Definida la primera vuelta de la elección presidencial, e independiente de las cuentas que saque cada comando y partido, de su resultado se desprenden algunos hechos objetivos. El primero de ellos, que es el más significativo, nos dice que más del 55 % de los chilenos con derecho a voto -y que acudieron a las […]
Definida la primera vuelta de la elección presidencial, e independiente de las cuentas que saque cada comando y partido, de su resultado se desprenden algunos hechos objetivos.
El primero de ellos, que es el más significativo, nos dice que más del 55 % de los chilenos con derecho a voto -y que acudieron a las urnas- rechaza a la derecha piñerista, que es la misma derecha pinochetista pero con careta nueva. Esta afirmación se demuestra al constatar que quienes dirigen a la UDI y RN, más los empresarios que los apoyan, fueron en su inmensa mayoría hombres de Pinochet, por lo tanto cómplices, en distintos grados, de los atropellos a los derechos humanos y del saqueo al Estado de Chile. Los miembros de la UDI y RN avalaron la creación de las AFP e ISAPRES, negocios que han enriquecido a los grupos económicos a costa de los ahorros de todos los chilenos. También apoyaron la ley laboral que mantiene en la indefensión a miles de trabajadores. En definitiva, son los principales culpables de los males del pueblo chileno ocurridos en los últimos treinta y seis años. Esa derecha, como quedó demostrado en la elección, provoca un repudio mayoritario.
Lo segundo que se detecta, considerando la elección parlamentaria, es que la derecha sin ser mayoría en el país, sube su votación entre los sectores populares, en las comunas más pobres. La razón es obvia, se debe a que como la gente sí desea un cambio, parte de esa gente piensa cándidamente que votar por la derecha es la solución. Y lo piensa porque su conciencia social avanza desfasada de su existencia social, no porque ideológicamente adhiera a los postulados de la derecha. Ese desfase es el que explica el porqué un sector de los explotados ha dado su voto a quienes son los culpables de la explotación que sufren. En esta enajenación de la conciencia han jugado un papel relevante los medios de comunicación, mayoritariamente en manos de la derecha más reaccionaria: El Mercurio , Copesa , y sobre todo la televisión en coordinación perfecta con el vespertino Las Últimas Noticias y los grandes consorcios comerciales.
Un tercer asunto, se relaciona con que el 26 % de los votantes (que es la suma de los votos de Arrate y Enríquez-Ominami, contra el 29 % de Frei), indica, entre otras cosas, que el proyecto de la Concertación tocó fondo. Se alejó de los anhelos del pueblo, derechizándose y oligarquizándose, y por lo tanto corrompiendo el proyecto original. Fue cobarde para impulsar cambios reales, como por ejemplo cambiar la Constitución del 80 por una totalmente nueva y re-nacionalizar el cobre. Su mayor error fue co-gobernar con la derecha empresarial y realizar concesiones en perjuicio de las mayorías. Y si Frei gana la segunda, vuelta, lo que hoy se vislumbra poco probable, será sencillamente porque la gente prefirió el mal menor. Pero ¿podemos continuar así eternamente?
Nos parece que no, las fuerzas de izquierda deben serlo de verdad. Deben actuar con ideología y no más utilitariamente. Deben ser audaces y recuperar su identidad. No se puede reconstruir la izquierda con eufemismos ni ambigüedades, menos con sectarismos y vanidades personales o partidarias. El futuro político de Chile y su bienestar social -diferencias más diferencias menos- se encuentra en ese 26 % que votó por Arrate y Enríquez-Ominami, a los que se deben sumar sectores progresistas de la Concertación. Allí está la verdadera fuerza del cambio, sólo falta generosidad para crear, dialogar, elaborar un programa y ser gobierno el año 2014. Me parece que el tiempo de en la medida de lo posible se acabó. Doscientos años de injusticias sociales han sido más que suficientes.