Como una profecía bíblica, los salmoneros engendraron su propio demonio. La industria se ve afectada por una plaga de piojos de mar, sin precedentes. El pequeño crustáceo pica a los peces errantes hasta enloquecerlos y se ha hecho resistente a todos los pesticidas. Solo pueden trasladar los centros hacia aguas más frías y limpias. Y […]
Como una profecía bíblica, los salmoneros engendraron su propio demonio. La industria se ve afectada por una plaga de piojos de mar, sin precedentes. El pequeño crustáceo pica a los peces errantes hasta enloquecerlos y se ha hecho resistente a todos los pesticidas. Solo pueden trasladar los centros hacia aguas más frías y limpias. Y el monstruo lo engendraron ellos mismos.
La industria salmonera chilena parecía imparable. Con una benigna legislación ambiental (es el único rubro «grande» que no está obligado a presentar Estudio de Impacto Ambiental, sino solo una declaración jurada de buenas intenciones) con una fuerza laboral barata y aguas diáfanas a 60 mil pesos la concesión, tuvo 20 años de un empuje nunca visto en la Décima Región. Logró imponerse hasta llegar a ser el 4º rubro exportador chileno y la segunda potencia mundial en el ámbito acuícola.
Pero como un gigante que comienza a padecer de «gigantismo», este verano la industria salmonera recibió el más duro revés que inesperadamente ha golpeado a todo el sector. Podría tener consecuencias insospechadas. Y lo produjeron ellos mismos.
No vino de los ambientalistas que le han dado duras batallas. Ni de los sindicatos. Ni de los competidores de Alaska, Noruega o Canadá que los acusan de dumping. Ni de los exigentes controles aduaneros que cada tanto detectan pesticidas y colorantes prohibidos en el extranjero. Menos del gobierno o las autoridades chilenas.
Sino que fue la misma fauna autóctona de Chiloé, la que dijo ¡basta ya! Reaccionó a la sobre carga de salmones en sus aguas de un modo inesperado y voraz. Y fue el más inocente, despreciado y feo bicho marino el que le ha dado el más duro mordisco al valioso pez foráneo: el piojo de mar.
Sí. Como lo lee. El piojo de mar pica y hiere a los salmones, les hace ulceras en la piel que los estresa, les impide crecer y engordar y finalmente, los hiere tanto, que por esas heridas sangrantes se enferman de todo tipo de bacterias y hasta mueren. La carne por cierto, queda inutilizada para la exportación, aunque singularmente se ven en ferias y mercados del sur. Yo mismo los he comido sin saber.
La peste del piojo de mar, el Caligus, se ha diseminado por todas las aguas desde Puerto Montt al sur, incluso llegando a los fiordos de Hornopirén, Riñihué y Pillán, diezmando a millones de peces en sus jaulas y disminuyendo el tamaño, calidad y peso de la producción esperada de la Décima Región.
La zona donde se concentra el 84% de toda la industria salmonera nacional está por convertirse, auguran los biólogos, en un verdadero piojerío marino peor que una hospedería de vagabundos.
Los industriales lo han combatido con pesticidas, insecticidas, baños sépticos pez por pez, pero el Caligus chilensis se ha hecho resistente a todos los tratamientos incluso los de última generación que sí resultan contra los piojos europeos y japoneses. Al piojo chileno no hay nada que lo derrote.
Este verano se desencadenó la epidemia pues el bicho aumenta su ciclo de vida con las altas temperaturas del agua que en enero llegaron a los 21 grados.
La única solución de emergencia además de llenar a los salmones de antibióticos para que las heridas del piojo no se infecten, ha sido sacarlos de los centros de cultivos infestados y llevárselos más al sur, a aguas más frías y aún limpias. Y dejar descansar el mar. Es por eso que este año y con el ministro de Economía, Alejandro Ferreiro, a bordo, se inauguraron a la rápida las primeras balsas de salmones en Punta Arenas y los alevines se los llevaron desde la Décima Región incluso en helicóptero.
En el Estuario del Reloncaví el biólogo Hector Kol -que trabajó para la industria salmoneras instalando cientos de cultivos desde 1980 hasta el ’95- asegura que 18 de 29 centros han quedado vacíos. En Tenglo lo mismo. En isla Maillén varias hectáreas de jaulas yacen sobre la playa desarmándose de a poco. En bahía Huelmo cientos de hectáreas de jaulas flotan vacías. La escena se repite en Huito, Calbuco, Abato, Puluqui, Chidhuapi, Chayahué y en los fiordos Riñihué y Pillán, toda el agua está infectada de piojos.
-Le recomiendo ir a Colaco -dice Kol. Una bahía donde había unos de los centros más grandes autorizados de los noruegos Mainstream- varios cientos de hectáreas de jaulas. Millones de salmones. Instalaciones. Bodegas. Ductos alimenticios. Hoy todo ha cesado. ¡Parece una salitrera! Solo guardias custodian las instalaciones.
¿Cómo hemos llegado a tanto? He aquí la historia. Bon apetit de semana santa.
SE VIENE LA PLAGA
Todo tiene su fecha. Aunque sea para el mármol. El 12 de febrero de este año quizás usted leyó que la autoridad sanitaria de Canadá detectó trazas de dos pesticidas «ememectinca e invermectina» en partidas de salmones chilenos. Nada nuevo. Ambos productos no están prohibidos en sí, pero lo que alertó a la autoridad canadiense esta vez fue la cantidad encontrada, fuera de toda norma.
La explicación la da la bióloga Sandra Bravo, de la Universidad Austral de Valdivia, que estudia los parásitos del salmón desde hace 15 años:
-En su desesperación los industriales usaron mucho más allá de lo establecido por el RESA (Reglamento Sanitario de la Acuicultura) los pesticidas y antibióticos para combatir el Caligus y sus enfermedades asociadas. Lo usaron tanto y en forma tan desmedida que el bicho se hizo resistente.
Luego del episodio de febrero, los industriales recurrieron a un plan B. Llevarse los salmones sobrevivientes a aguas más remotas libres de plagas. En barcos y hasta helicópteros. Pero no es la solución. La plaga continúa expandiéndose y ha afectado a toda la fauna silvestre: sardinas, pejereyes, jureles, robálos.
Y como toda plaga bíblica, estaba anunciada
Sandra Bravo presentó un proyecto Fondecyt el año 2003 para estudiar el Caligus chileno. Que ya venía en aumento. Pero fue rechazado, pues «no parece relevante para el interés del país», consignaba la respuesta recibida. El crustáceo copépodo, Caligus Rogercresseyi es una jaibita de apenas la mitad de un grano de arroz, casi transparente, conocida desde años pero recién descrita en 1997. Se traspasó del róbalo silvestre al salmón de cultivo. En la naturaleza se mantenía en equilibrio con otros parásitos.
El 2006, sin embargo, miembros de la industria salmonera buscaron urgentemente a la doctora Bravo, desempolvaron el proyecto y fue rápidamente aprobado en el Fondecyt. ¿El motivo? Se venía viendo un aumento sostenido del caligus en los centros de cultivo de salmones y una menor eficiencia de los pesticidas de última generación, especialmente el benzoato de ememectina, el «Slice», del laboratorio Schering-Ploug.
-Hicimos los bioensayos correspondientes, y por primera vez en agosto del 2006 demostramos la resistencia del Calugus Roger a toda la gama de insecticidas conocidos y hasta el benzoato de ememectina.
La doctora destaca este último producto porque existe una regla en la biología: si una enfermedad resiste los antibióticos más modernos, resiste todos los precedentes.
-Sin duda, dice Bravo, la industria salmonera es muy variada y no todos cumplen los protocolos como se debiera. En ese caso, se usó la ememectica en forma indiscriminada. Fue como una moda: «Había piojos: pues usemos el insecticida más potentes». OK. Pero al usarlo tanto y sin control, sin períodos de descanso, sin plan de manejo, ocurrió el efecto inverso. El caligus se hizo resistente.
Según una fuente salmonera, muchos gerentes de producción se sintieron estafados por la calidad del producto e intentaron hacer algo: «pero al saber que muy probablemente usaron uno de origen irregular y que violaba las patentes de Shering» no se ha hecho nada. Claro el benzoato Schering cuesta 200 dólares el kilo. El alternativo 20.
Eso está por investigarse aseguran en el SAG y en el Laboratorio Shering. Ellos defienden su producto y aseguraron a la industria que los millones de dosis vendidas a Chile eran de efectividad garantizada. Que haya perdido efecto por mal uso o «automedicación» es otra historia.
Un ex gerente de producción salmonero de Calbuco, una de las zonas más infectadas, precisa una razón vaga al respecto: «Si yo veo que mis peces no engordan. Y me viene pillando la cosecha. ¡Le mando todo lo que tengo a morir! Y así ocurrió. La mortalidad es tan grande, que se produjo mucho más para obtener la misma cosecha. Se llenaron los salmones de pesticidas y antibióticos. Hasta 16 productos a la vez se les mezclaba en el alimento».
Sin embargo, ya desde el 2003 se podía detectar un aumento sostenido de la mortalidad y una baja en la talla y peso de la producción salmonera a causa del Caligus. En los datos expuestos en la mesa tripartita que se terminó en julio del año pasado en la Cámara de Diputados, la gremial salmonera SalmonChile habló de índices ascendentes de mortalidad que fueron desde un 10 hasta un 30% de la producción por enfermedades bacterianas en 2005. Cuando lo normal es un 3%.
O sea el 2005-2006 hubo ¡¡¡¡100 mil toneladas de peces muertos!!!. Por diferentes enfermedades virus SRS, IPM, bacterias de vibriosis, hongos y varias otras.
Para los expertos esto tendría una sola explicación: el Caligus
Según el veterinario Cristian Pérez de la organización internacional Pure Salmon Campaing (Campaña para la producción de un salmón sano) si un parasito hiere el mucus del pez -aquella sustancia resbalosa sobre las escamas- luego por la herida abierta entran bacterias y hongos; el pez se estresa, deja de alimentarse, se debilita y luego, o simultáneamente, lo atacan todos los otros virus. Y así ha ocurrido. Por eso la alta presencia de antibióticos en los salmones chilenos detectadas en Japón, Canadá y Europa.
Pure Salmon solicitó en diciembre a Sernapesca información oficial sobre la real magnitud de Caligus y si estábamos en presencia de una plaga. La respuesta llegó el 15 de marzo de este año de mano de la directora nacional de Pesca, Inés Montalva, oficio 160013907.
«El caligus tiene alta prevalencia en la X y norte de la XI región, pero la caligiasis, (la peste) al no estar ingresada al listado de enfermedades de alto riesgo no hay información disponible ni hay obligatoriedad de llevar un registro en los centros de cultivo».
Hoy la infección es tan masiva y tras los piojos han llegado tantas bacterias y enfermedades marinas que toda la fauna silvestre está afectada. Pejerreyes, sardinas, jureles, y especialmente los róbalos. Pero si no se tiene registro en los centros de cultivo, menos hay de la fauna silvestre.
La peste es tan masiva y tras los piojos se desatan tantas infecciones que hasta se sospecha del desarrollo de nuevas enfermedades. En el canal Huito, en Calbuco, se determinó este año «el síndrome Huito» que no es sino una bomba de virus y bacterias que atacan a todos los peces por igual. Muchas de ellas desconocidas.
La doctora Bravo tiene una sola solución que se parece a un viejo dicho del campo: lo que solo viene, solo se quita. Según ella hay que sacar los pescados de las zonas infectadas para que la plaga disminuya con el tiempo y por si sola.
-Pero ojo, dice Bravo, esa no es la solución. Hoy la industria farmacéutica internacional no tiene nada mejor que ofrecer. El parasito va a seguir siendo resistente y si vuelven a colocar pescados se llenarán de piojos nuevamente. Esta es una plaga que vino para quedarse por un tiempo indeterminado.
En los laboratorios de la UACH están probando cuánto tardaría hipotéticamente el caligus en dejar de ser resistente al benzoato: van en la séptima generación de padres a hijos y nada. Sigue igual de firme.
El mar interior
El delicado mar interior de Chiloé, pertenece a la exclusiva decena de mares interiores del mundo (Caspio, Egeo, Finlandés, Rojo, Arábigo, Aral, Mar del Japón, Mar de Canadá y la ría de Florianópolis). Las mareas lo llenan dos veces al día pero mantienen una fauna muchas veces endémica encerrada en sus canales.
Según el biólogo de la Universidad de Chile, Hector Kol, antes salmonero y hoy asesor de los pescadores artesanales, se partió del supuesto que el mar interior era apto para el cultivo de salmones.
-Pero jamás se midió cuánta carga viva era capaz de soportar sin colpasar. Y colpasó.
En efecto, la legislación chilena no exige al rubro acuícola estudios de impacto ambiental como a casi toda la industria grande. Y menos estudios científicos de carga viva sobre el lecho marino.
En Calbuco el dirigente sindical de la salmonera Aguas Claras, Benjamín Tenev, señaló que la planta está a media producción y que incluso se hizo a los trabajadores tener vacaciones forzadas hasta el 9 de marzo pues simplemente no había salmón. La cosecha esperada no alcanzó ni la talla ni el peso adecuados y se liberó para mercados secundarios. Según él es una maniobra:
-Ya ha habido despidos en pequeños grupos. Se trabaja media jornada. Si se viene un despido masivo vamos a pelear hasta el último peso en indemnizaciones. Nada de arreglines del tipo «te doy esto, pero después te recontrato cuando se recupere el negocio».
En las bahías de Huelmo ocurre algo parecido. Plantas paradas. En Isla Maillen al sur de Puerto Montt, cultivos vacíos se han ido contra la playa. En el Estuario de Reloncaví desde Cochamó hasta la Arena se han vaciado 18 centros de cultivo para dejar reposar el agua y al hambriento piojo. Pero la plaga avanza. Al norte de Chiloé se detectaron las primeras mortalidades grandes de peces. Cuando suba la temperatura en verano, sálvese quien pueda.
En el mar interior de Chiloé está el 84% de los centros de cultivo. 690 de las 800 jaulas pertenecientes a 17 empresas. Y no hay espacio para una sola más.
Kol cree que toda la fauna del golfo de Ancud desde Puerto Montt hasta Ayacara se verá afectada.
-Los pescadores han visto una considerable merma de peces este verano. Y según ellos, los salmoneros se van, pero al haber dejado estas jaulas abandonadas y este monstruo resistente a todos los pesticidas se configuraría mejor que nunca el delito de «daño ambiental».
En Sernapesca informan oficiosamente que las concesiones sin actividad caducan en dos años. Si el caligus no desaparece en ese lapso y las balsas siguen vacías debería caducarse una gran cantidad de concesiones marinas. Pero el poderoso lobby salmonero es difícil que no se resista.