Desde Acción Libertaria Estudiantil hemos decidido no pasar por alto la coyuntura nacional relacionada con la culminación de los diálogos de paz entre las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos y la pronta refrendación de los acuerdos. Hemos decidido hacer visible nuestra postura ya que consideramos que este es un acontecimiento que significará […]
Desde Acción Libertaria Estudiantil hemos decidido no pasar por alto la coyuntura nacional relacionada con la culminación de los diálogos de paz entre las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos y la pronta refrendación de los acuerdos. Hemos decidido hacer visible nuestra postura ya que consideramos que este es un acontecimiento que significará cambios sociales y políticos relevantes, no solo por el retorno a la vida civil de un sector importante de quienes optaron por hacer política a través de las armas y que hoy buscan continuar su proyecto en el marco de la legalidad, cerrando el ciclo de una de las insurgencias más antiguas de América Latina, sino también porque se presenta como una oportunidad para hacer visibles los problemas estructurales que dieron origen, permanencia y degradación a más de medio siglo de guerra interna. Creemos que este nuevo panorama, lleno de incertidumbres, tiene dentro de sí un mar de limitaciones y retos pero también posibilidades que debemos aprovechar para volcar las fuerzas hacia una construcción amplia y conjunta de las luchas sociales. Vemos que la tarea fundamental más allá del apoyo o no de los acuerdos está en forjar un pueblo fuerte que se encamine hacia la construcción de una vida digna y una sociedad nueva.
En el espectro político colombiano se pueden ver las innumerables divergencias respecto a cuál decisión tomar el próximo 02 de octubre. Sectores partidarios del Centro Democrático y la derecha más recalcitrante del país (compuesta por ganaderos y terratenientes fundamentalmente) se pronuncian con la clara convicción del NO apoyo a los acuerdos, esgrimiendo argumentos falaces sobre las «concesiones» que se le darán a la insurgencia. Del mismo modo, podemos encontrar a una izquierda fragmentada que no logra construir un consenso pese a que la mayoría se inclina a favor del SÍ, con matices, y un pequeño sector impulsa la campaña de anular el voto marcando «exigimos una asamblea nacional constituyente», pasando por alto la necesidad de evaluar críticamente el momento concreto y su correlación de fuerzas.
Lo cierto es que las campañas tanto del sí, del no o la que impulsa la decisión de anular coinciden en suponer que la refrendación de lo acordado es el elemento estratégico a atender, guardando excesiva confianza en lo que podría o no resultar de los acuerdos y, en ocasiones, desviando esfuerzos y energías que llegan a velar los conflictos que no hicieron parte del itinerario de discusión en La Habana. Error que se ha traducido en la agenda de buena parte de la izquierda que apunta a llenar de base social los acuerdos en detrimento de las peleas propias que los sectores sociales llevan.
De ahí surge nuestra primera definición: los acuerdos son ante todo una posibilidad. Ni son garantía para avanzar en las transformaciones sociales necesarias, ni marcan la entrega del país a la voracidad del capitalismo internacional. Por tanto, el aprovechamiento de dicha oportunidad está en comprender que la pelea real no se dará en las urnas sino los espacios concretos de lucha del pueblo donde se juega la posibilidad de avanzar o retroceder. Los acuerdos lejos de estar en el horizonte estratégico como un fin a conquistar, debe estar en el marco de las definiciones tácticas, como un inicio de nuevas oportunidades, por tanto las energías reales deben seguir apuntando a la construcción de un pueblo fuerte.
En el mismo sentido partimos por entender que los acuerdos no marcan el fin de la guerra y ni siquiera del conflicto interno armado, ya que en el país este conflicto es multidimensional y pasa por: la patencia del paramilitarismo que sigue siendo una fuerza viva y con cada vez mayor capacidad de acción; por la existencia de otras insurgencias como el ELN y el EPL que ven empantanadas o inviables las posibilidades de dialogo; así como por la acción criminal del Estado que hoy se refuerza en clave de la «guerra preventiva», es decir la guerra dirigida contra el movimiento social, y se abrirá en los pos acuerdos hacia una campaña por «re-colonizar» por vía militar las zonas donde no hubo presencia estatal durante décadas y que significaron un freno a la profundización del proyecto neoliberal.
Aún así entendemos que con todos los riesgos la posibilidad de avanzar hacia otro momento de la guerra podría permitir, en el marco de la posibilidad, que la lucha por la transformación concentre sus esfuerzos en procesos con vocación amplia y social donde creemos deberían estar hoy todas las fuerzas políticas con vocación revolucionaria: la tarea de construir poder popular. Es justo aquí donde se ve más que necesaria la articulación de los sectores comprometidos con la construcción de una paz real y duradera con claridad de que esta apuesta no se agota en lo acordado en La Habana, aunque ciertamente pasa por estar al tanto del cumplimiento de cada uno de los puntos acordados en la mesa, así como promover la preservación de la vida de los excombatientes para que no ocurran calamidades como las de tiempo atrás que nos remontan al genocidio de la UP, A Luchar, ADM19, etc.
Teniendo en cuenta lo anterior, nuestro apoyo al SÍ es un apoyo crítico, que no ve en la firma del acuerdo el fin del conflicto por lo ya mencionado, así como tampoco significa un apoyo implícito a una política de gobierno o favorable al grueso de los elementos acordados. Partimos de entender dicha coyuntura nacional como un paso que podría significar la posibilidad de avanzar en la lucha social, volcando el grueso de las energías en la construcción de procesos sociales amplios en búsqueda de la necesaria unidad popular, que no es sólo de los sectores políticos sino de todas las luchadoras sociales, para que esta paz no sea construida por las élites del país y la misma insurgencia, sino a partir de los procesos propios de lucha cotidiana.
¡Arriba las que luchan!
¡Juntando las luchas construimos poder popular!
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