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Los fiscales deben hablar claro

Corrupción, justicia y empresas brasileñas

Fuentes: Rebelión

El viaje del fiscal nacional Abbott y de la fiscal Ximena Chong a un encuentro de 11 fiscales latinoamericanos en el contexto de las operaciones de corrupción (cohecho, coimas, sobornos, depósitos en paraísos fiscales, boletas falsas, acciones de fraude al fisco, etc) en todo el continente de políticos por empresas brasileñas como OAS, Odebrecht y […]

El viaje del fiscal nacional Abbott y de la fiscal Ximena Chong a un encuentro de 11 fiscales latinoamericanos en el contexto de las operaciones de corrupción (cohecho, coimas, sobornos, depósitos en paraísos fiscales, boletas falsas, acciones de fraude al fisco, etc) en todo el continente de políticos por empresas brasileñas como OAS, Odebrecht y Petrobras ha sido una muy buena iniciativa de la justicia chilena.

Pero ésta diligencia de los dispositivos de justicia no debe opacar y actuar como una pantalla de humo para impedir que se investiguen casos parecidos de corrupción y fraude al fisco como parece ser el caso con las operaciones nacionales e internacionales del precandidato presidencial de Chile Vamos, Sebastián Piñera que han sido seriamente documentadas (*).

El Mercurio y la derecha azuza a los fiscales en las investigaciones sobre OAS que implican a MEO y a los operadores de Bachelet (Martelli, Peñailillo, etc), para ocultar las del ex presidente S. Piñera y candidato de la extrema derecha de tanta o mayor gravedad que las otras. Por supuesto que la Presidenta también debe responder si tenía conocimiento del financiamiento ilegal de su campaña por OAS.

En Brasil, y para regocijo de las derechas -obviamente metidas hasta el cuello en escándalos de corrupción- la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, junto con muchos intelectuales que teorizaban el «progresismo» y el «posneoliberalismo» miraron para el lado cuando estas poderosas compañías y sus directivos financiaron a un partido, que como el PT, posaba de izquierda. Nadie lo puede negar; medidas progresistas con Lula hubieron, pero solamente aquellas que tuvieron el visto bueno del gran capital empresarial y financiero, el mismo que hacía comer a los políticos estrella del PT en su mano.

Hoy, la corrupción no puede definirse sólo a partir de parámetros de la ética republicana (de actuar de manera correcta en una democracia: en el respeto de sus leyes y de las llamadas «reglas de oro») sino que ha devenido en todas las llamadas democracias liberales un problema político-económico de primera importancia.

Esos dineros, que manejados por empresarios y empresas corruptas deberían ser pagados en forma de tributos al fisco para ser puestos al servicio de políticas públicas o entregados a los trabajadores en aumentos salariales, son desviados gracias a leyes «republicanas» permisivas al bolsillo de los políticos.

Son siempre las grandes mayorías de ciudadanos trabajadores las que pierden en un marco global de hegemonía del gran capital que gobierna de hecho gracias sus sirvientes políticos: las derechas y las socialdemocracias neoliberalizadas.

Pero el caso de la corrupción multinacional (en los dos sentidos: son empresas que operan en varias naciones las que corrompen a los políticos de esas naciones) no debe ocultar la corrupción criolla que un político como Piñera, sobre el que pesan responsabilidades en una serie de escandalosos hechos y situaciones no investigadas a fondo por la justicia chilena y sus fiscales.

Piñera debe responder acerca de un posible fraude al fisco, se ha dicho.

 

Cuando Carlos Peña no le aplica su «regla de oro» a S. Piñera

En un sistema republicano, la justicia misma debe responderle a los ciudadanos y aclarar sus sospechas acerca de la inclinación de sus políticos-empresarios (pulsión cultural y no «natural») a operar con prácticas corruptas para aumentar su patrimonio familiar y mantener sus privilegios de casta. Y con mayor razón cuando aquellas son cada vez más fundadas en pruebas, puesto que el empresario-político Piñera tiene un historial que lo ubica en el mismo sitial que un Trump y, ahora sabemos, de un Toledo.

No olvidemos que S. Piñera, prócer de la «modernización capitalista» (junto con R. Lagos) es el preferido del columnista mercurial y rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña. Éste es un especialista en dar clases de moral y refregarle la «regla de oro» a otros, con el fin poco ético de no aplicársela a sí mismo o a sus preferidos.

Peña, en sus columnas, ha tratado de convencer (manipular) a los ciudadanos de las cualidades de estadista de Piñera a sabiendas de que si todos actuáramos como el magnate tendríamos que vivir pensando en como infringir la ley para satisfacer una malsana pulsión de acumulación de riquezas. Además de utilizar las redes de influencias y sus propios medios informativos para evitar la justicia.

Un corrupto poderoso puede hacerlo, pero un estafador farandulero y de poca monta como Garay va a la cárcel. Un ciudadano común, desprovisto de medios y recursos de poder, conoce sus límites. Es precisamente ese sentido ético el que perdieron los políticos del duopolio. Aquél que el que el gran escritor George Orwell, el autor de «1984» y defensor de la crítica y la libertad de pensamiento, llamaba la «decencia común».

Leer: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/02/17/pinera-el-candidato-impresentable/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.