Julio Cortázar, el gran cronopio. Foto Archivo de La Jornada El escritor mexicano Carlos Fuentes -Foto Archivo La Jornada. Tan diferentes y tan próximos, así fueron Julio Cortázar y Carlos Fuentes, no sólo en lo concerniente a sus respectivas biografías, sino también a sus motivaciones, intereses, obsesiones y obra. Tal es la correlación en la […]
Julio Cortázar, el gran cronopio. Foto Archivo de La Jornada
El escritor mexicano Carlos Fuentes -Foto Archivo La Jornada.
Tan diferentes y tan próximos, así fueron Julio Cortázar y Carlos Fuentes, no sólo en lo concerniente a sus respectivas biografías, sino también a sus motivaciones, intereses, obsesiones y obra.
Tal es la correlación en la que adentra la escritora argentina Luisa Valenzuela (Buenos Aires, 1938) en su libro más reciente, Cortázar-Fuentes: entrecruzamientos. Fuentes-Cortázar, publicado por Alfaguara.
Se trata de un ensayo en el que la autora establece sincronías, convergencias, entrecruzamientos en las trayectorias literarias y de vida de esos dos grandes de la literatura iberoamericana, a partir de explorar veredas ignotas para la crítica y la historiografía.
Los veo como si se tratara de un espejo. Las suyas no son divergencias que no tienen que ver la una con la otra. Son complementarios, como la cara de una misma moneda, en muchos aspectos
, afirma.
Esta obra fue concebida por Luisa Valenzuela como homenaje y al mismo tiempo muestra de cariño y admiración por Cortázar y Fuentes, con quienes mantuvo una estrecha y cálida amistad tanto literaria como personal.
Más que un trabajo de análisis del discurso o de textos literarios, define este ensayo como una espeleología, un fisgoneo por las cavernas de la imaginación de esos dos grandes escritores, tan dispares y a la vez con tantos puntos de encuentro
.
Amor recíproco
La idea le vino cuando recordó la admiración, el aprecio y el amor que el escritor argentino y el mexicano se profesaban, según cuenta la autora en entrevista telefónica desde Argentina.
-¿Por qué considera necesaria una reflexión de esta naturaleza, la de confrontar o entrecruzar a estos dos escritores?
-Entre otras cosas, por la unión entre el norte y el sur que ellos representan. Ambos son los dos extremos de la América hispánica que se abrazan de manera muy particular. Eso me parece muy interesante: tener una mirada del sur, así un poco más fría, aunque Cortázar no lo fuera; la mirada del norte más barroca, desde la parte más tropical de ese mundo de Fuentes en el que las abuelas le contaban historias.
Son muchos los puntos de coincidencia en su vida. Los dos son profundamente latinoamericanos y nacidos fuera de sus respectivos países: Cortázar, en Bruselas, mientras Fuentes, en Panamá. Ambos pasaron su adolescencia en Buenos Aires, buscaron como sitio de descanso Londres, hicieron su último viaje a la capital argentina antes de morir y se encuentran enterrados en el cementerio de Montparnesse.
-El acercamiento que usted hace a Fuentes y Cortázar y la relación entre ellos, ¿es más afectivo que académico?
-No me interesó hacer algo muy formal, porque no es algo que tenga que ver conmigo. No soy académica, no tengo el rigor universitario, soy una escritora de ficción de mucha experiencia, y lo que entró en juego también es mi experiencia periodística, algo que agradezco mucho. Esto me permitió manejar un material diverso, encontrar las conjunciones, armar la historia brevemente, no expandirme en explicaciones tediosas.
«Además, en última instancia, uno escribe el libro que le gustaría leer. Entonces este es un libro con el tipo de tono de voz que yo disfrutaría . No sabría hacerlo de otra manera, aunque quisiera. Por eso no soy crítica literaria, tampoco estoy dando una opinión.
Me gusta indagar, la exploración, la aventura del conocimiento. Son temas que a ellos dos también les interesaba, esa aventura del conocimiento, esa sed y curiosidad de saber, que lleva a grandes escritores a profundizar en muchos campos.
-¿Hay mucho trabajo detrás de este ensayo?
-Tuve que adentrarme profundamente tanto a su literatura como lo que se ha escrito sobre ellos. Por suerte, tenía material, muchos libros marcados, porque yo también leo y hago anotaciones. Además, he presentado muchos libros sobre Fuentes y escribí cosas sobre Cortázar. Entonces, eso me permitió tener material trabajado, aunque debí volver a profundizar y encontrarme con asombros.
«No habría podido hacer este libro, ni ningún otro, si eso no implicaba aventurarme en un terreno para mí desconocido, donde he ido haciendo descubrimientos a cada paso.
«Estuve atenta, a la caza de la información, viendo cómo Cortázar y Fuentes trabajan y tienen tan profundamente arraigados temas como, por ejemplo, el tiempo, de maneras diferentes pero equivalentes.
«Cortázar piensa en el tiempo tipo la cinta de Moebius, que se repliega sobre sí misma, mientras Fuentes tiene tiempos simultáneos, a partir de una frase de Platón que dice que cuando la eternidad se mueve es el tiempo. Y él va buscando esas referencias.
Ambos tienen obsesiones parecidas, aunque las ven cada uno desde miradas muy distintas. Pero la indagatoria es similar, así como la obsesión por la escritura. Son grafómanos los dos. Escribieron siempre.
-¿Qué fue lo que más le sorprendió y le conmovió al hacer este trabajo?
-Me conmovía mucho, por el lado de Cortázar, todo lo que él trata de decir, lo inefable, porque él trata de decir aquello que no puede ser dicho; de Fuentes, cuando sigue esas fantásticas recomendaciones nietszcheanas de crear las nuevas ceremonias porque Dios ha muerto. Eso me resultó muy estimulante.
«Me sorprendí a cada paso. No sabía, por ejemplo, de la hermana de Fuentes, Berta, y que tuviera un par de libros publicados. La hermana de Julio también queda muy relegada al olvido; la niega un poco, porque tenía la idea de incesto, cosa que él va confesando. Muy raro que este hombre vaya confesando estos sueños que tiene.
«Fue una especie de juego, también, irme encontrado con esas asociaciones del deseo como un caballo, que aparece tanto en Fuentes como en Cortázar en distintos momentos de su literatura.
Sin embargo, lo que más me encantó fue releer y encontrarme con esos dos autores tan prodigiosos y humanos, tan brillantes, lúdicos y excepcionales. Fue muy lindo, como conversar con ellos otra vez, al lado.