Muchas mujeres se muestran reticentes a la habitual pregunta sobre si existe una «escritura» femenina contrapuesta a una masculina. Les parece, probablemente con razón, que no es ahí donde reside el quid de la cuestión. Existe un vínculo histórico entre la crítica feminista y el giro lingüístico que hacía moverse el problema sobre el lenguaje. […]
Muchas mujeres se muestran reticentes a la habitual pregunta sobre si existe una «escritura» femenina contrapuesta a una masculina.
Les parece, probablemente con razón, que no es ahí donde reside el quid de la cuestión.
Existe un vínculo histórico entre la crítica feminista y el giro lingüístico que hacía moverse el problema sobre el lenguaje. Sin embargo, existiendo problemas de lenguaje, los problemas reales son los que se dan en la realidad: el maltrato, las desigualdades sociales, laborales, el machismo, etc., y estos no son problemas lingüísticos. El lenguaje establece una forma de articular la realidad y, mediante su reflejo, una de las posibles formas de actuar sobre ella.
En este sentido, parece consecuente elevar la mirada de la escritura, del texto, a la totalidad del proceso comunicativo.
Frente a los intentos del simple análisis textual, de una búsqueda de la especificidad de lo femenino a través del lenguaje, creemos que sería interesante alejarse del formalismo que aísla y volver al texto como herramienta de acción sobre sus receptores. La pregunta ya no es, entonces, ¿qué es lo femenino de una escritura?, sino: ¿actúan las mujeres a través de la escritura sobre el mundo que les rodea?
Actuar sobre el mundo significa crear opinión. No es sencillo definir la opinión. Quizá podríamos definirla como una reacción que aúna voluntades. Para que esta reacción se produzca como opinión pública, la primera voluntad es la que da forma al texto y lo propone socialmente, la que lo convierte en un artefacto retórico capaz de suscitar esas reacciones ante los acontecimientos y situaciones. La mujer ya no escribe para ser mujer; escribe para aunar voluntades, para lograr respuestas: para crear opinión.
La pregunta deja de ser sobre la esencia de lo femenino y se vuelve hacia la retórica de lo femenino, a su eficacia comunicativa. Es ahí donde se pueden analizar las resistencias sociales, las distorsiones del sentido, los silencios, las ironías…, como parte de una lucha comunicativa por evitar que las voluntades se aúnen y se forme la opinión. El texto que trata de aunar voluntades para la mujer debe vencer la inercia de un sistema al que hay que irle ganando centímetro a centímetro posiciones. El ecosistema informativo que nos envuelve es un enfrentamiento constante entre sentidos contrapuestos luchando por ganarse la opinión, por configurarla. Nuestra propuesta para un próximo encuentro académico en mayo (en Madrid), es tratar de responder a estas preguntas: ¿cómo se construye una opinión diferenciada?, ¿es eficaz?
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Joaquín María Aguirre Romero Profesor de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.