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Cooperativas de consumo: producción sin explotación y consumo racional

Fuentes: La Tizza

Corría el año 1844 en la ciudad británica Rochdale cuando un grupo de tejedores, que tenían unas condiciones de trabajo miserables y unos salarios muy bajos, decidieron mancomunar recursos y esfuerzos para acceder a los bienes de consumo básicos a un precio asequible.

Con el objetivo de que los consumidores empobrecidos recibieran un trato respetuoso y honesto, los miembros de The Rochdale Society of Equitable Pioneers concibieron un modelo de gestión que les permitía a todos participar en las decisiones del negocio de distribución de mercancías y recibir beneficios según su aporte. Aquella modesta iniciativa evolucionó con el pasar de los años hasta convertirse en un movimiento de alcance global, que apuesta por aplicar la democracia económica tanto en los procesos de creación de la riqueza colectiva como en su distribución. El emprendimiento de los Pioneros de Rochdale simboliza no solo el punto de partida del cooperativismo con sus principios de funcionamiento y sus valores organizacionales sino, además, el nacimiento de la primera cooperativa de consumo, tal y como la entendemos en la actualidad.

En honor a la verdad, no se debe pensar en la cooperativa de los Pioneros de Rochdale como la primera estructura colectiva para la optimización de la distribución de mercancías. Cuando se estudia con detalle la historia, se encontrarán muchas otras fórmulas de emprendimientos sociales con un enfoque en la distribución equitativa, surgidas en el siglo XVIII. El éxito y la preeminencia histórica de los Pioneros de Rochdale reside en la genialidad de sus estatutos, que constituyen la armazón institucional del movimiento cooperativo hasta hoy.

Para un lector cubano poco familiarizado con los modelos de emprendimiento colectivos que conforman la base productiva de la economía social y solidaria, la palabra cooperativa significará un fenómeno atado a cuestiones agrícolas. El cubano de a pie concibe a la cooperativa como un colectivo de campesinos que trabajan en una granja subordinada a las directrices del Estado. Ese sesgo cultural estadocéntrico les impide a muchas personas comprender que las cooperativas deben ser autónomas y dedicarse a actividades muy variadas, como la producción de electrodomésticos, la creación de insumos biotecnológicos, la administración de hidroeléctricas o la gestión hotelera. Necesitamos desbaratar esa idea mal pre-cocida que se ha enraizado en el imaginario popular para que el cooperativismo logre, en el futuro inmediato, ocupar el verdadero rol que merece en la economía socialista cubana, cuyo primer fundamento debe ser el empoderamiento de la clase trabajadora.

Las cooperativas agrícolas solo son un tipo de cooperativa de trabajo, también denominada cooperativa de producción. La cooperativa de trabajo es una empresa autónoma gestionada democráticamente por sus miembros, cuyos medios de producción pertenecen a los trabajadores que la integran y que oferta bienes o servicios que serán consumidos por terceros. El concepto de cooperativa de trabajo engloba a todas aquellas cooperativas que venden sus producciones en el mercado para obtener un beneficio económico que luego será distribuido entre los trabajadores de forma equitativa —no necesariamente igualitaria— según lo pactado en los estatutos de la asociación. Aunque el objetivo de toda cooperativa debe ser la satisfacción de necesidades materiales y no precisamente el lucro, en la modalidad de cooperativa de trabajo la venta a terceros con un margen de utilidad se justifica porque con ello se cubren las necesidades materiales de los trabajadores que integran la estructura empresarial. Por lo antes expuesto, podemos clasificar como cooperativas de trabajo a empresas tan diferentes como la muy popular fábrica de refrescos mexicana Pascual con sus 4.559 trabajadores,[1] la empresa biotecnológica New England Biolabs con 697 miembros,[2] o la gigantesca Corporación Mondragón con sus 80.000 empleados.[3]

La categoría Cooperativa No Agropecuaria, que tanto se ha popularizado en el habla cotidiana y en nuestro marco jurídico, no halla asidero gnoseológico en la literatura especializada en el cooperativismo, pues no tiene sentido conceptualizar al todo haciendo referencia solamente a una de sus partes. Esta incongruencia se puede distinguir con facilidad en el Decreto-ley 47 De Las Cooperativas No Agropecuarias de 2021,[4] cuyo capítulo II sobre la Constitución de las cooperativas aclara en el artículo 7 que: «La cooperativa es de trabajo y se constituye como mínimo por tres personas, denominadas socios, donde cada uno tiene como principal contribución su trabajo personal (…)». Evidentemente, con la frase «la cooperativa es de trabajo», el legislador trata de corregir el error gnoseológico esclareciendo que la categoría Cooperativa No Agropecuaria se refiere en realidad al concepto de cooperativa de trabajo.

La mayoría de las cooperativas de trabajo no se concentran en cuestiones agrícolas y existen otros tipos de cooperativa que no son de trabajo. También hay cooperativas de viviendas, de transporte, de ahorro y crédito, de estudiantes… entre muchas más. En el presente artículo se abordarán las características de las cooperativas de consumo, que es un tipo de cooperativa muy específico.

La cooperativa de consumidores y usuarios, también llamada cooperativa de consumo en su forma abreviada, se constituye cuando sus miembros se unen para adquirir bienes o servicios de forma colectiva.[5] Las cooperativas de consumo tienen el objetivo de satisfacer una necesidad material común en las mejores condiciones de calidad y costo,[6] por lo que compran productos o pagan servicios al por mayor y, posteriormente, los ofertan a sus asociados con un pequeño margen de ganancia que se destinará a solventar los gastos de la entidad y a reiniciar el proceso de aprovisionamiento o de prestación de servicios.

Más allá de lo conceptual, para que el lector comprenda a cabalidad en qué consiste una cooperativa de consumo, basta decir que se trata de una empresa cuyos dueños son los propios clientes hacia los cuales se vuelca el resultado de la producción. En el modelo empresarial tradicional el cliente participa de forma pasiva al comprar lo que se le oferta, pero sin incidir de forma directa en lo que ocurre al interior de la empresa. Sin embargo, en la cooperativa de consumo el cliente se encuentra investido de la condición de poseedor de los medios de producción, por lo que todo proceso de toma de decisiones siempre estará condicionado por los intereses del consumidor/usuario que paga por la mercancía o servicio.

No se debe confundir el mecanismo de funcionamiento de una cooperativa de consumo con el concepto de prosumidor, que tanta popularidad ha ido ganando en tiempos recientes debido al desarrollo vertiginoso de la informática y el comercio virtual. El neologismo prosumisión se interpreta como la disminución del precio de venta de un producto que ocurre cuando el consumidor ejecuta un trabajo que antes era realizado por los trabajadores de la empresa.[7] Sin embargo, en el proceso de producción de una cooperativa de consumo por lo general no interviene la fuerza de trabajo de los clientes asociados. El cliente/dueño de una cooperativa de consumo influye en las decisiones de la estructura empresarial pero no produce dentro de la empresa.

Dado que la definición de cooperativa de consumo es muy dúctil, quedan englobadas dentro de esta categoría empresas con objetos sociales muy diversos. Siempre que los clientes participen en la toma de decisiones en su condición de dueños plenos de la empresa colectiva, entonces estaremos en presencia de una cooperativa de consumidores y usuarios. Para que el lector constate el amplísimo espectro de actividades que ejecutan estas empresas, se mencionarán a continuación tres ejemplos de cooperativas de consumo en sectores de la economía muy distintos:

  • la cooperativa SCIAS que administra el Hospital de Barcelona, integrada por un Consejo Asesor con 15 miembros, de los cuales 12 representan a 166.000 usuarios/pacientes y los otros tres representan a los 800 trabajadores del centro de salud;[8]
  • Cooperative Energy, empresa estadounidense con 480 empleados que abastece de electricidad 437.000 hogares y negocios y que detenta, además, el diez por ciento de las acciones en una sociedad anónima que gestiona una central electronuclear;[9]
  • y la celebérrima cooperativa suiza Migros para la distribución de mercancías, con sus 2,27 millones de asociados y 99.000 empleados.[10]

No obstante, el principal objeto social de las cooperativas de consumo sigue siendo la distribución de mercancías, con acento especial en el mercado de víveres. Las cooperativas de consumo constituyen una de las cadenas de distribución más idóneas para acercar a productores y clientes, al eliminar esos indeseados intermediarios que encarecen el precio de venta sin agregarle valor a la mercancía.

En las cooperativas de consumo, como en los otros modelos de cooperativas, para convertirse en socio es necesario realizar un aporte dinerario inicial. El monto de dinero necesario para afiliarse no debe ser elevado, pues resultaría una barrera infranqueable para muchos. En caso de que quienes deseen asociarse a la cooperativa no posean el capital inicial necesario, debe ponerse a su disposición una modalidad de pago fraccionado, como el pago a plazos, o alguna facilidad de crédito a través de un banco. Ese aporte dinerario inicial provoca un cambio en el esquema de pensamiento del socio-cooperativista en cuanto a su interacción con los medios de producción, al reforzar la identificación del miembro con la empresa. Se aporta dinero porque se es dueño de una porción de la empresa, y esa identificación con lo que se posee sirve para combatir la alienación que experimenta el trabajador de una empresa privada en relación al fruto del trabajo colectivo, o la enajenación que siente el obrero-usufructuario de una empresa estatal que es de todo el pueblo, pero no es de nadie.

El intercambio de valores en una cooperativa de consumo se basa en la conformación de precios justos. Eso no significa que se oferten las mercancías y servicios a precios irrisorios, sino que se pactan precios adecuados entre los productores y el consumidor final. Las cooperativas de consumo están más interesadas en comprarle una mercancía a un proveedor local que a una fábrica enclavada a miles de kilómetros de distancia, que opta por disminuir sus gastos explotando a los trabajadores en condiciones de semi esclavitud para así comercializar sus producciones a precios muy competitivos. De ahí que a veces los productos de las cooperativas de consumo tengan precios de venta ligeramente superiores, comparados con los de otros supermercados que no se guían por ese postulado ético y racional.

El hecho de que la cooperativa de consumo les pague a sus asociados/clientes un interés sobre el aporte dinerario inicial, se debe a las mismas razones de capitalización monetaria que ocurren en una entidad bancaria. A fin de cuentas, con ese aporte dinerario inicial que realiza el cliente, la cooperativa dispone de un monto para sus operaciones. Pero en el mundo del cooperativismo el retorno de un interés sobre el capital aportado es mínimo.

Las bonificaciones que recibe el consumidor asociado al finalizar el año fiscal se corresponden con un dinero que acumuló la cooperativa al aplicar márgenes comerciales ligeramente superiores a sus costos y gastos de operación. Esa pequeña ganancia se les devuelve a los asociados porque fueron los clientes, en su condición de socios, los que pagaron de más por la adquisición de los productos. Aunque muchos lo interpreten como un pago de bonificación, en la realidad contable se trata de una devolución.

Quizás un lector avezado se pregunte por qué las cooperativas de consumo obtienen utilidades que se repartirán en forma de bonificación al finalizar el año fiscal, si se supone que no deben cobrar precios de venta superiores a los costos y gastos. Pero no se debe perder de vista que una empresa no puede operar con un plan contable tan restringido. Los precios de los proveedores varían según el comportamiento macroeconómico. Cuestiones como la inflación, la devaluación monetaria, encarecimiento de los combustibles o el endeudamiento público inciden en los precios de las mercancías. Por tanto, la cooperativa de consumo debe operar con precios de venta ligeramente superiores a sus gastos para no incurrir en pérdidas al final del periodo contable. Si la cooperativa de consumo obtiene ganancias por las operaciones mercantiles, ese surplus se les devuelve a los consumidores en forma de bonificación, porque a fin de cuentas se trata de un dinero que la cooperativa nunca debió cobrar, pero que se cobró para evitar que la empresa cayera en una situación de endeudamiento o de pérdida financiera.

Lo que no debe ocurrir bajo ningún concepto es que el pago a los empleados de la cooperativa de consumo no satisfaga sus necesidades materiales. Es por ello que los empleados, como miembros plenos de la estructura empresarial de la cooperativa de consumo, pueden reclamar un aumento de la retribución monetaria que reciben por su trabajo. He ahí lo que se entiende por participación económica democrática de los empleados en el caso específico de una cooperativa de consumidores.

El mecanismo de intervención que se establece entre consumidores y productores en una cooperativa de consumo es mucho más racional que el utilizado por el antiguo modelo autogestionario yugoslavo. En la desparecida Yugoslavia, las fábricas estatales autogestionarias eran forzadas por los gobiernos locales a bajar los precios para evitar la inflación a través de una negociación permeada por intereses políticos que, acaso, podían resultar ajenos a la realidad interna de la empresa.[11] De sobra es sabido que, muchas veces, los actores políticos o gobernadores no poseen la suficiente pericia en temas de economía, por lo que un proceso intervencionista del aparato estatal en los asuntos internos de la empresa constituye un peligro a evitar. En este sentido, la cooperativa de consumo se yergue como un instrumento más idóneo para pactar precios, dado que los actores implicados en la negociación son los consumidores y la empresa, sin que medien las decisiones arbitrarias de los órganos del Estado en el intercambio mercantil.

La honestidad intelectual es un aspecto que debe permear todo análisis económico. Debido a esto, no se pretende ocultar en esta descripción de las ventajas del modelo cooperativo algunas de sus fallas y desaciertos. La evolución histórica de las cooperativas de consumo se ha visto ennegrecida por la amargura que permanece en la memoria colectiva tras la quiebra de grandes consorcios. Las cooperativas de consumo de Francia, Austria, Bélgica y Alemania llegaron a alcanzar en la década de los ochenta del siglo XX dimensiones gigantescas, con el lastre de burocratización que ello implica.[12]

Los cambios que experimentó el sector de la distribución de bienes con tendencia a la concentración de capitales transnacionales, el surgimiento de hipermercados con políticas de precio de descuento y la batalla campal entre los competidores por ofertar los precios más bajos para atraer a la clientela e incrementar ingresos al incentivar el consumismo mediante agresivas campañas de marketing, significaron la bancarrota o la privatización para muchas de las grandes cooperativas de consumo que olvidaron la importancia de satisfacer las necesidades cambiantes de los consumidores. La empresa que no se enfoque en el cliente pagará con su fracaso el pecado de olvidar que el objetivo de un proceso económico eficaz es la satisfacción de las necesidades materiales de seres humanos, cuyo sistema de pensamiento está en constante evolución.

Aprendida la lección del pasado, el panorama que se avizora para las cooperativas de consumo en el sector de la distribución de mercancías está colmado de oportunidades a aprovechar. El paradigma de consumo cambió. El ciudadano de hoy se preocupa más por disminuir la huella ecológica en los procesos productivos y desea estimular la producción local, en detrimento del contaminador sistema transnacional de aprovisionamiento que se traduce en la importación de bienes que son trasladados en buques porta contenedores desde países muy lejanos, cuando muchos de esos víveres y manufacturas se pudieran crear en fábricas y granjas mucho más cercanas a las tiendas donde serán comercializados.

El modelo contemporáneo de cooperativa de consumo se articula en torno a procesos organizacionales más dinámicos, como la venta de mercancías a clientes que no son miembros de la asociación, así como la desaparición de las bonificaciones y el establecimiento de una filosofía de reparto equitativo de los excedentes entre los empleados, pero manteniendo el principio de que los trabajadores y la comunidad de consumidores deciden conjuntamente precios y estándares de calidad satisfactorios.[13]

Los proyectos de cambios que se cuecen en el entramado económico de la Cuba contemporánea bien pudieran nutrirse de ejemplos de cooperativas de consumo exitosas, como la japonesa Seikatsu Club,[14] una asociación que agrupa a 400.000 campesinas productoras y clientes amas de casa, que no solo ha contribuido a generar empleos, sino que además ha conducido al empoderamiento de mujeres en el seno de una sociedad en extremo rígida y patriarcal.

Para lograr un mayor crecimiento del sector cooperativo en Cuba se precisa desplegar una fortísima labor de divulgación de las características y ventajas del modelo empresarial cooperativo, modificar el actual marco legal restrictivo para abrir espacio a todas las formas de asociación cooperativa, así como acompañar el surgimiento de cooperativas o la conversión de negocios ya existentes en cooperativas con un adecuado programa de capacitación, para que la clase trabajadora aprenda y exija sus derechos como verdadera dueña de los medios de producción.

Mucho tiempo ha transcurrido desde que aquellos tejedores empobrecidos decidieran crear una tienda de víveres con todos y para el bien de todos. Quizás los Pioneros de Rochdale nunca sospecharon que su semilla de esperanza construiría raíces sólidas, como los árboles centenarios, y que su proyecto de emprendimiento social no solo seguiría existiendo en el siglo XXI, sino que germinaría en todos los rincones de esta selva caótica que llamamos humanidad. En el yermo surco de una economía global asfixiada por esquemas empresariales expoliadores y contaminantes, aún queda mucha semilla cooperativa por sembrar.

Iran Morejón Quintana. La Habana. 1985. Licenciado en Turismo. Experiencia como especialista comercial en Caracol, Palmares y el hotel Tryp Habana Libre gestionando actividades de marketing, comunicación, calidad, inventarios, compras a proveedores de habanos, merchandising, organización del Encuentro de Amigos de la Casa del Habano Partagás y la implementación del sistema de Perfeccionamiento Empresarial. Tutor de dos tesis en opción al título de Licenciatura en Comunicación y en Turismo, respectivamente. Formación en el Diplomado Panorama de la industria tabacalera en Cuba impartido por el Museo del Tabaco. Cuenta con publicaciones en temáticas de ciencia de la religión y marketing. En la actualidad vinculado laboralmente con la Agencia de Viajes Cubanacán. Cofundador del grupo CO-EMPRENDE para la promoción del cooperativismo y la economía social. Miembro de la ANEC.

Notas

[1] Véase el sitio web oficial de la empresa en https://www.pascual.com.mx/nosotros/

[2] Véase el sitio web oficial de la empresa en https://international.neb.com/about-neb/neb-overview

[3] Véase el sitio web oficial de la empresa en https://www.mondragon-corporation.com/

[4] Disponible en https://www.gacetaoficial.gob.cu/es/gaceta-oficial-no-94-ordinria-de-2021

[5] Piñeiro, C. (comp.) (2011). Cooperativas y socialismo: Una mirada desde Cuba. Caminos. La Habana.

[6] Euro Coop. (2011). Consumer Co‐operatives: Democracy — Development — Employment. European Community of Consumer Cooperatives. Bruxelles.

[7] Aunque vale destacar que la definición que propone el creador del neologismo estaría más relacionada con el concepto de autoconsumo. Véase Toffler, A. (1981). La tercera ola. México: Edivisión.

[8] Véase el sitio web oficial de la empresa en https://www.scias.com/es/objecto

[9] Véase el sitio web oficial de la empresa en https://cooperativeenergy.com/about-us/

[10] Migros (2021). Facts and figures 2020. Federation of Migros Cooperatives: Zurich.

[11] Lluis y Navas, J. (1977). La cooperación clásica y el socialismo autogestionario yugoslavo. Análisis de sus analogías y diferencias. Revista Estudios Cooperativos, núm. 41, enero-abril, pp. 3–63. Asociación de Estudios Cooperativos. España.

[12] Brazda, J. y Schediwy, R. (2003). Esbozo histórico de las cooperativas de consumo. Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa, núm. 44, abril, pp. 105–136. CIRIEC-España.

[13] Véase el caso del grupo Erosky en Martínez, A. (2011). Evolución del cooperativismo de consumo. Boletín de la Asociación Internacional de Derecho Cooperativo, núm. 45, 133–160.

[14] Véase el sitio web oficial de la empresa en https://seikatsuclub.coop/en/about.html

Fuente: https://medium.com/la-tiza/cooperativas-de-consumo-producci%C3%B3n-sin-explotaci%C3%B3n-y-consumo-racional-edfa67f563d5

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.