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Plan Chile Invierte

Cómo hacer más ricos a los ricos

Fuentes: Punto Final

Chile Invierte es la continuación de Chile Compite, el programa de reactivación económica iniciado por el gobierno en 2006 que, según las cifras y proyecciones, habría pasado sin pena ni gloria. La economía chilena, pese a todos los anuncios y deseos de los hombres de Hacienda, se trabó hacia finales de la década pasada y […]

Chile Invierte es la continuación de Chile Compite, el programa de reactivación económica iniciado por el gobierno en 2006 que, según las cifras y proyecciones, habría pasado sin pena ni gloria. La economía chilena, pese a todos los anuncios y deseos de los hombres de Hacienda, se trabó hacia finales de la década pasada y no ha logrado crecer más allá del cinco por ciento. En los siete años del siglo, el crecimiento promedio es de 4,3 por ciento, en tanto el año 2006 el PIB se expandió un magro 4,2 por ciento y el año en curso rondará, con suerte, el cinco por ciento. Con el paquete de medidas anunciado por la presidenta Michelle Bachelet el simbólico martes 13 de marzo y explicado en la oportunidad por el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, la economía tendría que destrabarse y alcanzar -con el impulso de todos los actores productivos, pymes incluidas- mayores tasas de crecimiento. Tenemos el problema y también, según el gobierno, la solución. Aquel martes de número fatídico, Bachelet hizo hincapié en la equidad, en la igualdad de oportunidades, en los frutos del desarrollo, en la importancia económica y social de las pequeñas y medianas empresas.

«Si realmente queremos alcanzar el desarrollo, si queremos hacer reales estos sueños de equidad, tenemos que ser capaces de hacer que el país innove, que los privados inviertan, compitan y sean cada vez más productivos», dijo la presidenta en medio de un fervor retórico al presentar su proyecto de 27 medidas, que integraban las tributarias, financieras, de inversión, energéticas, de incentivos a la exportación, a la innovación… y hasta becas para estudiar inglés. Un enorme catálogo de medidas, que pese a su amplitud no ha tenido, con una sola excepción identificable, plausibles comentarios. La salvedad la ha constituido la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), la cúpula de la gran empresa, que hablando por sí misma también intentó hacerlo por las pymes, los trabajadores, en fin, hasta por los niños y los pobres de este país. «Lo importante -dijo Alfredo Ovalle, presidente de esa confederación- es entender que todo esto aporta en la dirección correcta: poder lograr un crecimiento mayor, una mayor inversión y mejores oportunidades para todos los chilenos». ¿Qué le gustó tanto a la gran empresa? ¿Cuál es la dirección correcta? Según dijo Ovalle, y fue ratificado en un documento, lo más relevante del Plan es la depreciación instantánea de la mitad de los desembolsos en activo fijo como un incentivo importante para la inversión privada, como también el anuncio de perfeccionar el sistema de devolución del IVA para incentivar la exportación de servicios. En suma, nuevos pasos que facilitan las cosas y rebajan los costos empresariales. Un paquete de medidas que el gran conglomerado ya tiene en la mira. En fin, más agua para el molino privado.

MAS MERCADO, MENOS IMPUESTOS

La depreciación acelerada es un incentivo tributario, del que hará uso, básicamente, la gran empresa. De eso se trata. Una ventaja tributaria que se extenderá por casi dos años y ya tiene al sector privado frotándose las manos. La medida, sin embargo, no es una novedad para los señores confederados, que han estado desde hace varios gobiernos de la Concertación tras ella, y tampoco es nueva para las grandes empresas: es el mecanismo que utilizó la minera de cobre La Disputada, entre otras varias, para no pagar impuestos a las ganancias por más de veinte años. Rebajar los impuestos de las empresas un poquito por aquí, otro poco por allá, hasta llegar a una placentera comodidad, como ya ha ocurrido con las mineras, es un claro reflejo de la inspiración profundamente neoliberal que orienta a Hacienda: básicamente, más libertad de mercado. Aun cuando se trate de un incentivo que, según esos criterios, estimulará la inversión y la producción -y, eventualmente, demandará insumos, servicios y mano de obra- hay ciertos rasgos más profundos de la medida que necesariamente merecen destacarse. Mediante el nuevo estímulo, el Fisco recaudará menos impuestos o postergará su cobro, en tanto la gran empresa, que goza de enormes ganancias, resulta premiada. En suma, se libera de trabas y obligaciones a las grandes corporaciones. Que sean las grandes empresas las que muevan la economía, cada vez más eximidas de normas y tributos.

En el fondo, nada nuevo desde los tiempos de nuestros economistas inspirados en Chicago. El gobierno no habla de las grandes corporaciones, sino de las empresas, que incluyen a las pymes. De hecho, el discurso presidencial del martes 13 estaba lleno de alegorías sobre el desarrollo y la equidad. Pero no ha sido entendido así entre este empresariado. El plan ha sido adulado por la gran empresa, pero denostado por sus destinatarios, los vapuleados aparentes beneficiarios. El plan hacia las pymes ha partido mal desde su anuncio. Mal porque las pymes perciben que se trata de un proyecto que les queda grande, que no resuelve sus problemas, y mal también porque involuntaria pero muy simbólicamente, fueron omitidos en la invitación a la ceremonia. Aunque más tarde el ministro Velasco se disculpó con los pequeños empresarios agrupados en Conupia, organización que dirige Iván Vuskovic, no ha sido sólo el error de protocolo sino los contenidos del proyecto lo que ha vuelto a alejar a la Concertación de las pymes. El problema no está en cómo se invierte, en los planes de inversión, en la depreciación inmediata, sino en el acceso a mercados, en las ventas, en el acceso a capitales.

NADA QUE VER CON LAS PYMES

Vuskovic no ha podido ser más explícito, no sólo con el aparente desaire, sino con el fondo de las medidas. «La verdad, tengo que aceptarle las excusas (a Velasco) pero no le creo, porque en el fondo las medidas efectivamente no tienen nada que ver con las pymes, no se está pensando en ellas y si hubiera habido alguna oportunidad ese mismo día, seguramente le habríamos ‘meado el asado'». Las medidas, dijo el dirigente, están pensadas para otra gente. «No pueden decir que van a hacer un plan de inversión cuando el problema de la pyme no es cómo invierte, sino cómo me salvo, cómo avanzo, cómo puedo progresar. Mi problema es cómo accedo a plata para poder invertir, no que me den ventajas tributarias. Eso no tiene nada que ver con las pymes». El proyecto, según las reacciones, es más de lo mismo. Es una historia tan vieja como la Concertación. Es posible que la economía chilena pueda aumentar en unas décimas su tasa de crecimiento, tal vez sobre un cinco por ciento como ya anuncian algunos cálculos optimistas del gobierno, pero nada indica que esa proporción de mayor actividad económica se distribuya entre los más débiles. Los aplausos que sacó el Plan entre los grandes empresarios y la desilusión que generó entre los pequeños, refrendan las interpretaciones que han hecho del programa diversos economistas, a quienes un molesto Velasco no dudó en calificar de «opinólogos». Entre todos ellos hubo consenso en cuanto a que Chile Invierte no ayudará a las pymes, sino, una vez más, a las grandes corporaciones. Economistas de todas las tendencias han afirmado que la propuesta más relevante, la depreciación acelerada que prevé reconocer como gasto tributario el 50 por ciento del valor de los bienes físicos entre este momento y diciembre de 2008, es sin duda un incentivo a la inversión, pero el mecanismo difícilmente lo podrán emplear las pequeñas empresas. Sólo las que tengan la capacidad financiera de adelantar la compra de activos fijos podrán hacer uso de la medida. En otras palabras, sólo es para las grandes corporaciones. Las pymes, aun cuando no tengan grandes problemas de endeudamiento, no tienen mayor capacidad de reacción ante las nuevas posibilidades. No hay cambios importantes en el horizonte. No está ni ha estado en el núcleo del programa gubernamental un vuelco o una reforma profunda del modelo económico. Se trata de matices, de ajustes al modelo económico que ha contribuido a colocar a Chile entre los países más desiguales del mundo. Sin un sólido apoyo a las pequeñas y medianas empresas el proceso de concentración de la riqueza mantendrá, e incluso aumentará, su curso.

A QUIENES AYUDA EL PLAN

El proceso de concentración de los mercados y de la riqueza, que se sucede con fuerza desde comienzos de la década pasada, se puede observar entre las propias sociedades anónimas. Las 600 corporaciones que cotizan en la Bolsa de Santiago tuvieron un resultado cercano a 18 mil millones de dólares, lo que es un aumento en valor de un 40 por ciento respecto a lo ganado en 2005. Un nuevo -y así ha sido cada año- récord histórico. Esos son los registros generales. Al comenzar a desagregarlos, viene la gran sorpresa. La mayor parte de esta suma -¡no podemos casi imaginar lo que esa suma significa!- corresponde a las grandes corporaciones. Las 30 empresas con más altos resultados concentraron el 80 por ciento del total de las ganancias. Al hacer un cálculo sobre el incremento de las ganancias, estas 30 empresas, que son apenas el cinco por ciento del total, concentraron el 90 por ciento del aumento. Si no hay concentración de la riqueza, ¿de qué estamos hablando? ¿Están aquí los «sueños de equidad», la cooperación, el país de las oportunidades? Y hay todavía más. Cálculos privados concluyen que las corporaciones que más elevaron sus ganancias son las de mayor tamaño. El ocho por ciento de las empresas concentró el 90 por ciento de las utilidades. En números, 48 compañías ganaron 16.200 millones de dólares. Una media de 337 millones de dólares de ganancia por empresa. ¿Cuánto ganaron las pymes?