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Constitución Consagrada

Fuentes: La Discusión de Chillan

La Constitución de Pinochet o la Constitución de los 80, cumplió al menos con la apariencia de hacerla en relación a consultas ciudadanas y hasta fue objeto de plebiscitos, las que se efectuaron sin las garantías de registros electorales, de un justo e informado debate, y con las que se logró establecer el actual «orden […]

La Constitución de Pinochet o la Constitución de los 80, cumplió al menos con la apariencia de hacerla en relación a consultas ciudadanas y hasta fue objeto de plebiscitos, las que se efectuaron sin las garantías de registros electorales, de un justo e informado debate, y con las que se logró establecer el actual «orden nacional» funcional al neoliberalismo y al poder rector de USA.

El triunfo del «NO», opción apoyada por una de las movilizaciones sociales más importantes en nuestros países, se hace posible con la Constitución del 80 y obliga a llamar a una nueva «consulta popular», para establecer «legalmente» las condiciones de negociación y pactos que hicieran posible la sustentabilidad del entonces llamado «perverso modelo económico».

La legitimidad de la Constitución de Pinochet se ve en la entrega de su poder. No se hace una ceremonia especial, reservada, privada, en la que la que hiciese entrega de su poder. Por el contrario, se hace en Congreso Pleno, y el nuevo Presidente asume el mando que deja el dictador.

Los «largos debates» o «negociaciones», para dar cuenta del concepto que en verdad se usa, en este tiempo de marca neoliberal, se han dado con «autoridades elegidas» por un sistema electoral que en público definen como injusto, y en privado, como necesario.

El nuevo acuerdo, en democracia, curiosamente no es sometido ni a consulta popular, ni a plebiscito, ni se ha dado la oportunidad de hacerlo parte del proceso eleccionario que se aproxima, se ha dado entre los «caballeros que ejercen y/o administran el poder».

Sin la participación ni la discusión de la ciudadanía, la que sigue siendo excluida y negada, el acuerdo puede ser fruto de la aceptación de los militares y del poder financiero a la soberanía ciudadana, pero también, es posible que sea parte de una nueva realidad, en la que lo que se asume en publico que lo que se negó se acepta, en la que la genuflexión hacia el neoliberalismo y la doctrina militar de USA se cumple y se acata.

Si el fondo se mantiene, es decir el tipo o modo de orden nacional, en particular del modelo económico, y sólo se cambian ciertas formalidades que no comprometen el fondo, es posible pensar que habiendo tenido la oportunidad y las condiciones para un oportuno y adecuado debate nacional, se ha preferido hacer lo necesario para transformar lo ilegitimo en legitimo.

El cambio de la firma del dictador por la firma del Presidente, no es suficiente, es hasta peligroso, pues bien pudiese suceder que cambios en la firma de actos y documentos anteriores, terminaran por transformar lo injusto en justo.

Sin el voto ni la participación directa de la ciudadanía lo que ahora tenemos es a lo más una Constitución Consagrada.