Responsabilizo (no culpo) al actual gobierno demagógico del M19 de Colombia del fracaso de su promesa electoral de paz total, de causarle un grave daño a los anhelos legítimos de todo el pueblo colombiano de vivir en paz y de la frustración social que muy seguramente le abrirá el camino directo a la copia de Milei, hacia a la próxima presidencia de Colombia.
Petro ganó las elecciones presidenciales del 22 sobre las ruinas del gobierno del nefasto subpersidente Duque, a caballo sobre el estallido social del 2019/20, por escasos votos sobre su rival electoral. E inició su gobierno de minoría con un poder adverso en ambas cámaras legislativas, instaurando un “gobierno sancocho” diletante, de favoritos, primeras damas y burócratas recomendados por su hermano, dizque para desarrollar mediante una serie de pseudoreformas socioeconómicas generales, el capitalismo dependiente y periférico dominante en Colombia. Una suerte de capitalismo verde, con visos rosados.
Para lo cual, no dudó en aliarse (ojo, no solo táctica, sino estratégicamente) con personajes políticos corruptos y degradados de la política tradicional bien conocidos por su transfuguismo y servilismo a la facción de bloque de poder rival a Uribe Vélez. Alianza que le permitió cobijarse demagógicamente bajo el paraguas de la izquierda antiuribista, tomar el nombre de progresismo histórico, y echar rimbombantes y aplaudidos discursos pseudoizquierdistas en cuanto balcón le ofrecieron, o más vistosos, en los múltiples podios internacionales puestos a sus pies. Por ejemplo, el más reciente en Cali, para proponer convertir la selva colombiana en mercancía de intercambio, con bonos financieros de deuda internacional, lo que no tiene nada que ver con la verdadera izquierda transformadora, soberana y anti imperialista.
Sin embargo, llama la atención que, tras una serie de cambios cosméticos en la cúpula militar, ha quedado intacta la base de la estrategia contrainsurgente en Colombia, instaurada desde los tiempos de la dictadura anticomunista y antisubversiva de los dictadores Laureano Gómez y Rojas Pinilla, a mediados del siglo XX. No es sino mirar quienes ilustran la foto de inicio de este artículo.
No en vano, la consigna del nacimiento del grupo militarista y aventurero del M19, el 19 de abril de 1970, fue: “Con el pueblo, con las armas, con María Eugenia ¡Al Poder!”. Y con este pendón, se congregó y se mezcló un grupo demasiado heterogéneo de jóvenes radicalizados con la desastrosa situación general que se vivía en el país en ese momento. Un verdadero sancocho social y político: Renegados de las Farc, expulsados del partido comunista, estudiantes universitarios rebeldes, algunos pequeños burgueses desesperados, e hijos de altísimos militares del régimen como los tres hermanos Pizarro; además, un reducido número de políticos rojaspinillistas del partido liberal-conservador agrupados en la llamada Anapo. Es una redundancia decirlo, pero se debe decir: María Eugenia era la hija “consentida” del dictador Gurropin.
Quien conozca la historia colombiana, base real indiscutible de cualquier análisis serio y objetivo sobre el conflicto interno colombiano, sabe y conoce del continuum o mejor la noria ad infinitum, establecida en 1973 por el sociólogo Guillen Martínez, de guerra, pacto en las alturas, nueva guerra, y nuevo pacto, y nueva guerra, etc. No solo en las guerras civiles bipartidistas del siglo XIX, que le permitieron a Rafael Núñez conducir la alianza burgués terrateniente y burocrática para establecer en 1886, el Estado oligárquico dependiente del imperialismo, con su expresión o régimen llamado “la regeneración”. Prolongado con sus tradiciones políticas a lo largo del Siglo XX, hasta la actualidad, y que después del asesinato de J E Gaitán en 1948, cuando se inició la violencia y la guerra civil, se le ha puesto el nombre de “conflicto interno”. Razón tuvo J.E. Gaitán, cuando poco antes de su muerte profetizó lo siguiente: “si la oligarquía me mata, el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel normal “. Este año se cumplieron 74 años de haberse dicho.
A mediados del siglo pasado los guerrilleros campesinos de los Llanos Orientales, del Carare, de la Costa, de Antioquia, o de la cordillera oriental, fueron divididos en pequeños grupos por el régimen, en una clara maniobra contrainsurgente, para llevarlos a pactar la paz. Pero después de que hubieron firmado los pactos, vino la perfidia, los asesinatos y el rebrote guerrillero en las cordilleras. Después, a mediados de los 80, con del intento fallido del Acuerdo de la Uribe para detener la guerra, en medio del genocidio de la Unión Patriótica, el auge del Paramilitarismo contrainsurgente con participación directa del gobierno estadounidense y en una enconada y sangrienta lucha de clases en resistencia, se logró con inmensos esfuerzos, unificar los más importantes grupos insurgentes y resistentes en la coordinadora guerrillera Simón Bolívar.
Farc, EPL, ELN, Quintín Lame, M19, Partido Revolucionario de los Trabajadores-PRT lograron firmar un acuerdo unitario de conformación en 1987, de corta duración, hasta inicios de 1989, cuando se conoció la firma de un acuerdo para la desmovilización (individual, inconsulto y sorpresivo, podríamos decir divisionista y a escondidas de los compañeros de la coordinadora) firmado entre el comandante del M19 Carlos Pizarro, con el consejero para la paz del gobierno Pardo Rueda, al cual se sumaron posteriormente el Quintín Lame, una parte del EPL y el PRT, que finalmente desembocó en el proceso de desmovilización, indulto y paz de 1990, y en la constituyente para redactar la constitución de 1991.
Pero, más tardaron los colombianos en alegrarse con las perspectivas de paz que traería la nueva constitución, y los nuevos acuerdos y pactos de pa, que los vilipendiados disidentes en continuar la lucha guerrillera de resistencia; a las masacres colectivas, a los genocidios, a los fusilamientos y desapariciones de opositores; a los desplazamientos campesinos y expropiaciones de sus tierras perpetrados por los paramilitares oficiales en una acelerada expansión. Y priorizando su tradicional lucha por una verdadera Solución Política al conflicto armado que se continuó ¿recicló? con toda su crueldad destructora.
La paz es la victoria fue la respuesta arrogante del bloque de clases dominante, y vuelta a comenzar. El conflicto se había “reciclado” (para usar un verbo verde y ecológico) sobre la misma sustancia estructural que lo origina, reutilizada con algunas actualizaciones, modificaciones y nuevos financiamientos con el ingreso de una nueva “burguesía lumpen”, aceleradamente enriquecida utilizando el libre mercado, exportando sustancias naturales narcóticas al primer mundo desarrollado.
Y en medio de un evidente deterioro económico, humano y moral, se llegó a la primera década del siglo XXI. ¡Oh, dolor de cabeza! El presidente no puede jugar sus partidas compulsivas de póker en el club social con sus amigos. No se puede seguir así. Volvamos a ofrecerles acuerdos de paz a esos guerrilleros alucinados. El ejército y los asesores vuelven a la tradición oligárquica contrainsurgente refinada con nuevas prácticas y desarrollos, esta vez más sofisticada por el sionismo para descabezar uno por uno los jefes guerrilleros y dividirlos hasta obligarlos a firmar y entregar las armas, y vuelta a la tradición: a la perfidia, los asesinatos de excombatientes, los incumplimientos, los entrampamientos, las extradiciones y al nuevo “recicle” del conflicto con nuevos “disidentes” y nuevos grupos alzados en armas y nuevas financiaciones porque el capitalismo no se puede detener ni un minuto.
Con la segunda década de este siglo llegó a la casa de Nariño el actual presidente y con ÉL, nuevas esperanzas electorales de cumplir lo pactado cuatro años atrás y, lograr la paz que llamó total. Qué alivio. Después de una breve improvisación porque el “man de las gafas” recomendado por su hermano Juan Fernando Petro, no vio bien el conflicto armado; se le entregó toda la politica presidencial de la paz total a ex compañeros y viejos militantes del M19: Oti Patiño, Camilo Gonzales, Vera Grave, Armando Novoa. Cada uno con su tarea específica, en equipo con el ministerio de defensa blindado de su inmodificable y tradicional ideología contrainsurgente, con resultados claros y contundentes:
El llamado Estado Mayor de las Farc: Dividido y en combates internos; alias Mordisco contra alias Calarcá.
El autodenominado Ejército de Liberación Nacional: Dividido entre el Coce y los Comuneros del Sur. Se trabaja en la separación del grupo del Chocó.
La autodenominada Segunda Marquetalia (el más reciente resultado) Dividida, entre el extraditable alias Iván Márquez, quien al parecer se queda con el nombre, y los Comandos de la Frontera Sur, unidos al Bloque Sur-occidental con alias Walter.
No hay más divisiones porque no hay más grupos insurgentes: Toda una gran victoria de la contrainsurgencia progresista. Anunciada a continuación por el presidente, en el correspondiente trino oficial de gobierno:
Quienes continúen en el traqueteo y no bajen las armas y las pongan al servicio del pueblo, serán doblegados por la Fuerza Pública de la Constitución. (En X. 17 nov 2024) La consigna sigue siendo clara !Con el pueblo y con las armas al poder!
Y así, a pesar de las preocupaciones y críticas serias de organizaciones nacionales e internacionales solidarias y comprometidas con una verdadera paz en Colombia, y por una Solución Política al conflicto interno; se va, dejando pasar el tiempo de gobierno, culpando de todo a disidentes y traidores ( Ay de JM Santos y su adlátere De la Calle), ojo, procrastinando y languideciendo en el agobio, muy probablemente hasta el final del periodo presidencial en el 2026, cuando auto críticamente, como de costumbre, se dirá : Lo siento mucho, se hizo lo que se pudo pero no fue posible cumplirles la promesa electoral de lograr la paz total, por culpa de los disidentes y traidores a la paz. Lo cual quedará en manos del próximo presidente. ¿Podrá el Milei colombiano resolver definitivamente el asunto?
Autocríticas semejantes ha oído el pueblo colombiano de parte del grupo político M19: Con cada uno de los tantos y tan importantes secuestros individuales que terminaron con la muerte desarmada de varios de ellos, realizados durante sus acciones intrépidas individuales que nada tiene que ver con la lucha armada de masas en resistencia contra el Imperialismo y la oligarquía cipaya. Con el asesinato aleve de Raquel Mercado, lo sentimos mucho. Con el desastre del palacio de Justicia, cometimos un grave error, por el que pedimos perdón. Se cuenta con la infinita capacidad de perdón del pueblo colombiano.
¡Con el pueblo y las armas al Poder! Esta vez sin María Eugenia. Pero lo grave es que, alcanzando al poder con el voto de las masas populares, no por las armas, las que se adquirieron después de la llegada a la casa presidencial; ya no hay lugar para un “lo siento”, así de esos, de labios para afuera. Los hechos divisionistas referidos, no dejan lugar a ninguna credibilidad y menos valor a futuro.
Lo realmente pesado es el poco tiempo que queda para que en la realidad se retorne la confianza deteriorada y se demuestre lo contrario.
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