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Respuesta a Félix Monasterio-Huelin

Confesiones al hilo de una crítica chismosa

Fuentes: Rebelión

  Respondo de mala gana al escrito publicado en Rebelión el 09-12-07 por Félix Monasterio-Huelin Maciá con el título «Del «análisis» de casos a la ocultación de los principios» y el subtítulo ‘Crítica a La ciencia mal-tratada de Manuel Martínez Llaneza» -es decir, yo- por cortesía con la revista digital que, tras publicar gentilmente mi […]

 

Respondo de mala gana al escrito publicado en Rebelión el 09-12-07 por Félix Monasterio-Huelin Maciá con el título «Del «análisis» de casos a la ocultación de los principios» y el subtítulo ‘Crítica a La ciencia mal-tratada de Manuel Martínez Llaneza» -es decir, yo- por cortesía con la revista digital que, tras publicar gentilmente mi trabajo, lo ha hecho también con el antedicho; al mismo tiempo, me sirve para manifestar públicamente, puesto que público es el debate, mi agradecimiento y acuerdo pleno con Salvador López Arnal que ha terciado rápida y acertadamente con su «Crítica de la crítica precipitada» y con «Más críticas a una crítica muy precipitada» (Rebelión 10 y 12-12-07). Noblesse oblige.

Mi mala gana no es por deseo de rehuir un debate que creo es de gran importancia, sino por los términos personales en los que se plantea, que no me interesan, ni creo que interesen a los lectores de Rebelión, que tendrán cosas más importantes en que ocuparse. Si Monasterio empieza diciendo que no tiene nada que objetar a la crítica y que lo que hago es resaltar los numerosos errores del texto que critico, no sé a qué vienen tres folios de elucubraciones sobre mí y mis intenciones, acusaciones más o menos veladas de no sé muy bien qué carencias mías, preguntas a título de examinador, todo para concluir nada.

Como Salvador López Arnal ya ha contestado correctamente a los puntos que pudieran considerarse objetivos, no voy a repetir sus argumentos (sólo le tomaré prestado uno), y me voy a limitar a, más que responder, tomar posición en algunos de los temas que salpican el escrito.

Tengo que decir que al principio pensé que Monasterio no había dedicado mucha atención a mi texto (a lo que no está obligado por supuesto, si no opina) y que, como dice López Arnal, había contestado precipitadamente y con poco cuidado y reflexión, lo que, por citar un ejemplo, percibí tras los dos ‘a grosso modo’ seguidos de la tercera página, cuando no me cabe la menor duda, por el nivel cultural del que hace gala, que sabe perfectamente que los ablativos modales latinos (grosso modo, motu proprio, lato sensu …) se escriben en castellano sin preposición. Sin embargo, sea o no cierto esto, sí estaba clara la intencionalidad del título en lo referente a ‘la ocultación de los principios‘ que me atribuye, por lo que voy a desvelarlos, aunque remito a mi artículo para su desarrollo.

Como acertadamente intuye, no soy filósofo y es grande mi ignorancia en las ‘técnicas filosóficas‘; total, diría yo. Lo que no sabe y no quiero ocultar es que tampoco soy matemático, ni científico, y que incluso me permito emocionarme con el Aria de las Variaciones Goldberg sin ser en absoluto músico. Por eso, ‘desde la más supina ignorancia‘ (¡como me recuerda ese ‘desde’ no espaciotemporal el ‘desde la inquebrantable adhesión’ de tiempos pretéritos!) no puede dejar de llenarme de orgullo que me comparen con Sokal y Bricmont. Pero no sé en qué fundamenta mi supuesto ‘desprecio hacia la filosofía‘; aunque se den casos de coincidencia, yo no me meto con los filósofos, sino con los charlatanes, y hay bastantes citas mías en ese sentido.

Es el momento de dejar claro un punto con el que no quiero que se juegue. Yo tengo el mayor aprecio por Alan Woods y Ted Grant, por su lucha y su dedicación a la emancipación de los trabajadores y a la consecución de un mundo más justo; aunque tenga diferencias importantes con muchos de sus planteamientos, los considero de los ‘míos’ y confío en que Alan Woods me considere de los ‘suyos’. Soy así de maniqueo y poco dialéctico. Precisamente por eso considero un grave error haber escrito ‘Razón y revolución’ como lo han hecho y he dedicado muchas horas a su discusión. No es que yo crea que un marxista no puede hablar de matemáticas, es que creo, y creo haber demostrado, que lo hacen mal; cuando digo que podrían haber evitado errores y falsedades si se hubiesen limitado a los aspectos sociales e históricos, les pido que hablen de lo que saben o que se enteren de lo que difunden, no estoy definiendo las matemáticas como una ciencia esotérica al alcance sólo de iniciados (incluso intento una aproximación de los conceptos al nivel cultural de bachillerato).

Porque es curiosa la postura de Monasterio: me pregunta si tendría algo que decir si ‘corregimos todos los errores, pero no variamos el método‘ porque ‘cuestionar el método es, probablemente cuestionar al marxismo en su faceta de «materialismo dialéctico«‘ y si ‘cuando resalta los errores de AWTD, a su vez está diciendo que han aplicado muy mal el método clásico del materialismo dialéctico‘. Si no entiendo mal, el materialismo dialéctico sería así una patente de corso que permitiría decir lo que se quisiera con autoridad incuestionable; si lo que se dice es un disparate, se corrige, pero el método queda incólume. (Algo así como la Inmaculada Concepción). Lo que no me explico es para qué vale un tal método que no sólo no garantiza sus resultados, sino que no tiene la menor relación (siquiera dialéctica) con ellos, de forma que tienen que ser corregidos por aficionados como yo. No voy a entrar en el fondo de la cuestión, pero a estos formalistas del materialismo dialéctico (como el que lo definía como ‘esa vaina científica que lo explica todo’, palabras textuales oídas a un especialista en ‘traducir al marxismo’) les contestaría con el ejemplo de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, cuando, en vez de recitar las jaculatorias de síntesis, antítesis y contradicciones, dicen de forma escalofriante que la lucha de clases ‘terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna’. Con estas defensas del marxismo, cada vez entiendo mejor eso de que Marx no lo era. Mi respuesta a la pregunta de si tendría algo que decir es: ese método me trae al fresco.

Habla de mi platonismo (¿o de mi antiplatonismo?), no sé si para bien o para mal, porque, como no soy filósofo, de este párrafo sólo he entendido las descalificaciones personales. Aprovecho la ocasión que me brinda para mostrar mi admiración por Platón, al que considero una de las mentes más inteligentes, lúcidas y honestas de la historia, sin ningún temor al subsiguiente ataque por leso materialismo. Lo de la honestidad lo digo por la profundidad y seriedad con que expone las opiniones contrarias a las que él defiende. Pero yo no puedo ver a Platón como veo a Gauss, sin que yo quiera ‘separar en cátedras y revistas especializadas‘. Por ejemplo, yo no podría decir que el teorema egregio es falso (no podría, aunque considerara un espacio en el que no es aplicable, porque el teorema incluye sus condiciones de aplicación, eso es algo que no entienden AWTG cuando hablan de axiomas inmutables y todo eso), pero puedo decir que no me creo que Platón pensara que sus Ideas existen en un mundo perfecto e inmutable (en Bachillerato decíamos que la Idea de una mesa es lo que queda cuando le quitamos los cajones, el tablero y las patas). Es posible que me llamen ignorante, pero, mientras no me lo diga Platón, y no lo va a hacer, como no soy filósofo, no me preocupa mucho, y defiendo que era una metáfora, de las muchas que empleaba. Es una postura consistente, mientras no lo sería decir que no me creo el teorema egregio si no me lo explica Gauss, porque me lo pueden explicar miles de personas con absoluto rigor y autoridad. Y, ¿qué es para mí Platón, si no me creo aspectos considerados esenciales de su ‘sistema’? Como no soy filósofo, Platón no es para mí un objeto de estudio, sino una fuente de ideas (con minúscula) y reflexiones, y un elemento formativo (¿deformativo, tal vez?) de mi personalidad. Y me quedo entre otras cosas con su búsqueda de la verdad, con el valor moral que muestra en Eutifrón cuando plantea de forma descarnada el conflicto entre la vida de un esclavo y el amor al padre, con la claridad con que denuncia la charlatanería en el Gorgias, personaje hoy habitual en muchos ámbitos, por ejemplo entre los gestores que gestionan la gestión.

Afirma que tengo pánico al irracionalismo, lo que le recuerda a Evo Morales, que ya está advirtiendo ‘contra las élites intelectuales -es decir, yo- que tienen terror al pueblo‘. Esta ridícula afirmación va después de una referencia que mezcla la filosofía zen, los cabalistas, el flogisto, los biocombustibles, el éter y no sé cuántas cosas más con una condición: ‘¡no se ha dicho la última palabra!‘. Está más visto que el TBO: como no se sabe todo, no hay verdades, vale todo. Argumento reaccionario donde los haya, del estilo de ‘si no hay Dios, todo está permitido’. Pues sí, le tengo pánico al irracionalismo, pero no al del pueblo, que nunca es tal, sino al irracionalismo fascista y al irracionalismo gratuito de los que coquetean con él. Batallaré siempre contra el creacionismo, la cienciología y todos los esoterismos y mixtificaciones que constituyen una droga cada vez más extendida, más alienante, más organizada al servicio de la opresión de los pueblos -y más si se pretenden arropar con el materialismo dialéctico-, ayudando en lo que pueda a construir una sociedad en la que este irracionalismo, ese opio en el sentido de Marx, sea innecesario y, por tanto, imposible, y lo haré en nombre del racionalismo, Platón incluido, la Ilustración y el Socialismo. El lema sería ‘como no hay Dios, el mundo es de la Humanidad’, que otros escribieron como ‘Proletarios del mundo, uníos’. Cuando hace unos años empecé a advertir contra el regreso a la Edad Media no podía pensar en el descaro que llegaría a adoptar la reacción: los encontramos robando y destruyendo todos los logros colectivos de los últimos ciento cincuenta años, hasta el derecho al trabajo, en nombre del relativismo y la libertad de opinión; el último nivel de infamia es Guantánamo, donde se atropella, no sólo a los detenidos, sino al mismo concepto de derechos del hombre y del ciudadano bajo la torpe forma de la indefinición jurídica, por supuesto opinable según el ‘pensamiento’ teocon (y el posmoderno).

Nada tiene que ver con esto la historia del flogisto y otras similares. De la observación de que unos cuerpos arden y otros no, se suponía que la combustibilidad era una propiedad de los propios cuerpos. Al atribuirla a un elemento distinto, llamásese como se llamase, se estaba abriendo el camino a su consideración como combinación de elementos, a la búsqueda de lo que luego se llamó oxígeno -que podría haberse llamado flogisto sin ningún problema- y a la extensión posterior a los procesos de oxidación-reducción. La teoría del flogisto no era ciencia, era una hipótesis que se reveló fructífera, porque, para hacer ciencia, hay que preguntarse cosas, no sólo medir.

Quiero decir unas palabras sobre ‘totalitarismo’, comodín de todas las tertulias televisivas y empleado por Monasterio en diversas ocasiones. Si no estoy equivocado, esa palabra viene de «todo» y se aplicaba originalmente a los sistemas políticos que, en su doctrina, se remitían a una totalidad comprensiva de todos los aspectos ideológicos, políticos y sociales de la sociedad y el estado, fuera esta la patria, la raza la religión. Cuando se decía que el fascismo era totalitario no se estaba insultando, se estaba constatando la propia doctrina fascista, independientemente de que la bestialidad de Mussolini tuviera en la práctica tintes más ‘mediterráneos’ que la bestialidad de Hitler. En este sentido el marxismo no es de ninguna forma una doctrina totalitaria porque pone la liberación del hombre por encima de todo, incluida la clase, independientemente de los errores, violaciones del concepto e incluso crímenes que se hayan cometido en su nombre. Cuando se habla de totalitarismo a tontas y a locas, se está facilitando la mixtificación del lenguaje y la confusión de las ideas. Al final, el asesinato vil de un joven antifascista llega a ser una ‘pelea de bandas’.

Termino como he empezado, perplejo, pero con el argumento tomado del primer escrito citado de Salvador López Arnal: ¿qué hacemos de 24 siglos de ciencia matemática sin marxismo?

Los artículos de la polémica:

– «La ciencia mal-tratada», de Manuel Martínez LLaneza; http://www.rebelion.org/docs/60179.pdf

– «Del análisis de casos a la ocultación de los principios», de Félix Montasterio-Huelin Maciá: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60228.

– «Crítica de l crítica precipitada», de Salvador López Arnal: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60241.

– «Más críticas a una crítica muy precipitada», de Salvador López Arnal: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60329.