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Entrevista a Josep Lluis Barona, autor de “La medicalización del hambre” (Icaria)

«Con las estructuras capitalistas actuales, es imposible que no haya hambrunas en el mundo»

Fuentes: Rebelión

Hoy se dispone de los conocimientos para seguir una dieta sana. Y unos recursos, agrícolas y ganaderos, para alimentar al conjunto de la población mundial. Sin embargo, es la tesis del catedrático de Historia de la Ciencia en la Universitat de València, Josep Lluis Barona, «mientras se mantengan las estructuras capitalistas actuales continuará el hambre […]

Hoy se dispone de los conocimientos para seguir una dieta sana. Y unos recursos, agrícolas y ganaderos, para alimentar al conjunto de la población mundial. Sin embargo, es la tesis del catedrático de Historia de la Ciencia en la Universitat de València, Josep Lluis Barona, «mientras se mantengan las estructuras capitalistas actuales continuará el hambre en el planeta». En «La medicalización del hambre. Economía política de la alimentación en Europa (1918-1960)» (Icaria), explica el desarrollo de la ciencia nutricional y las políticas de los estados basados en estos conocimientos. También aborda las aplicaciones mercantiles, el rol de la publicidad y los intereses de las corporaciones. Josep Lluis Barona es autor, junto con Pep Bernabeu, de «La salud y el estado», «El exilio científico republicano» y, entre otros, del artículo «Nutrición y salud en el contexto internacional en la primera mitad del siglo XX», publicado en Social History of Medicine.

-¿Qué significa la «medicalización» del hambre, a la que haces referencia en el título del libro?

El hambre ha sido tradicionalmente, junto a las epidemias y la guerra, un elemento «corrector» de la población y de las sociedades. Pero con la primera guerra mundial (y sobre todo después, en los años 30, a partir de la crisis de 1929) se produce un punto de inflexión. Las grandes catástrofes producidas, por muertes y epidemias, hacen reaccionar al mundo industrializado. Se trata de afrontar políticamente el problema y otorgarle una dimensión científica (antes, el hambre se consideraba casi una condición natural de los pobres). Y para ello se investiga la dieta, por ejemplo, los nutrientes, hidratos de carbono y vitaminas que se requieren para una alimentación sana. Estas investigaciones de expertos en nutrición se utilizan como punto de referencia en comedores sociales, campamentos para niños, hospitales o prisiones. Además, en los años 20 y 30 numerosos premios nobel en Medicina y Fisiología son especialistas en alimentación y nutrición.

-Te referías en tu respuesta a un «punto de inflexión». ¿Qué es lo que cambia, en concreto, a partir del periodo de entreguerras?

El conocimiento científico y las políticas en relación con la dieta. Un ejemplo muy claro es el concepto de calorías, y el número que necesitan los niños. Aparecen estudios fisiológicos sobre proteínas, hidratos de carbono, grasas y minerales. Se considera que una dieta con carencias en estos elementos, puede dar lugar a enfermedades asociadas (pelagra, escorbuto, neuritis, entre otras). En consecuencia, se elabora un discurso sobre la dieta «óptima» o dieta «mínima», que servirá -por ejemplo- para las políticas de racionamiento en la guerra civil española. De hecho, el Instituto de Higiene de la Alimentación, creado tras la victoria del Frente Popular, ya utiliza estos criterios. Tras la segunda guerra mundial, el racionamiento con criterios científicos se generaliza a todos los países.

-Citabas el Instituto de Higiene de la Alimentación. ¿Pueden citarse otros casos en la España de los años 30?

Hay una película de Buñuel, «Las Hurdes, tierra sin pan», traducción del hambre en los años 20 y las consecuencias que produce (por ejemplo, la carencia de Yodo en la dieta, lo que provocaba el cretinismo). Alfonso XIII, Gregorio Marañón y las academias de medicina organizan una campaña para mejorar las condiciones físicas y mentales, sobre todo de los menores, afectados por los déficits en la alimentación. La película de Buñuel toma como referencia esta campaña.

-Además de las políticas de racionamiento en los años 30, ¿qué otras aplicaciones prácticas tienen las investigaciones científicas aplicadas a la alimentación?

Desde los años 20, los criterios científicos se aplican en los comedores infantiles de las escuelas; también en los campamentos escolares infantiles de la II República española (con los antecedentes de Bélgica, Alemania y Francia a finales del siglo XIX y principios del XX). En Gran Bretaña se obliga por ley a la gran industria a crear comedores para obreros en las fábricas, donde se consideran las calorías necesarias para desarrollar el trabajo. Pero también para la alimentación en los asilos, hospitales públicos, cuarteles y prisiones. Se considera que hay que comer fruta, proteína (animal y vegetal), vitaminas, etcétera.

-Un avance en las políticas de salud pública…

Hay un informe muy famoso de 1936 en Inglaterra, cuyo autor es John Boyd Orr, que llega a la conclusión de que más del 30% de la población británica está malnutrida. Además, establece una relación entre la alimentación y el nivel de ingresos. El informe provocó una reacción muy sonada. John Boyd Orr fue el primer director general de la FAO, aunque dimitió en menos de un año por que no le permitieron crear un banco de alimentos mundial. No contó con el apoyo de Estados Unidos ni de Gran Bretaña.

-Tras la segunda guerra mundial se desarrollan los llamados «Estados del Bienestar» en Europa. ¿Qué repercusión tienen las políticas basadas en una dieta sana?

Afectan sobre todo a la creación de los sistemas nacionales de salud, cuyo primer ejemplo y paradigma es Gran Bretaña, que incluyeron las políticas nutricionales. En general, se dio un desarrollo normativo en torno al derecho universal a la alimentación y la supervivencia, que aparece reconocido en las constituciones (al igual que la salud o la vivienda). Hay también políticas públicas en relación con la dieta, aunque las dinámicas de desarrollo económico hacen que estas políticas estatales no resulten tan necesarias. Ahora bien, nos referimos a Estados Unidos, Europa occidental y Japón. En la España franquista se generan planes de desarrollo donde las políticas de nutrición son importantes (sobre todo, con la colaboración de la sección femenina de la Falange, que insiste en el papel del ama de casa).

-El estudio que realizas en el libro alcanza hasta 1960. ¿Qué ocurre hasta entonces?

En los años 30 comienza un proceso muy destacado de industrialización alimentaria. Se pasa de adquirir leche en la lechería, a la persona que directamente la obtiene de la vaca, a la industria láctea, de los quesos, chocolate, etcétera. Hay unas elites políticas y económicas muy interesadas en el desarrollo de la investigación, ya que ésta genera procesos de industrialización. En consecuencia, se abarata el precio del pan, de los productos del campo, las conservas, pero también la conservación y refrigeración de alimentos (después de la segunda guerra mundial se extienden al ámbito doméstico las neveras). Hay, en fin, una simbiosis entre «ciencia, mercado y política», el título de un libro del investigador Dominique Pestre.

-¿Puedes poner algún ejemplo de corporaciones de la industria alimentaria en la época?

El señor Kellogg crea una industria de cereales en los años 30, como consecuencia de la crisis, que perdura hasta hoy. Ve la oportunidad de negocio en la venta de cereales baratos a la gente. De hecho, aplica la mercadotecnia a la venta de copos de avena, y se hizo multimillonario. De origen suizo, Nestlé se extiende también en los años 30 en el ámbito de los productos infantiles de leche «maternizada» o chocolate, con la garantía de estudios científicos. Otro ejemplo podría ser el de sopas Liebig, que toman el nombre de este fisiólogo alemán de la nutrición. Se trata de sopas de sobre, baratas y precocinadas, que también podían adquirir las clases populares en los años 30.

-En el libro destacas el papel de los campos de concentración para las investigaciones nutricionales (entre finales de los años 30 y la década de los 50)

Actuaron como laboratorios clínicos para identificar las deficiencias nutricionales y extraer consecuencias científicas. Hubo médicos alemanes y estadounidenses que se dedicaron a ello. Ocurrió con el nazismo, pero también en los campos de internamiento del sur de Francia durante la segunda guerra mundial, con los republicanos españoles (allí, médicos de organizaciones de ayuda internacional -Cruz Roja, Socorro Rojo, grupos de cuáqueros- obtenían información sobre la malnutrición en condiciones extremas). Se realizaron estudios sobre los efectos negativos de la inanición en el deterioro de órganos.

-¿Qué importancia atribuyes a la publicidad y la mercadotecnia?

Sobre todo en los años 40 y 50, con el «boom» de la industria alimentaria, aparecen los anuncios, primero, con un lenguaje pretendidamente científico en las revistas y en la radio. Se utiliza el discurso nutricionista para aumentar las ventas. Por ejemplo, el mercado y las empresas utilizan mucho la idea de las vitaminas en relación con los productos infantiles. Después este proceso se extiende al conjunto de la población. En los últimos 20 años, se desarrollan los elementos «funcionales», es decir, productos naturales con aditivos en muchos casos sin justificar (por ejemplo, la leche con Omega tres).

-¿De qué modo afecta la globalización capitalista a la alimentación?

La globalización capitalista implica desregulación y en ningún caso da lugar a un equilibrio entre producción y acceso a los alimentos. Se trataría, por tanto, de planificar la producción, ya que hay alimentos suficientes para todos. Sin embargo, el problema es que la distribución no resulta equitativa. Dicho de otro modo. Mientras primen los criterios de mercado, siempre se padecerá hambre en el mundo. Es un problema sistémico: no hay un criterio democrático universal que priorice el acceso a los recursos.

-Por último, ¿existen alternativas?

Con la estructura capitalista actual, es imposible que no se generen hambrunas y que haya gente que muera de hambre. Desde el punto de vista científico y de la salud, se sabe perfectamente cómo hemos de alimentarnos para llevar una vida sana; y desde el punto de vista de la producción agrícola y ganadera, tenemos la oportunidad de alimentar a todo el mundo. ¿Por qué se producen las hambrunas? Dependen de los movimientos especulativos y de las fluctuaciones de la producción.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.