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Concentración mediática, ideología unica y Democracia de baja intensidad

Fuentes: El Siglo

Cuando recibí el encargo de participar en este panel, pensé que me sería difícil encontrar un ángulo nuevo en un tema tan discutido, y en el que he incursionado tantas veces. Pero la verdad es que hay tanta información disponible -reflejo de la importancia del tema- que no me costó mucho trabajo encontrar nuevos antecedentes […]

Cuando recibí el encargo de participar en este panel, pensé que me sería difícil encontrar un ángulo nuevo en un tema tan discutido, y en el que he incursionado tantas veces. Pero la verdad es que hay tanta información disponible -reflejo de la importancia del tema- que no me costó mucho trabajo encontrar nuevos antecedentes para sustentar una ponencia.

Aclaro: nuevos antecedentes, pero el diagnóstico sigue siendo el mismo, a saber:

a) En el Chile de principios del siglo XXI, experimentamos una concentración en la propiedad de los medios de comunicación, como nunca antes en la historia.

b) Es un fenómeno de alcance mundial, empotrado en la globalización neoliberal.

c) Es un fenómeno que tiene matemático correlato con la concentración en la propiedad de los medios de producción, al punto que es difícil determinar donde empieza uno y donde termina el otro. De hecho, sin el sustento de la ideología única, posibilitada por el control de los medios, hubiese sido difícil, sino imposible, la fabulosa acumulación de la oligarquía transnacional; al tiempo que esa acumulación requiere imperiosamente una legitimación que sólo un sistema mediático concentrado hasta lo inconcebible, puede suministrar.

d) Es, simultáneamente, un fenómeno que tiene dialéctica correlación con la calidad de la democracia. No cuesta demostrar que a mayor concentración de los medios, menor calidad de la democracia real en cualquier sociedad dada.

e) Y como siempre, el único camino para enfrentar la agobiante ideología única del agobiante sistema neoliberal es la lucha más decidida. En el terreno particular de las comunicaciones, lucha para hacer conciencia sobre el crucial papel de los medios de comunicación en el esquema dominante, y para mantener y ampliar los espacios de comunicación alternativos. Lucha que, necesariamente, debe imbricarse en la lucha mayor por el cambio de sistema.

Dimensiones del problema

Entre los nuevos antecedentes que encontré, está el trabajo Concentración del mercado de los medios, pluralismo y libertad de expresión, de los autores Osvaldo Corrales y Juan Sandoval, elaborado al alero del Centro de Estudios de la Comunicación de la Universidad de Chile. Es un poco más actual que el trabajo «Concentración Económica de los medios de comunicación», publicado en 2001, de los autores Guillermo Sunkel y Esteban Geoffroy, que he citado en ocasiones anteriores. De hecho, está suscrito en 2005, pero los datos están actualizados a 2003. Igual es importante la cita porque son escasos los estudios sistemáticos sobre la materia.

Partamos por la cuantificación de la prensa escrita. Cito textual:

«En la actualidad y de acuerdo a datos de la Asociación Nacional de Prensa (ANP), en Chile existen un total de 90 publicaciones periódicas de las cuales 56 corresponden a diarios, es decir, a publicaciones que se editan al menos 4 veces a la semana y las 34 restantes a semanarios, quincenarios y otras revistas con periodicidad diversa.

De los 56 diarios existentes 9 son nacionales, 45 son regionales o locales y dos son gratuitos. Los diarios con alcance nacional son: El Mercurio, Las Últimas Noticias, La Segunda, La Tercera, La Cuarta, La Nación, Estrategia, El Diario Financiero y el Diario Oficial; los diarios gratuitos son: Publimetro y La Hora (que cuenta con una edición matutina y otra vespertina), el resto corresponden a diarios regionales y/o locales».

Las empresas más importantes de Chile en lo que a producción de diarios se refiere son sólo dos: el grupo de empresas El Mercurio y el Consorcio Periodístico de Chile Sociedad Anónima (COPESA). A ellos puede sumarse, aunque muy por detrás, la empresa estatal La Nación.

Sin lugar a dudas y desde todo punto de vista, la más importante de las mencionadas es el grupo El Mercurio: posee la más vasta tradición dentro del ámbito local (uno de sus diarios, El Mercurio de Valparaíso, se encuentra entre los más antiguos de habla hispana), controla la mayor cuota del mercado y concentra algunos de los medios más influyentes de la plaza.

Desde un punto de vista formal, dicho grupo opera a través de cuatro empresas.

1. El Mercurio SAP., dueña de 3 diarios: El Mercurio y Las Últimas Noticias, de alcance nacional; La Segunda, de alcance metropolitano, y de las revistas Paula y Dato Avisos;

2. La Sociedad Periodística El Norte S.A., dueña de 8 diarios: La Estrella de Arica, La Estrella de Iquique, El Mercurio de Antofagasta, La Estrella del Norte, El Mercurio de Calama, La Estrella del Loa, La Prensa de Tocopilla y El Diario de Atacama.

3. El Mercurio de Valparaíso S.A.P., dueña de 3 diarios: El Mercurio de Valparaíso, La Estrella de Valparaíso y El Líder de San Antonio; y

4. La Sociedad Periodística Araucaria S.A., dueña de 7 diarios: El Diario Austral de Temuco, Renacer de Arauco, Renacer de Angol, El Diario Austral de Valdivia, El Diario Austral de Osorno, El Llanquihue de Puerto Montt y la Estrella de Chiloé.

De esta forma, el grupo en su conjunto controla 2 de los 8 diarios de circulación

nacional, 1 de los cuatro diarios zonales y 18 de los 45 diarios regionales, lo que le permite tener presencia en 14 grandes ciudades y/o provincias de Chile, siendo la única empresa de la prensa escrita chilena que compite con productos tanto a nivel nacional como regional.

A pesar de que cada una de esas cuatro sociedades anónimas está conformada, a su vez, por distintas sociedades que detentan un porcentaje variable del accionariado, casi todas esas sociedades son propiedad de la familia Edwards y en ellas figura como accionista principal su patriarca, Agustín Edwards Eastman, por lo que puede afirmarse sin ambages que es él quien controla el grupo, aunque eventualmente delegue algunas responsabilidades en terceras personas, por lo general miembros de su propio clan.

El segundo grupo en importancia dentro de nuestro país es el Consorcio Periodístico de Chile Sociedad Anónima (COPESA). Fundado por la familia Picó-Cañas, en la actualidad edita los diarios nacionales La Tercera y La Cuarta, los diarios zonales de distribución gratuita La Hora y La Hora de la Tarde y la revista quincenal Qué Pasa.

Aunque la composición accionarial del consorcio se encuentra mucho más atomizada que en el caso del grupo Edwards, no por ello resulta menos relevante desde el punto de vista del peso económico-político de sus co-propietarios. Los porcentajes de participación en este Consorcio se distribuyen de la siguiente manera: Prohabit Inversiones S.A. (16,6%), Inversora Inmobiliaria Centenario (16,6%) e Inversiones Industriales S.A. (16,6%), todas representadas por Juan Carlos Latorre Díaz; Inversiones San Carlos S.A. (16,6%) representada por Alex Abumohor Lolas; Inversiones Antillanca (16,6%) representada por Alberto Kassis Sabag y Gasa S.A. (16,6%) representada por Clío Kipreos García. En relación con la propiedad del este consorcio resulta interesante constatar que cuando se analiza con más detalle la composición de los directorios de cada una de las empresas que figuran como accionistas, comienzan a aparecer otros nombres igualmente relevantes como los de Sergio de Castro o Miguel Ángel Poduje».

Hasta aquí he citado el trabajo mencionado, de manera textual. Lo hago, obviamente, para orillar la acusación de parcialidad, puesto que jamás he ocultado mi opinión sobre este tema, la cual obviamente no es neutral.

Pero quiero puntualizar, que Alvaro Saieh, militante de la UDI y capitoste de un poderoso grupo empresarial con intereses transversales, le compró a Sergio y de Castro y Juan Carlos Latorre Díaz su parte en COPESA, y por lo que entiendo, ha continuado incrementando su participación accionaria, de forma que hoy ocupa una posición en el consorcio comparable a la de Agustín Edwards.

Continúo con la cita del estudio de Corrales y Sandoval:

«Un análisis de la forma en que se distribuye la circulación de diarios entre las empresas periodísticas que compiten en nuestro país, nos permite apreciar que, en lo que se refiere a los matutinos de circulación nacional, los dos principales conglomerados que conforman el núcleo oligopólico del sector controlan el 99% del total mercado, distribuidos en un 53% para el grupo El Mercurio y un 46% para COPESA, correspondiendo el 1% restante al diario La Nación. (…) Si a estos totales se suman el vespertino La Segunda y los diarios de distribución gratuita Publimetro y La Hora en sus dos ediciones, los resultados se modifican levemente a favor de COPESA debido a que es la que más diarios entrega gratuitamente, quedando la distribución porcentual como sigue: 47% para COPESA, 41% para El Mercurio, 11% para Publimetro y 1% para La Nación.».

Según este estudio, el promedio semanal de ventas en kioscos es el siguiente:

Las Ultimas Noticias : 159.883 ejemplares

La Cuarta: 134.991 «

El Mercurio: 134.577 «

La Hora: 131.000 «

La Tercera: 122.943 «

Publimetro: 87.667 «

La Segunda: 34.563 «

La Hora de la tarde: 31.000 «

La Nación: 6.053 «

El promedio de La Nación aparece mermado, porque faltan datos del domingo, su día más fuerte, mientras que los dos diarios financieros, teóricos campeones de la «transparencia», no entregan datos de circulación.

Muy a grosso modo, a partir de estos datos, con fuente en Megatime, el grupo Edwards tiene un 51% de participación de venta de ejemplares en los días hábiles y un 58% el domingo; COPESA alcanza un 41% parejo y La Nación el 1%. Individualmente, El Mercurio tiene el 29,6% de la venta semanal, contra un 23,6% de La Tercera.

Analicemos ahora lo que ocurre en el reparto de la torta publicitaria en la prensa escrita, que como sabemos, constituye la mayor fuente de financiamiento de los medios de comunicación en la era del mercado.

Según el estudio que estamos siguiendo, entre enero y noviembre de 2003, del 29% de la participación de la publicidad en medios escritos, El Mercurio, con un 26,8% de la circulación, obtuvo 8.142.455 de Unidades de Fomento, o sea, el 51,5% de la inversión publicitaria; La Tercera, con un 23,6% de circulación obtuvo 2.400.125 UF; equivalentes al 15,2%, y Estrategia, que no entrega datos de circulación, obtuvo 1.077.337 UF, o sea, el 6,8%.

Interesante es el caso de los diarios que acreditan mayor circulación.

Las Ultimas Noticias, con 159 mil ejemplares diarios de promedio, 25 mil más que El Mercurio, obtuvo 1.005.609 UF, es decir, el 6,4% de la inversión publicitaria, caso análogo al de La Cuarta, segunda circulación nacional, que con 134 mil ejemplares, obtuvo 341.133 UF, equivalentes al 2,2% de la torta.

Por monopolios, el grupo Edwards concentra el 61% de la inversión publicitaria, mientras que COPESA, se queda con el 19,8%. La torta se completa con el 6,8% de Estrategia, el 6,5% de Publimetro, el 4,9% de El Diario Financiero y el 1,2% de La Nación.

Cualquiera puede darse cuenta que esta estructura de financiamiento no puede sino reproducir en forma recursiva, y por tanto reforzar, la lógica de la concentración de los medios de comunicación.

Se podrá argumentar, bueno, las empresas son dueñas de avisar donde se les de la gana. Pero lo sorprendente es que la misma lógica opera en el caso de la publicidad estatal.

En este punto me cambio de caballo, y voy al estudio Análisis Distribución Avisaje Publicitario de las Empresas Estatales, Años 2004 Y 2005; del Observatorio de Medios FUCATEL.

«El año 2005, la inversión publicitaria del gobierno, los ministerios y el Ministerio Público, fue 6.827.862 millones de pesos, que se desglosan en 4.210.016 millones en televisión; 1.220.126 millones en prensa; 241.898 en vía publica y 156.622 en Metro».

La publicidad estatal en prensa escrita se desglosa en 614.670 millones en el diario El Mercurio (40,7%); 483.582 millones en el Diario La Nación (32%); 289.745 millones en Las Ultimas Noticias (19,2%) y 120.969 en la Tercera (8%).

En el mismo año la inversión publicitaria de los Servicios Públicos en prensa escrita registraron 440.640 millones en El Mercurio (71%); 123.366 millones en La Tercera (19%); 31.846 en Las Ultimas Noticias (5,1%) y 22.515 en La Nación (3,6%).

Las empresas del Estado consignadas en el informe, BancoEstado y Polla registran 537.707 millones en El Mercurio (34,2%); 529.636 millones en La Tercera (33,7%); 404.464 en Las Ultimas Noticias (25,7%) y 96.740 millones en La Nación (6,1%).

En resumen, el año 2005, El Mercurio recibió del conjunto del sector público, 1.593 millones de pesos, equivalentes aproximadamente a 3 millones de dólares, y un 43,1% de la participación de la publicidad estatal. La Tercera, recibió 773.971 millones de pesos, 1.4 millones de dólares y un 20,9%; Las Ultimas Noticias, 726.055 millones de pesos, 1,3 millones de dólares y un 19,6%, y La Nación, 602.837 millones de pesos, 1,1 millones de dólares y 16,3% de participación.

No quiero seguir mareándolos con cifras, pero para demostrar que cuando hablamos de exclusión, no lo hacemos en vano, les puedo contar que en el mismo período, El Siglo percibió 600 mil pesos por concepto de publicidad estatal. O sea, el 0, 033% de El Mercurio, o si lo prefieren, 2.655 veces menos.

Fenómeno universal

En algún minuto pensé que esta concentración en la propiedad de los medios de comunicación, y su decisiva influencia en la preparación del clima para justificar el golpe de Estado eran particularidades del caso chileno.

Pero como dicen los españoles, chabolas.

Tuve la invalorable oportunidad de asistir al Coloquio Internacional Memoria y Futuro: Cuba y Fidel, en el Palacio de las Convenciones de La Habana, evento articulado en torno a la celebración de los 80 años de Fidel. En ese coloquio, asistí a un panel sobre medios de comunicación, con la participación, entre otros, de Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, y Armand Mattelart, prestigiado estudioso de las comunicaciones.

La conclusión central es la que les decía al principio: la concentración en la industria de las comunicaciones es un fenómeno de alcance global.

Ramonet, por ejemplo, partió con el ejemplo del ciudadano Kane, que como sabemos, era una parodia de William Randolph Hearst, magnate de las comunicaciones de fines de siglo XIX.

Con ingenuidad algo chauvinista, alguna vez creí que la actuación de El Mercurio y Canal 13 en la preparación del golpe del 73 era una marca nacional, una suerte de especialidad de la casa. Pamplinas. La manera como los diarios de Hearst manipularon a la opinión pública norteamericana para justificar la guerra contra España de 1898, y la subsecuente invasión de Cuba, deja la conspiración de Mr. Edwards a la altura de balbuceos pueriles.

Cito a Ramonet, un intelectual honesto y progresista, pero al cual nadie podría calificar de extremista, maximalista, ni siquiera de marxista:

«Kane era propietario de algunos periódicos en un solo país. Hoy, una empresa, un propietario que controla varios periódicos en un solo país realmente no le daría miedo a nadie en el mundo. El problema es que se trata de una concentración en la mayoría de los sectores de la información, es decir, texto, imagen y sonido, en radio, televisión, prensa escrita, etc., pero también de las esferas de la cultura de masas en general, es decir, juegos de computación, cine, televisión, música, etc, y evidentemente, también Internet, donde cada vez más se reproduce este fenómeno, y a escala planetaria.

Estos grandes grupos mediáticos, multimediáticos, polimediáticos, son actores de la globalización y en ese sentido, esencialmente, estructuralmente, lo que difunden es la idea de que el mercado es bueno para todo el mundo, y que en la gran batalla actual que caracteriza al mundo de hoy, que es la batalla del mercado contra el Estado, esa masa de medios, en todos los sentidos, está trabajando la idea de que cuanto más mercado y menos Estado, mejor; cuanto más sector privado y menos sector público, mejor. Entonces, evidentemente todo lo que va en el sentido de defender estas ideas, encuentra un lugar natural en el espacio de información de ese conjunto de medios. De esa manera lo económico finalmente tiene un efecto retórico. Lo económico acaba por corregir el texto de la información, en general, cualquiera que sea su vía de expresión, Internet, televisión, radio, o prensa escrita. Impone un solo discurso, una sola voz, y no permite la expresión de voces que sean opuestas al discurso dominante».

Cito ahora, párrafos marcados de la intervención de Armand Mattelart:

«Estamos en un proceso de cambio drástico de las estructuras mediáticas, en todas partes del mundo, hacia procesos de concentración de los medios, y financiarización de las lógicas mediáticas. Un segundo punto es que los medios dominantes han entrado en lo que llamo el «paradigma de la seguridad», que se reforzó a partir del 11 de septiembre. Todos los mitos que nacieron después de la caída del muro de Berlín sobre la posibilidad de atraer y de integrar el mundo a partir del mercado tomando en cuenta las inversiones que se han hecho desde fines de la II guerra mundial, en la cultura de masas, en los aparatos culturales del imperialismo, toda esta creencia en la posibilidad del soft power, del poder blando a partir de la cultura, se cae. Se cae porque reaparece la expresión de las culturas peculiares frente al modelo único de globalización. Eso me parece fundamental porque hoy, lo que da fuerzas a la cultura son precisamente las resistencias que se anclan en las tradiciones culturales de cada pueblo. El tercer elemento es que estamos en un mundo que está vaciando los conceptos que estamos utilizando. Lo importante en la lucha ideológica de hoy es precisamente interrogar todos los conceptos que nos imponen y que finalmente están vaciados. Me parece que está emergiendo un cambio en la conciencia política sobre el papel de los medios y de la cultura en cambiar los modos de vida. Creo que hoy el desafío mayor es impedir este proceso de privatización de la cultura, de la información, de la comunicación. Me parece que estamos saliendo de dos décadas de travesía en el desierto. Durante esa travesía, se nos hizo creer que el modelo de globalización era un modelo único. Llamo a eso un periodo de fatalidad. Ese fue un periodo de desmovilización de la conciencia crítica sobre la importancia de los medios como productores de ideología. Y creo que la novedad que aparece a partir de fines de los años 90 y de principios de este siglo es que reaparece la importancia de tomar en cuenta el poder de los medios».

Concluyo esta parte, con una cita del lingüista e intelectual norteamericano, Noam Chomsky, extraída de una entrevista al diario La Jornada:

«Estados Unidos hoy es un buen ejemplo de lo que podría llamarse ‘un Estado fracasado’, pues tiene un sistema democrático formal; de hecho, una sociedad bastante libre. Pero simplemente no funciona. Ese es el resultado de una enorme concentración de poder en una sociedad que es administrada a un grado inusual por una comunidad empresarial con alta conciencia de clase. En Estados Unidos, la cultura democrática ha sido tan erosionada, una elección ofrece opciones tan reducidas que es casi de caricatura. El fundamento de una democracia es una sociedad civil que funciona, y no una que aparece sólo cada cuatro años, pero ésta apenas existe en Estados Unidos. En este contexto, los medios de comunicación juegan un papel clave, porque lo que hacen éstos y el sistema educativo es entorpecer la inteligencia y reducir la confianza en sí mismas, de las personas, a tal punto que es imposible pensar, porque las cualidades que se requieren para pensar son lo que sacan los medios y el sistema educativo de la cabeza de la gente; tanto la habilidad para pensar como la creencia de que uno tiene el derecho a hacerlo».

En mi esquema de diagnóstico, a través de estas citas creo haber aportado datos sobre la concentración de los medios, y mostrado que se trata de un fenómeno de alcance global.

Ideología única

Me propongo avanzar un paso, e incursionar en el discurso de los medios oligopólicos, cuestión que por connotaciones colaterales, demuestra el axioma de que a mayor concentración de medios de producción físicos y dispositivos ideológicos, menor cantidad y calidad de democracia.

Para ello cuento, como es habitual, con la invalorable colaboración de las páginas de El Mercurio.

No me voy a referir al papel de guaripola que desempeñó ese diario en la preparación del golpe de Estado, ni a su complicidad criminal en la violación de los derechos humanos durante la dictadura, porque ya lo he hecho en numerosas ocasiones anteriores.

Todos ustedes han sido testigos de cómo El Mercurio, desde octubre pasado, cuando se conoció el informe de Contraloría sobre Chiledeportes, lleva el pandero de la campaña de denuncias contra la corrupción, que tiene arrinconada al Gobierno, y desconcertada a la Concertación.

Como he dicho otras veces, no critico a El Mercurio por denunciar la corrupción, que por otra parte, es innegable, sino por la manipulación que hace a partir de ella. El tratamiento de la prensa de derecha a los escándalos de corrupción es sesgado, ahistórico e instrumental, en la medida en que utiliza el clásico recurso de abstraer las causas y manipular las consecuencias.

No postulo que la derecha y los medios se abstengan de denunciar los casos de corrupción. Lo que reclamo es un sistema democrático de medios de información, capaz de describir y situar el problema en sus reales dimensiones y connotaciones.

Que refresque la memoria de los chilenos y recuerde, por ejemplo, que la actual estructura institucional, sistema binominal incluído, fue el producto de un fraude originario de colosales proporciones, como lo fue el viciado Plebiscito de 1980; o que la tramposa privatización de empresas públicas, en que las autoridades que la dispusieron aparecieron inmediatamente después como compradores privados, le costó al país la friolera de seis mil millones de dólares; o que el rescate de la banca quebrada en la crisis de los años 82-83, le costó al país alrededor de siete mil millones de dólares. Es decir corrupción en serio, corrupción con clase o más bien corrupción de clase, y no corrupción a escala de ratero de conventillo, como la que distingue a la Concertación.

En la ofensiva pasada contra la corrupción del año 2003, El Mercurio llevaba la voz cantante en el denominado caso MOP-CIADE, que involucraba a la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, a un Prorrector, que aún está declarado reo, e incluso al entonces Rector. Se produjo el acuerdo Lagos-Longueira y el tema desapareció de la pauta casi por ensalmo.

El Mercurio supo sacar provecho de la oportunidad. A cambio del silenciamiento del caso MOP-CIADE, obtuvo la exclusividad de la operación de la PSU, hasta entonces en poder de La Nación.

Otro ejemplo de la mayor actualidad. Aprovechando que sus maniobras dilatorias tienen con las manos atadas al Ministro Carlos Cerda, y la composición temporal de la Quinta Sala de la Corte de Apelaciones, la defensa de Pinochet logró la revocación de todos los encausados en el caso Riggs.

De esa manera, una leguleyada procesal obtenida sobre la base de la composición temporal de una sala, donde coincidieron un ministro y un abogado integrante conocidamente pinochetistas, amenaza con terminar la investigación del más augusto caso de corrupción que conozca la historia de Chile. Sin embargo, El Mercurio lo proyecta como un hecho normal. Incluso le da tribuna al abogado Pablo Rodríguez, quién con una hipocresía digna de su pasado terrorista, «lamentó que el general Pinochet haya muerto antes de poder demostrar su inocencia y aseguró que demandará al fisco por el dinero que «erróneamente» el Estado le quitó al ex mandatario».

Ustedes se darán cuenta de la gravedad de lo que está ocurriendo.

Es tarea de la sociedad organizada impedir que se cierre el caso, y que la fortuna malhabida de Pinochet sea heredada tranquilamente por su corrupta familia.

En otro caso reciente, El Mercurio encontró alimentación para su pertinaz campaña contra CODELCO, a propósito de un informe de Contraloría, que advirtió eventuales irregularidades en la asignación de millonarios bonos a la plana ejecutiva superior, en tiempos de Villarzú.

Pero al Mercurio no le interesa resguardar los intereses de los chilenos, y de hecho, silencia que los ejecutivos de la plana superior de las mineras transnacionales ganan hasta diez veces más que la de CODELCO.

Lo que El Mercurio persigue pacientemente, pero sin pausa, es el premio mayor, vale decir, la privatización de CODELCO.

Y lo dice sin el menor rubor. En editorial del 27 de diciembre recién pasado, sostiene: «si no fuera por obvias consideraciones políticas que no desean afrontarlo, lo que realmente debería considerarse hoy es aprovechar ese proceso para vender la totalidad de la compañía al sector privado. Probablemente, nunca habrá otra ocasión más propicia para eso que ahora, cuando el ciclo de precios está tan alto».

Al Mercurio y al sector social que representa les es indiferente que CODELCO aporte cerca del 40% del presupuesto nacional. Lo que persigue su voracidad insaciable es apoderarse de ese suculento pedazo de la torta, el único que no han conseguido hasta la fecha.

La sociedad organizada tiene que estar atenta y vigilante, porque la recalcitrante posición de El Mercurio y el sector social que representa, tiene oídos aquiescentes en la actual Ministra de Minería, descarada lobysta de las transnacionales; los ministros de Economía y Hacienda, declaradamente neoliberales, e incluso el actual Presidente Ejecutivo, José Pablo Arellano, que en entrevista a El Mercurio, el 24 de diciembre, declaró lo siguiente:

-¿Consolidaría este prestigio que se constituyera en sociedad anónima? «Ayudaría y por eso he planteado cambiar el gobierno corporativo».

Concluyo esta parte, con una última cita de El Mercurio, correspondiente a una editorial de ayer:

«El fracaso de las economías centralmente planificadas proveyó de pruebas empíricas irrefutables sobre la superioridad de los mercados libres como forma de organización económica para el logro del desarrollo de los países».

Evidentemente, es un derecho de cualquier medio de comunicación promover la ideología que le parezca conveniente. Pero eso no le da derecho a mentir.

Si se habla de pruebas empíricas irrefutables, lo que demuestra el 2006 es exactamente lo contrario. Las tres economías de mayor crecimiento en el mundo, Cuba con cerca del 12%, China, con cerca del 10% y Vietnam, con cerca del 9%, son centralmente planificadas. Esas tres economías duplican el modesto 4,5% de Chile, el peluche favorito del neoliberalismo. Y que El Mercurio se refiera a la superioridad de «los mercados libres» es otra impostura, porque en el capitalismo realmente existente, la concentración y el monopolio reducen los «mercados libres» a una categoría meramente retórica.

Termino esta ponencia con una exhortación a la lucha, en este caso, resistir y desenmascarar la impostura de la ideología única neoliberal, tan bien operada con la concentración de los medios de comunicación, imbuido de una convicción que el filósofo húngaro Itzván Mészáros expresa mejor que yo:

«La falta de solución crónica de nuestros antagonismos, compuesta por la incontrolabilidad del capital, puede, por algún tiempo todavía, continuar generando una atmósfera de triunfalismo, así como ilusiones engañosas de permanencia, como sucedió en un pasado reciente. Pero, a su debido tiempo, los problemas crecientes y destructivamente intensos tendrán que ser enfrentados. Pues, si en el siglo XXI ocurriera realmente el triunfalismo del «siglo americano» del capital, no habrá en el futuro otros siglos para la humanidad, menos un milenio. Dada la actual situación del desarrollo, con sus grandes problemas intrínsecos que reclaman una solución duradera, solamente una respuesta universalmente válida puede funcionar. Pero, no obstante su globalización impuesta, el sistema irreversiblemente perverso del capital es estructuralmente incompatible con la universalidad, en cada sentido del término».