El XXII Congreso del Partido se ha celebrado en un momento sin igual para las varias generaciones de hombres y mujeres que conforman nuestra militancia actual. Nuestra aspiración histórica por una solución política negociada al conflicto social y armado se ha hecho realidad con los Acuerdos de La Habana y las FARC-EP y, gracias a […]
El XXII Congreso del Partido se ha celebrado en un momento sin igual para las varias generaciones de hombres y mujeres que conforman nuestra militancia actual. Nuestra aspiración histórica por una solución política negociada al conflicto social y armado se ha hecho realidad con los Acuerdos de La Habana y las FARC-EP y, gracias a ellos, se ha abierto la posibilidad real de desatar un ciclo de transformaciones que pueden avanzar hacia la democratización verdadera de la sociedad colombiana.
Los comunistas observamos con admiración la persistencia y el gran esfuerzo realizado por la guerrilla de las FARC-EP para lograr un acuerdo final, transitando un camino lleno de todo tipo de obstáculos. De nuestra parte, tal y como ha sido nuestra política durante las últimas décadas, hicimos los mejores esfuerzos para contribuir, junto con contingentes importantes del movimiento social y popular y de sectores democráticos, a la causa de la paz con justicia social. La consolidación de los avances derivados del acuerdo de paz es el reto más importante que enfrentan los sectores democráticos y revolucionarios de nuestro país en el presente, bajo el entendido de que con lo acordado no se agota en todo caso el programa de aspiraciones para la transformación democrática de la sociedad colombiana.
Los acuerdos de La Habana sientan las bases para importantes cambios en el campo colombiano, la democratización de la vida política, el reconocimiento de la centralidad de los derechos de las víctimas del conflicto, particularmente del derecho a la verdad, la puesta en marcha de un sistema de justicia propio de una solución política y generan las condiciones para que lo convenido efectivamente se implemente en términos reales y materiales, al establecer la obligación de asignación de recursos de presupuesto. Los acuerdos cualifican la contienda política en la medida en que habilitan condiciones para que pueda haber una separación definitiva entre armas y política. Ante la dejación definitiva de las armas por parte de las FARC, el Estado debe renunciar a la violencia y al uso de las armas contra el pueblo para preservar su régimen de dominación de clase; y debe combatir y acabar -como lo hemos exigido desde hace décadas- el paramilitarismo.
Es una excelente noticia para el país y para el campo popular y democrático el hecho de que las FARC-EP se conviertan en partido político legal, con el que tendrán asiento en el congreso con una bancada parlamentaria propia y continuarán sus luchas en defensa de los intereses de las clases populares. Con las FARC-EP compartimos una historia de resistencia popular, un presente por consolidar la paz y la aspiración de construir futuro haciendo parte de un amplio proceso de unidad y de gran convergencia democrática. La perspectiva de construir la paz democrática con justicia social en nuestro país se desenvuelve en un contexto de la mayor complejidad, tanto en el orden internacional y global, como en la situación de Nuestra América. Asimismo, en lo que concierne a la correlación política y social de fuerzas en nuestro país. Los comunistas no somos indiferentes frente al destino de los pueblos del mundo; nos alientan el mayor sentido de la solidaridad y el internacionalismo.
Por esa razón, además de acompañar todas las luchas sociales y populares que se adelantan a escala planetaria contra las diversas expresiones del orden social capitalista, para enfrentar los impactos políticos y sociales de su crisis persistente y su carácter depredador en términos socioambientales, al punto de poner en peligro la vida misma, seguimos con atención y preocupación la inestable configuración del orden mundial. Tras la denominada guerra al terrorismo basada en realidad en viejas prácticas imperialistas por el control territorial y el saqueo a recursos estratégicos para la acumulación capitalista (particularmente energéticos) se ha asistido a la restricción de derechos civiles y políticos y a una creciente militarización de la vida social, imponiéndose la llamada agenda de seguridad como algo de la mayor prioridad. Con la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, además de darse continuidad a políticas ya existentes, los pocos avances hacia regulaciones estables del orden mundial, se han visto sensiblemente afectados, a lo que se agrega el fortalecimiento de posiciones que alientan el chauvinismo y fortalecen particularmente aquellos proyectos políticos de derecha que, a escala planetaria reivindican falsos nacionalismos y la defensa demagógica de sectores sociales afectados por la crisis. Asistimos al resurgimiento de políticas y prácticas fascistas que ponen además en peligro la paz mundial.
La presencia de China, Rusia e Irán en el contexto mundial, sin que representen un bloque compacto político internacional y sin posibilidad inmediata de un orden compartido del tipo del que existiera hasta el fin de la Unión Soviética, si constituye una contención para prácticas imperialistas más extendidas y abre la posibilidad de consolidar un tipo de organización multipolar, en todo caso más favorable para los pueblos del mundo. No hay aún un despliegue pleno de la actual política de Estados Unidos para Nuestra América. Por lo pronto son preocupantes las líneas de continuidad y profundización de las políticas imperialistas. Militarismo e intervencionismo, la pretensión de acceso a recursos estratégicos, el control político sobre gobiernos de la Región, la reversión de proyectos democrático populares y progresistas en posiciones de gobierno, continúan siendo propósitos de la política estadounidense, que con el Gobierno de Trump adquieren nuevos impulsos, como se aprecia ya de cara a Cuba y a Venezuela. Por las características de Trump y su entorno ultraconservador no es descartable incluso la intervención militar directa. Es indiscutible que con Trump la ultraderecha y sectores de la derecha han tomado nuevos aires. El 22 Congreso llama a tomar conciencia de la amenaza que significa Trump, a denunciar y movilizar la respuesta a los nuevos aires agresivos. Toda nuestra solidaridad a Cuba y contra el infame bloqueo; nuestro rechazo al desmonte de los tímidos avances en la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Nuestro apoyo a la revolución bolivariana y al pueblo de Venezuela, sometidos hoy a la más feroz ofensiva de la derecha que busca propiciar condiciones para el intervencionismo militar directo de los Estados Unidos, calcando modelos de desestabilización y de producción de crisis, ya probados con relativo éxito en otros lugares del planeta. En Venezuela, un gobierno y un pueblo defienden la revolución y han llamado a una Constituyente soberana para encontrar salidas a la crisis provocada. El destino de Cuba y Venezuela es el destino de Nuestra América. Nuestra solidaridad y apoyo a los procesos de cambio de Bolivia y Ecuador, de Nicaragua, El Salvador y Uruguay y, en general, a todas las luchas de los pueblos por democracia y buen vivir. Necesitamos comprender de mejor manera el momento político de Nuestra América, más allá de las evidentes dificultades y conflictividades incluso del propio campo popular. Estamos viviendo un momento de intensa disputa por el destino de la Región. Debemos contribuir a que se consolide la perspectiva de una inflexión histórica a favor de las causas de la verdadera democracia y de la perspectiva socialista. Nuestro mejor aporte a ese propósito, consistirá en contribuir a que la perspectiva de la construcción de una paz estable y duradera en nuestro país sea una realidad material. Se hace imperioso producir la derrota definitiva de la ultraderecha y el militarismo. La pretensiones de retrotraer el país a los tiempos del pasado, aunque cada vez con menor posibilidad, representan un hecho que no se puede desconocer. Lograr ese propósito es posible si lograr desatar y concretar el más amplio proceso de unidad y convergencia democrática. Tal proceso de convergencia unitaria exige un gobierno democrático que consolide los logros de la paz. Es un gobierno de transición a la democracia amplio y progresista, surgido de un movimiento de convergencia comprometido en la causa de la consolidación de la paz, del respeto a sus acuerdos con los insurgentes y con las necesidades más sentidas de las regiones, de las capas medias y del conjunto del país.
Es fundamental avanzar a una nueva correlación de fuerzas con la coordinación de esfuerzos para salirle al paso a las amenazas de los enemigos de la paz y a las inconsecuencias del gobierno que coloca talanqueras para no cumplir de forma estricta la implementación del Acuerdo de La Habana. La nueva correlación es también indispensable para que avance afirmativamente el diálogo del ELN en Quito con sus planteamientos de cese al fuego bilateral, medidas humanitarias y participación ciudadana, como también para que el Estado dé las garantías y abra el diálogo con el Ejército Popular de liberación. La unidad del campo revolucionario es fundamental y debe ir en dirección a crear mecanismos de coordinación y unidad de acción con la Unión Patriótica, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, corrientes socialistas, sectores de izquierda del Polo y de los verdes y el nuevo partido de las FARC-EP. En el momento actual se están creando las condiciones para la conformación de un Bloque Histórico y Popular como una unidad política y social para las transformaciones democráticas y revolucionarias. En este contexto apoyamos las iniciativas para la protesta social y la preparación de un paro cívico nacional. Frente al reto electoral de 2018 proponemos practicar esta política coherentemente, para reagrupar y potenciar nuestros acumulados hacia una bancada significativa de la izquierda, más el propósito de un programa básico y un proceso de entendimientos para una candidatura presidencial de convergencia con disposición de triunfo desde la primera vuelta. La unidad de los comunistas es una tarea central. Esta no se decreta, es un proceso que se debe construir a todo nivel, a través de los contactos y conversaciones entre las direcciones nacionales y también en las regiones y los territorios a través de las acciones comunes en el campo político y social. Existen experiencias de los seminarios nacionales, los contactos de los comités regionales y locales del partido con los ex combatientes en las zonas veredales. Es un trabajo paciente en que se deben superar diferencias, prevenciones y viejos resentimientos en contradicciones del pasado. Es necesario establecer una hoja de ruta conjunta, fijar cada paso que debe ser en firme para ganar confianza con la convicción que la unidad de toda la familia será el objetivo trazado. El Partido Comunista Colombiano es ya un partido histórico, surgido de las luchas obreras campesinas y populares y vinculado a ellas en la búsqueda de un futuro digno, de justicia social, que ha tenido continua incidencia en la vida nacional, pese a la persecución violenta, a las condiciones de ilegalización, y de ser tratado por el establecimiento de manera sistemática como enemigo interno, de acuerdo a la teoría que sustenta el terrorismo de Estado.
La idea central de la política organizativa que presentamos a este congreso es la de la renovación del partido, de su política, de sus métodos de trabajo con las masas, de su estilo organizativo, de su labor teórica y comunicacional, a la vez que impulsamos la renovación de su composición de clase, étnica, de género y generacional. Los nuevos fenómenos de la movilización popular, desde el gran paro agrario de 2013, las mingas y paros afro, los movimientos cívicos que Buenaventura y Chocó, el paro del magisterio, las movilizaciones de jóvenes y mujeres en respaldo a la paz, los ambientalistas y LGTBI, los movimientos culturales de masas como el Festival Internacional de la Poesía de Medellín y el Festival Popular de Teatro en Bogotá, muestran las dinámicas que deben alimentar las líneas de orientación comunicacional y el crecimiento del Partido, aunados a una renovada labor de educación política y formación de cuadros de carácter intensivo y ampliado a los espacios unitarios en construcción.
El enfoque de género exige el esfuerzo colectivo por los derechos de las mujeres y diversidades con el objetivo de avanzar hacia la paridad. Saludamos la libertad de las y los presos políticos, entre ellos los camaradas David Ravelo Crespo y Huber Ballesteros. Nos solidarizamos con las protestas y reclamamos la liberación inmediata de las y los prisioneros de la insurgencia mediante la ley de Amnistía. Exigimos la repatriación y libertad inmediata de Simón Trinidad.
¡En el Aniversario 87 de nuestro Partido, a cien años de la revolución de Octubre, fieles a la identidad internacionalista y al legado bolivariano, los comunistas estaremos a la altura del compromiso con el pueblo colombiano y sus esperanzas de paz, igualdad y felicidad!
¡Viva 22 Congreso del Partido Comunista!
¡Viva la unidad del pueblo colombiano!
Bogotá, julio 16 de 2017