La novela de Dolores Reyes, es una disputa por el sentido, porque es literatura y la literatura es materia ideológica, porque es lenguaje, la literatura se realiza en el lenguaje con todo su peso histórico y su valor poético.
El alucinatorio censor
La denuncia realizada por una oscura fundación a la que pertenece Bárbara Morelli, la firmante, que defiende abusadores acusados de violencia intrafamiliar sumados los posteos de la señora vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel: “Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños! ¡Con los chicos no!”, en la red X, no son más que pruebas del cinismo “cautivante” de la censura explícita de una extraña dirigente “pro-vida” protectora de maltratadores y de la defensora de genocidas, torturadores, apropiadores de bebes y violadores sistemáticos de la dictadura cívico-militar, con participación de un sector amplio de la iglesia católica (1976-1983).
No hay duda de la hipocresía de quien nada hace, siendo vicepresidenta, por el hambre del 66 % de los “chicos”, como los llama en el posteo, que sólo los visibiliza en una chabacana disputa por redes sociales con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.
En la misma línea censora, un docente de literatura de 5º año del colegio privado católico, Corazón de María de Mendoza fue denunciado penalmente por dar en sus clases “contenido pornográfico” (la novela Cometierra) y separado del cargo, aunque, según las fuentes de los tribunales provinciales, no se puede tipificar como delito, “el profesor está denunciado, no acusado”. En 2022 algunos padres del colegio privado Pablo VI de Neuquén también tuvieron la misma actitud reaccionaria con un docente. El comentario de Dolores Reyes no se hizo esperar: “Un relato de una primera relación sexo-afectiva no es pornografía y en todo caso los pibes son lo suficientemente aptos y lúcidos para emitir sus propios juicios acerca de lo que leen”.
La novela fue incluida en la colección de libros “Identidades Bonaerenses” y llega a las bibliotecas escolares recomendando la lectura para el ciclo superior. Sucede que además no entra en la lista de material para la Educación Sexual Integral (ESI).
El fundamento último de toda la andanada contra esta novela de Dolores Reyes y otrxs autorxs es volver contra la ESI y la “caza de brujas”, este ha sido el método de los inquisidores y reaccionarios de siempre.
Literatura y Política
Cometierra es una novela fantástica donde lo “monstruoso” está entre la vida y la muerte: el asesinato, el femicidio, el crimen. La tierra es el elemento fantástico que permite las visiones de la protagonista y narradora, Cometierra, que se transforma en una especie de detective por el desinterés policial en los casos de las desapariciones, fundamentalmente de mujeres y por su historia personal.
El marco de la novela es algún lugar del conurbano cerca de la ruta 8, que más tarde nos enteramos, por unas pintadas con aerosoles en las tapias de madera de una estación de servicio abandonada, que se trata de la versión literaria de la localidad de Pablo Podestá, “Podestá es tu tierra” en donde todas las extensiones de la pobreza son el escenario para el desarrollo de la historia de Cometierra.
El abandono, la violencia, pero también el lazo indisoluble entre Cometierra y su hermano, “el Walter”, son parte del recorrido por la búsqueda de la verdad, el amor y la experiencia sexual, en definitiva, la identidad.
Cometierra no puede evitar ayudar a los familiares y afectos de las víctimas desaparecidas, víctimas de femicidio, como el de su propia madre. Botellas rellenas con la tierra, donde habían estado, habían pisado, son colgadas en el cerco de la casa de Cometierra con el nombre de la víctima y el teléfono o dirección de la familia para que Cometierra investigue; tragar esa tierra para poder comunicarse; ver cómo había sucedido, cómo habían sido los asesinatos, encontrar los cuerpos. Aunque también incluía los sueños con su maestra, Ana, otra víctima de la violencia machista.
Cometierra es una niña/adolescente/joven, protagonista y narradora, lo que sugiere un público destinatario, pero hay algo que trasciende el encasillamiento como “literatura juvenil”, aunque lo incluyamos. La lectura de Cometierra, lleva a relaciones intertextuales, como Pedro Páramo del escritor mexicano, Juan Rulfo, cuyo protagonista, Juan Preciado llega al pueblo de Comala, en búsqueda de su padre Pedro Páramo, donde los vivos interactúan con los muertos cuya trama expone las miserias, el autoritarismo y el caos en el marco post revolucionario de México (1910-1920). Otra vez el tema de la identidad.
También, el cuento, Casa tomada de Julio Cortázar, puede ser evocado por la relación de los hermanos protagonistas, una mujer y un varón, “Irene” y el hermano, que es el narrador en este caso y que, tampoco tiene nombre en el relato cortazariano, al igual que no aparece el nombre de Cometierra. En el cuento de Cortázar los hermanos son la manifestación decadente de una familia que supo ser de la alta burguesía, nunca trabajaron, que viven de lo que heredaron, incluso la casa. La cuestión social implícita en Casa Tomada, con la añoranza de un pasado “glorioso” y la descripción explícita de un presente fallido y un futuro por conocer en Cometierra. Los finales de los relatos de Cortázar y Reyes, están ahí con la “amenaza” como motivo.
Pero no propongo aquí hacer una recomendación para una actividad de literatura en la escuela o en el profesorado, sino verificar como la literatura construye sentido desde su propia especificidad: la ficción.
La ficción como la posibilidad de construcción de mundos posibles o imposibles, del relato realista al maravilloso lo verosímil establece el pacto entre el texto y el lector.
La historia narrada está ahí, para ser interpretada, para ser deconstruida con cada lectura, para que lxs lectorxs también se disuelvan en la trama y pacten, como nos invita a pactar Cometierra, porque lo fantástico lejos de provocar temor se normaliza, en el universo narrativo escrito por Dolores Reyes, “comer tierra” es don que tiene la protagonista, un ritual que funciona como vehículo para la “comunicación” con las víctimas de muerte violenta; al igual que los sueños que le permiten a Cometierra encontrarse con Ana, su maestra asesinada.
Entonces, es en ese pacto de lectura donde transitan las interpretaciones, en la literatura como en el cine, la pintura, el teatro y cualquier forma de expresión artística, la interpretación va más allá de la remanida e ingenua pregunta: “¿qué quiso decir el autor?”.
La literatura es arte, si pretendemos ir a la zona lingüística, algunos la han definido como el arte de “combinar palabras”, así como la obra pictórica es el producto de la combinación de colores que incluso simulan sombras o la música y la combinación de notas generan una melodía que nos sensibiliza, nos transporta o no nos produce ninguna sensación, incluso hasta pueda sonar a ruido molesto para algunxs o llegar a provocar la emoción en otrxs.
Ahí está, la obra de arte “arrojada al mundo”, para nosotrxs, para complacernos, para incomodarnos, para inquietarnos, para enojarnos, me atrevería a decir, para interpretarnos, en ese ida y vuelta que la lectura de la obra literaria nos revela y nos oculta, lo no dicho, tiene presencia.
La literatura es política, no puede no serlo, porque disputa por el sentido, El Matadero de Esteban Echeverría, considerado el primer cuento de la literatura argentina, encuentra sus condiciones de producción durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas y su sentido paródico marca la crítica al gobierno, aunque otras interpretaciones lo definan como un relato costumbrista y así fue parte del canon escolar.
Lo mismo sucedió con la primera parte del Martín Fierro (1872) de José Hernández, el famoso poema de la argentinidad (luego con Lugones en 1916), pero que sus condiciones de producción, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, hacen que el Martín Fierro entre en colisión con el Facundo (1845) del propio Sarmiento, son dos visiones antagónicas del gaucho, que funcionaron en el imaginario social con fuerte anclaje político, por lo menos hasta que Leopoldo Lugones elevara al poema de Hernández como un instrumento de la identidad nacional.
Un nuevo imaginario que monta una épica sólo existente en la literatura. Construcción simbólica de la identidad que se mostraba como condición necesaria frente a la “amenaza” de la inmigración. Otra vez se trataba de política y la literatura como organizadora desde la ficción y otra vez el tema de la identidad.
Por supuesto que, en este artículo, muy acotado, apenas podemos mostrar unas breves instantáneas de la literatura como marca política en tanto espacio de denuncia y de construcción de “valores” que luego serán o no, una fuente de influencia en el imaginario político-social.
El Facundo fue leído en clave sociológica, al igual que la novela En la sangre (1887) de Eugenio Cambaceres, exponente de la llamada Generación del 80 en el siglo XIX, novela que trabaja sobre la inmigración de fin de siglo, creando arquetipos de delincuentes, inspirada en la teoría de Cesare Lombroso, que se basaba en los rasgos físicos para determinar las posibilidades criminales de quienes portaban ciertos atributos, en la novela atribuidos a los inmigrantes.
Así es como la elite intelectual de la mano del poder fue construyendo un imaginario político-social desde la literatura que también permeabilizaría el acceso a la política grande, fundamentalmente, durante el siglo XIX y principios del XX.
Cometierra no se realiza en esos imaginarios, no busca la epopeya, ni el héroe épico y romántico que evoca un pasado criollo de rasgos pintoresquistas. Tal vez haya que rastrear las relaciones con el personaje de Silvio Astier en El Juguete rabioso (1926) de Roberto Arlt, a casi cien años de distancia, entre esa primera novela social argentina donde la voz la tiene el marginado por el sistema, Silvio Astier al igual que Cometierra, son las voces que narran la historia, sus historias de desposeídos, los del margen.
Historias que se repiten en la novelística argentina y latinoamericana, que se actualizan y reactualizan en el entramado de un sistema de representación que trabaja la problemática política y social desde la construcción de la ficción.
Los llamados cuentos infantiles con sus moralejas, también prefiguraban un imaginario, la circulación del dinero, por ejemplo, en Hansel y Gretel, la pobreza y el abandono por la idea de la madrastra, la figura de la mujer como la malvada, al igual que la bruja que es quemada en su propio horno por el empujón que le da Gretel. Luego los hermanos se llevan los tesoros de la bruja y vuelven a su casa para ser felices con su padre y el “dinero”, la madrastra había muerto. Y esa historia terrorífica se nos contaba a muy corta edad.
Al igual que otros tantos cuentos llamados infantiles, como Pulgarcito y el asesinato de la familia de los ogros, que también incluye el robo de tesoros y otros objetos mágicos valiosos, para el bienestar de su familia.
Siempre el robo justificado y el asesinato, con la moraleja de una supuesta astucia donde el bien vence al mal. ¿Qué mal? ¿Acaso no podemos interpretar que el asesinato es al distinto, al otro? Ese imaginario es el mismo de la llamada “Conquista de América” y de la sarmientina construcción “civilización y barbarie”; pero todo está permitido mientras la burguesía capitalista se consolidaba e imponía sus “valores” y los normalizaba en la literatura de Occidente, en la ficción narrativa y geopolítica.
Sin embargo, en Cometierra lo que causa estupor a lxs reaccionarixs de siempre, no es “Mirá lo que hacen estos negros de mierda” (pág. 121 cap.45 edición digital), dicho por el personaje de Ale Skin, un violento cabeza rapada y asesino en la novela, sino el capítulo del encuentro sexual, porque textualiza con una breve descripción el momento de “placer” al que asistía la protagonista. El devenir de la escritura exigía esa textualización: “Yo me tendí y abrí las piernas. Ezequiel besó mis tetas, que son del tamaño de un puño cerrado. Después, sin apartar su boca de mi pecho, bajó una de las manos hasta mi concha. Me acarició. Sentí sus dedos hirviendo. Me fui mojando…” ésta y una o dos secuencias similares más son un corte en la trama principal del argumento, aunque necesario a los efectos del crecimiento de la identidad del personaje de la novela de Dolores Reyes, descubriendo el sexo/amor/afecto en medio de la orfandad en el más amplio sentido de la palabra.
La secuencia mantiene el tipo lingüístico elegido para toda la narración tratando de ser coherente con el modelo lectal adolescente-joven, pero aún con la apariencia descarnada del “lenguaje”, la narración sobrevuela por aires poéticos que marcan un ritmo paralelo con la trama que navega por las tierras del policial negro, en el marco de una novela social.
Esta novela de Reyes, publicada por editorial Sigilo en 2019 se ha convertido en un best seller, fue traducida a 15 idiomas y tiene su formato de serie en siete episodios que desde este año está disponible en la plataforma Amazon Prime Video. “La serie se ambienta en lo que sería el conurbano de Ciudad de México y creo que se adapta muy bien, porque es un foco tremendo de las violencias machistas hacia las mujeres…”, había dicho la autora en una entrevista acerca del rodaje.
Más de 100 escritores se sumaron en una lectura colectiva de la novela en apoyo a Dolores Reyes en el teatro Picadero con más de 300 espectadores.
Cometierra no sólo interpela el modelo político, económico y social, sino que disputa los sistemas de representación, disputa por el sentido y, sobre todo, resquebraja el discurso del cinismo hipócrita de la cesura y sus cruzados inquisidores.
Fuente: https://tramas.ar/2024/12/02/cometierra-y-la-disputa-por-el-sentido/
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