(Texto en respuesta al post «El peso inconvertible» de Eduardo Perez) Si bien pocas veces participo en los debates cotidianos sobre economía nacional que se dan en la blogosfera cubana, el texto en cuestión considero que no podía quedar sin respuesta. En tanto, pocas veces puede leerse tantos errores en tan pocas líneas. Intentando no […]
(Texto en respuesta al post «El peso inconvertible» de Eduardo Perez)
Si bien pocas veces participo en los debates cotidianos sobre economía nacional que se dan en la blogosfera cubana, el texto en cuestión considero que no podía quedar sin respuesta. En tanto, pocas veces puede leerse tantos errores en tan pocas líneas. Intentando no caer en juicios de valor o normativismos -como está lleno el texto del autor-, me limito a presentar hechos comprobables. Sin más dilación comencemos:
Perez Castel afirma: «lo cierto entonces y ahora es que ni el CUP ni el CUC eran, ni son, convertibles internacionalmente. O sea, cualquier entidad cubana, sea estatal o privada, que desee importar algún producto del mundo para venderlo luego en Cuba, no puede hacerlo con CUP o CUC (…) monedas inconvertibles son la mayoría. Es inconvertible el peso argentino, es inconvertible el real brasileño, es inconvertible la lira turca, es inconvertible el rand sudafricano, es inconvertible el rublo ruso, es inconvertible el won sudcoreano y muchas monedas más que harían muy largo este párrafo. Solo alrededor de 10 miembros tiene el selecto club de monedas convertibles internacionales».
Aunque en apariencia sea cierto, es el inicio de una serie de razonamientos que dan muestra de la ausencia de conocimiento de ciertos mecanismos que rigen la economía cubana y la economía mundial. En primer lugar, claramente ninguna de nuestras dos monedas nacionales, ni el CUC ni el CUP, son cambiables en suelo internacional de forma generalizada. Más allá de alguno que otro país en donde de manera informal se pueda realizar dicho cambio, la generalidad es que las mismas no pueden ser libremente convertibles a otras monedas nacionales en sus países de emisión.
Esto como bien dice el autor, no es una particularidad de nuestra moneda, la gran mayoría de las monedas nacionales no pueden ser utilizadas en el comercio internacional, en tanto las mismas no logran desempeñar la función de «dinero mundial» o «divisa»; en tanto no son reconocidas como medida de valor ni medio de circulación a nivel mundial. Pero este hecho no significa en ningún momento que nuestras monedas no sean convertibles, la convertibilidad de una moneda que no es divisa se determina en su área de acción, en la arena nacional.
El autor confunde, la función de «dinero mundial» (o como dice la ortodoxia: ser divisa) del dinero, con la capacidad de la moneda de ser convertible por otra. En la primer se denota la propiedad que adquieren algunas monedas de desempeñarse como equivalente general de cualquier mercancía a nivel mundial, la segunda se refiere a un intercambio entre dos mercancías dinerarias a una relación cuantitativa determinada (tasa de cambio). No toda moneda es divisa, pero eso no significa que sea inconvertible, la convertibilidad de la moneda se expresa en su capacidad de que sin ser divisa pueda ser cambiada por una divisa, que es en última instancia la reserva de valor por excelencia en las economías monetarias modernas.
Pongámoslo así, por ejemplo, el caso de Argentina, país con una moneda inestable, no puede, como generalidad, realizar transacciones internacionales en su moneda. La capacidad del peso de ser convertible a una divisa según una tasa de cambio dada, es la única posibilidad que tiene dicha moneda y los agentes nacionales que la poseen, de comprar bienes y servicios en el resto del mundo. ¿Eso significa que la moneda argentina sea inconvertible? Claramente no, los agentes de la economía argentina que transan en su moneda nacional necesitan para realizar transacciones con el resto del mundo adquirir divisas, y estas últimas están determinadas por el monto de divisas captadas por la economía argentina para hacer frente a la demanda de las mismas por los agentes nacionales.
No importa si el tipo de cambio, pasa de 100 pesos por dólar a 1000 de pesos por dólar, mientras exista dicha relación de intercambio cuantitativo, existe convertibilidad. Dicho en otros términos, mientras el valor reconocido en la mercancía dineraria (peso) tenga un equivalente (dólar) en donde pueda expresar su valor, existe una convertibilidad, el valor de una masa de pesos se refleja al mismo valor en otra masa de dólares. La relación de intercambio surge de enfrentar los valores que se reconocen en cada unidad monetaria individual.
Pongo el caso de Argentina para resaltar que aún en condiciones tan negativas, el peso puede intercambiarse por una divisa. Igual pasa con la economía venezolana, si bien en algunos momentos en el mercado formal existieron problemas de convertibilidad a la tasa de cambio oficial, el bolívar nunca fue inconvertible al dólar. Ya fuera por un millón o dos millones de bolívares por dólar, el mercado informal o paralelo, que también es reflejo de la convertibilidad y de la tasa de cambio coherente de la economía, pues el bolívar era convertible.
Un mecanismo semejante pasa en Cuba, con dos grandes diferencias. La primera, que nuestro tipo de cambio es fijo. La segunda, es que ante una fuerte segmentación de los mercados en la economía existe un sector de la misma (el estatal) en donde la moneda nacional es convertible con restricciones.
El primer tema, el tipo de cambio fijo. El Banco Central fija y defiende un tipo de cambio dado, en nuestro caso 25 cup o 1 cuc por 1 dólar (eliminando el gravamen impuesto al dólar y tomando el dólar como referente de cualquier otra divida). El Banco Central se compromete con la población a vender y comprar toda la divisa, que en generalidad la población oferte o demanda.
Al entrar un dólar como remesa, el mismo es comprado por el banco central que entrega a cambio 1 cuc o 25 cup al sector de la población, vía banca nacional (Banco metropolitano, BANDEC etc). El banco central está obligado, si quiere defender su tipo de cambio y mantener su credibilidad ante la población, a vender cuanta divisa demanda el sector de la población a dicho tipo de cambio, si aumenta la demanda por divisas, el Banco Central tendrá que aumentar su oferta de divisas, disminuyendo las reservas internacionales de divisas de la economía.
En regímenes de tipo de cambio flexible ante un aumento muy fuerte de la demanda de divisas y se mantiene constante la oferta del Banco Central, lo que ocurriría sería una depreciación de la moneda nacional lo que aumentaría la tasa de cambio, más moneda nacional para comprar una misma cantidad de divisa. En régimen de cambio fijo, el Banco Central está obligado a ampliar la oferta monetaria de divisa si no quiere que el tipo de cambio tenga fuertes presiones a la depreciación que se notaría como la imposibilidad de la población de ir a CADECA y poder cambiar sus monedas nacionales en divisa.
En tipo de cambio fijo la oferta de divisas del banco central es endógena, depende de la demanda, el banco central pierde la capacidad de elegir cuanta divisa vende, siempre y cuando quiera seguir manteniendo el tipo de cambio que fijo. En tanto un escenario de inconvertibilidad masiva de las monedas nacionales en manos de la población, no ha ocurrido en los últimos 20 años, es un error a todas luces decir que para el sector privado (población) las monedas nacionales son inconvertibles.
Algo diferente ocurre en el sector empresarial, en donde la convertibilidad de las monedas nacionales está limitada y controlada por un plan central de asignación de divisas. En dicho contexto solo a aquellas empresas que se le asignen podrán adquirir divisas, aun cuando cuenten con monedas nacionales para adquirirlas. En este contexto se establece una convertibilidad con restricciones. Dicho proceso ocurre en gran medida por una tasa de cambio sobreevaluada que hace imposible sostenerla sin controles administrativos.
En esa situación, el sector empresarial estatal, es el que ajusta el modelo. Si la economía ingresa supongamos, 100 dólares vía exportaciones, y la población demanda 80, pues solo quedarán 20 para utilizar por el sector estatal. Si aumenta la demanda de divisas de la población quien se ajusta es el sector estatal, pues en la población el Banco Central defiende un tipo de cambio y hay plena convertibilidad de la moneda. En resumen: el sector estatal presenta continuamente restricciones de liquidez de divisa, mientras que en el sector de la población la convertibilidad es plena.
Más adelante el autor expresa: «la trampa del importador: el importador nunca genera divisas, sino que las extrae del sistema o lo que es lo mismo, el importador en dependencia de sus prioridades e intereses, usa las divisas que generó otro para traer algo que puede ser útil o no, que puede ser prioritario o no para el país»
La primera idea, es una verdad de perogrullo y no dice mucho en realidad, por definición, importar es un ejercicio en donde siempre se sacan divisas de la economía y claramente no las crea el importador. Es más, lo mejor es que no las cree, para eso existe un banco central que compra y vende divisas entre los diferentes agentes de la economía, para poder sostener la especialización del trabajo y que no tenga que ser la misma empresa que importa la que tiene que exportar para poder comprar en el exterior. ¿Se podrá imaginar algo más ineficiente?
En cuanto a lo útil o prioritario para el país, pongo en duda que todo lo que el estado importe caiga en ese calificativo, no ya por el viejo cuento de las barredoras de nieve, sino porque basta ir a una tienda y encontrarnos muchas mercancías con ínfima demanda a los precios en que se venden, que se vencen sin venderse o que pasan a ser inventarios ociosos o de lento movimiento. Además, el componente de importaciones por partes del sector privado que forma parte de la oferta agregada de la economía, si bien no es en montos totales una parte fundamental, cumple una importante función social.
Que no se olvide qué ocurrió cuando se acabó el desodorante, o cómo la gente importo las motos eléctricas que tanto resuelven a más de uno, o cómo entrar por frontera televisores, refrigeradores, zapatos, y otros artículos que en el mercado estatal o no existen o simplemente cuestan el doble de lo que por esta vía se pueden obtener, alejándose mucho más de la frontera de posibilidades de los deprimidos salarios de nuestros trabajadores. Tal vez el autor sea la única persona en Cuba que jamás allá accedido a adquirir productos, en el mercado paralelo, pero para el resto de la población dichos productos significan una posibilidad de acceder a bienes de consumo que por otro lado le serían imposible obtener.
Prosigue el autor: «O sea la disyuntiva en la que se encuentra el gobierno cubano es permitir que las pocas divisas que generan sus empresas estatales se usen para importar ropa, zapatos, gafas y cuanta gangarria de marca Supreme exista desde Haití, Guyana o Panamá o que se usen para importar comida, medicinas, guaguas y petróleo desde Vietnam, China y Venezuela (…) El control y equilibrio del flujo de divisas que salen y entran de un país es vital para mantener la salud de cualquier economía. Gracias a ello se pueden utilizar esas divisas para satisfacer las necesidades básicas y crecientes de la población».
No existe tal disyuntiva. Más arriba expliqué que el estado no impone restricciones cambiarias a la población. Siempre que tengan con que, la población puede comprar divisas al Banco Central e importar todos los pullovers «Supreme» que quiera. Que el autor defienda que este marco debe modificarse y se le deben imponer restricciones de convertibilidad a la población para evitar la fuga de divisas, ya es un criterio del mismo, pero no es lo que sucede en la realidad. En Cuba no existe tal control al flujo de divisas que entran y salen en el sector población, donde existe plena convertibilidad. Por otro lado, repito lo que dije anteriormente, ¿las importaciones de privados no satisfacen necesidades básicas y creciente de la población? ¿Entonces por qué tienen demanda?
Para finalizar, algo de teoría no estaría mal. Cualquier moneda que haya funcionado con una relación de convertibilidad directa al oro, ante de los años 70s parecía reflejar plena capacidad de convertibilidad. Pero esto era solo una ilusión, en ningún momento de la historia moderna existieron en las bóvedas de los bancos oro suficiente para convertirse en la moneda que decían que podía ser intercambiada por el oro. Ni aún en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial en donde se fijó la paridad oro – dólar a una tasa de cambio de 35 dólares por onza, existía tal convertibilidad. Siempre existieron más dólares que reservas de oro, pero la ilusión de la convertibilidad, la confianza en la existencia de la misma, la hacía realmente posible.
En las monedas modernas pasa un fenómeno similar, si se intentara cambiar todos los euros en manos de los ciudadanos de la Unión Europea por dólares, a la tasa de cambio vigente, pues sería imposible, ningún país cuenta con reservas de divisas externas tan grande. Pero la confianza de la convertibilidad es la basa fundamental de su existencia.
Igualmente, si mañana todos los cubanos corriéramos a cambiar nuestros pesos por dólares u otras divisas, descubriríamos que el Banco Central no puede hacer frente a dicho tamaño de demanda a la tasa de cambio 25 cup por 1 usd, estaría obligado a devaluar el tipo de cambio. Pero mientras dicho pánico no ocurra y se pueda mantener una estabilidad en los flujos de divisas, la convertibilidad es un hecho, no una ilusión.
Fuente: http://jovencuba.com/2019/05/29/convertibilidad-monedas-nacionales/