Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
«Los ‘civilizados’ han engendrado a los desventurados de forma totalmente deliberada y despiadada, y no hacen el menor intento por cambiar el statu quo; son responsables de masacres y esclavitud; dejan caer sus bombas sobre niños indefensos dónde y cuándo ellos deciden que sus ‘intereses vitales’ están amenazados y no retroceden a la hora de torturar a un hombre hasta la muerte; por tanto, resulta difícil tomar en serio a toda esa gente cuando habla de la ‘santidad’ de la vida humana o de la conciencia del mundo civilizado». (James Baldwin)
He sido testigo del espectáculo de la arrogancia eurocéntrica en muchas ocasiones durante mis largos años de lucha y resistencia ante el dominio y deshumanización colonial/capitalista. La grotesca versión del siglo XXI acerca de la «carga del hombre blanco», que afirma que la comunidad internacional (léase Occidente) tiene la «responsabilidad moral y legal de proteger» es un ejemplo actual; la aceptación generalizada por parte de muchos en Occidente de que sus gobiernos tienen derecho a emprender guerras permanentes contra «los otros» que habitan en el planeta a fin de mantener el orden internacional, su orden, es otro ejemplo.
Sin embargo, cuando ya pensaba que lo había visto todo, se produce el ataque a la publicación racista islamófoba de Charlie Hebdo. Aunque no debería sentirme sorprendido, me he quedado totalmente sobrecogido ante la absoluta arrogancia egocentrista y santurrona de Occidente.
Los millones de personas que acudieron el 11 de enero afirmaban estar manifestándose en solidaridad con las víctimas de Charlie Hebdo y contra el terrorismo. A ellos se unieron dirigentes políticos de toda Europa, Israel y otras partes del mundo; ese mismo fin de semana que se supo que 2.000 nigerianos podían haber perdido la vida a manos de Boko Haram, otro grupo extremista musulmán.
Seguramente que habría expresiones de solidaridad con los supervivientes de Nigeria en una concentración que pretendía oponerse ostensiblemente al terrorismo y defender la santidad de la vida. Pero esas expresiones de solidaridad nunca llegaron. En realidad, si tenemos en cuenta la atención que la masacre recibió en la prensa occidental, fue como si no se hubiera producido nunca.
Está claro que para Europa hay una agenda diferente a la hora de manifestarse, y una serie diferente de preocupaciones. El pueblo de Francia se movilizó para defender lo que consideran un ataque contra la civilización occidental. Sin embargo, los sucesos de París no debían enmarcarse en un ataque existencial contra los imaginados valores del Occidente blanco y liberal. Aportar algo de contexto y efectuar algunas vinculaciones políticas podría haber sido beneficioso para tratar de entender lo sucedido en el país, también un procedimiento político para avanzar más allá de la mera apelación al chovinismo racial.
El ataque podría haber motivado un diálogo honesto de cómo transcurre la vida diaria contemporánea de los musulmanes en Francia y podían haberse considerado las políticas francesas en diversas naciones árabes y musulmanas. Podía haberse examinado la relación entre la aparición del islamismo radical y su conexión con las actividades de varias ramas de los servicios de inteligencia franceses. Una discusión abierta podía haber enmarcado los hechos como una operación clásica de represalia consecuencia de la militarización del wahabismo radical como herramienta del poder occidental desde finales de la década de los setenta hasta su actual asignación en Siria. Pero a estas ideas no se les concedía foro alguno en ese escenario masivo.
Je Suis Charlie: Las vidas europeas han importado siempre más que las de los demás
El lema Je Suis Charlie, como tantos de esos motivos publicitarios sin sentido destinados a apelar a lo inconsciente e irracional, tiene que tener, sin embargo, puntos de referencia culturales, significados culturalmente arraigados que evocan el deseo de comprar un producto o, como en este caso, que se identifican con una civilización imaginada. No importa que la supuesta superioridad de la civilización occidental y sus valores se base en mitos y mentiras elaboradas, sigue siendo la base de la identidad blanca interclasista y transnacional.
La identidad blanca está tan poderosamente inculcada, al mismo tiempo que invisibilizada, que la identificación no se ve como esas imprescindibles ideas políticas identitarias que se supone asume la gente de color, sino que se trata de ser sólo «humano». Y como presenciamos ese fin de semana y a través del mundo colonial, la identificación con la blancura no está limitada a la asignación racial o nacional.
En este corto ensayo no es necesario abordar siquiera la naturaleza contradictoria de la autocomprensión europea, ni cómo esa autopercepción está totalmente desconectada de la práctica ni de cuánta gente en el mundo ve los 500 años de hegemonía europea como una pesadilla interminable.
Sin embargo, para la gente que cree que la simple afirmación de que las vidas de color importan y de que el «progreso racial» se conseguirá mediante una reforma legislativa progresiva derivada de una mejor comprensión del lesivo impacto de las prácticas discriminatorias raciales, las expresiones descontroladas de solidaridad blanca y los privilegios de las vidas de los blancos deberían suponer una llamada de atención.
En Francia se ha venido denigrando durante décadas la humanidad y culturas de árabes y musulmanes. El reconocimiento total de la humanidad de árabes y musulmanes ha tenido siempre un coste: se exige que árabes y musulmanes se «asimilen» a los mímicos estilos de vida franceses, que adopten la lengua, los valores y la visión del mundo que tienen sus cosmopolitas patrones. Las generaciones de mayor edad de individuos totalmente colonizados se sometieron ellos mismos a ese degradante ritual, pero las últimas generaciones consideran ese requerimiento como un ataque colonial a su forma de ser y están resistiéndose.
La arrogante falta de respeto frente a las ideas y cultura de los pueblos no europeos es lo que ha inspirado la prohibición francesa a llevar el niqab y otras indumentarias veladas tradicionales de las mujeres musulmanas y es sólo un ejemplo del trato discriminatorio generalizado hacia los árabes y musulmanes en Francia. En ese contexto, al clamoroso desprecio e ignorancia de Charlie Hebdo hacia otra religión, escudados en un absoluto compromiso con la libertad de expresión que les da la inmunidad blanca, se suma ahora la campaña de Je Suis Charlie, orquestada en nombre de la defensa de los valores de la civilización liberal occidental.
Lo que significa para muchos de nosotros, en la comunidad negra, es que Je suis Charlie se ha convertido en un soniquete superficial para justificar la deconstrucción de los no europeos, y para ignorar los sentimientos, valores y puntos de vista de los racializados «otros». En resumen, Je Suis Charlie se ha convertido en un arrogante grito de guerra por la supremacía blanca que tuvo su eco en la marcha del poder blanco del domingo en París y en la popularidad de la nueva edición de Charlie Hebdo.
Bajo el sistema capitalista/colonial de la supremacía blanca es imposible que pueda existir un marco ético compartido. Profundamente arraigado en la psique europea y en las contradicciones de sus tradiciones «humanistas», para ser considerado completamente humano había que reunir determinados requisitos y la igualdad no fue siempre sino un concepto variable.
El contradictorio marco ético que informa la visión del mundo de los parisinos se basa en la división colonial de la humanidad que surgió del movimiento humanista liberal del siglo XVIII. Esta tradición permitía que la humanidad se dividiera entre los pueblos considerados completamente humanos, con derechos que debían respetarse, y los pueblos relegados a no ser considerados como tales. Por tanto, uno podía apoderarse de sus tierras y esclavizarlos y asesinarlos a voluntad.
La valoración de la vida blanca por encima de todo lo demás es un componente fundamental de la supremacía blanca y no se limita a los pueblos que podrían definirse como blancos. Esa es la razón de que a nadie le importen las familias que lloran a sus seres queridos en Nigeria y que nadie se manifieste en su apoyo. Esa es la razón por la que la violencia antiárabe y antimusulmana ha estallado por toda Francia, sin embargo, la única mención recogida en la prensa occidental es el supuesto temor de la comunidad judía. ¡Y esa es la razón por la que, tras el ataque en Baqa, las autoridades nigerianas se quedaran mucho tiempo silenciosas hasta que el Presidente nigeriano Goodluck emitió finalmente un comunicado sobre el terrorismo en el que condenaba enérgicamente el ataque en París!
Ajamu Baraka es un activista por los derechos humanos, coordinador y analista geopolítico. Baraka es investigador asociado en el Institute for Policy Studies (IPS) de Washington D.C. y editor y columnista colaborador de Black Agenda Report. Colaboró en el libro «Killing Trayvons: An Anthology of American Violence» (CounterPunch Books, 2014. Su página en Internet es: www.AjamuBaraka.com
Fuente: http://www.counterpunch.org/2015/01/15/european-lives-have-always-mattered-more-than-others/