos de las FARC-EP.

En todo el curso de este primer gobierno de Uribe, próximo a concluir, las Fuerzas Armadas de Colombia, tuteladas en mayor escala por el Pentágono, no solo no pudieron hacer retroceder a las FARC y al propio ELN, sino que no lograron detener su avance.

El Plan Patriota enfrentado valientemente por las FARC-EP ha terminado sensiblemente deteriorado.

Con Pastrana se evidenció que la clase dominante y el Estado Colombiano están incapacitados para concertar acuerdos de paz que garanticen su hegemonía frente a la insurgencia. Por eso el repliegue.

Con Uribe, todavía con más apoyo del guerrerismo estadounidense, se expresó el fracaso de la guerra total acompañada de una intervención militar estadounidense de bajo perfil.

La derecha y la ultraderecha colombiana están empantanadas, aunque forzada a aceptar el continuismo de Uribe. No le queda otra cosa.

Pero además, hay que suponer que ese continuismo, vía reelección, está destinado a un mayor endurecimiento represivo y a un grado mayor de intervención militar gringa.

No olvidemos que Uribe es el político colombiano más afín a Bush y a sus halcones, de procedencia narco-paramilitar, mafioso y simulador como aquellos.

Pero Uribe y sus sustentadores necesitan ante todo seguir a caballo, reelegirse a como de lugar. Y eso lo obliga a maniobrar, «flexibilizando» aparentemente su actitud respecto a la insurgencia.

Las FARC que son mucho más que un ejército guerrillero popular, que son más que un partido político grande. Que son un ejército popular, un partido comunista clandestino (rural y urbano), un movimiento político bolivariano (rural y urbano), unas milicias populares y un movimiento social de vanguardia, no cayeron en ese «gancho». Por el contrario, han denunciado la naturaleza fascistoide de ese proyecto reelecionista y se han negado a cualquier dialogo de última hora con el gobierno del señor Uribe.

Es claro para muchos (as) colombianos (as), que todo acuerdo o acercamiento con Uribe días antes de las elecciones, tiende a facilitar su objetada reelección.

Por eso es difícil entender el paso dado por el ELN, que por demás le ha dado un importante aliento a la conformación del Polo Democrático que postula al Dr. Gaviria, distinguido jurista colombiano sustentador de una plataforma de centro izquierda y con una beligerante posición antireelecionista.

Mi admiración por los camilistas del ELN es enorme, pero en verdad creo que esa actitud es totalmente contradictoria con sus propósitos políticos inmediatos y equivale a actuar contra su propia táctica antireeleccionista, además de restarle presión político-militar al proyecto facistoide de Uribe.

La posición de las FARC-EP, a cuya historia de heroísmo y firmeza me siento individualmente ligado, es mucha mas clara y precisa: nada con Uribe, menos aun antes de las elecciones y sin que muestre claras señales de compromiso con la paz y disposición a aceptar condiciones imprescindibles para restablecer los diálogos interrumpidos

CUBA ENTRE EN ESCENA

El lunes 3 de abril, el periódico Hoy de República Dominicana, en su sección «El Mundo», incluyó un cable de la Agencia de Prensa Francesa (AEP) en el que, entre otras cosas, se informó:

· Que «el gobierno de Colombia, principal aliado de Estados Unidos en América Latina, relanzó…sus relaciones políticas y comerciales, y de cooperación con Cuba…»

· Que una delegación colombiana encabezada por su cancillera Carolina Barco, e integrada además por los Ministros de Energía y Comercio, se reunieron con Fidel Castro y los ministros homólogos de Cuba.

· Que en el encuentro en el palacio de la revolución, la Barco «entregó a Castro un mensaje en que Uribe le agradece su respaldo al acercamiento de paz con la guerrilla del Ejército e Liberación Nacional (ELN), segunda fuerza rebelde con unos 4000 combatientes. Y destacó a la vez que «el apoyo Cuba ha sido fundamental, porque ha brindado un entorno serio de discreción y respeto que ha permitido avanzar»

· Que la cancillera colombiana valora esa reunión como «la expresión de la relación tan especial que existe entre nuestro presidentes, entre nuestros países».

· Que los ministros de energía y comercio «abordaron un plan de reformas y ahorro de energía que Castro llamó la «revolución energética» y exploraron posibilidades de aumentar el intercambio comercial».

Es evidente que ese paso implica beneficios diversos para ambos Estados, incluidos favores netamente políticos.

El gobierno cubano logra temporalmente una actitud de amistad y respeto de parte de uno de los gobiernos mas afines a la política actual de los EEUU; de un gobierno derechista, que en la actualidad ejecuta nuevas modalidades de guerra sucia contra el pueblo colombiano y sus fuerzas insurgente, en plena fase de sus despliegue continuistas, releccionistas.

Con ello debilita el acoso de la administración Bush.

Logra también acuerdo de cooperación energética y comerciales favorables para contrarrestar el bloqueo y enfrentar mejor problemas económicos y estructurales.

Tales objetivos son «legítimos» desde el punto de vista de los intereses de Estado, incluido de un estado que encabeza un proceso de orientación socialista.

El problema, claro está, no es ese. El problema es lo que de paso se le concede al Estado y al gobierno colombiano. Entonces habría que poner a operar la balanza y medir resultados.

El gobierno de Uribe consigue -dada la presencia de la parte de la insurgencia que representa el ELN y del proceso de negociación con sede en Cuba en ese paquete de temas- reducir la confrontación con una de las fuerzas guerrilleras y anotarse puntos a favor exhibiendo una flexibilidad ajena a su trayectoria guerrerista y a sus líneas y propósito general.

Álvaro Uribe, como candidato a la reelección, logra mejorar temporalmente su imagen y limpiar de algunos obstáculos sus ambiciones, procurando aislar a las FARC y debilitar a la vez la cohesión de las fuerzas insurgentes y la oposición política a su candidatura.

Consigue también por esa vía erosionar la candidatura del Polo Democrático (apoyada por el propio ELN) y estimular la desmovilización unilateral de esa fuerza política-militar. Y amplia así las posibilidades de su reelección.

Están claros los objetivos netamente políticos del presidente Uribe y de su equipo de gobierno, amén de una que otra ventaja económica.

Como aliado «carnal» de Bush y sus halcones, es absolutamente improbable que el gobernante colombiano pague costo alguno por el hecho de establecer con Cuba vínculos no deseados por Bush. El imperio es comprensivo frente a esas hábiles maniobras de sus aliados seguros, más cuando son ejecutados para favorecer sus planes de contrainsurgencia y continuidad.

Desde el punto de vista político es difícil valorar cuales de los dos Estados obtendrán mayores ganancias con esos acuerdos. Lo cierto es que ambos salen bien parados con ellos.

Quien pierde en gran parte es el Ejército de Liberación Nacional de Colombia y en alguna medida también, el proceso revolucionario colombiano.

El ELN abrió las compuertas del diálogo en circunstancias en que tal paso solo favorece a Uribe y a su maniobra de corte electoralista, sin que aparezcan señales claras de deposición de su línea dura y voluntad real de avanzar hacia la paz de parte del gobierno y del Estado Colombiano. Me refiero sobre todo al escenario nacional colombiano.

La posición del ELN (más allá de su buena intención) ni favorece al frente contra la reelección de Uribe, ni favorece al avance de la insurgencia que procura debilitarlo y erosionar su guerra sucia desbrozando camino hacia el poder.

La actitud del ELN ayuda a intereses específicos del Estado cubano, pero no a su propia causa revolucionaria ni a la del pueblo colombiano.

EL ESPINOSO PROBLEMA DE LA RELACION DE ESTADO Y LOS INTERESES REVOLUCIONARIOS

Los intereses de Estado, aun los de un Estado tan admirable como el cubano, no siempre coinciden con los intereses revolucionarios de otros procesos nacionales y del proceso continental y mundial. La política de Estado, aun de los Estados que representan procesos revolucionarios, no siempre armoniza con el internacionalismo revolucionario.

Este es un caso típico en el que asoma esa contradicción, esa significativa divergencia.

De ahí la necesidad -difícil de lograr en el marco de modelos que articulan inseparablemente el rol del Estado, del partido y de organizaciones de la sociedad civil- de separar las políticas de Estado de las políticas de los partidos y fuerzas revolucionarias y de las posiciones de las organizaciones populares y los movimientos sociales.

Después de este paso el gobierno de Cuba respecto al gobierno Colombia, es imposible pensar que se expresen fluidamente desde otras instancias de la sociedad cubana posiciones abiertamente solidarias, e incluso discretamente solidarias, con la heroica y digna insurgencia colombiana y con la oposición electoral progresista que impugna la reelección de Uribe.

Uribe ha logrado una neutralidad positiva de toda Cuba frente a la problemática interna de Colombia, a cambio de no imitar a la administración Bush en cuanto a su hostilidad hacia ese país victima del bloqueo y la agresión imperialista.

En ese proceso se han mezclado intereses del ELN de negociar con el gobierno de e Uribe y los del Estado cubano de lograr acuerdos mutuamente ventajosos con los actuales gobernantes colombianos, lo que explica que el tema del diálogo con Uribe aparezca en la mesa de los acuerdos colombo-cubanos de manera relevante y que la sede de ambas negociaciones sea Cuba.

En el trasfondo de esa negociación esta la proclividad de Uribe de hacer concesiones tácticas a Cuba y de aflojar la confrontación contra esa fuerza guerrillera, mientras aprieta las tuercas contra las FARC y potencia sus ímpetus reeleccionista y sus proyecto neofascista.

Lo que no es claro en que esa maniobra puede favorecer al campo de las fuerzas democráticas, populares y revolucionarias.

Por eso, a la luz del posible impacto de esos acuerdos, vale reflexionar sobre la necesidad de que un Estado que representa una revolución como la cubana busque la manera de separar y/o diferenciar sus intereses particulares del quehacer político revolucionario internacional y de los intereses de la revolución en otros países, procurando no afectarlos.

Hay que ponderar lo negativo que siempre resulta mezclar uno y otros intereses, sobre todo cuando desbordan lo bilateral y compromete luchas de otros.

Esto es también válido para Venezuela y su revolución bolivariana, donde existen más razones para manejar con prudencia las relaciones con su vecina Colombia, con su Estado y su gobierno.

Esa prudencia necesaria y todos los acuerdos bilaterales que la avalen y viabilicen, deberían desplegarse si afectar en su esencia los intereses de la revolución y de (as) revolucionarios (as) colombianos (as), sin favorecer la contrarrevolución, sin afectar la expansión de la nueva oleada transformadora que tiene lugar en nuestra América, sin facilitarle nada al imperio y sus aliados fuera de las fronteras venezolanas.

La prudencia es necesaria en ambas direcciones, sobre todo cuando como Estado se forma parte de un campo enfrentado al capitalismo y al imperialismo, como lo son los casos de Cuba y Venezuela.

Se que no es fácil abordar con espíritu critico y actitud independiente estos temas espinosos, en los que están involucrados tantos afectos e identidades revolucionarias, tantas amistades e intereses comunes.

A uno le cuesta hacerlo cuando sabe que pueden herirse sensibilidades merecedoras de muchísimo cariño y mayores consideraciones, pero creo sinceramente a la vez que no debemos autocensurarnos, que es necesario abordar los desencuentros con sinceridad y claridad, entre fuerzas revolucionarias.

El tema de los intereses de Estado y los intereses de la revolución, de las políticas de Estado (interior y exterior) y las políticas de los partidos y fuerzas revolucionarias, la relación entre internacionalismo revolucionario y los intereses diplomáticos de un Estado Antiimperialista, están insuficientemente tratados y no dejan de producir contradicciones y tensiones como las que me atrevo a analizar en esta entrega.