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Reseña de Hay que cambiar el mundo, de Jean Ziegler, Madrid, Editorial Foca, 2018, 252 páginas (traducción de Milena Costas Trascasas)

¿Con quién no se sentaría el justo para ayudar a la justicia?

Fuentes: El Viejo Topo

Conviene empezar con la anécdota, que es mucho más que una anécdota, que muchos de ustedes recordarán. «Un día, en marzo de 1964, un cubano de apellido Pérez, perteneciente a la agencia de noticias Prensa Latina en Praga, Checoslovaquia, me comunicó que el Comandante Guevara iría pronto a Suiza. En su condición de ministro de […]

Conviene empezar con la anécdota, que es mucho más que una anécdota, que muchos de ustedes recordarán. «Un día, en marzo de 1964, un cubano de apellido Pérez, perteneciente a la agencia de noticias Prensa Latina en Praga, Checoslovaquia, me comunicó que el Comandante Guevara iría pronto a Suiza. En su condición de ministro de Industrias, fue al frente de una delegación de 12 compañeros a la I Conferencia Mundial del Azúcar, auspiciada por la ONU. «Pérez, de unos 60 años, había sido militante del Partido Socialista Popular (PSP) aquí en la Isla. Me dijo que Cuba no tenía una embajada ni un consulado en Ginebra y me preguntó si podía ayudar en algo a la delegación cubana. «Como tenía un carro marca «Mini Morris», la ayuda fue convertirme en chofer del Che durante 13 días completos. Él y sus compañeros se hospedaron en el hotel Intercontinental, ubicado junto a la colina del Grand Saconnex. Los cubanos vivían muy modestamente, cuatro por habitación. El Comandante Guevara me dijo que su madre, doña Celia, se pasaba algunos días en Chamonix, célebre aldea de Francia, al lado del Monte Blanco, el pico más alto de Europa, y un domingo quiso que lo llevara a conocer esos lugares.

«Puedo decirle que durante los 12 días hablamos mucho. Él iba sentado a mi derecha, y detrás dos compañeros, supongo que de su seguridad personal. Mi viejo «Mini Morris» se portó muy bien en esos recorridos. Él nunca me pidió sentarse al timón.

«En ese tiempo en que le manejé -y que no podré olvidar nunca- me hizo cientos de preguntas. Sentía mucha curiosidad por todo lo de Suiza y, en particular, por Ginebra: su historia, su geografía, la cultura, la política y la economía.

«Me preguntó sobre el imperio de los bancos suizos, la Internacional Socialista, la ONU, la constitución. Y quería saber acerca de la primera revolución burguesa, la Calvinista, de 1535. Al parecer el Che no la conocía suficientemente. Solo respondía a sus preguntas. Yo sencillamente era un pequeño burgués sentado a su lado. Trataba de darle respuestas precisas. Se interesó también por la literatura francesa, por Jean Paul Sartre. Es importante decir que nunca discutimos. Lo traté con sumo respeto y admiración.

«Durante aquella estancia vi que un africano entraba a la habitación del hotel donde estaba el Che. Era un pequeño hombre con una barba. En ese momento no sabía quién era. Después supe que era un prestigioso revolucionario de Zanzíbar, Mohamed Babu. Quizá en ese hotel de Ginebra donde estuvo el Comandante Guevara, se establecieron contactos importantes relacionados con su misión en África.

«Antes de llevarlo en el carro para tomar el tren hacia Praga, me llené de valor y le pedí: «Comandante, quiero ir con usted». Se acercó al borde de una ventana del hotel y me señaló la ciudad, era de noche. Me dijo: «¿Ves esta ciudad?». Desde nuestra colina veíamos los anuncios publicitarios de bancos, tiendas, joyerías, de hoteles de lujo…

«»Sí, Comandante», le respondí… Y me comentó: «Bueno, aquí está el cerebro del Monstruo…, donde tú naciste es aquí y es aquí donde tú debes combatir»». Me sentí lastimado, herido, subestimado tal vez, porque pensé que me consideraba un pequeño burgués inútil, incapaz. El Che no pronunció una palabra más.

Los versos de Brecht, que abren el libro del exrelator especial de la ONU para el Derecho de alimentación (2000-2008), resumen probablemente la idea central que Jean Ziegler [JZ], actual vicepresidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, intenta transmitir y argumentar en su nuevo libro, un ensayo en el que en muchas ocasiones no se corta ni un pelo y deja al margen el lenguaje diplomático. Un ejemplo. Dominada durante mucho tiempo por los persas, afirma, y después por los otomanos, «la península Qatar no es más que una inmensa llanura seca, cubierta de arena. Cerca de 1,8 millones de trabajadoras y trabajadores inmigrantes, provenientes principalmente de Bangladesh, del norte de la India y de Nepal, hacen funcionar su economía. La jequesa y su hijo, el emir actual, los tratan como si fuera esclavos. A su llegada, los emigrantes deben dar su pasaporte en depósito. Los trabajadores domésticos sufren innumerables abusos sexuales, accidentes laborales, maltratos… Los patrones qataríes ejercen un derecho de vida y muerte sobre sus esclavos extranjeros» (p. 11). También esta consideración: «La ‘tercera guerra mundial’, cuyas principales víctimas son los pueblos del hemisferio sur, ha comenzado hace ya mucho tiempo» (p. 15).

Este es un libro, se afirma en la contraportada, demoledor en su crítica y amargo «en la constatación de la actual postración de la ONU, aunque con un mensaje final que insufla ánimos para continuar no bajar la guardia en la constante lucha por la libertad y la justicia». Vale la pena recoger esta idea-fuerza porque es central en la argumentación expuesta. O en afirmaciones como la siguiente: «Por mucho que las conciencias colectivas puedan estar hoy alienadas a causa de la mentira neoliberal que infunden las oligarquías reinantes, en todas ellas está presente la idea de una identidad común, compartida por todos los seres humanos» (p. 15). Para JZ, un claro defensor del esperancismo, cuando más dominan el horror, la negación y el menosprecio hacia el prójimo en el mundo, «más crece ce la esperanza». La insurrección de las conciencias está próxima en su opinión; otra vez.

No es función de este lector, en esta ocasión (la admiración por la extensa y larga obra teórica y práctica del autor, un socialdemócrata honesto, que suele mirar y sentir con los ojos de los condenados de la Tierra, navega en sentido contrario), indicar las diferencias y ligeras inconsistencias que pueden señalarse en este libro de muy útil lectura, más allá de acuerdos o desacuerdos puntuales. Por ejemplo, ¿no es demasiado generoso JZ cuando habla de «la utopía que concibieron Roosevelt y Churchill en 1941, una organización susceptible de regular los conflictos internacionales y de asegurar el mínimo vital a los pueblos del mundo»? ¿No se idealizan en exceso aquellos acuerdos, que juegan además un papel importante en la tesis, en las posiciones defendidas? Así lo expresa él mismo: «Un libro puede ayudar a desenmascarar al enemigo, a liberar las conciencias, a sembrar el viento. Pero son los pueblos los que, en el mañana, destruirán el orden mortífero del mundo y harán reflorecer la esperanza que nació entonces, en 1941» (p. 18).

La temática del libro: en nombre del renacimiento de la ONU, ahora moribunda señala JZ, su libro pretende armar a los hombres y a las mujeres de buena voluntad. Su plan: 1. El primer capítulo habla del orden caníbal del mundo actual -la práctica mortífera de los fondos buitre se presenta como síntoma claro de dicho orden- y «recuerda que los objetivos de a ONU se ha fijado para subvertirlo a través de la Agenda 2030» que fue adoptada en 2016. 2. El segundo capítulo es autobiográfico: hace balance de los combates que ha librado, de sus victorias, de sus derrotas y «de los que nos esperan y tendremos que librar juntos». 3. El tercero y el cuarto recuerdan los principios fundacionales de la ONU y su génesis histórica. 4 El quinto explica sucintamente los fundamentos ideológicos de la estrategia imperial en el ámbito geopolítico. 5. Los capítulos sexto y séptimo se centra en el papel de los cascos azules. 6. El octavo se centra en la Sociedad de Naciones «cuyo fracaso todavía hoy obsesiona a los dirigentes de la ONU, incluido yo mismo». 7. El noveno se titula «Palestina». El postfacio lleva por título: «Estos combates que ganaremos juntos». Con sus palabras: el capítulo de conclusión dirá en qué consiste la tarea de cada uno de nosotros. Sus palabras de cierre: «Mahatma Gandhi nos muestra el camino: «Primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan, entonces ganas».

¿Dónde reside la esperanza para JZ? Entre otras cosas: en el proyecto de rehabilitación de la ONU y en la puesta al día de los instrumentos de lucha que la misma proporciona.

Falta un índice analítico y en la solapa interior del libro se afirma que Jean Ziegler es autor de diversos libros «entre los que se encuentran varios bestsellers mundiales». No es eso. Nada que ver con la sentida dedicatoria de este libro ni con la honradez poliética, nada mercantilista, del autor.

 

Fuente: El Viejo Topo, n. 374, marzo de 2019, pp. 76-77.