Introducción. Este documento tiene por objeto contribuir a la reflexión/discusión en un momento internacional, latinoamericano y nacional muy complejo. Los problemas de la guerra (Siria), los golpes de Estado blandos (Brasil), la diferencia de ingresos (Chile), son algunos de los problemas que afectan a la humanidad. Se trata, entonces, de una contribución orientada a como […]
Introducción. Este documento tiene por objeto contribuir a la reflexión/discusión en un momento internacional, latinoamericano y nacional muy complejo. Los problemas de la guerra (Siria), los golpes de Estado blandos (Brasil), la diferencia de ingresos (Chile), son algunos de los problemas que afectan a la humanidad. Se trata, entonces, de una contribución orientada a como aportar para resguardar la sobrevivencia del planeta, a meditar sobre las tendencias en la región y desencadenar la discusión sobre el Buen Vivir para Chile. El norte de esta comunicación es poner el tema de la crisis planetaria que se vive, advertir sobre la mercantilización de la vida social, incentivar la disputa sobre relaciones sociales basadas en la reciprocidad, ayudar a la recuperación de los vínculos entre los seres humanos y la naturaleza, de construir una relación entre territorios y democracia directa. En fin, se trata de desplegar un debate que tenga como foco recuperar el humanismo, enterrado por el mercado.
Pero esto no es todo, vivimos una crisis civilizatoria que se está ahondando y que por ahora tiene dos salidas.
Por un lado, se contempla el incremento de la guerra. En efecto, es posible que la guerra en Oriente Medio se expanda por el conflicto entre Irán e Israel y que también llegue a Venezuela. Ahora bien, estos peligros no se producen por un choque de civilizaciones, ni por el altruismo de reponer la democracia, se trata de lo que se denomina como la acumulación-militarizada, es decir, una salida a la crisis de la economía-mundo, a través de la inversión en medios militares, la destrucción de fuerza viva del enemigo e infraestructura y la consiguiente reconstrucción de los territorios asolados. Así se salió de otras crisis de acumulación, solo que hoy se considera como guerra, o parte de esta, el enfrentamiento con el terrorismo, las drogas, las deportaciones de migrantes, la vigilancia fronteriza, la construcción de prisiones, etc.
La otra vía de salida, es ahondar en la especulación financiera. Los efectos de la recesión 2014-2016 tenderán al agotamiento luego del repunte de 2017 y probablemente 2018. Pero los riesgos financieros están aumentando por la reaparición de la inflación, la debilidad del mercado de bonos y el caos del mercado bursátil. La baja de intereses hace que la productividad esté en caída y vaya acompañada con la profundización del desempleo estructural, por lo que la desigualdad seguirá creciendo. Aunque lo fundamental es que se viene una nueva oleada de especulación financiera, sostenida en los avances tecnológicos que se prevé podría reemplazar muchas de las actuales fuentes de trabajo.
Chile. Tras la derrota de la Nueva Mayoría, se ha producido una inflación de notas en las redes sociales, abundantes, por cierto, de lamentos, recriminaciones y mucha frase pomposa. Pero ya pasado el vendaval es necesaria la reflexión, partiendo por recopilar la información y procesarla antes de emitir juicios apresurados, se trata de buscar la explicación con toda la carga de pena y frustración que significa que muchos compatriotas modestos hayan optado por Piñera. Incluso habrá que preguntarse, ¿por qué miles de chilenos humildes votaron por la salida extremo-neoliberal?, ¿por qué, miles de chilenos, abandonaron la reforma que ofrecía la Nueva Mayoría? El tema entonces, no es recriminar, sino tender una mano con una invitación creíble, es decir, un nuevo proyecto de país.
Perspectiva difícil porque, por ahora, no se cree en las propuestas de los derrotados.
Más aún, la opinión pública percibe un derrumbe sin autocrítica. Lo que ve es una democracia cristiana dividida, al borde del colapso y sin proyecto. Ve un PC estancado, con poco trabajo territorial y sin proyecto, ve al PS como la sumatoria de fracciones institucionalizadas, adscrito al neoliberalismo financiero, afectado por el narcotráfico y sin proyecto; ve al Frente Amplio intentando organizarse. En este campo el PPD vendría a ser la suma de todos los miedos. Pero, a pesar del inmovilismo de los partidos, y de la clase política, con errores y matices se ha construido una sociedad sólida y estable. La macroeconomía funciona (aunque millones no la comparten), la democracia, que técnicamente es una poliarquía (casi democracia), funciona y avanzó con el cambio del sistema electoral. Las relaciones internacionales son normales. No hay terrorismo ni grupos paramilitares de derecha operando y las organizaciones y los partidos de la futura oposición tienen un arma sólida en el reconocimiento y en la mantención de la vía político-institucional. Incluso siendo extremadamente crueles, podríamos decir que ahora administrarán y conducirán el sistema sus «propios dueños».
Pero tras estas constataciones se esconde la posibilidad de que la derecha, aprendiendo de sus errores, consiga quedarse más de un período en el gobierno. Esa será la carta que jugará a sabiendas del estado de postración, fragmentación y desideologización de la izquierda.
¡Es lo que hay que enfrentar!
La derecha. Este es un buen momento para el credo derechista, aunque podría verse aún más favorecido en el largo plazo.
En primer lugar, por los errores de la Concertación que parten de un acuerdo mantenido en el tiempo. Como es sabido, para posibilitar la transición, debió renunciar a una política comunicacional propia. No fue todo, a poco andar terminaron asfixiando a sus propios medios de comunicación, así fue como desaparecieron, diarios (La Época), revistas (Apsi) y se transfirieron o vendieron radios (Corporación). Al abandono de la política comunicacional se agrega, por diversos motivos, la cancelación de la reflexión teórica al interior de los partidos, como asimismo la formación política, reemplazadas por el pragmatismo-operativo. Súmese el poco apoyo a las ciencias sociales en las universidades y la supresión (hasta hace poco) de la formación ciudadana en los colegios y se comprenderá como el conocimiento para la acción política se descompuso. De esa manera al abandonarse el campo ideológico-cultural se tornaron, con el correr de los años, difusos los contornos que diferenciaban a izquierdas y derecha preparándose la derrota.
El peso de la noche neoliberal, de una u otra forma, envolvió a los analistas de la NM. Acostumbrados a mirar la superficie no lograron ver las corrientes internas. Ni los observadores de los partidos, ni los analistas de Palacio, lograron percatarse que desde su salida del gobierno, para posicionar su futura candidatura, Piñera comenzó a poner en ejecución un plan comunicacional que durante cuatro años se dirigió a desmoralizar a las huestes de la NM, mostrando un panorama deprimente del país, estrategia acompañada del quiebre de la imagen presidencial. Simultáneamente ese sector se concentró en la arquitectura de un nuevo discurso. Finalmente, en la construcción de una nueva visión de país, ha logrado unificar a diversas corrientes provenientes del liberalismo, del nacionalismo, neoliberales, integristas y grupos autoritario-militares; sectores a los que se suman las diversas representaciones del empresariado.
El nuevo relato tiene campo abonado por los años de abandono ideológico de la izquierda, lo que seguramente posibilitará la irrupción de un autoritarismo social, que sin abandonar la legalidad, oriente su norte a la expulsión de las mayorías del precario contrato social de la sociedad chilena, a través de la eliminación de derechos sociales, políticos, económicos y culturales en un agudo equilibrio entre democracia y autoritarismo. Probablemente, el nuevo gobierno, intentará arrasar con parte de las precarias conquistas sociales, la composición del nuevo gabinete con figuras neoliberales extremadamente ideologizadas lo confirma. Aunque este desmontaje podría ser gradual, porque saben que para mantener sus niveles de riqueza y evitar la movilización y la protesta deben reformar el sistema, no obstante convivir con el pinochetismo, el racismo y la manipulación del miedo. Y para imponer gradualmente su modo de vida, jugarán la carta de la unidad nacional, para a través del consenso llegar a acuerdo con sectores vacilantes y neoliberales de la maltrecha Nueva Mayoría. Ahora bien, en todo caso, es poco probable una regresión autoritaria como la que se vivió. La sospecha es más grave, porque la expansión por la vía del convencimiento de la visión-de-mundo de la derecha, podría terminar por captar a la mayoría por largo plazo.
Los fríos datos marcan una tendencia preocupante, el nuevo gabinete demuestra que el próximo presidente articuló un proyecto de gobierno, sustentado en un acuerdo con las dos vertientes de la derecha: la política y la económica; renunciando a su anterior propuesta de fortalecimiento de una derecha liberal. Sobre la base de esta unidad, a la que se suman pinochetistas y ultranacionalistas, aspira mediante la teoría del crecimiento económico, base a su juicio, de la creación de empleos, a ejercer el poder por ocho años. Dicho en otras palabras, el nuevo gobierno está decidido a profundizar el neoliberalismo, aumentar las ganancias y forzar a un mayor «chorreo» para lo cual existe la acumulación de la sobreexplotación por casi 45 años.
La tendencia internacional también le es favorable. La crisis del sistema-mundo se intenta remontar con más neoliberalismo y específicamente con una combinación de medidas económicas (alargamiento de la vida laboral), mensaje cultural (pos verdad), violencia destructiva de carácter militar (guerras en Oriente Medio) y destrucción del medio ambiente. Además, ya es una tendencia aceptada reconocer que la economía mundial funciona lentamente y que permanentemente se está descubriendo como hacerla funcionar. La situación tiene además correlato con el resurgimiento de la extrema derecha en Europa (Austria, Alemania, Holanda, Francia) y en Argentina, Brasil, Colombia y Perú. En Brasil acompañada por un golpe blanco y en Venezuela con un cerco mediático y una posible invasión.
Si estos factores continúan combinándose y sin repuesta, es posible que tengamos gobiernos de derecha dura para más de cuatro años.
El cuadro interno. En el contexto señalado anteriormente, la perspectiva es favorable para la derecha, por lo cual es necesario ubicar los factores que permitieron su triunfo… ¡idealmente, para no repetirlos!
Entre estos se registran las querellas al interior de la alianza de gobierno, la ansiedad por ocupar cargos de representación, la tardanza en ungir al candidato, la no realización de primarias y por lo tanto la no participación en la franja electoral, la falta de conducción del gobierno, la disociación entre el candidato y los responsables del área económica, la inercia sustentada en la sobre satisfacción de las realizaciones, el interés personal por sobre el colectivo (en la primera vuelta los dirigentes que eran candidatos no estuvieron presentes en la campaña), la decepción que produjo la irrupción del tema narcotráfico en el PS y la participación en el mercado de capitales, la falta de un programa coherente con las aspiraciones de los electores en temas como el de las AFP y otros, el empleo de un lenguaje equivocado («meter la mano al bolsillo»), la falta de mística movilizadora, la burocratización partidista (lo que chocó con la independencia del candidato) y los errores pos-primera vuelta (permanecer en lo institucionalizado sin hacer concesiones al Frente Amplio). Por otra parte, el miedo a la rebaja del status, la campaña del miedo y la poca oferta laboral, sellaron la suerte.
Entre otros factores debe tomarse en cuenta el abandono del rol mediador del PS. La derrota de Lagos fue un momento rutilante, si se quería levantar un nuevo proyecto-país. Pero no fue más que una maniobra-operacional de tres «lotes» del socialismo para desplazar al proyecto y actores por actores sin proyecto. Aquí estriba la responsabilidad principal, porque esa operación, no obstante mantener la representación parlamentaria, impidió las primarias y la participación en la franja, produjo el alejamiento de la DC y condujo a candidaturas paralelas para la presidencial y parlamentarias. A través de una maniobra-operacional, se desplazó un proyecto que, aunque insuficiente, estabilizó al país, e incluso obligó al primer gobierno de Piñera a permanecer dentro de los márgenes del neoliberalismo corregido. En suma, no obstante el malestar ciudadano, se persistió en la mantención del modelo…y tampoco se hizo caso de la progresiva pérdida de votación durante años.
Por otra parte, al no haber una postura sobre las transformaciones mundiales, se generó una severa incomprensión de los cambios producidos en medio de una crisis civilizatoria. La permanencia por tanto tiempo en el gobierno de la Concertación/Nueva Mayoría, rutinizó su mensaje, permaneciendo en categorías y conceptos propios de los primeros años. Esto le impidió ver, que su propio cuerpo de ideas, se transformó en pensamiento universal. Pero al carecer estas ideas de profundización y renovación fueron tomadas por todos los actores del sistema político y por la ciudadanía en general. Dicho de otra forma, en tiempos de crisis civilizatoria, viejos conceptos propios de la izquierda, pasaron a ser parte del acervo de la derecha, desprovistos de su contenido original. Este descuido, impidió ver que la derecha se había apropiado del discurso de la izquierda, sin posibilidad alguna de ser contrarrestado por el abandono teórico que se había experimentado anteriormente. Un ejemplo de esto es la utilización del concepto «Funa», empleado para denunciar a quienes cometieron delitos que conculcaron los derechos humanos.
El extravío teórico. No obstante sus errores, la Concertación/Nueva Mayoría logró estabilizar el país, insertarlo en los mercados mundiales y mediante la teoría del crecimiento y los mecanismos del «chorreo», evitar la protesta por la abusiva mala distribución del ingreso. Pero cegada por sus logros y por el apego al poder, olvidó la importancia del factor ideológico y sus consecuencias, siendo el más importante de estos, el no haber dimensionado el significado y la consecuencia política y cultural del neoliberalismo.
Necesariamente, para resituar el problema, hay que retrotraerse a la historia, un aspecto de la vida social un tanto desconocido para las nuevas generaciones que actúan hoy-y-ahora.
En circunstancias muy complejas, como fue el de la transición institucional, había poco espacio para reformas profundas ante un poder militar intacto y con apoyo civil. Por eso se negoció, pero esa negociación contenía el germen del conflicto. El precio, fue el abandono del Programa de la Concertación, el denominado «Programa Olvidado». La salida fue apresurada porque la transición a una nueva etapa de desarrollo del capitalismo, ya la habían iniciado los militares y sus asesores civiles. La fase abierta en el gobierno de Aylwin, pese a declaraciones y enmascaramientos (supuestamente la suya fue una economía social de mercado), admitió las propuestas fundamentales de la Escuela de Chicago, pasando por alto que esta se basa en la tesis de que los precios están determinados por la cantidad de dinero circulante en el mercado, que las ventajas comparativas deben regir las relaciones comerciales, que la economía debe tolerar el juego oferta-demanda, que había finalizado la industrialización quedando trunca. Como si fuera poco se olvidó, que fueron reducidos los salarios y los sueldos, que el país se abrió al capital extranjero sin condiciones, que se inició el desarrollo de un fuerte sector financiero y que se liquidaron las reformas económicas y sociales.
Así, en el convencimiento que no existía otra alternativa (idea puesta por los neoliberales), se inició la transformación ignorándose las otras dimensiones de la decisión.
En este caso no se advirtió la dimensión de la ideología, concepto que permaneció en el olvido por un cuarto de siglo, reducido a polvo ideológico al irrumpir el concepto sobre-ideologización (proveniente del ultra nacionalismo). Al tomarse la economía como una ciencia cerrada en sí misma, se perdió de vista la totalidad de la sociedad; la apostasía de la izquierda a la dimensión ideológica y cultural terminó por sellar el camino. La renuncia a la teoría social crítica (en cualquiera de sus dimensiones), debilitó al proyecto nacional-popular. Al olvidar a viejos y nuevos autores, como Gramsci y Althusser o Zizek y Harvey, que recomiendan no descuidar el rol de los aparatos ideológicos de Estado (medios de comunicación, escuelas, es decir, las instituciones que forjan la opinión), despojó al subalterno de mirada crítica y relegó el tema del sentido común. Autores no marxistas, pero de mirada crítica como Düssel, desde la filosofía de la liberación, recomendaban lo mismo. Incluso Bourdieu fue más allá, recomendando enfrentar el sentido común del grupo dominante, confrontando frases como, «mano dura, no es la falta de trabajo sino la flojera, todo está mal nosotros lo compondremos, los ricos tienen la plata cuidémoslos, etc.»
Dicho de otra manera, la izquierda gubernamental contribuyó al adormecimiento social, dejando el campo ideológico para que el sentido común del capitalismo neoliberal, se trasformara en sentido común incluso de la izquierda.
El abandono de la reflexión teórica posibilitó la expansión de la violencia simbólica; una forma sutil e inadvertida de violencia, que permitió la colonización mental del otrora subalterno, es decir, de aquellos ciudadanos que luchaban contra el sistema con un proyecto de sociedad. Así, miles de dominados adhirieron al orden establecido, incluso sin darse cuenta asumieron gustos y modales…cambiando incluso el lenguaje, olvidando que la palabra no es neutral. La otra parte de este cambio dramático, es que desde la colonización de la mente se está produciendo el disciplinamiento social que conduce a un extremo individualismo, hecho que hizo germinar un nuevo tipo de ciudadano dispuesto a votar por los dueños de Chile, perdiéndose por esos vericuetos la presencia del sujeto histórico, es decir, del actor de cambio de un determinado período, reemplazado ahora por una poco estudiada clase media, alejándose las posibilidades de la emancipación popular; en circunstancias que la libertad de mercado terminó concentrando el poder económico/político/simbólico, generando una creciente incompatibilidad entre neoliberalismo y democracia; tendencia que de no tener contrapeso acrecentará el despotismo histórico de la derecha.
Entonces, el neoliberalismo no fue la solución a los problemas de Chile. Los teóricos de la transición (Boeninguer, Foxley), al parecer vieron solo una cara de la medalla… la del funcionamiento del sistema económico. Pero existía un trasfondo no contemplado por el reduccionismo economicista y que surgió al cabo de varias décadas. En otras palabras, las ventajas obtenidas en el plano de la economía por la derecha, por la vía de la manipulación (pos verdad), el control (de los aparatos ideológicos) y la colonización (de la subjetividad), han puesto en tensión la profundización de la democracia y traen de vuelta la práctica autoritaria apoyada por ahora, por la «mano invisible» de la violencia simbólica. El tema entonces, es como enfrentar esta grave perspectiva, habida cuenta que esta no es una simple alternancia en el poder, sino un proyecto de largo plazo que puede hacer desaparecer lo que queda de izquierda.
La recomposición universal. Por lo expuesto más arriba, también debe explorarse el tema de las crisis del capitalismo contemporáneo.
En efecto, salvo contadas excepciones, la intelectualidad de izquierda/centro izquierda/progresista (?) se alejó del tema internacional y lo entregó a especialistas, desapareciendo la temática de la recomposición mundial del capitalismo (iniciado en 1974). Una omisión grave en circunstancias que durante décadas se había debatido sobre el carácter de la época, una discusión fundamental en plena guerra fría. Aún más, un sector mayoritario de esa generación concluyó que el desplome del capitalismo era inminente, que este estaba en su última fase y que se vivía «bajo las condiciones de una transición universal del capitalismo al socialismo a escala mundial» (E. Correa). Por entonces no se vislumbró que el sistema había entrado en una depresión cíclica (1968-1974), que finalmente llevó a la cancelación de la fase del capital monopólico. En otras palabras, en coincidencia con los golpes de Estado en Chile y Argentina, el capital monopólico cedió espacio al financiero. Fueron los años en que el sistema-mundo cambió, pero esto no estuvo en el centro de la reflexión de las direcciones de la izquierda de antaño.
Lo que se perdió de vista no es menor, porque desde mediados de los años setenta, fueron derrotados todos los movimientos de contrapoder en América Latina (modernización desarrollista, estrategias político-institucionales y procesos guerrilleros); contexto en que surgió un nuevo tipo de Estado, el Estado de excepción, que barriendo la democracia preparó el camino para la recomposición. Además, en otras latitudes, doblegado el movimiento obrero (Inglaterra), se expandió la revolución neoconservadora por Europa y luego por Asia, compitiendo así tres modelos que llevaban en sus alforjas, la recomendación neoliberal y la hegemonía del capital financiero. En los ochenta se produjo una coyuntura inversa, mientras la economía norteamericana se estabilizaba, luego de una fuerte recesión, la crisis de la deuda se enseñoreó en América Latina. Así Norteamérica en 1992 logró tomar el camino del crecimiento, pero ese impulso fue gracias a una creciente burbuja especulativa que finalmente condujo a la crisis a México, Turquía, Rusia, Brasil, Argentina, a los «tigres asiáticos», etc. En otras palabras, la recomposición no se estabilizaba, porque no había crisis globales, sino dificultades ubicadas geográficamente. Pero fue un efímero sueño, la crisis de las subprime en 2008 desató un nuevo vendaval que tres años más tarde llegó a Europa afectando la economía global, tendencia profundizada desde 2015.
Años después, aún estamos pagando las consecuencias de la obsecuencia. La crisis de 2008 se enfrentó con capitales estatales (apalancamiento) y con profundización del modelo neoliberal, garantizando los «derechos» del 1% de la población mundial; dicho en otras palabras, la situación fue sorteada afectando a los «de abajo», aunque sin lograr restablecer la rentabilidad del capital, quedando espacio libre para nuevas crisis. Diez años después la situación sigue siendo compleja y aunque los especialistas del FMI vaticinan un crecimiento estable, otros auguran una recesión mundial en los próximos cinco años. Aún más, de acuerdo a sus cálculos la probabilidad sería del 70%. La economía norteamericana que mostraba signos de recuperación (en los parámetros neoliberales), se debilitará con los acontecimientos que se han producido en Medio Oriente, con las recientes tendencias inflacionarias, con el posible reventón bursátil y el del mercado de bonos.
Hipótesis.- En fin, a todo nivel el panorama es sombrío. China se ve más promisoria, pero sin alcanzar los niveles de hace unos pocos años, aunque la penetración en los mercados con tecnología de punta y la ofensiva financiera que iniciará con los Petroyuanes, la seguirán fortaleciendo. Que la tendencia no es halagüeña, lo muestra que Japón aún está en contracción y que en Alemania (según Der Spiegel) está reapareciendo la pobreza. Por otra parte, la guerra, entendida como un mecanismo de acumulación económico, con diversas variables, se extiende. A la desmembración de Estados (Libia, Irak) se suman ahora las guerras olvidadas (Yemen), la transformación de territorios en zona de desolación (Afganistán) y las guerras étnicas de la decapitación masiva (República Democrática del Congo), etc. Todo un festín para los capitales que operan con comodities, para los que intervendrán en la reconstrucción y para la industria de armamentos.
En fin, nuestra hipótesis es que en los últimos cien años el sistema-mundo experimentó tres grandes crisis (1874-97,1929-46, 2008?), las dos primeras fueron sorteadas con cambios en la modalidad de desarrollo del capitalismo, en tanto, la tercera aún es incierta, porque con el paso del tiempo no ha logrado superarse y pareciera estar guiando a la humanidad hacia su holocausto. He aquí el desafío de pensar desde donde no hemos pensado. Las dos primeras crisis trajeron brutales consecuencias, tanto para la región como para nuestro país. Ahora bien, a nuestro juicio la tercera crisis no ha logrado estabilizarse viviéndose bajo las condiciones de crisis intermitentes, por una sencilla razón: no logró cerrar el ciclo prosperidad/recesión/depresión/recuperación, quedando abierto el camino a una sucesión de crisis. De la última caída de la tasa de ganancia, el sistema aún no se recupera y está saliendo de ella con más neoliberalismo. Es decir, la combinación entre el capital financiero, la guerra, la depredación de la naturaleza y la expansión de la naturalización de las formas de vida neoliberales.
La tarea entonces, es reflexionar sobre como contribuir no solo al cambio mundial, sino a evitar la destrucción de un planeta al borde de una nueva guerra mundial; además de otras carencias como el agotamiento del agua, un efecto terrible anticipado por la ciencia ficción y que ahora se hace realidad en Sudáfrica. Al igual que las economías nacionales, que dependen de una economía-mundo, los países dependen de un sistema-mundo, lo que implica el esfuerzo de comprender en forma interrelacionada las fases de desarrollo del capitalismo histórico y hacer la tarea desde Chile.
El gobierno que viene. Si el nuevo gobierno no logra éxitos arrolladores desde un principio, podría ser un gobierno de transición hacia un nuevo espacio político. En ese caso, antes de entrar al nuevo espacio, lo que seguramente predominará son cuatro años de probable inmovilismo y de guerrilla parlamentaria. Por ejemplo, en el caso de un supuesto acuerdo entre NM/DC/Independientes/FA, podrían sumarse los votos de 24 senadores y 83 diputados; cifra que solo alcanzaría para leyes simples. En el senado, leyes de más envergadura requieren de 25, 26 y 29 votos. Para leyes orgánicas o reformas en la cámara de diputados se requieren 89, 93 y 103 votos, lejos de los 79 que tendría ese hipotético conjunto. Por su parte, para Piñera, será más complejo porque tiene 19 votos en el senado y 72 en la cámara de diputados, lo que no alcanza ni para una ley simple. Aunque, probablemente la última palabra la podría tener la DC, independientes y descolgados.
Por lo tanto, no estamos solo ante un nuevo ciclo, sino probablemente ante el inicio de un cambio de período histórico, mediado por un periodo transicional (2018-2022). Los ciclos marcan momentos de continuidad, los período marcan rupturas trascendentes. Pero estos no se incuban solos, tienen etapas de maduración. En fin, estamos pasando de un momento apacible a otro en que todo se acelerará y en que probablemente aparecerá un sujeto de cambio movilizando a la sociedad y probablemente ocupando la calle para hacer sentir su voz.
Ahora bien, para continuar con esta previsión de acontecimientos, debe despejarse un tema clave, el de la transición. La transición a un nuevo modelo de desarrollo capitalista la condujeron los militares y sus colaboradores civiles, estrategia favorecida por la recomposición universal. La transición a un nuevo estadio de desarrollo capitalista, entonces, la iniciaron los militares jugando un rol de primer orden el Estado de Excepción que perduró entre 1973-1990. Luego vendría la transición a la democracia con P. Aylwin a la cabeza, fase que ha dado lugar a numerosas polémicas respecto a su extensión. Desde nuestro particular punto de vista, a diferencia de lo que opinan numerosos analistas, lo que terminó con el reciente triunfo de la derecha no es la transición, la transición a la democracia se produjo con el cambio de un gobierno militar autoritario con apoyo de civiles a un gobierno democrático liberal, dejando para una fase siguiente la eliminación de los enclaves autoritarios (1990). Ahora bien, esto fue posible por la aplicación del modelo sociológico funcionalista. Por su parte, las políticas de la Concertación/Nueva Mayoría consolidaron (con correcciones) ese modelo culminando con la aparición de un nuevo Estado en Chile. Se trata de un Estado neoliberal en lo económico, acompañado en lo político con la aparición de una poliarquía (casi una democracia, pero no una democracia sustantiva/plena) y conservador en lo cultural
Entonces, lo que está a la orden del día no es el fin de la transición, ni el inicio de una II transición, como ha sido planteado recientemente, sino, ¿el cambio de Estado? Claro, solo la historia dirá qué tipo de Estado emergerá; pero, ese es un dilema aún no resuelto.
Cambio de Estado. El tema del cambio de Estado es algo normal desde un punto de vista histórico. Sociológicamente corresponde a las necesidades de cambio en sociedades que requieren expandirse y a las que la sociedad anterior les quedó estrecha. El problema reside en el ámbito político, porque cualquier tipo de Estado representa intereses y esos intereses se convierten en oposición a la transformación. Es lo que explica los conflictos del cambio del Estado excluyente (1880-1920), las tensiones que mostró el Estado «gelatinoso» (1920-1938) y su transformación en capitalismo de Estado (1938-1973). En otras palabras, el Estado no es inmutable y puede y debe transformarse cuando ha cumplido una etapa; siendo el indicador del cambio la exigencia de la mayoría de la sociedad que mostrando el malestar que la corroe demanda la transformación. El Estado, entonces, es una forma de organización transitoria y dependerá de la fuerza del subalterno su cambio y trasmutación en otro tipo y forma.
El Estado, filosóficamente hablando, es una categoría que cambia permanentemente. Ahora bien, en Chile hemos experimentamos varios cambios en el siglo XX, algunos convulsos. Pero el momento más terrible en que se empleó la violencia aniquiladora fue en 1973, prolongada hasta 1989. El resultado fue una dictadura, que desde un Estado de Excepción (1973-1990), que emergió de la reacción capitalista ante la posible transformación, en sentido socialista, posibilitó la aparición del Estado neoliberal. Ese Estado, favorecido por la recomposición universal del capitalismo, es el lugar en que en trance de agotamiento, se iniciará una gran pugna durante los próximos cuatro años. Ahora bien, esto da lugar a una hipótesis que debe perfeccionarse, porque deja en entredicho la exigencia de una mera lucha contra el neoliberalismo, exigencia que nos llevaría ¿a donde?, ¿a la reconstrucción del capitalismo de Estado?, ¿a un neoliberalismo con «rostro humano»?… ¿a una nueva forma de Estado capitalista?, o ¿simplemente a lo que exigen vastos sectores socialistas como es la construcción de un Mundo Posible para el Buen Vivir?
Como es sabido, numerosos personeros han asumido una cruzada contra el neoliberalismo, ¿pero basta ésta sola exigencia?, ¿no es el neoliberalismo una fase en el desarrollo del capitalismo? Entonces, ¿no habrá que retomar una visión más amplia, que tiene que ver con la teoría de la existencia del capitalismo histórico?, es decir, con una trayectoria que proviene desde los siglos XV XVI, y que ha ido atravesando por distintos momentos históricos, para solventar sus crisis de crecimiento. Pareciera entonces, que la exigencia anti neoliberal, se inscribe en la reforma posible y no el cambio sistémico y profundo, que se requiere para llegar a un estadio más avanzado de convivencia humana como sería un Estado de derechos sociales (diseño que aún no está).
En suma, una ofensiva y alianza anti neoliberal, debería entenderse como una propuesta para enfrentar el gobierno que se viene encima, a condición de proyectarla como una lucha anti capitalista. En otras palabras, lo que sigue estando en el horizonte, es la confrontación con el capitalismo, cuya fase actual es el neoliberalismo. En el inicio de esta lucha están las exigencias de derechos universales y de igualdad de oportunidades, en educación, salud, vivienda, empleo, satisfacciones culturales, así como el combate a la discriminación racial, a la extrema pobreza, la dignificación del rol de la mujer y la defensa de quienes emigran buscando una mejor calidad de vida. Para esto, Chile lo tiene todo, pero debe disponer de sus recursos desprivatizándolos para garantizar los derechos sociales. Insistimos: en educación, salud, vivienda, seguridad social, reponiendo -además- los derechos de los trabajadores. Dicho de otra manera, se trata de asegurar un buen pasar para todos.
Ahora bien, no se trata de proponer la construcción de un Estado socialista en la hora presente, pero sí de recordar que en 1938, la fuerza del Frente Popular logró sentar en la mesa de negociaciones a la derecha, para iniciar la industrialización y por ende la construcción de una nueva forma de Estado que mejoró la condiciones de vida de amplios sectores (Capitalismo de Estado).
La «familia» socialista. ¿Podrán los socialistas ponerse a la altura de estas demandas? Pregunta gravitante porque hace ya largo tiempo que sus direcciones se distanciaron de los principios proclamados en su acta de fundación (1933).
Con el correr de los años, se produjo la pérdida del horizonte de lucha contra el capitalismo histórico, leyéndose la realidad del Chile profundo en clave capitalista. Sin embargo, esta es también una gran oportunidad para un debate franco, con el objetivo de recuperar el sitial de izquierda. Favorecería esta posibilidad; i) el declive de la estrategia DC/Renovación que se impuso por treinta años; ii) la cuasi desaparición del pensamiento ortodoxo; y, iii) la falta de programa y proyecto. Entonces, este es también el momento ideal para colaborar con la construcción de una fuerza de cambio en la que confluyan todas-las-izquierdas, por-la-izquierda. Chile lo necesita y la vía político institucional lo permite, además, no somos un país en crisis, por lo tanto, hay tiempo político antes que el vendaval arrase, ¿pero lo permitirán los apetitos personales que necesitan del cascaron socialista para sus objetivos?
Aunque una propuesta de esta naturaleza debe tomar en cuenta que el socialismo, progresivamente abandonó la teoría crítica del conocimiento, se acercó a la socialdemocracia, se alejó del latinoamericanismo, olvidó a S. Allende, perdieron la relación con los movimientos sociales e hicieron suyo el credo neoliberal (intentando reformarlo). Todo esto los llevó a perder su vigencia histórica, es decir, la representación de los sectores más postergados. Acto seguido, transformado en un partido compuesto por militantes-fichas, se convirtió en una organización al servicio de los intereses personales de los dirigentes de una diversidad de fracciones, incluidos los sectores de izquierda. Así, el partido abandonó la decisión-discutida y fundamentada por la maniobra-política de corto alcance. Bajo estas condiciones se comprenderá que la legalidad partidaria es una fachada para legitimar la opinión y decisiones de los «barones» invitados a la mesa del confite.
La actuación del socialismo entre los Comités Centrales de enero de 2017 y enero de 2018 así lo confirma. Los acuerdos tendenciales pasaron por alto las resoluciones de un Congreso y dos Comités Centrales, en el sentido de llamar a Elecciones Primarias para llenar los cargos de representación, luego en medio de trifulcas entre ellas mismas, voltearon la candidatura de Lagos, proclamaron – sin programa – a Guillier; mientras tanto las tendencias se repartían proporcionalmente los cupos parlamentarios, sin incidencia ni de la ciudadanía ni de la militancia. Pero esto no es todo, ya pronto explotarían varios escándalos graves; a saber: las trampas en el reclutamiento de la militancia, la compra de votos para los cargos del Comité Central, la participación en el mercado de capitales, y la presencia de la narco-política. Mientras tanto, se seguía perdiendo apoyo ante una militancia estupefacta, que en un par de años vio cómo su coalición perdió el soporte de 900.000 compatriotas.
El resultado fue la pérdida de las elecciones presidenciales.
Bajo estas circunstancias es posible que se establezcan cuatro vías para resolver los temas de futuro; a saber, i) la-respuesta-desde-el silencio, ii) la posible izquierdización-oportunista, iii) la salida socialdemócrata, y iv) el reclamo desde las bases. La respuesta-desde-el-silencio, es ya una vieja táctica conocida y practicada a todo nivel, las cosas quedan inmóviles y como están, porque el reclamo se termina disolviendo en el aire, como está ocurriendo. La izquierdización-oportunista es muy posible porque viene una oleada de reclamos y perfectamente la actual dirección, podría ponerse a la cabeza por la izquierda, en este caso tendría que optar entre una opción de cambio o movilizar al socialismo para que nada cambie y mantener las cuotas de poder. La salida socialdemócrata es muy posible porque une centro e izquierda y mantiene el statu quo. La movilización desde las bases, podría revertir la tendencia, pero es también la más difícil de las probabilidades, dado el control del aparato partidario por las tendencias.
Ahora bien, también es posible que se produzca una combinación de estas posibilidades. Pero sea cual sea, esta es una inmejorable oportunidad para revisar una serie de tópicos, en la perspectiva de afinar el análisis para enfrentar lo que viene. Políticamente sería útil, examinar las responsabilidades en la toma de decisiones sobre el tipo de transición que se experimentó y sobre todo del Estado que emergió. Ideológicamente sería útil, examinar el abandono del ideario socialista y la consiguiente entrega de la hegemonía cultural. Orgánicamente sería útil, examinar la transformación del partido en caja de empleo, la mutación del militante en militante-ficha y la irrupción del individualismo aspiracional. Internacionalmente sería útil, examinar la inserción de Chile en el sistema-mundo, lo que implica ir más allá de la integración en los mercados.
Esta podría ser la gran tarea de la actual dirección, pero ello demanda democracia interna. Ahora bien, este no es solo un procedimiento orgánico, la democracia tiene un sustento fundamental en los partidos políticos; pero ¿puede haber democracia si los partidos políticos no la practican? El partido político, se entiende, debe ser una escuela de democracia para contribuir a su profundización en la sociedad y proyectar cambios; pero ¿qué pasa si el partido no es democrático? El resultado no es otro que la pérdida de vigencia, la transformación en una orgánica de clientela y la conversión en una empresa de administración de aspiraciones personales.
Esa exigencia debería estar en manos de la Izquierda Socialista, pero como toda fuerza emergente está afectada de tensiones que aún debe depurar: nepotismo, fraccionalismo interno, personalismo, carencia de proyecto, falta de audacia, silencio ante el tema de la autodeterminación de los pueblos, silencio ante situaciones complejas al interior del propio PS; además, algunos sectores, sin dimensionar el peso de su derrota, han responsabilizado al FA de la debacle, en tanto, otros intentan convertirse en el puente de plata con ese sector. Por otra parte, tampoco se ha escuchado una crítica profunda sobre los errores de los gobiernos de la Concertación/Nueva Mayoría, sus opiniones son emitidas aún, desde un presente sin pasado…algo muy cercano a la postura pos moderna y lejano de la autocrítica. En ese contexto siguen considerando a la organización-madre como de izquierda, sin reconocer que pasó al bando de la centro-izquierda, con todo lo que implica táctica y estratégicamente. No obstante aún constituye una esperanza.
En fin, el abandono del giro hacia la centro izquierda puede corregirse retomando, con voluntad política, el eje central del allendismo; es decir, un proyecto de sociedad (Mundos Posibles), un programa de gobierno nacional-popular (para las mayorías), una estrategia que contemple claramente el tiempo político (vía institucional), una política de alianzas amplias (desde la izquierda), con vistas a la creación de un Instrumento/partido-movimiento que amplíe, organice y proyecte la oposición con convicción, desde la institucionalidad (parlamento), y recupere la épica de la izquierda desde los territorios movilizados social y políticamente. Aunque este último aspecto demandaría un trato muy cuidadoso, habida cuenta del fracaso del partido de ciudadanos, así como la cuasi imposibilidad de volver al centralismo democrático por la irrupción de las nuevas formas de organización desde la base y de las tecnologías de la comunicación. Pero nada de esto será posible si no se reinician los embates/desconocimiento de la Constitución de 1980, la fuente de poder de la derecha.
¿Estrategia sin autocrítica? A simple vista, la perspectiva para enfrentar los desafíos se ve compleja.
En efecto, después de la derrota, en forma soterrada, se están enfrentando varias concepciones. En primer lugar, están aquellos sectores que han levantado la alternativa de construcción de un frente que abarque desde la DC hasta el FA (PC, PS). Su debilidad es que es una respuesta coyuntural bajo los efectos de la derrota y que no contempla autocrítica, ni muchos menos la formulación de un proyecto. Ahora bien, hasta ahora su principal detractor es la propia DC. En un proyecto popular, los proyectos políticos responden a las necesidades originadas en el mundo del trabajo, o sea, en sujetos políticos y sociales que no se inventan. Por lo tanto, llamar a la constitución de una alianza de esta naturaleza, sin proyecto de sociedad y sin programa, no es sino, la constitución de una estructura cuya finalidad es captar votos para mantenerse en el sistema. Es seguir en la política desde arriba.
Por otro lado, importantes intelectuales (Arrate) y muchos socialistas históricos (Benado) abogan por la unidad entre el FA/PC/PS (sectores). Propuesta interesante porque cambiaría por completo el panorama político con la construcción de una nueva izquierda. Incluso si tienen éxito, podrían reconstruir el tercio histórico de la izquierda. Pero el Frente Amplio aún está en proceso de definiciones, el PS está transformado en una organización de centro izquierda y el PC en un partido republicano. De manera que, ¿qué podría salir de esta alianza?, ¿no sería más importante iniciar una discusión sobre un proyecto y un programa común, de acuerdo a la realidad de estos días?, ¿una alianza para qué?, ¿para rebasar el orden establecido o para permanecer en el sistema?
También desde sectores que mordieron el polvo de la derrota, preocupados por un cambio en la política de alianzas, comienza a levantarse la propuesta que sigue optando por el diseño de la unidad entre socialdemócratas y social cristianos (centro-izquierda). Sin ejercer la menor autocrítica en foros y seminarios, defendiendo la política económica de estos años, afirmando haber desarrollado la economía social de mercado, y sin reconocer el rol del neoliberalismo, dando un giro lingüístico hacia la izquierda, están planteando que es la falta de unidad la que ha llevado a esta a la derrota, preparando el reencuentro desde Chile 21, la emblemática organización financiada por SQM. Estamos ante una clase política que intenta evitar reconocer su responsabilidad en el deterioro de la izquierda y que se aferra al poder.
Finalmente, comienza a emerger una propuesta que demanda acuerdos para la elaboración de un programa mínimo, que enrumbe la estrategia para la construcción de una nueva sociedad, acorde con los tiempos actuales. Se trata de una fórmula que contempla, previa formulación de un proyecto histórico de carácter democrático y popular, la confluencia entre sectores del FA/PC/PS /Movimientos Sociales/Colectivos-Territoriales-anti-sistémicos y la recuperación de los cientos de miles de votantes inactivos. Evidentemente esta propuesta demanda estudios actualizados de la estructura social, porque lo que se vislumbra, es la construcción de un Instrumento/partido-movimiento. ¿No habrá llegado la hora de pensar que de esa confluencia podría emerger la organización del cambio para el siglo XXI? Empero, el desconcierto, el temor a la reedición de los viejos 3/3, el rechazo a repetir la subordinación de la izquierda a la DC (que llevó a la izquierda al centro), el individualismo, la inexperiencia y la falta de lineamientos, por ahora, evidentemente se convertirán en un obstáculo.
La esperanza. La irrupción del Frente Amplio está conteniendo precariamente la oleada cultural que se impuso. La emergencia de una fuerza aún en construcción, pero con nuevas miradas de la sociedad, formas de organización, de alianzas y proyecto, contuvo la mirada derrotista.
Lo que logró el Frente Amplio en este campo no es menor, llega en el preciso momento en que los límites del pensamiento de la izquierda y de la derecha tradicional, se tornan difusos, y en que está reapareciendo el autoritarismo y en que la propuesta liberal intenta generar un mito movilizador, que vaya más allá de las fórmulas de la economía. Otro importante mérito del Frente Amplio, es demostrar que existe una alianza con representación nacional y movilizada por transformaciones profundas, y que esa aspiración de cambio está conectada con el cambio cultural y generacional, que jubiló de facto al partido del orden, y a una generación de intelectuales pro-orden. En fin, aquí radica otro éxito del Frente Amplio. Además sacó la sociología a la calle, iniciando la recuperación del sentido común, emergiendo sin miedo a la movilización social, contenida desde 1988.
Pero esto no basta. Lo que apareció es un primer muro de contención ante la ofensiva de la derecha. No puede relativizarse el hecho que el FA no es una fuerza homogénea y que su tiempo político es corto para soportar los embates que vendrán desde el gobierno y de las diversas agrupaciones de la NM. Pero, este no es el único desafió que deberá enfrentar. Los desafíos teóricos producto de la convivencia entre liberales, con posmarxistas y socialdemócratas, se convertirán en un obstáculo. Por otra parte, también serán asediados por un tema recurrente y en expansión, como es la relación con el tema de género. Además, estará presente la tensión interna entre corrientes de mayoría (RD) y corrientes en proceso de contracción (ND); tensiones que seguramente conducirán a procesos de convergencia, como es el caso de la intención manifestada, entre otros, por MA/ND/Libertarios. Tendencias sumamente complejas, porque estarán cruzadas por razonamientos ideológicos, políticos y personales, cuestión que no puede asombrar porque el FA, también refleja la triste realidad nacional.
Epílogo. El momento actual es lo que podría denominarse como una coyuntura compleja.
La derecha se jugará por la mantención en el gobierno a largo plazo, con un neoliberalismo profundizado y bendecido por la ola derechista y belicosa desencadenada por D. Tramp. Ahora bien, este contrapunto se dará en medio de importantes problemas no resueltos, como el malestar ciudadano, el conflicto mapuche, la autonomización de las fuerzas armadas (baste citar el caso de Carabineros de Chile), las desigualdades sociales, el clima de desconfianza que abarca a todas las instituciones de la nación, la fractura de las eticidades nacional y los temores a una regresión respecto a las reformas de la Nueva Mayoría.
La derecha intentará quebrantar el contrato social, pero sabe que para mantener las cuotas de acumulación, requiere de reformas y estabilidad laboral, solamente así evitará la movilización social y la protesta política, de manera que jugará la carta de la unidad nacional, buscando consensos. Esta es una vieja idea que ronda en ese sector, la cual, se está desarrollando en el nuevo discurso. Por primera vez en mucho tiempo la derecha armará un relato con tinte social, que profundizará la colonización mental, con el objetivo de subordinar la política y lo simbólico a la economía, profundizando así la incompatibilidad entre neoliberalismo y democracia. La dominación se continuará ejerciendo a través del balanceo, en un hilo muy delgado entre los aparatos ideológicos y los aparatos represivos de Estado, es decir, entre consenso/consentimiento y represión. Por las posturas enunciadas por los nuevos ministros, pareciera que es la derecha quién está reponiendo la olvidada lucha de clases, en función de sus intereses.
Para la izquierda lo que está en juego, de no mediar una profunda reacción, es el paso a convertirse en intrascendental. Ahora bien, apostar por la recuperación, implica tocar un tema incómodo, como es el de la historia reciente, olvidada y relegada.
En ese sentido, debe tomarse en cuenta que la vieja izquierda, perseguida y aislada desde 1973, solo tuvo tiempo para sobrevivir y escasamente para especular. Además, sus dirigentes erraron el análisis, al calificar el cambio como «fascista» (habidas excepciones). En fin, en medio del repliegue, el proyecto político alternativo al capitalismo fue derrotado y desde allí la izquierda se quedó sin proyecto, proceso finalizado con el certificado de defunción de la Unidad Popular en 1982. La incapacidad de levantar un nuevo proyecto, que reemplazara las tesis del Frente Antifascista y de reconstruir la fuerza política, posibilitó la cooptación de un sector importante por parte del centro político, diluyéndose la izquierda histórica; tanto que, desde mediados de los ochenta, una pequeña elite, aglutinada tras el concepto renovación, terminó aceptando las nuevas condiciones históricas, asumiendo la responsabilidad de incorporar a Chile al cambio neoconservador, bajo las presiones de los Acuerdos de Santa Fe (el encuadre norteamericano para las transiciones latinoamericanas) y del recién aparecido Consenso de Washington.
En conclusión, la subordinación a otras visiones-de-mundo, las presiones norteamericanas, las del Vaticano, las de la socialdemocracia y la urgencia de estabilizar la economía nacional, hicieron perder su punto de vista al conjunto de la izquierda. Así, mientras la renovación iniciaba el peregrinaje, que terminó en las catedrales neoliberales, sectores de la ortodoxia se convirtieron en furgón de cola del nuevo fundamentalismo. Mientras tanto, grupos ya marginales, seguían sin decir adiós a las armas…miles de izquierdistas fueron aislados… otros tantos, presos de la confusión, pasaban a concentrarse en el tesoro de sus recuerdos.
Los procesos sociales son así. Pueden terminar abruptamente, como en este caso. Pero las derrotas pueden revertirse.
La izquierda ya no puede seguir disfrazando que está fracturada entre izquierda y centro-izquierda. La primera, es una sombra confusa de lo que fue al haber perdido el sujeto histórico al que representaba y haberse subordinado a otras hegemonías. Desde la coyuntura podría reconstruirse a condición de reponer el tema ideológico, dotarse de un proyecto de sociedad, un programa, una política de unidad y una línea para el período que se avecina. Condicionantes que podrían conducir a la formación del Instrumento/partido-movimiento conductor de una amplia alianza. Pero nada de esto será posible sino contempla una estrategia en dos niveles, uno desde la institucionalidad parlamentaria y otro movilizando la sociedad desde fuera de la institucionalidad. Por su parte, la centro-izquierda persistirá en la alianza con el centro. Pero el resultado de la transición, el peso de la reciente derrota, el debilitamiento de la democracia cristiana, los cambios en el centro, los retrocesos mundiales de la socialdemocracia y la maduración de una nueva estructura social, dificultarán sus perspectivas… pero tiene una gran maquinaria, relaciones y experiencia.
Ahora bien, nada de esto podría ser posible si no se sale del «Ojo de Dios», es decir, de la hegemonía cultural euro-norteamericana. Lo que no quiere decir que haya que desechar los pensamientos provenientes de esas regiones; muchos de ellos convertidos en universales del saber. Se trata de recobrar la conciencia de lo que es una lucha liberadora, entender que el socialismo al abandonar su teoría social, le quebró la mano a su producción de conocimientos, facilitando el credo liberal, habidas excepciones, por supuesto. Por eso, le ha costado tanto, desde un lenguaje propio, navegar por grandes temas, como la interculturalidad, género, sexualidad, espiritualidad, etnicidad, eticidad, colonialidad, etc. Temas lejanos al reduccionismo económico. Se trata, en suma, de recobrar con nuevos lenguajes y propuestas el latinoamericanismo en época de globalización, en una perspectiva de lucha contrahegemónica; aun cuando se deba abandonar los códigos y categorías eternizados en discursos ya superados del siglo XIX y XX.
Indudablemente esta podría ser una operación dolorosa, porque requiere una crítica al eurocentrismo y al pensamiento colonial, que han tapado los patrones de poder, en el moderno sistema-mundo. Implica abandonar incluso la idea de modernidad, que ha rebajado significativamente nuestras posiciones, al considerarnos pre-modernos y atrasados. Se trata de encontrar nuestro sitio en la epistemología del SUR, es decir, en la producción de conocimiento para los «Condenados de la Tierra», como diría F. Fanon. Esto significa que la historia no está pre-escrita y que por lo tanto, las categorías socialdemócratas, así como las ortodoxas, deben ceder espacio a una historia construida por seres humanos, desde su propia realidad, seres humanos sufrientes, que también tienen anhelos, sed de cambios y proyecto de vida, lo cual significa abandonar toda pretensión de que solo algunos poseen la verdad e iniciar el intercambio de ideas.
En suma, se trata de derribar viejos paradigmas, con el fin de revertir una situación que puede y debe superarse, como tantas veces lo ha hecho la izquierda.
En fin, recuérdese que la derecha y la centro izquierda dejaron en un limbo la participación del 51% de los chilenos… quien los movilice tendrá el futuro en sus manos. De paso, terminará con la legalidad institucionalizada en la Constitución de 1980 y la reemplazará por una nueva legitimidad social.
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