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Coronavirus, llave de la Caja de Pandora

Fuentes: Rebelión


Como traídas por el aguaje, llegaron las consecuencias del coronavirus: en todo el mundo hubo cierre de fábricas y empresas; se vio afectado el transporte y el turismo, así como los mercados bursátiles y de materias primas; se cerraron las fronteras, los lugares de esparcimiento y estudio; los hospitales se abarrotaron y es patética la escasez de instrumentos médicos y medicinas. La Organización Mundial de la Salud pronostica que esta epidemia traerá consecuencias desastrosas para la economía mundial, porque perturbará el comercio y el turismo, principales motores económicos del planeta, algo para lo que nadie se ha preparado. Es que este mal golpea no sólo a la salud pública sino también a todo el sector productivo, impidiéndole cualquier crecimiento y elevando las pérdidas globales a muchos billones de dólares.

Moody’s Analytics publicó que la propagación del coronavirus podría convertirse en un ‘cisne negro’, peor que el de la crisis financiera del 2008. Kristalina Georgieva, Directora del FMI, informó que el coronavirus es un grave riesgo para el crecimiento económico mundial. Expertos del Banco Alemán estiman que el PIB de EEUU podría caer un 13% y el banco de inversión Goldman Sachs advierte que la economía estadounidense se podría contraer en un 24% para el segundo trimestre del 2020.

La situación se semeja a una guerra mundial sin visos de un final cercano. Están en juego millones de vidas de seres humanos y para enfrentar el problema se hace evidente la desorganización y la falta de coordinación de algunos estados, que más bien han decretado un zafarrancho de tipo, sálvese como puedan.

Pasa que la globalización funciona de maravillas y es factor de expansión cuando todo es lindo y hay paz, entonces la economía crece y entre las empresas y los países existe una conexión profunda, pero ante la actual situación, cuando el coronavirus golpea la economía mundial, cuando se paraliza la circulación de bienes y personas, cuando se vive bajo un estado de sitio universal, todo falla y se vislumbra un colapso global cargado de problemas irresolubles, lo que es el fin de la globalización, tal como se la conoce.

La pandemia no se hubiera convertido en este duro golpe de no ser por las condiciones sociales reinantes antes de su llegada, cuando en el sistema económico, generado por la globalización, se había acumulado los grandes desbalances que provocaron la actual inestabilidad social y política, pues la fase capitalista neoliberal había tocado fondo; en otras palabras, de no ser el coronavirus, la crisis hubiera estallado por algún otro pretexto. Falta por saber si en este mundo habrá un núcleo humano capaz de imponer una sociedad superior a la actual, que instaure el principio de equidad natural.

Noam Chomsky sostiene que el modelo capitalista neoliberal colapsa necesariamente porque no tiene medios ni valores morales para afrontar los problemas que conlleva la crisis, lo que se comprueba cuando no puede sustentar un sistema de salud endeble. No hay todavía un análisis profundo de las consecuencias de esta crisis, aunque es evidente que por su magnitud supera ya a la crisis financiera del 2008. Tampoco es posible prever los cambios sociales que se den cuando se apacigüen los males actuales, por lo que todo lo que se diga es mera especulación basada más en la intuición y en los buenos deseos que en la ciencia.

Se vaticina que el mundo financiero de la zona euro se verá profundamente afectado en las áreas de importaciones y exportaciones, además, por una fuerte caída del sector industrial. Esta zona, que desde antes crecía débilmente, se encamina ahora hacía una recesión más profunda y se evidencia que la Unión Europea, UE, modelo de una integración ideal, está condenada a desaparecer si no se sustenta en nuevos principios solidarios, que den paso a una colaboración mutua que permita superar problemas, no como ahora, cuando son incapaces de la asistencia común, porque es un bochorno que Italia debiera ser auxiliada por Rusia, China, Cuba y Venezuela -países que ellos, junto con EEUU, sancionaron-, pues la UE no respondió a sus peticiones de ayuda. La UE debe morir, ya sus dirigentes no cogen el toro por los cuernos y su existencia no tiene sentido si no cambia sus oxidadas y arcaicas estructuras. ¿Qué pensar si Alemania prohíbe vender mascarillas a Italia? Que olvidó lo que le pasó hace 75 años, cuando quedó arruinada por la guerra y el mundo la ayudó.

António Costa, Primer Ministro de Portugal, rechaza la postura de Holanda sobre las medidas que se deben tomar para superar la crisis económica y social, creada por el coronavirus, y la califica de repugnante. Para Pedro Sánchez, Presidente de España, la UE no está a la altura de las circunstancias y es inexistente como sujeto, porque le falta el sentimiento de solidaridad y ha tomado medidas muy tibias, lo que genera dudas de su legitimidad y demuestra que esa entidad, como tal, no existe y es sólo un conglomerado de gobiernos que ante una situación tan difícil como la actual no tiene capacidad para dar respuesta y plantea, lo que es muy lamentable, que cada país resuelva sus problemas como pueda.

Dice: “Hay dos bloques dentro de la UE: uno liderado por España, Francia e Italia, que pide medidas contundentes y conjuntas para afrontar la crisis, y otro, en el que están Alemania, Holanda y Austria, que insiste en un sálvese quien pueda. Europa debe ponerse en pie, si me permiten la expresión, una suerte de economía de guerra y promover la resistencia, y luego la reconstrucción y la recuperación europea”.

Esta pandemia plantea a los gobiernos de Occidente un enorme dilema: ¿para resolver este tipo de problemas se debe o no revisar las bases del sistema político por el que se rigen en la actualidad? -pues China, Rusia y Cuba demostraron tener un mecanismo de seguridad social más efectivo sin que necesariamente comulguen con los principios de la pseudo democracia europea-, más que nada porque, tal como van las cosas, los gobiernos de la UE y EEUU se enfrentarán a la disminución del consumo y las exportaciones, a la ruina de los servicios públicos y a un incremento gigantesco del desempleo, prácticamente, a un inevitable colapso económico, por lo que, en el plano social se podría dar un cambio ideológico del paradigma político, pragmático y total.

Soluciones reales hay, podrían la UE y EEUU, por ejemplo, eliminar el rearme de la OTAN, para con esos 400 mil millones de dólares incrementar los sueldos de los profesionales de la salud y de los sectores menos favorecidos de la sociedad, pero ¿quién le pone la cascabel al gato? La actual crisis debería abrir una oportunidad para el cambio, todo depende de cómo se desarrollen los acontecimientos y eso depende de lo bien que se organicen los sectores populares de la sociedad; caso contrario, la respuesta la da Pompeo con su oratoria belicosa de palo y más palo y mayor represión para los pobres y débiles.

Pese a que el Presidente Trump pretende ocultar los conflictos antagónicos que vive la sociedad de Estados Unidos, el coronavirus le obligará bajar del pedestal, enfrentar las graves dificultades de su país y tratar del inmenso desnivel en los ingresos, la inseguridad social, la pobreza, el abandono de la vejez, para que su sociedad no se sumerja en un verdadero caos. Sus habitantes, preocupados por la posible escasez de mercancías, empezaron desordenadamente a adquirir productos no perecederos y de primera necesidad, inclusive oro, armas y municiones, como si se prepararan para el peor escenario posible.

Por ahora, el gobierno de Trump, para paliar los estragos de la pandemia, promulgó la ley CARES, “que aportará un alivio muy necesario a las personas, las familias y las empresas”, y que consiste en la emisión de dos billones de dólares, un poco más del 10% de PIB de EEUU, para ser invertidos en hospitales y servidores de la salud; en la distribución de suministros esenciales; en el desarrollo de vacunas; en asistencia a comunidades estatales, locales y tribales y en ayudas a las empresas afectadas por la pandemia; además, establece la suspensión del pago de impuestos.

Suena bonito y por lo fácil parecería ser la solución ideal para todo el mundo. Sin embargo, surgen preguntas: ¿Por qué los demás países no siguen el buen ejemplo? Así, Colombia, Brasil, Rusia, la UE… con problemas similares, los podrían resolver de un sólo toque, emitiendo dinero por la libre, para luego bailar la sandunga. ¿Quién les impide aplicar un remedio sacado del arte de birlibirloque? ¿Será que tal vez el FMI lo prohíbe con el cuento de que podría desatarse una hiperinflación como la que por llevar a cabo actos semejantes se dio en la República de Weimar? ¿Por qué no se lo impide a EEUU? ¿Es que acaso estos dos billones de dólares, emitidos por EEUU, se disuelven taimadamente dentro de la economía mundial? En este caso, hasta los muertos de hambre de cualquier país miserable estarían subsidiando a la economía más poderosa del planeta, que, con razón, llama parasitaria el Presidente Putin.

¡Cuídanos Dios de EEUU!, que del coronavirus me cuido yo.