Comenzó en Oslo la fase dos del proceso de negociaciones entre las FARC y el gobierno con el más grande auditorio en la historia de la búsqueda de la paz en Colombia. Decenas de medios televisivos encadenados desde las ocho de la mañana, mantuvieron en vilo a millones de espectadores mientras todas las emisoras del […]
Comenzó en Oslo la fase dos del proceso de negociaciones entre las FARC y el gobierno con el más grande auditorio en la historia de la búsqueda de la paz en Colombia. Decenas de medios televisivos encadenados desde las ocho de la mañana, mantuvieron en vilo a millones de espectadores mientras todas las emisoras del país transmitían en directo.
Y la prensa mundial dispuso de sus primeras planas para el acontecimiento.
Un escenario que se preveía. No así las reacciones destempladas de varios canales que comenzaron su tarea de zaherir a una de las partes por expresar sus puntos de vista en forma abierta y sin tapujos.
Pero vayamos por partes. Todo empezó por la impaciente respuesta del jefe de la delegación del Estado, Humberto de La Calle Lombana, quien aprovechó la primera pregunta de un periodista en la rueda de medios para lanzarse abiertamente contra los planteamientos del vocero de las FARC, Iván Márquez.
Éste había ahondado en su exposición, inmediatamente después de la presentación del ex vicepresidente, sobre el tema agrario, primer punto de la agenda por cierto. El vocero de la guerrilla señaló que era necesario examinar dos de las llamadas locomotoras de la administración Santos: el desarrollo rural y la gran minería.
La primera trae aparejada la enorme desigualdad en la posesión de la tierra con sólo dos millones de hectáreas para la agricultura en un país que importa 10 millones de toneladas en alimentos y ha producido cuatro millones de desplazados.
Y la gran minería, que según Márquez, conlleva el latifundismo de las multinacionales mineras que reciben más de 30 millones de hectáreas de las 114 millones que posee el país para una explotación que no se compadece con el medio ambiente.
De la Calle señaló entonces, que «ni el modelo económico, ni la doctrina militar ni la inversión extranjera están en discusión. La mesa se limitará sólo a los temas que están en la agenda. Las ideas que quieran ventilar las FARC les corresponden y una vez acabe el conflicto tendrán que hacerlo sin armas».
Semejante respuesta no solicitada por el representante de la insurgencia, puso todo en tensión. En primer lugar, porque la agenda sí establece que abiertamente se toque el modelo económico y no solo éste, sino el modelo político imperante.
De no ser así, tendríamos la extraña puesta en escena de que dos partes que se han enfrentado a muerte por casi medio siglo, se sientan en la mesa de negociaciones, tras casi dos años de fase exploratoria y un acuerdo firmado, para hablar solo de generalidades sin ir al fondo de las cosas como la estructura rural, con su modelo perverso y causa primera del conflicto que se quiere superar.
Y aquí señalamos varias contradicciones en las que cayó De La Calle. «El gobierno ha reconocido la inequidad y la desigualdad, pero no se limita al diagnóstico», subrayó desde Oslo; es decir, acepta que el modelo arrastra consigo graves consecuencias para la población. ¿Entonces cómo afirmar de entrada en su primera intervención ante los medios que «el modelo no se puede tocar»?
Seguramente por que el gobierno está casado con vana la ilusión de que estamos hoy sí frente a un país muy distinto al de hace un década cuando fracasaron los diálogos de El Caguán, olvidando que somos el tercer país más desigual del planeta solo superado por Haití y El Congo.
Lo dijo sin ambages De La Calle: «Hay una transformación de la realidad social de Colombia, y las FARC tienen la oportunidad de unirse a ella. Por eso el Gobierno ha puesto en marcha una agenda audaz para introducir cambios profundos en la sociedad» y citó, a manera de ejemplos, iniciativas como la restitución de tierras y la reparación integral a las víctimas, ya puestas en cuestión por amplios sectores de la población.
Y a renglón seguido, después del regaño público a la guerrilla por atreverse a manifestar sus puntos de vista, no tuvo empacho en decir que «No se trata de que las FARC depongan sus ideas, sino de que las puedan expresar sin el apoyo de las armas», y después de haber reconoció que han cumplido a cabalidad con los acuerdos que se trazaron en la fase exploratoria.
Examinemos brevemente los cinco puntos del acuerdo marco firmado en La Habana que abrió el camino de las negociaciones: cuestión agraria, participación política, narcotráfico, situación de las víctimas, y fin del conflicto.
Es innegable que si se quiere abordar los tres primeros puntos ello pasa irremediablemente por una disección profunda de los modelos correspondientes. ¿Acaso no existe un modelo agrario, obsoleto y conservador? ¿O uno en materia de participación política, marcado por la exclusión y una democracia restringida? ¿Y qué decir en el espinoso asunto de las drogas sometido a un patrón pernicioso que tiene atada la economía a los vaivenes del narcotráfico?
Por eso insistimos cuan equivocado está el vocero oficial al insistir que las conversaciones deben estar alejadas del análisis a fondo de los modelos que han dado vida al descuadernamiento del país. En este sentido tienen gran valor las palabras finales de mensaje de vocero de Santos cuando afirmó que «hay mucho por hacer y queremos invitar a las FARC a hacerlo sin necesidad de rendirse y plagarse a nuestros términos».
Sin embargo, hoy estamos abocados a la gran campaña mediática que expresa como lo central de esta jornada histórica en Oslo, «el discurso radical», «lo viejo y obsoleto de siempre», «su no disposición a los cambios», «la agresividad de las FARC». El Tiempo, minutos después de instalada la mesa de diálogo, tituló en su portal web, «La guerrilla debe poner la cara a las victimas».
Imaginémonos que habría pasado si no se hubieran establecido las actuales cortapisas a los medios frente al proceso de paz y que De La Calle puso en cintura al decir de que «no vamos a negociar nada por estos micrófonos» ante la impertinencia de varios reporteros.
Campaña de los grandes medios que asaltaron el espacio público de todos al suspender la transmisión de la rueda de prensa de las FARC. Caracol y RCN solo divulgaron la instalación de la mesa y la comparecencia de Humberto de La Calle ante los medios. La otra parte no les mereció respeto y dieron paso a la programación habitual.
Canal Capital, en cambio, no solo divulgó en vivo toda la apertura de la negociación, incluidas las dos ruedas de prensa, sino que un equipo de analistas, entre quienes se encontraba Camilo González Posso, director del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, presentó sus puntos de vista, sopesados y respetuosos.
Y como dijo Gonzáles Posso, «al proceso que hoy entra en su decisiva fase dos, hay que meterle ciudadanía, que exprese su apoyo al proceso con iniciativas como las que se están presentando en Bogotá, y no lo observemos de lejos pues en fin de cuentas se trata de la paz de todos los colombianos».
(*) Roberto Romero Ospina es miembro del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.