Recomiendo:
0

'Gabriel Boric y Giorgio Jackson deben aprender la lección'

Con el imperialismo nada, contra el imperialismo todo

Fuentes: Portal Rodriguista

Hay un principio esencial que debe regir la actitud de cualquier dirigente político que aspire a representar al pueblo, en el justo anhelo de realizar cambios al modelo de acumulación capitalista, que impera en Chile y en el mundo. Éste principio, que para los revolucionarios debe ser ley, es que con el imperialismo nada y […]

Hay un principio esencial que debe regir la actitud de cualquier dirigente político que aspire a representar al pueblo, en el justo anhelo de realizar cambios al modelo de acumulación capitalista, que impera en Chile y en el mundo. Éste principio, que para los revolucionarios debe ser ley, es que con el imperialismo nada y contra el imperialismo todo. Aquellos que no comprenden que el enemigo principal es el imperialismo yanqui, y que asumen posturas ambiguas, conciliadoras o de complicidad con éste, no merecen la confianza del pueblo. Si son débiles frente al imperialismo, significa que son vulgares simuladores, que jamás tendrán la voluntad y las agallas para luchar contra el origen y esencia de la crisis que enfrenta hoy la humanidad en todos los planos, que es el capitalismo.

En este contexto, el pueblo debe poner atención al triste papel asumido por los diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson, dirigentes del Frente Amplio, que se sumaron a la campaña que impulsa el imperialismo contra Venezuela. Ambos se unieron a una nueva y burda maniobra impulsada por Estados Unidos, que con la complicidad del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, busca crear las condiciones para una intervención militar en Venezuela. En una actitud lamentable, Boric y Jackson se unieron al corifeo de los aliados y súbditos del imperialismo, que han impugnado el cierre del parlamento en Venezuela, decretado por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Gabriel Boric, alineado con las posturas de Piñera, la derecha y la Nueva Mayoría, declaró que la «decisión del Tribunal Supremo de Venezuela de atribuirse potestades de Asamblea Nacional atenta contra principio básico democrático. Inaceptable», dijo. Por su parte, Giorgio Jackson señaló que «en Venezuela el oficialismo ha cruzado un límite inaceptable e injustificable para la democracia. No se puede cerrar el Congreso por ser minoría». Con ello, reforzaron la artillería mediática de la derecha, que habló de «golpe blanco» en Venezuela.

Cabe preguntarse si las declaraciones de Boric y Jackson son fruto de la ignorancia, la mala fe o se trata de simple oportunismo. ¿Es posible creer que ambos dirigentes desconozcan el macabro historial de intervenciones norteamericanas en América Latina y el mundo? ¿Es posible pensar que Boric y Jackson sean engañados por una campaña tan burda como la efectuada por Estados Unidos en Venezuela, considerando que se trata de una operación calcada a la realizada en Chile para derrocar a Salvador Allende? Los actores en Venezuela son los mismos que en Chile: una derecha golpista, que utiliza la violencia, el desabastecimiento, la campaña del terror y la mentira, y un imperialismo que financia y desinforma a nivel global, a través de la prensa. En Chile, se trató de recuperar el cobre. En Venezuela es el petróleo.

¿Se puede creer que Boric y Jackson son tan ignorantes para desconocer la historia reciente de su propio país, el contexto de la tragedia de 1973, que costó la vida a más de 3 mil compatriotas, la tortura y el exilio de 40 mil chilenos? ¿Es posible pensar que Boric y Jackson ignoren cómo actuó la oligarquía nacional para -como dijera Salvador Allende – recuperar con mano ajena sus privilegios y granjerías? ¿Es posible creer que desconozcan la responsabilidad directa del imperialismo yanky en aquellos hechos?

También cabe preguntarse, si Boric y Jackson, alguna vez se dieron el trabajo de leer o al menos hojear la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, antes de opinar. O tal vez haya que ir más atrás en el tiempo, y preguntarse si saben que el 15 de diciembre de 1999 en referéndum constitucional impulsado por el presidente Hugo Chávez, el 71,78 por ciento de los venezolanos aprobó la constitución. Seguramente, también ignoran que el texto del proyecto de constitución fue redactado previamente por una Asamblea Nacional Constituyente, cuyos miembros fueron elegidos por sufragio universal, directo y secreto, y que incluyó una representación de los pueblos indígenas.

Si conocieran la constitución venezolana o al menos la hubieran hojeado, se hubiesen enterado que en el artículo 335 de la carta fundamental – repito – aprobada por el 71,78 por ciento del pueblo venezolano, se establece que el Tribunal Supremo de Justicia «será el máximo y último intérprete de esta Constitución y velará por su uniforme interpretación y aplicación». En un contexto de desacato de la Asamblea Nacional, conformada mayoritariamente por la oposición derechista, el TSJ ha actuado conforme a la constitución vigente, en defensa del estado de derecho. Un estado de derecho, que a diferencia de Chile, cautela los intereses de la mayoría del pueblo venezolano y no los privilegios de una minoría explotadora como ocurre en Chile.

Los hechos objetivos demuestran que a la oligarquía venezolana, como ocurre con todos los capitalistas del mundo, no le interesa la democracia. La democracia burguesa se ejerce como una dictadura de la burguesía sobre el proletariado, y cuando en el contexto de procesos democráticos, el pueblo logra avances, que ponen en peligro los intereses del capital, los capitalistas usan la violencia para desmantelar la democracia. Sucedió en Chile en 1973 y se repite la historia en Venezuela.

Durante el período que Hugo Chávez gobernó Venezuela se realizaron 14 elecciones (presidenciales, regionales, referéndum revocatorios, comicios legislativos, etc.). No hay otro país en América Latina donde se hayan hecho tantas elecciones. Sin embargo, el imperialismo, a través del control mediático, ha impuesto la idea que Chávez fue un dictador y que Nicolás Maduro también lo es. No obstante, Boric y Jackson, prefirieron obviar el peso de los hechos objetivos y se sumaron a la campaña mentirosa impuesta por el imperio, con la complicidad de individuos tan serviles como el Secretario General de la OEA.

La apuesta de la derecha venezolana no es la democracia, sino recuperar sus privilegios de clase, a cualquier precio. Para ello, apuesta incluso a una intervención militar norteamericana en el país. Paralelamente, también hace denodados esfuerzos para convencer a sectores de las fuerzas armadas para que den un golpe de estado. Frente a estos hechos, sólo cabe asumir una actitud clara de apoyo y defensa irrestricta del pueblo hermano de Venezuela, y rechazar las posiciones vergonzantes de Boric y Jackson, que han demostrado que – sea por ignorancia, mala fe u oportunismo -, no están a la altura de liderar la lucha contra un sistema, que consciente o inconscientemente defienden, producto de la estrechez y mezquindad de su mentalidad pequeño burguesa.

Mención aparte merece la presidenta Michelle Bachelet, cuya actitud claudicante e inconsecuente, a estas alturas no debiera sorprender a nadie. Ya sabemos que cuando Bachelet dice que no aplicará la Ley Antiterrorista en el territorio mapuche, significa justamente lo contrario. Que cuando señala que impulsará reformas para disminuir la inequidad existente en Chile, nombra de ministro de hacienda a Rodrigo Valdés, un tecnócrata fondomonetarista al servicio del empresariado. El resultado es elocuente: entre 2016 y 2017, la fortuna de los ocho principales millonarios chilenos, rankeados en Forbes, entre ellos, el candidato Sebastián Piñera y Julio Ponce Lerou, yerno de Pinochet, se incrementó en forma significativa. Tampoco ha hecho nada en el ámbito de derechos humanos, a pesar de que su padre fue asesinado por la dictadura, y que ella y su madre fueron torturadas por la DINA.

Sin embargo, lo que más molesta de Bachelet es su ambigüedad, la incapacidad de asumir posiciones claras, ese esfuerzo permanente por quedar bien con todos. La situación de Venezuela, no fue la excepción. Su declaración fue para el bronce: «La situación en Venezuela es muy preocupante. En América Latina, debemos defender la convivencia democrática en nuestras sociedades», señaló. Si bien, estamos acostumbrados al vació de sus palabras y su vaguedad ramplona, la declaración es una verdadera oda al oportunismo, que demuestra una vez más cómo le cuesta «mojarse el potito».

Finalmente, seguramente presionada y azuzada por sus ministros neoliberales, por la cáfila de dirigentes corruptos de la Nueva Mayoría y sus amigos de Washington, llamó al embajador chileno en Venezuela a informar. Una puñalada artera a Venezuela y a los pueblos de América Latina, que luchan por su autodeterminación e independencia. Con ello, logró el beneplácito del gobierno norteamericano, y aseguró de paso su futuro. La espera la ONU, el Banco Mundial, el FMI o cualquiera de las instituciones de fachada del imperialismo norteamericano, donde van a para los sirvientes del poder imperial.

No obstante, y por todo ello, será recordada en la historia de América Latina, como la definió la feminista boliviana, María Galindo, quien se refirió a ella como la «mujer disciplinada que recibe premios, que recibe aplausos por no incomodar a nadie. Representa a las que no tienen desesperación ni pasión por el cambio de nada. No nacionalizó la educación privada, ni frenó la usura bancaria contra los y las estudiantes. Ella no dialogó con los y las mapuches, ni les preguntó sus nombres. Ella no devolvió el mar a Bolivia. No tomó ni una sola medida histórica. No tomó ni un solo riesgo, no representó ni una sola amenaza para el Chile de las élites y las transnacionales. Su collar de perlas parece representar mejor su ideología, que el nombre de su partido, que es la izquierda que parece derecha».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.