Que Chile es un país insólito, está fuera de duda. Es tan insólito que no sorprende que haya gente de »barrio alto» que compra fotos de antepasados, que circula en sus vehículos con los cristales cerrados en pleno verano santiaguino para presumir de aire acondicionado, que llena el carrito con compras de alto valor en […]
Que Chile es un país insólito, está fuera de duda. Es tan insólito que no sorprende que haya gente de »barrio alto» que compra fotos de antepasados, que circula en sus vehículos con los cristales cerrados en pleno verano santiaguino para presumir de aire acondicionado, que llena el carrito con compras de alto valor en el Supermercado de La Dehesa (el «mejor» barrio santiaguino) para presumir y saludar a los conocidos y luego irse y dejalor olvidado lleno de mercaderías de lujo que nunca pensó en comprar ni menos en pagar. Ni siquiera la superabundancia de celulares y computadores portátiles de juguete con que los ejecutivos VIP pasan raudos para impresionar al personal, logra sorprender a los chilenos.
Pero a veces hay hechos que pasan la raya de lo insólito y que sería difícil y poco adecuado tildar de surrealistas. Me refiero a hechos duros y claros, pero inconcebibles en cualquier país civilizado.
Amable lectora o lector, si estas pensando que me refiero a historias pasadas, como esas denuncias en el Congreso Nacional por uso y abuso de drogas que se compraban en el comedor de los parlamentarios y por las cuales fueron a la cárcel los denunciantes, te equivocas. Tampoco hablo de pederastas ni de confabulaciones contra honorables senadores manchados por la difamación. Ni de políticos que dan su visto bueno para destruir glaciares milenarios a fin de que el grupo Cisneros y su socio, Papá Bush, puedan llevarse el oro y dejar el cianuro sin pagar impuestos, como hacen las compañías cupríferas. Todo eso es agua pasada y entra dentro de la lógica del absurdo que hace de Chile un país insólito.
Lo que cae fuera de los adjetivos descalificadores, lo que sobrepasa lo aberrante, es la actitud de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas, y entre ellas, la Armada Nacional, que intenta rizar el rizo con un acto de desagravio a las víctimas de la Esmeralda sin el consentimiento de las víctimas, sin arrepentimiento y sin saber de que ni de quienes vinieron los agravios «porque carecen de esa información».
Eso es una burda burla, porque yo, en España, sabía a mediados de los años setenta los nombres de las víctimas y de los victimarios. Y no soy un genio. Me bastaba con leer los Informes Anuales de Amnistía Internacional para poder estar informado.
Ante esta situación, la respuesta es la querella criminal presentada ante la Ilustre Corte de Apelaciones de Valparaíso con fecha 15 de diciembre por las víctimas de la Esmeralda y patrocinada por los juristas de CODEPU, Hiram Villagra y Carlos Cáceres, contra AUGUSTO PINOCHET UGARTE, Capitán General ® del Ejército de Chile, ex Comandante en Jefe del Ejército; Comandante EDUARDO BARIZON ROBERTS; Capitán de Corbeta FUHAN GERMANY NEHME; Capitán de Corbeta FERNANDO ESPINOZA SIMONETTI; Capitán de Corbeta CARLOS SAENGER GIANONI; Capitán de Corbeta ADOLFO CARRASCO LAGOS; Oficial JAIME ROMAN FIGUEROA; Teniente LUNA de Infantería de Marina; Reserva de Infantería de Marina GUILLERMO MORERA y en contra de todos los que resulten responsables, en calidad de autores, cómplices o encubridores, por los delitos de detención ilegal o secuestro, asociación ilícita genocida, privación ilegítima de libertad y de torturas o aplicación de tormentos.
Una hermosa lista de genocidas cobardes, muy cubiertos por la mala memoria o la falta de información de los Almirantes que se han sucedido en el mando de la Armada hasta llegar al actual, verdaderos encubridores como el Honorable Senador Arancibia que todavía no se entera bien de los hechos u otros que los atribuyen a »excesos propios de la Guerra Fría». Y son esta gentuza la que desea hacer un acto de desagravio a las víctimas y a la Dama Blanca (como llaman los marinos al Buque-Escuela de la Muerte y la Tortura) sin el consentimiento de las víctimas, sin pedir perdón, sin arrepentirse y sin dar los nombres de los actores directos, de acuerdo a la ley mafiosa del silencio.
Por todo esto la querella criminal patrocinada por CODEPU es una respuesta coherente, lógica y justa, porque el único acto de desagravio posible es un juicio justo.
¡NADA MÁS Y NADA MENOS!
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