Por los días de la Feria del Libro del 2003, hablé de literatura y periodismo con el autor de Diario de un clandestino pero sobre todo de los procesos sociales contemporáneos de su país. No habíamos vuelto a toparnos hasta esta vez, nuevamente en La Habana; encuentro que sirvió para «actualizar» nuestra inédita entrevista
Si los lectores de esta publicación pudieran disfrutar ahora de la primera parte de este diálogo con el periodista y escritor argentino, realizada más de un año atrás y que titulé «La historia soplando en la oreja», podrían aquilatar aún mejor la inusual consecuencia de este hombre. Pero mi vetusta máquina no me ha dejado extraer de ella el anterior fichero que la contiene. En aquella larga conversación, por los días de la Feria del Libro, hablé de literatura y periodismo con el autor de Diario de un clandestino (Premio de Narrativa José María Arguedas 2002, de la Casa de las Américas y editado por su sello en 2003) y de Recuerdo de la muerte (Editorial Arte y Literatura, 2003); pero sobre todo de los procesos sociales contemporáneos de su país, es decir, del peronismo, la dictadura y el neoliberalismo menemista. Como pocos, el columnista de Página 12 explica con profundidad y fluidez los hilos unificadores de toda esta historia, y su decidida participación en ella, materia viva de sus libros únicos.
Si una vez lista aquella, persistí en posponer su aparición, fue porque poco después ocurrieron hechos en los cuales Miguel Bonasso ha tenido un distintivo papel. No habíamos vuelto a toparnos hasta esta vez, nuevamente en La Habana; encuentro que sirvió para «actualizar» nuestra inédita entrevista.
Hace apenas poco más de un año tuviste la oportunidad de realizarle una memorable entrevista a Fidel, en una particular coyuntura histórica para Cuba, para él mismo y para ti; luego se encontraron en Argentina en la toma de posesión de Néstor Kirchner. Revélanos con esa distancia temporal tu relación con Fidel, tu imagen de él.
Como te imaginarás, igual que todo periodista latinoamericano, me pasé toda la vida tratando de entrevistar a Fidel. Un objetivo central, además de que como militante tenía un acicate mayor. No lo había logrado nunca. Solo había estado en algunas reuniones donde había periodistas, y Fidel tuvo la deferencia de charlar con nosotros off de record, pero nunca le había podido hacer una entrevista exclusiva. Lo que ocurrió fue que justamente cuando la Feria del Libro del 2003, el Comandante tuvo interés en charlar conmigo. Yo le había dejado un libro, y esto es una revelación total, El presidente que no fue, sobre Perón y el peronismo, tema que le interesa muchísimo y donde hay personajes que tuvieron una relación directa con él como el ex ministro de Economía de Perón, José Gelbart, que, según Fidel dice en uno de sus encuentros informales, prestó grandes servicios a Cuba; un hombre que procedía del Partido Comunista Argentino, con quien yo voy a Moscú en aquellos años de Cámpora.
En la dedicatoria del libro a Fidel, expresaba una ambición gigantesca, le mostraba cómo había escrito la biografía de Cámpora y le decía medio provocadoramente que no podía ser que su biografía la hicieran gringos o franceses, que hacía falta la biografía hecha por un latinoamericano. Entonces, cuando en la Feria se hizo la recepción a un núcleo de intelectuales, el Comandante me hizo la gran deferencia de sentarme a su lado y esa misma noche nos quedamos charlando hasta las mil y quinientas. Se estableció una relación muy bonita, un privilegio y un honor para mí. A medida que se acercó la toma de posesión de Kirchner, no sé si cuando la entrevista o en algún otro viaje, yo le dije que sería muy bueno que fuera a esa toma de posesión, que era clave para América Latina que él estuviera allí en Buenos Aires. Entonces me preguntó, mostrándome su interés, que cómo sería recibido. Como Gardel, le contesté yo. Recuerdo que estábamos almorzando, si no me equivoco, y Abel Prieto se mató de risa. Y, efectivamente, fue recibido como Gardel. Yo creo que si Gardel reaparecía vivo en la República Argentina, tendría más o menos el mismo efecto, más allá del impacto en los medios que se abalanzaron a recoger aquella célebre imagen de Fidel sobre la mesa sacándoles fotos a los allí reunidos, sino sobre esa enorme multitud en la explanada frente a la Facultad de Derecho de la Universidad. O sea, que afortunadamente se dio la visita, me sentí muy contento de haber tenido una módica participación en ello.
Fidel le asigna a la Argentina una gran importancia, con la cual tiene una serie de relaciones afectivas; el Che es una de ellas, obviamente. Qué bueno que se sintió tan bien, fue un encuentro excelente para el pueblo argentino y para Fidel; en un momento en el cual la Revolución cubana pasaba por uno de esos trances periódicos, cíclicos ante otra agresión. Instante en el cual él nos concede a mi compañera Ana y a mí esa entrevista, después del tema de los fusilamientos, de la condena de Saramago y otros intelectuales antes cercanos a la Revolución. Él tuvo la oportunidad de explayarse, fueron como cuatro o cinco páginas del diario, de Página 12, una entrevista gigantesca. Yo tuve el altísimo privilegio de que fuera la primera entrevista mundial que concedía en ese momento, por eso se reprodujo, con y sin permiso, en diarios de varios países, tuvo mucho eco internacional y no podía ser de otro modo luego de los episodios mencionados.
Después en Buenos Aires, tuve el placer, como lo he contado en algún lado, de que fui la primera persona a la que invitó a cenar, apenas él llegado al país. Me llamó el Embajador y me dijo que me pasaría con un amigo: el amigo era Fidel Castro.
Me tocó no solo la suerte de estar en la toma de posesión de Kirchner, con quien tengo una vieja relación amistosa, sino que esta se diera en un marco latinoamericano espectacular, como no ocurría desde treinta años atrás en la Argentina. O sea, aquí hay un hiato de treinta años, desde la asunción de Cámpora a la que asisten Dorticós y Allende, nada menos, y firman las actas de asunción de aquel Presidente, proceso en el que yo estuve muy comprometido como secretario de prensa de Cámpora. Y tres décadas más tarde asume Kirchner y viene nada menos que Fidel y Chávez, y Lula. Fue como un aire de esperanza enorme.
Precisamente en la entrevista que me concediste, previa a la victoria de Kirchner, lo mencionabas a él, de entre las entonces candidaturas, como una posibilidad de cambio. También a un año de distancia, ¿cuáles son las bases del proceso que está liderando Kirchner y sus primeros resultados?
Hay varias importantes. Por supuesto que uno quisiera hacer muchísimo más y que todo se resolviera en diez minutos.
Lo primero que hizo Kirchner fue cambiar el orden de la agenda: la economía no ocupó más el primer plano, este lo pasó a ocupar la política, lo cual significa que la sociedad entendió que podía volver a discutir y planear su destino, que no estaba acotada por el modelo neoliberal, por el discurso único: las cosas son así, el mundo no se puede cambiar… Esto se vio reforzado por su negativa, que le está valiendo muchos ataques de la derecha, a reprimir o enjuiciar el conflicto social, incluso con los sectores de izquierda muy funcionales a la derecha, ciertos sectores de izquierda infantil, muy trostka, digamos. Aún frente a esos sectores, el gobierno ha tenido un respeto, ha dialogado y se niega a reprimirlos pasado un año ya. En la historia reciente de Argentina esto es inédito.
Ha sido muy valiente en las reformas de carácter institucional, pegándole a las mafias del estado. Con sectores peligrosos, ha removido a tres jefes de policía, a uno lo echó por ladrón y se lo dijo. Removió la cúpula de las fuerzas armadas. Pidió perdón a los familiares de las víctimas del genocidio en nombre del estado. Eso no lo había hecho ningún presidente de la democracia. Lo dijo en el acto famoso de la Escuela de Mecánica de la Armada. Hizo bajar en el Colegio Militar, por parte del Jefe del Ejército, los retratos de los dictadores Videla y Bignone, que todavía estaban colgados ahí; diciéndole al Ejército aquí hay un Comandante en Jefe, soy yo como representante del poder civil y acá se hace lo que ese poder civil determina, aquí no hay corporaciones cerradas. Puso a una persona de centro izquierda, Graciela Ocaña, al frente del PAMI, que es la obra social de los jubilados y que era uno de los verdaderos charcos de corrupción siniestros de la Argentina, colocó a una persona insobornable, con lo cual rompió una caja válida, tanto para radicales como para justicialistas, de reparticiones de la dirigencia politiquera.
Todas estas cosas podrían significar hasta un magnicidio porque el Presidente avanzó mucho en ese sentido. Tal vez esté en mora en su voluntad de aumentar jubilaciones, salarios; en pagar la gigantesca deuda social derivada de la traslación brutal de ingresos desde los sectores populares hacia los sectores más concentrados. Con el neoliberalismo se produjeron ricos cada vez más ricos, pobres cada vez más pobres, sectores ricos cada vez más chicos, sectores pobres cada vez más amplios; hasta tener un sesenta por ciento de la población bajo la línea de la pobreza, un tercio en la indigencia, hambre en la pradera más fértil de la tierra.
Si bien ha avanzado, todavía queda mucho por hacer. Y este es un año en que Kirchner va a tener que acentuar su compromiso en ese terreno. No cabe la menor duda de que, al margen de que uno pueda cuestionar el pago o no de la deuda o si parte de esta es legítima o ilegítima, es el primer presidente argentino que plantea una quita de la deuda, que ya no es del orden de setenta y cinco millones de dólares porque lo bajó algo, pero que sigue estando en los sesenta y un mil millones; que descuenta para el país de lo que tiene que pagarle a los acreedores externos, y al que le gusta bien y al que no se embromó, lo cual es una actitud de dominio en el tratamiento de la deuda como no había existido en ningún gobierno de la democracia. También juega en el haber de Kirchner.
Sobre todo pensando que Kirchner no subió como resultado de una Revolución. Menem se escapó dejándolo con el veintidós por ciento de los votos y no fue a la segunda vuelta, con lo cual, si bien es cierto que se suponía que Kirchner le iba a ganar a Menem por setenta a treinta, eso no se corroboró en los hechos porque Menen se escapó, justamente, para dejarlo débil. Kirchner tuvo que construir su legitimidad con estos cambios y otros, como los de la Corte Suprema, donde encontró personajes de cuarta, propuso juristas de gran prestigio internacional, incluso algunos que le molestan a la Iglesia, como Carmen Argibay que es partidaria del aborto; otro gesto de valentía, audacia y coraje del Presidente, desafiado a una jerarquía católica muy reaccionaria, es decir, ha juntado enemigos poderosos.
Que el gobierno no es homogéneo, que hay de todo, que hay sectores de derecha dentro de él, sin duda; que todavía es altísimo el superávit primario que se paga a los organismos internacionales de crédito y esto conspira contra la posibilidad de destinar enormes masas de recursos a un programa keynesiano, que es lo que el Presidente quiere, mucha obra pública, créditos blandos a la mediana y pequeña empresa para generar empleo… Todo aquello que puede hacer consolidar su prestigio y que se consolide también la unidad popular en torno a su gobierno.
Para como llegó Kirchner, es mucho lo que ha hecho porque arriba con el apoyo del caudillo bonaerense del justicialismo, Eduardo Duhalde, apoyo que condiciona; llega sin una fuerza propia más que la de su propia provincia, chiquita, de apenas doscientos mil habitantes de entre treinta y seis millones de argentinos. Todavía un déficit es construir una gran fuerza política. Está gobernando sobre la base del consenso creado por su acción de gobierno a nivel popular y el afecto que el pueblo le tiene. El pueblo intuye que es un Presidente bien intencionado y donde va es recibido con mucho entusiasmo.
Un acto muy significativo reciente es el que se hizo en Ensenada, localidad cercana a Buenos Aires, antes fuertemente industrial y luego devastada por el neoliberalismo, donde hay astilleros y se van a reparar y construir barcos para Venezuela. Allí Kirchner estuvo con Chávez. Ahí nació el peronismo en los cuarenta, compartieron el palco y hablaron a una multitud de obreros y desocupados. En el haber también hay que reconocer que bregó como nadie para que Venezuela ingresara en el MERCOSUR, un hecho muy importante que Venezuela amplíe ese bloque y que ha pasado desapercibido
Es una situación ambigua, contradictoria, hay déficit, no todas las leyes votadas son buenas, hay concesiones al Fondo. Pero la verdad es que ojalá este gobierno no fracase porque si fracasara, lo que puede estar detrás es el abismo. Le he dicho siempre a compañeros de izquierda: si el gobierno de Kirchner fracasa, lo que viene detrás no es el asalto al Palacio de Invierno, viene el invierno. Otro invierno negro, largo y frío.
Precisamente esta situación ambigua, contradictoria, pero por eso mismo más rica, te ha decidido a participar de y en la política otra vez, aunque ya lo hacías desde tu periodismo militante. ¿Por qué tu labor partidista y de diputado, y cómo estás logrando conciliar periodismo, literatura y política?
Era evidente el año pasado que había que tratar de ayudar a construir la fuerza política que le diera sustento a este gobierno y que marcara la agenda de los trabajadores, de los sectores populares que la Argentina necesita, la redistribución del ingreso, del trabajo…Yo no podía hacer esto dentro del partido justicialista, cuyo paso por el menemismo lo destruyó. El justicialismo sigue teniendo un gran peso electoral y sigue tratando de condicionar al Presidente diciéndole, fuimos los que te apoyamos. Pero es una estructura de clientelismo, de la vieja política. Por eso cuando cayó Fernando de la Rúa, la gente gritaba en las calles que se vayan todos, los dirigentes del PJ y los de UCR. Entonces nosotros nos lanzamos a las elecciones exitosamente porque logramos más de un diez por ciento de los votos en la capital federal con un partido inexistente hasta ese momento, que es el Partido de la Revolución Democrática; partido hermano del de México, del de Torrijos, de izquierda kirchnerista; todo el sector que apoya a este gobierno, que apoya a este Presidente pero con una agenda de fuerte tono social y con definiciones de política internacional muy clara: de solidaridad con la Revolución cubana, con la bolivariana, en defensa de la independencia de América Latina y de su integración. Defendemos como una bandera central la alianza del sur, la ampliación del MERCOSUR, como primer paso hacia una gran integración latinoamericana, el viejo sueño bolivariano, desde una perspectiva muy realista, ya que nunca se habían dado las condiciones que se dan hoy y que se van a reforzar seguramente en octubre con las elecciones en Uruguay, donde seguramente se impondrá el Frente Amplio con el compañero Tabaré Vázquez. Vamos bien en ese plano. Por supuesto que nos van a poner piedras gigantes en ese camino. Y también es cierto que nunca existió algo así en el sur. Eso suponía que yo asumiera un compromiso distinto. Tenía un compromiso como periodista y como escritor, pero ahora ese compromiso se reforzó y en alguna otra medida perdí. Perdí mi nota de investigación todos los domingos en Página 12, ahora si saco una columna es de opinión, ya ha dejado de ser mi periódico; otros medios en cambio me pegan durísimo porque me tienen visualizado como la izquierda del Presidente; caen encima amenazas de muerte, correos procedentes de los cuarteles, se descubrió ahora a un capitán mandando correos con amenazas, está todo eso en la justicia; ha aumentado el nivel de exposición de manera, valga la redundancia, exponencial. Pero hay que tratar de construir la gran fuerza política que vaya relevando y remplazando las estructuras políticas existentes desde esta democracia representativa y cada vez más participativa, esa es la dialéctica en la que estamos embarcados. No es fácil, hay tironeos continuos. A todo este espacio los dirigentes históricos del Justicialismo lo llaman la transversalidad. Y tanto la derecha peronista que expresan esos dirigentes, como la oligarquía antiperonista, terrateniente; tanto la derecha como la izquierda dicen los transversales están muertos, están liquidados, no tienen ningún peso político. Veremos qué pasa.
Yo sí extraño muchísimo el periodismo. Estoy por sacar un libro, donde va a estar la entrevista con Fidel, con Chávez, donde este cuenta toda la intimidad del golpe de una manera que nunca contó. Cuenta sus sueños, sus pesadillas, es un relato fascinante. Se va a llamar Aquellos sueños, estos hombres. Todas estas entrevistas con una introducción para situarlas en el contexto en que se dieron. Pero, en general, estoy muy limitado en el periodismo y en la literatura, cosa que me llena de angustia.
Mas, como te dije en la ocasión anterior, con la historia soplando en la oreja.