Una información de prensa electrónica, aparentemente baladí o «farandulesca», nos mueve a reflexionar acerca de los sistemas judicial chileno y norteamericano. La reforma procesal penal chilena tiende a transformar el sistema judicial de este país en una copia del sistema anglosajón, adaptada a algunas condiciones de Chile, pero copia al fin en los aspectos centrales. […]
Una información de prensa electrónica, aparentemente baladí o «farandulesca», nos mueve a reflexionar acerca de los sistemas judicial chileno y norteamericano. La reforma procesal penal chilena tiende a transformar el sistema judicial de este país en una copia del sistema anglosajón, adaptada a algunas condiciones de Chile, pero copia al fin en los aspectos centrales. Una de las innovaciones en Chile, es la aparición del fiscal, y con el tiempo podríamos llegar a tener jueces y jurados a la usanza yanki. Uno de los símbolos o alegorías de la justicia, adoptados por el positivismo y el racionalismo, es la imagen de la justicia como una mujer ciega con una balanza. En la mitología griega, Némesis es la diosa de la venganza y de la justicia distributiva, y «enemiga de toda felicidad». Al ser ciega, no tiene miramientos con las partes litigantes. Todos sabemos que la realidad dice otra cosa, pero el ícono sigue instalado. No sabemos desde cuando se instaló el símbolo de la ciega, pero lo cierto es que la justicia debe considerar las circunstancias de cada una de las partes, incluido su sistema de pensamiento. Podemos postular que antes de la implantación de sistemas judiciales homogeneizantes, antes de la universalización del sistema ‘positivo’, la justicia fue intercultural, es decir comprendió las circunstancias culturales de las partes. No puede haber una «justicia ciega» que no conozca, que no vea, a las partes; en Nepal sólo los ladrones silban en la calle, y un occidental que no conociese esto podría ser detenido por un policía que no conociese que hay occidentales que silban de contentos y no para dar señales a otros ladrones. Hay culturas de África donde rascarse es símbolo de masturbación, y un occidental podría pasar un gran chasco. El sistema globalizante que se impone hoy, parece contrario a la interculturalidad, por su esencia; sin embargo el sistema norteamericano es más complicado de lo que parece. Los preliminares del juicio contra Michael Jackson, así lo demuestran. La justicia yanki busca jurados, pero se previene de que éstos no vayan a actuar con algún prejuicio en contra del cantante, por ser éste negro, o si manifiestan algún resentimiento en contra de las personas acusadas de «conducta sexual inadecuada», por haber experimentado un caso similar. Se les preguntó a los posibles jurados, «si han trabajado para alguna organización relacionada con la seguridad infantil o la lucha contra los abusos a menores». La idea es que uno de los jurados no vaya a ser un racista o un activista que actúe en contra de Jackson. De inmediato, al leer la información de la agencia Reuters reproducida por msn.com, pensamos en los juicios del Estado chileno contra los mapuche. Un acusador, con poder omnímodo ante los tres poderes del Estado chileno, frente a unos acusados portadores de un sistema de pensamiento diferente, con distintas teleologías, ontologías, éticas, valores. Un ex ministro, abogado y miembro del Tribunal Constitucional, con el dinero y el poder surgido del latifundio usurpado, no pesa lo mismo ante la justicia chilena, por ciega que se la pinte, que unos mapuche cuyas acciones deben ser castigadas para que no se diga que este gobierno deja en la impunidad a los delincuentes. Para la impunidad de los delincuentes urbanos, tan fustigada por la oposición de derecha, las condenas a los longko y comuneros pasan a ser «moneda de cambio». Tampoco pesan lo mismo ante la justicia y el Estado, empresas eléctricas, que «iluminan iglesias» y auspician eventos culturales, o empresas forestales, que se supone «dan empleo» y financian actividades universitarias, con derecho a poner o quitar programas académicos, de acuerdo a sus intereses. La prisión a los mapuche, también es «moneda de cambio» para pagar a los eventuales inversionistas. Latifundistas y trasnacionales, por último, «generan empleo», a veces por la vía de financiar campañas electorales. La «ciega» justicia chilena, no tiene por dónde perderse… En Chile, ciertamente, no hay jurados, y hay opiniones autorizadas que sostienen que no llegará a haberlos. Pero tenemos algo peor: testigos «sin rostro», que bajo aparentes programas de protección reciben recursos que pueden estimarse como un símil de cohecho. Las leyes chilenas permiten recusar a los jueces, pero la posibilidad de demostrar implicaciones de éstos con intereses de terceros, a veces son aleatorias (como sutiles son ciertos mecanismos y dispositivos de poder) y las vinculaciones económicas y afectivas entre jueces y partes son difíciles de probar, pese a que Chile es considerado uno de los países con una aristocracia sumamente omnipresente. En este cuadro, la justicia chilena es sumamente parcial y la práctica sde testigos «encapuchados» debe ser prohibida, como prescriben leyes internacionales no cumplidas en este país. ¿Por qué no se puede llegar a que los jueces y testigos sean examinados como lo son los jurados en USA, para asegurarse a priori de que no vayan a actuar con prejuicio en contra de los acusados? Así es como se ha actuado en el caso de Jackson «a fin de proteger el derecho de Jackson a un juicio justo». Sin duda el caso ha merecido publicidad, y por eso se conoce este aspecto del sistema judicial yanki, pero lo normal será que ello ocurra siempre, o al menos cuando las aristas del caso lo indiquen necesario. ¿Por qué no descartar como jueces o testigos a personas con sospecha de prejuicio racial o cultural en contra de acusados como los mapuche? Porque en el caso de Jackson las preguntas a los posibles jurados no prueban racismo, sino descartar la sospecha del racismo o de otros prejuicios. Acá en Chile, las sospechas contra los acusados, se dan como un hecho, y la probidad e incorruptibilidad de los jueces y acusadores, también se supone a priori. Las recusaciones actúan en un mínimo grado. Si el Estado chileno quiere seguir la línea de la justicia anglosajona, le hará bien conocer cómo funciona en la Metrópoli el tema de la interculturalidad y el de la prevención ante el prejuicio. Pero también debemos observar que en el país imperialista, el «juicio justo» es asegurado en este caso no a un subversivo (el horror del juicio contra Sacco y Vanzetti sigue y seguirá penando en la conciencia mundial aunque pasen cien años), sino a un ciudadano con fortuna personal. Y la protección de testigos, por paradoja, deja a la actuación de éstos, cuando son delatores o «colaboradores», en la impunidad respecto de los crímenes cometidos por estos mismos. Y los casos de los procesados mapuche en Chile, son por todos lados diferentes al caso de Jackson, en roles, funciones, significados, simbolismo… Pero la vinculación entre uno y otros casos, aparece en las facilidades dadas en el Imperio a favor del acusado, y en las facilidades dadas por el Estado chileno a favor de los acusadores. Sin duda, cualquier reforma judicial en Chile deberá considerar conceptos como la interculturalidad, la antropología jurídica y la prevención ante el prejuicio.
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«Posibles jurados en caso Jackson interrogados sobre raza, abusos», Por Dan Whitcomb
Fuente: Reuters, 02/02/05 21:02.