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El estimulo no es el dinero sino lo que puede hacerse con él

Contrapunteo del CUC y el cup

Fuentes: El Estado como tal (Blog)

La redistribución del ingreso, las rebajas de precios y otras medidas amables promovieron el aumento del circulante monetario a partir de 1959. De lejos llegó la filosofía de priorizar la acumulación en aras de un mayor consumo futuro. El nuevo peso cubano surgido del cambio de moneda de 1961 actuó en solitario durante 30 años […]

La redistribución del ingreso, las rebajas de precios y otras medidas amables promovieron el aumento del circulante monetario a partir de 1959. De lejos llegó la filosofía de priorizar la acumulación en aras de un mayor consumo futuro. El nuevo peso cubano surgido del cambio de moneda de 1961 actuó en solitario durante 30 años y la posesión de moneda extranjera se convirtió en delito. El racionamiento y el pertinaz atraso de la oferta respecto a la demanda acompañaron este paisaje social dentro de un medio ajeno al quehacer comercial en otros países.

Después de 1990 el dólar norteamericano regresó a hurtadillas por obra y desgracia del Periodo Especial. La espuria cotización llegó a más de 130 pesos. Posteriormente se desinfló hasta estabilizarse en alrededor de 22 a 26 pesos. Los tiempos difíciles alcanzaron su clímax en 1993 cuando el colapso de la capacidad importadora y otras desgracias obligaron a promover la captación de monedas válidas en el exterior. La despenalización fue un paso importante, seguido del desarrollo de cadenas de tiendas recuperadoras de divisas.

Muchas familias comenzaron a recibir parientes de fuera. Junto a su foto con el auto del año traían cargas de baratijas. Despertaron ansias de consumo en personas acostumbradas a la frugalidad. Regresó la pasión por la moda y por la pacotilla. Pero no todo eran fruslerías. Figuraban también muchos artículos verdaderamente necesarios.

El peso convertible –Cuban Universal Currency o CUC– una divisa criolla de andar por casa, se emitió como alter ego del dólar norteamericano. Ambas tenían acceso a bienes inaccesibles para el humilde peso. Sin proponérselo, las tiendas en divisas aportaron una rediviva cara comercial. Muy cara, por cierto. Sus precios se fijaban multiplicando el costo de adquisición por un coeficiente mínimo de 1.6, muchas veces superior. La población no tenía otra alternativa de compra para determinadas mercancías como el aceite de girasol y los productos de higiene. La moneda convertible adquirió importancia vital. Tener o no tener divisas, he ahí el dilema, diría una Hamlet criollo.

El año 2003 Cuba canceló la circulación interna del dólar. El CUC se adueñó oficialmente de la escena. Fue un acto de legítima defensa que inició el contrapunteo entre el cup y el CUC. De manera indirecta afectó la retroalimentación de las mercancías en las cadenas de tiendas.

A principios del 2005 se encargó al Banco Central de Cuba el control de la moneda extranjera. Otorgaría marcos de divisas en dependencia de las existencias. Fue un mal necesario. La medida afectó a las cadenas minoristas a pesar de que sus operaciones de contado retiraban CUC con márgenes comerciales que harían feliz a un fenicio.

Entre 2011 y 2014 las importaciones cubanas se movieron en un entorno de 14.000 millones de dólares equivalentes. Grosso modo, el 40% se destina a combustible. Alrededor de la tercera parte amortiza la deuda externa y un 12% se dedica a alimentos. El resto es otorgado a las distintas necesidades de importación. Esta es su estructura actual.

Felizmente la caída de la exportación de mercancías fue compensada por los servicios. Cubren casi las ¾ partes de la balanza de pagos. Algunos constituyen entradas netas, otros asumen costos y no faltan los que semejan exportaciones, pero a precios detallistas y con generosas ganancias comerciales; es el caso del tabaco, las bebidas, suvenires y otros productos industriales. Son atributos que no deben perderse de vista en el proceso de unificación monetaria.

Estimados confiables sitúan actualmente a las remesas familiares en alrededor de US $3.000 millones No tienen costo, al igual que las propinas, regalos y servicios personales vinculados a los turistas. Son los campeones en la olimpiada de la admisión neta de divisas. Otras mercancías o servicios no poseen ese don.

Los turistas compran paquetes todo incluido, vienen por su cuenta o en excursiones de cruceros. Sin excepción incurren en variopintos gastos de bolsillo no contabilizados como tales. Pagan taxis, dan propinas, compran suvenires, rentan autos, utilizan transportes, frecuentan bares, etc. Tales consunciones pueden estimarse en bastante más de US$ 200 por persona durante su estancia. Su sumatoria, tomando 5 millones de turistas, superan los US $1.000 millones.

La entelequia monetaria surgió de la igualación del peso y el dólar en las empresas, con la buena intención de no menoscabar el registro contable. El resultado ha sido una sobrevaloración del cup. De otra parte actuó la necesidad de captar las divisas recibidas por la población, con el CUC como protagonista. Fue un dúo de dineros de un mismo emisor actuando por separado con tasas de cambio antitéticas. Tal mezcolanza degeneró en la denostada dualidad.

Entre 1995 e inicios de 2002 funcionó un régimen de flotación en el segmento poblacional, pero finalmente se adoptó la tasa fija que aún perdura. Algunas personas piensan que se subvalora el cup de la población y que un cambio favorable reeditaría el milagro de los panes y los peces. Es un prodigio dudoso. Lo cierto es que en las tiendas rigen precios de país opulento en contraste con ingresos subdesarrollados. En los últimos tiempos se ha difundido en muchos comercios el uso indistinto de una u otra moneda. Simplemente, los establecimientos exclusivistas multiplican por 25 sus precios en CUC.

El encuentro equivalente ente las tasas de las empresas y las de la población será difícil. No depende de decisiones burocráticas. Un tour de force pudiera significar un choque de trenes. Sólo el aumento de la productividad puede lograr nivelarlas. Ello requiere tiempo y motivación.

La población padece un mercado de vendedores marcado por una oferta que va siempre a la zaga de la demanda, Esta situación dura más de medio siglo, es fuente de corrupción y provoca el almacenaje preventivo de productos que no llegan a consumirse. Lo peor es que no estimula. Paradójicamente el consumidor ha sido preterido en una sociedad que tiene al ser humano como objetivo. En este caso la dualidad tiene un perfil más mercantil que monetario. Una oferta adecuada en las redes de oferta actuaria como un efecto dominó en la agricultura y en las demás actividades económicas y de servicios.

La reducción de la tasa atentaría contra los gastos de bolsillo de 5 millones de turistas. También los residentes se verían aquejados en alguna medida. Los receptores de CUC en grandes o pequeñas dosis abarcan casi toda la población.

Las ventas actuales en las cadenas ascienden a algo menos de US$ 2.500 millones anuales, expresados convencionalmente en dólares. Bastarían unos US$ 1.000 millones para reabastecerlas de inmediato, asumiendo que el precio más que duplica al costo. Parte está ya incluido en la importación de alimentos que anda por US$ 1.500 millones anuales. Es importante que la asignación sea mensual para facilitar la reposición. Serian unos US$ 83 millones cada mes. Se trata de restablecer de inmediato el costo de las mercancías vendidas, y reponerlas con celeridad, sin las carencias e intermitencias actuales.

Es difícil prever el efecto en la demanda con una rebaja de la actual tasa fija. Para los poseedores de CUC seria negativa. Todo lo contrario ocurriría con el cup, pero la oferta no lo soportaría. En el sector empresarial el efecto es más predecible. Al cesar la equivalencia del peso con el dólar se beneficiarán la exportación, la inversión extranjera y la venta de paquetes turísticos. Adquirirán sentido el análisis de gestión y de factibilidad. Como contrapartida la nueva tasación incorporará inflación que finalmente se trasvasaría a la población y, de alguna forma, a las finanzas, a los acreedores y deudores y al fisco.

La devaluación del peso abatirá la imagen vigente de las Cuentas Nacionales. En el año 2014 Cuba percibía un per cápita de $7.274 y ocupaba el lugar 37 entre 51 países de América Latina y el Caribe en lo que respecta a este indicador. Una tasa más baja – v. gr. de 5 pesos por $1- lo reduciría a $5.920.

La moneda es el mecanismo de intercambio para las personas naturales. Sirve de unidad de cuenta a las personas jurídicas y posibilita el ahorro a todos. Son sus tres funciones básicas.

La dualidad implica dos segmentos sociales con tasas antitéticas. El problema más grave es el de la evidente sobrevaloración en las empresas. Debe enmendarse de inmediato. En lo tocante a la población, el llamado problema monetario es más de mercado que pecuniario.

Problemas desiguales requieren soluciones diferentes. El peso unificado actuará como unidad de cuenta y deberá cotizarse contra dineros extranjeros. En el sector productivo conviene mantener por el momento la asignación centralizada de divisas. Lo obliga la crónica escasez.

En lo tocante a la población será prudente regresar a la tasa fluctuante que fija las proporciones en base a la oferta y la demanda monetarias. Los actuales mecanismos centralizados limitan la reposición simple de la cadena minorista. Cada día se ve más afectado su surtido. El propio incremento del turismo genera más demanda debido a sus gastos de bolsillo y a la mayor necesidad de insumos por parte de quienes lo sirven. Debe otorgarse al consumo personal la importancia que tiene.

La estrategia en la distribución de las escasas divisas debe priorizar al mercado minorista de las cadenas. Los combustibles son imprescindibles. Asimismo resulta vital honrar la deuda externa. Luego de garantizar ambos destinos, ha de priorizarse el volumen dedicado a la oferta minorista.

Los argumentos expuestos sugieren la necesidad de mantener los dos segmentos monetarios, el de las personas jurídicas y el de las naturales. Los pasos a seguir serian los siguientes:

 1) Definir la moneda única y otorgarle convertibilidad.

2) Mantener cierto período la segmentación entre empresas y población.

3) Establecer una tasa fija para las empresas ( Idealmente 5 pesos x 1 dólar).

4) Instaurar una tasa fluctuante para el cambio de divisas por pesos nuevos, sólo para la población y los turistas.

5) Asegurar una asignación de divisas para sustituir las ventas realizadas en las cadenas de tiendas y aplicarla mensualmente.

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