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Costa Rica: La rebelion fiscal de los ricos

Fuentes: Rebelión

En los últimos veinte años se ha afianzado en nuestro país un patrón de acumulación de riquezas concentrador y excluyente, que se alimenta de un modelo fiscal injusto, insolidario y regresivo. Costa Rica es un paraiso fiscal para ciertas fortunas y una bendición para los muy ricos, que pagan pocos impuestos y además los evaden […]

En los últimos veinte años se ha afianzado en nuestro país un patrón de acumulación de riquezas concentrador y excluyente, que se alimenta de un modelo fiscal injusto, insolidario y regresivo. Costa Rica es un paraiso fiscal para ciertas fortunas y una bendición para los muy ricos, que pagan pocos impuestos y además los evaden con la complicidad de una administración tributaria ineficaz y corrupta.

A nadie le gusta pagar impuestos. Lo que pasa es que mientras las rentas salariales no tienen más remedio que pagarlos, porque se los descuentan de la nómina, los empresarios y los ricos se valen de su poder económico y político para reducirlos y burlarlos. La gente empieza a comprender la importancia de los impuestos, cuando a cambio de pagarlos recibe buenos servicios y nota que puede vivir en una sociedad más segura y solidaria; además, la gente quiere que nadie se robe los dineros de los impuestos, o que se despilfarren. Se dice, por eso, que los impuestos son el precio que pagamos por la sociedad civilizada, y que cada nación escribe su propia historia fiscal como resultado de batallas doctrinales y guerras de intereses, que determinan en cada momento el papel que se le atribuye al Estado y las funciones que se quieren encomendar al sector público. Para la mayoría de los costarricenses, el volumen de los gastos del Gobierno no debería representar ningún problema mientras se invirtiesen en más y mejores escuelas, hospitales, caminos, centros de cultura y de recreación, guarderías infantiles, viviendas…

Erradicada la corrupción y el bandolerismo de guante blanco, quisiéramos que el Gobierno gastara todo lo posible en servicios públicos satisfactorios. Para los sectores populares es absolutamente más conveniente pagar unos impuestos equitativos y recibir unos servicios públicos adecuados, que esperar a que la distribución de los bienes públicos se produzca a través del mercado. El problema lo plantean los ricos, que reciben cualquier intento de redistribución del ingreso nacional mediante impuestos con grandes muestras de indignación. La historia es vieja, pero se radicalizó con la llegada de los neoliberales al poder bajo el clima ideológico del llamado capitalismo salvaje. Los neoliberales lo quieren todo, ¿recuerdan? Exigen que los gobiernos reduzcan los gastos y que bajen los impuestos. El Estado es para ellos una carga cuando se trata de contribuir a los gastos sociales, pero es divino cuando acude al rescate financiero de las empresas en quiebra o cuando garantiza el pago de los sustanciosos intereses de los bonos de la deuda. Reagan popularizó la doctrina: «El Gobierno es el problema y no la solución», y bajó los impuestos de los ricos, subió el gasto militar y adelgazó los programas sociales; ahora sabemos quienes fueron las víctimas: los negros, los hispanos, los marginados, las clases trabajadoras. Los ricos nunca estuvieron más felices. En Costa Rica los epígonos de Reagan se multiplicaron. Empezó el ataque contra los servicios públicos y el gasto social, y la exigencia de reducir los impuestos a los poderosos mientras se incrementaba la presión de los impuestos indirectos que pagamos todos.

La bandera de los neoliberales es que para ayudar a la clase media y a los pobres, se deben reducir los impuestos de los ricos, así, mediante la teoría del derrame o del goteo exhortaron a tener paciencia, si se alimenta con mucho pasto a la vaca, sobrará la boñiga para que coman los gorriones. A pesar de que las promesas neoliberales resultaron falsas y que allí donde se aplicaron sus recetas lo que vemos es a sociedades más desiguales, la rebelión fiscal de los ricos sigue su curso, como podemos constatarlo en el paquete fiscal que se discute en la Asamblea Legislativa, que pretende rebajar los impuestos a las corporaciones empresariales, mientras se los sube a los sectores populares.

En Costa Rica se pagan pocos impuestos, es necesaria una reforma tributaria que permita una mayor recaudación y un gasto público de mejor calidad y eficacia. El núcleo de la cuestión es que los ricos paguen, que dejen de estar subsidiados por el Estado, por los trabajadores y por la corrupción galopante. No es mucho pedir, es el umbral mínimo para no renunciar a vivir en una comunidad de ciudadanos.

A González Flores la oligarquía le dio un golpe de estado por atreverse a plantear un impuesto progresivo sobre la renta. Hoy los nuevos oligarcas, pretenden desde el Estado darle otro golpe al pueblo, disfrazando de reforma tributaria un asalto a la equidad y a la postre una nueva agresión a la estructura estatal del bienestar social. Los sectores populares deben levantar la bandera de la reforma tributaria que se necesita, frente a la voracidad de los banqueros del gobierno y frente a los cínicos de la ultraderecha.

*Miembro de la Coordinadora del Movimiento Alternativa de Izquierdas (MAIZ)