La solución de la aguda problemática socioeconómica colombiana, solo es posible con la introducción y práctica de cambios profundos del modelo económico-social y político y de la estructura de poder institucional vigente.
Ese objetivo solo es posible sustituyendo integralmente el desgobierno y la mentalidad utilitarista y mezquina de quienes ejercen el poder. Es decir, superando los efectos del caos y anarquía que ha padecido el pueblo colombiano, desde su aparente independencia en 1810, hasta el presente, propiciadas por gobernantes irresponsables, política, moral y socialmente.
No es tarea fácil alcanzar ese objetivo, ante los efectos de la degradación ética y moral del poder y la consciencia social individual y colectiva dominantes, devenida por las frustraciones a la que han sido sometidas las mayorías nacionales, por dirigentes y gobernantes, absolutamente irresponsable y mediocres.
El precario desarrollo nacional, la pobreza, miseria, desempleo, subempleo, inseguridad y criminalidad, extendidas por toda la geografía nacional, demuestran esta cruda realidad.
Toda sociedad o comunidad necesita de alguien que piense, emprenda, organice y dirija, con el objetivo del beneficio común y el desarrollo nacional integral.
Toda sociedad requiere organizaciones político-sociales que orienten a las mayorías en el uso y desfrute de los recursos materiales y espirituales y en la satisfacción de derechos y deberes sociales y colectivos.
Los partidos u organizaciones políticas, a través de sus dirigentes, deben ser los responsables de instruir e incluir a la sociedad en general, en el desarrollo de programas y proyectos de toda índole, que propicien beneficios concretos a cada ciudadano.
Pero, en Colombia, los partidos con ideologías políticas específicas, sucumbieron y desaparecieron, arrollados por la codicia, la inmoralidad y la concupiscencia del poder público y económico. Fueron sustituidos por variopintas empresas electorales, motivadas y orientadas por ambiciones personales y la perversidad del poder.
De ese pestilente caldo de cultivo, emergen las causas profundas del malestar social, padecidas a través de muchas generaciones, hasta construir la convicción de que solo la participación y movilización social, podrá revocar el abuso e irresponsabilidad del poder público y económico, vigente en Colombia.
En este nivel de convicción social, explota la protesta social, bajo el sentimiento de impotencia y frustración y el anhelo de mejores condiciones de vida.
Es la oportunidad en que el constituyente primario, consciente de su responsabilidad social y sus derechos sociales, debe decidirse a actuar y decidir legalmente, para revocar el sistémico e irresponsable sistema de gobierno, que ha usufructuado el poder por más de 200 años, sin resultados favorables para las mayorías nacionales.
Se avecina una contienda electoral, en la que puede ser renovado el congreso y sustituido el poder ejecutivo. Esta oportunidad debe aprovecharla el constituyente primario y los dirigentes políticos honestos, para desarrollar programas pedagógicos, en todos los rincones de la geografía nacional, mediante los cuales, el elector entienda, quienes son los culpables del caos social-económico y de la anarquía del poder político que ha hecho de Colombia, un país fallido.
Y con este entendimiento y convicción, el constituyente primario, se fije la meta colectiva, de renovar integralmente el poder público institucional y de esa manera, construir un marco legal institucional, que facilite la estructuración de un modelo económico nacional, socioeconómicamente equitativo e integral, respecto a la redistribución del ingreso, la estructura tributaria, acceso a al trabajo por méritos personales, equidad salarial y pensional, fortalecimiento de la calidad de la educación y acceso a la misma y desarrollo nacional integral equitativo.
El paro y la protesta social, debe convertirse en un movimiento, dirigido a lograr los puntos peticionados a través de leyes de estado y en ciertos casos, usando los recursos constitucionales vigentes y al alcance del CONSTITUYENTE PRIMARIO, como el referendo, el plebiscito o cualquier recurso legal que garantice alcanzar el objetivo, sin la intervención del congreso ni la interferencia de las altas cortes. Abierta esta la audiencia.
El constituyente primario debe hacer realidad práctica que el poder es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Lo que ocurre en Colombia y nos condena, obedece a que hemos guardado un silencio y actitud similares a la estupidez, recordando las Venas Abiertas. 19-06-2021