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Guerrilleros y paramilitares no son lo mismo, como sostiene Uribe

Confundidos y enredados

Fuentes: Argenpress

Uno de los marcados objetivos del discurso de Alvaro Uribe Vélez ha sido el de equiparar a las guerrillas, que son organizaciones políticas alzadas en armas, con los llamados grupos paramilitares, bandas de asesinos al servicio del estado, con el objetivo de cubrir de impunidad a los responsables del terrorismo de estado.Otro objetivo, muy marcado, […]


Uno de los marcados objetivos del discurso de Alvaro Uribe Vélez ha sido el de equiparar a las guerrillas, que son organizaciones políticas alzadas en armas, con los llamados grupos paramilitares, bandas de asesinos al servicio del estado, con el objetivo de cubrir de impunidad a los responsables del terrorismo de estado.

Otro objetivo, muy marcado, en el gobierno de Uribe, pero no exclusivo de este, dentro de la lógica guerrerista y criminal de la oligarquía colombiana, es el de tratar de desmeritar y desacreditar al movimiento guerrillero, respuesta popular a la antidemocracia y a la violencia aplicada por esta oligarquía contra el pueblo, que busca alinderar a todo el país bajo la ilógica de que el que no este de acuerdo con ellos es guerrillero y hay que asesinarlo.

En ese orden de ideas, es casi diario escuchar el martilleo de los medios de desinformación y propaganda al servicio de la guerra, tales como la cadena Radial Caracol, RCN o el único diario de circulación nacional en Colombia, el diario El Tiempo, de la familia del Vicepresidente y del ministro de guerra, que valiéndose de mentiras repetidas mil veces se esfuerzan por equipara los unos con los otros al tiempo que mediante el terror los paras del ejercito hacen su parte.

Así es frecuente escuchar que las guerrillas han perdido su ideología, su horizonte político, hasta que comen niños.

Entonces así por así, las acciones de las organizaciones guerrilleras, como los ataques contra el ejercito oficial, que se dan dentro del conflicto social, político y armado que se vive en Colombia, las acciones de estas contra las hordas paramilitares que masacran colombianos, son calificadas como actos ilegales que demuestran la supuesta perdida de horizonte político ante la complicidad de muchos «periodistas» y politiqueros, que por temor, convicción u omisión asumen las posiciones de un gobierno, sin duda, de narcoparamilitares.

Es mas que descarado el equipara las acciones de la guerrilla contra el ejercito oficial, uno de los 20 mejor armados del mundo, con las masacres cometidas por estos y sus paramilitares contra la población inerme.

Para hacer parecer igual a guerrilleros y asesinos al servicio de la oligarquía, los actos del terrorismo de estado y los auto atentados del ejercito oficial, con el concurso de los medios al servicio de la guerra, son presentado como acciones de la guerrilla y sin medie investigación alguna y sin que los abesados periodistas y politiqueros cuestionen los ridículos libretos.

Casos hay muchos, cientos, uno de ellos «El Collar Bomba», los medios de desinformación martillaron durante días la versión oficial de lo desalmado de la guerrilla al colocarle una bomba a una pobre señora cuya familia se negaba a pagar una extorsión. Al final de la película y muy en baja voz, se supo que no eran las Farc y que la banda de extorsionistas estaba compuesta entre otros, por policías.

Igual sucedió con el Club en Nogal, sede de los amigos mafiosos de Uribe, que fue derruido por un carro bomba. Al minuto y sin que medie investigación Uribe, su sequito y los medios al servicio de la guerra dijeron que eran las Farc los autores del hecho.

El martilleo desinformativo duro varios días, y en base a este se manipulo para que algunas republicas bananeras hicieran su lista de terroristas e incluyeran en ella a las Farc-EP

Han pasado cinco años y lo único cierto es que hasta hoy no han presentado las pruebas, ni su torcida sistema judicial a logrado involucrarlos, es mas todos los indicios señalan a los «muchachos» de Alvaro Uribe Vélez.

En el 2002, al momento de tomar posesión como presidente Alvaro Uribe, una serie de bombas estallaron en Bogota y uno de los ladrillos del capitolio sé cayo, en el lugar se celebraba el acto de posesión, en un barrio cercano conocido como el cartucho estallaron varias bombas, hubo una veintena de muertos de los llamados «desechables», Uribe y sus medios salieron enseguida, al minuto y sin que como medie alguna investigación y achacaron el hecho a las Farc-EP, a la que hicieron responsable de la muerte de los pordioseros.

Fueron horas y horas escuchando de lo desalmado de esta organización. La verdad, era un falso positivo del ejercito y la prensa guardo el mas descarado silencio, con el agravante que aun siguen tomando estos hechos, todos ellos realizados con participación estatal, como una muestra del «criminal accionar de la guerrilla y su perdida de horizonte político».

Quien quiera escuchar la versión real de lo que paso, no es sino que vaya a la Plaza de Bolívar, que los habitantes del cartucho, sector donde ocurrió la masacre, que por allí merodean les pueden contar la verdadera historia con lujo de detalles, fueron los que todos ellos llamar «autoridades».

En el caso de la zona de despeje del Caguan, cada acción de la guerrilla era magnificada buscando el objetivo, acordado en el Ralito entre narcotraficantes y sus testaferros, de romper el proceso del Caguan, para como luego como ocurrió, acabar con este proceso que estaba tomando visos de una negociación seria de paz.

Se hablaba entonces de que en la zona del Caguan habían mas de cinco mil carros robados por las Farc, que todas las vacas que se habían robado en Colombia estaban allí, así como todos los secuestrados, retenidos y prisioneros de guerra.

Terminado abruptamente el proceso, tomada militarmente y de improviso esta zona, nada de esto apareció, ningún periodistas o politiquero pregunto que paso, por lo menos con los cinco carros todos nuevos, ni con las miles de vacas, pero todavía hoy en día, muchos periodistas y politiqueros, quiero creer que despistados, siguen tomando de base estos montajes, producto de la ingeniería mediática del ejercito y los medios al servicio de la guerra, como hechos reales, a pesar de que la tozuda realidad demuestró lo contrario.

Pasaban por alto, periodista y politiqueros, el detalle de que la zona del Caguan era la única parte del país donde la guerrilla se habían comprometido a no realizar acciones ofensivas, aduciendo que no eran acciones que mostraran buena voluntad, pero callaban ante las masacres de los paramilitares, las medidas antipopulares, la entrega de la soberanía nacional, etc.

Que la guerrilla haya cometido errores, no se puede negar, ellos mismo los han reconocido, pero de allí, a que los que planearon y financiaron los asesinatos selectivos de dirigente populares, a las masacres ordenadas desde las alturas del poder, sean iguales que los guerrilleros hay una diferencia abismal y que sobre la base de mentiras, montajes y auto montajes oficiales, se presten al juego guerrerista de esa sanguinaria oligarquía, negando tácitamente la existencia de un conflicto, político, económico, social y armado, es bien grave.

Si comparamos las exigencias de los guerrilleros en los diálogos tanto con Belisario Betancourt como con Andrés Pastrana, donde estos exigían ampliación de los espacios políticos, reforma agraria y soberanía nacional, entre otros, con las exigencias de los narcoparamilitares del terrorismo de estado, donde su exigencia única es la no extradición, vemos sin ninguna duda la gran diferencia entre unos y otros.

Aunque les duela a algunos cuantos, las guerrillas son organizaciones políticas alzadas en armas ante la falta de reales espacios democráticos en el país, o acaso lo sucedido con la UP y otras organizaciones legales sacadas del escenario político a física bala no es suficiente muestra de ello?.

Muchos dirán pero mira al PDI, como avanza, es una muestra de que hay espacios democráticos, pues habrá que decir que los balances no hacen al comienzo, sino al final de un periodo. Por ejemplo recordemos a la AD-M19, y su populosa votación, ya no existe, ya muchos de sus miembros fueron asesinados y otros coptados por la oligarquía colombiana.

La oligarquía en su necesidad de disfrazar su dictadura terrorista, siempre a mantenido alguna organización política opositoras, para, sobre la base de su precaria existencia, decir que allí hay democracia, pero cuando estas se convierten en una muy pequeña amenaza para ellos y el mantenimiento de sus privilegios, utilizan las balas para exterminarlos.

Es la historia, la que lo grita, para que recuerden los desmemoriados por la propaganda, el terror o la conveniencia, que por halla por los años cuarenta y cincuenta, no había guerrilla, pero si habían paramilitares, les decían «Chulavitas» y «pajaros».

Hay que mirar la historia para no cometer los errores del pasado, dicen por allí, ojo izquierdistas modernizados, que piensan que hablando mal de la guerrilla y hasta tomando las mismas palabras y posiciones de la mafia que hoy gobierna a Colombia, van a lavar su pasado, les recomiendo que tengan en cuenta que esa oligarquía no le perdona ni a los suyos, allí esta Alvaro Gómez como ejemplo.

Puede uno hasta entender que no compartan la forma de lucha, pero negar la realidad de un conflicto por temor, conveniencia o desinformación, si deja mucho que pensar de los que supuestamente, y espero que así sea, y ojala no los maten en el intento, van a dirigir el país.

Recuerden que ya han asesinado cientos de miles de colombianos, entre ellos cinco candidatos presidenciales.

Resulta mas que inconcebible, que avezados dirigentes políticos, que se dicen de izquierda, se dejen confundir y enredar por esta oligarquía y sus ansias de sangre y que sobre la base de mentiras y montajes, que no resisten el más mínimo análisis, se coloquen sin mucho titubeo a favor de la posición guerrerista de la oligarquía colombiana que pregona que en Colombia, no hay conflicto armado y que lo que existe es un banda de terroristas que atenta contra su «democracia profunda», que ellos saben, asesina dirigentes populares, sindicalistas, estudiantes y entrega la soberanía nacional sin el mayor remordimiento.