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«Los reveses no parecen hacer entrar en razón al gran líder de este "Macondo"»

¿Condenados a otros cien años de soledad?

Fuentes: Rebelión

El Gobierno de Gustavo Petro, autoproclamado Aureliano Buendía, está llegando a su fin y con él las promesas que no se cumplieron durante cerca de tres años de humo discursivo y esperanzas que volaron como las mariposas amarillas. Tras tomar como referencia la obra cumbre del recordado Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, todo parece indicar que definitivamente la ficción superó a la realidad en el ejercicio del Gobierno del cambio.

El realismo mágico del progresismo está perdiendo su encanto. El conjuro de las reformas han sido relegadas a iniciativas de movilización, dada su imposibilidad para torcer la barra que han impuesto los opositores en el Congreso de la república e impedir su aprobación. El caudillo que ocupa la Casa de Nariño actualmente, instrumentaliza nuevamente su poder de convocatoria para jugarse lo que podría ser su última y quizás más riesgosa carta política: la Consulta Popular.

Sin embargo, mientras el país entra anticipadamente en la convulsión electoral para los comicios presidenciales del próximo año, la situación es cada vez más apremiante en cuanto a los logros de la paz total, la crisis humanitaria se despliega por todo el territorio nacional, la inflación empieza a hacer asomos de incremento, como la antesala de lo que puede preverse como el nivel de presión al que estaremos expuestos por cuenta de la descertificación del Gobierno norteamericano, la reducción de la ayuda económica y las limitaciones comerciales que la Casa Blanca impondrá a quienes no estén alineados a sus intereses. Todo muestra un panorama desfavorable para la ensoñación macondiana del vivir sabroso.

Salvar al proyecto, matando el proyecto.

El proyecto original del progresismo está muriendo por fuerza de la propia asfixia de su creador. Varias crisis ministeriales, televisadas algunas y otras conocidas públicamente por sus desastrosos desenlaces en las que han pasado por la puerta giratoria avezados y reconocidos políticos y académicos y también personajes poco rimbombantes en la vida nacional, que se suman a las dificultades de cohesión y unidad internas en las que el general sigue enterrándose en su laberinto y aferrándose a la patria boba y chica, que ahora busca conjurar para salvarse de la derrota electoral que se avecina.

La metamorfosis del progresismo, pasa por una suerte de alineamiento hacia los verdes que intentan acaparar el vacío del centro político que están dejando las fuerzas políticas desgastadas que acompañaron al Gobierno durante estos cuatro años. Sin duda, el descredito de la polarización y la falsa tensión sobre el tan anunciado golpe blando, le han restado credibilidad a la potencia del cambio. A ello se suma que con la salida de los representantes del santismo del Gobierno, a Petro le quedan pocos aliados de peso para enfrentar la consulta popular.

Petro liquidó la idea del gran acuerdo nacional y llamó a la consulta popular, tratando de atraer de nuevo el centro político al dominio y reconfiguración de las fuerzas del cambio. Sin embargo, el efecto boomerang puede estar reactivando el acuerdo nacional de la oposición y permitiendo a los sectores que estaban al margen de la disputa, reeditarse bajo la bandera del no en la consulta. Lo que pudo ser una idea de disolución por descarte y desgaste, es al mismo tiempo una buena estrategia de reestructuración de la oposición para enfrentar lo que queda de periodo presidencial y reorientar las candidaturas para la presidencia, congreso y cámara. Las piezas del ajedrez empiezan a cobrar vitalidad ante el jaque en que se encuentran las posiciones del oficialismo.

El progresismo parece haberse agotado en cuanto contenido político y tal es su vacío que el mismo Petro, prefirió dejar en manos de Armando Benedetti la salvación del proyecto a costa de sacrificar el respaldo de sus más destacados ministros y ministras, como también de la integridad de los más representativos elementos programáticos que se recogieron dentro de la campaña presidencial del cambio, como lo son las reivindicaciones y exigencias de los movimientos feministas.

Lo cierto es que poco progresismo le queda programáticamente al proyecto original del cambio y poco cambio representa hoy día el progresismo. Esta es la clave por la cual se abrió la puerta giratoria para rehacer el abanico de fuerzas que permitan encarrillar la continuidad del cambio, diluyendo los límites programáticos y la esencia ideológica supuestamente humanista que lo caracterizaba. Una profunda desideologización y un pragmatismo ramplón es lo que mueve el cálculo de los nuevos representantes del continuismo del actual Gobierno.

El factor mutatis mutandis del progresismo está erosionando todo lo que hacía atractiva su política: la ruptura sin radicalización. El típico café descafeinado que mueve hoy la política light que reúne la izquierda dandy que se ha forjado en la lucha burocrática de los cargos y nombramientos, que ha cooptado una generación de la nueva elite de representantes del cambio que no quiere cambiar nada.

Crónica de una derrota anunciada

La historia nacional recodará este episodio del cambio por tragedia y por comedia. La tragedia de conquistar un escenario del poder y no saber qué hacer con él, amasar la popularidad para simplemente autorreferenciarse mesiánicamente como el salvador de una patria boba, atrapada desde hace doscientos años en la personalidad de caudillos delirantes de persecuciones, conspiraciones, incapaces de dirigir proyectos colectivos. Por comedia nos acordaremos de una oposición pobre de ideas, rica en espectáculos pero poco creativa para inspirar la renovación de su propio proyecto político.

La paz total ha entrado en el examen final del periodo y a la vista no hay asomos de solución política dialogada y negociada real con los actores que se encuentran en las mesas con el Gobierno. El país enfrenta un recrudecimiento del conflicto armado, el cuadro bélico está en expansión por todo el territorio nacional, mientras las fuerzas armadas en conjunto con grupos paramilitares y las alianzas con organizaciones contrainsurgentes que se autodenominan guerrilleras, trabajan a toda máquina por controlar y hacerse al dominio de las rutas de la coca y el mercado ilegal que están disputando en zonas campesinas donde operan las resistencias revolucionarias armadas que se mantienen en lucha contra la ofensiva estatal.

No es de extrañar que para tratar de paliar las críticas a la paz total, se esté cocinando un acuerdo de rendición con algunas de las organizaciones y el Gobierno nacional. Los cálculos electorales suman lo que sea a la hora de encontrar resultados favorables en medio de la debacle política delGobierno del cambio. Probablemente asistiremos a otro show mediático de entrega de armas, reincorporaciones y discursos pacifistas, en la que besando por última vez el fusil, los supuestos revolucionarios pasen a la vida civil con cédulas nuevas a probarse votando y trasteando la base social del control territorial para ejercer “el libre” juego democrático en las elecciones que se avecinan.

La nueva paz con claros fines electorales, permitirá unos alineamientos transitorios entre el Gobierno y los posibles reincorporados, que costarán desenlaces cruentos y minarán mucho más la credibilidad social y popular en los territorios azotados por la guerra. Será muy difícil consolidar una perspectiva de reconciliación e implementación de los acuerdos, si la situación de la rendición solo se circunscribe a transferencias políticas y orgánicas de acumulados sociales, cuya estabilidad estará limitada al vaivén electoral y al alineamiento con los propósitos del actual Gobierno. Paradójicamente, la paz total ha traído más guerra que la que se tenía hace cuatro años.

Mientras tanto, las reformas siguen estancadas en el congreso de la república y nos preparamos para la pre campaña presidencial. La primera contienda estará en el pulso de la consulta popular, en la que Aureliano Buendía Petro, aspira ganar con cerca de 14 millones de votos, basado en la confianza de que el pueblo volverá a honrar al caudillo. Sin embargo, la oposición ha enrutado su camino gracias a la agenda que ha puesto el propio presidente de la república y está conjurando su acuerdo nacional para sepultar la posibilidad del continuismo progresista en su versión de transición a una derecha de centro.

Las cartas están sobre la mesa y los reveses no parecen hacer entrar en razón al gran líder de este Macondo para tratar de recomponer el camino, al menos en el cierre final. Contrario a la razón, una nueva aventura electoral parece estar moviendo la idea de la repetición a nuestro Aureliano y eso sería a estas alturas, una verdadera y lamentable catástrofe.

Al parecer, se necesitarán otros cien años de soledad y una nueva oportunidad sobre la tierra, porque con este Aureliano, seguimos condenados a permanecer como señalaría Gabo, en los insuperables tiempos del cólera.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.