Cierto sector de la prensa española, con aviesa intención manipuladora, o simplemente haciendo gala de franca ignorancia, cataloga cualquier producto cultural relacionado con los cubanos en los reductores términos de «propaganda castrista» o su opuesto: la diatriba hipercrítica y contenciosa. Ante el muy reciente estreno de Habana Blues, producida por la entidad española Maestranza Films, […]
Cierto sector de la prensa española, con aviesa intención manipuladora, o simplemente haciendo gala de franca ignorancia, cataloga cualquier producto cultural relacionado con los cubanos en los reductores términos de «propaganda castrista» o su opuesto: la diatriba hipercrítica y contenciosa. Ante el muy reciente estreno de Habana Blues, producida por la entidad española Maestranza Films, en colaboración con el ICAIC, los esquemáticos se han apresurado en adjudicarle una u otra etiqueta, como si Benito Zambrano, su director y guionista, no hubiera dejado suficientemente claras sus posiciones al respecto, fuera y dentro del propio filme.
El propio director no deja lugar a ninguna ambigüedad cuando asegura, de su puño y letra, en el dossier de su película para la prensa, que este filme surge «del homenaje a un pueblo que conocí durante mi estancia allí, a su dignidad, a su alegría; y es también un exorcismo personal, no de mis sentimientos por Cuba, sino de mis compromisos como creador ante su gente. (…) Un sólido trabajo de documentación nos ha permitido estar en la posición concreta para ofrecer en esta película un retrato real de la esencia de este lugar maravilloso, a menudo manipulado por tópicos injustos y parciales. (…) Mi película cuenta la historia de unos músicos tentados por una casa discográfica española para grabar y actuar fuera del país. (…) Ciertamente, el motor principal de supervivencia en este comienzo del siglo XXI para el pueblo cubano es su alegría y sus ganas de vivir, marcadas a cada hora, en cada día, por el sentido del humor y el particular sentido del ritmo».
Aunque las anteriores declaraciones de principio no admiten lugar a dudas, quisimos conversar en directo y en exclusiva, con Benito Zambrano por teléfono -unas horas antes de que asistiera a la premiere de su nueva obra en Lebrija, su pueblo natal- y luego de felicitarlo por el notable éxito que ya venía ganando su película, quisimos respondiera brevemente unas cuantas preguntas respecto a sus intenciones de autor, y a la esencias que intentó comunicar con este, su segundo largometraje de ficción.
-Hemos leído a través de Internet que Habana Blues satisface a casi todo el mundo, incluidos los críticos, ¿qué percepción tienes a este respecto?
-Por lo que he visto, sentido y leído, tengo la suerte de que mi película ha gustado. Pero tengo la sensación de que no le complace mucho a la prensa más de derechas. Ellos han sido bien duros en sus críticas.
-Casi todos los artículos que he visto coinciden en celebrar, o en criticar, la evidente cercanía emocional a la cultura cubana…
-Mis vínculos con el arte y la cultura cubanos son muchos y todos muy intensos. Los dos años que pasé en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños, fueron seguramente los más felices de mi vida. Me sentía como en mi casa, en Andalucía. En Cuba nunca me sentí extranjero ni mucho menos turista. En la EICTV aprendí mucho, trabajé, me encontré conmigo mismo como creador, porque en Cuba terminé la primera versión de Solas, y empecé el guión de Habana Blues. Fue allí que conocí al productor de las dos películas. Así que La Habana y Cuba han sido puntos de giro en mi vida. Siempre me han pasado cosas muy buenas allí. Y esta película no es más que mi homenaje cariñoso a Cuba, es mi regalo de ternura a ese pueblo. A todos los cubanos que la han visto aquí en España les ha gustado mucho, los he visto llorando. Hasta donde sé ningún cubano de adentro o de afuera de la Isla, que haya visto la película, se ha quedado indiferente. Y ese era uno de mis mayores deseos.
-¿Qué crees de la manipulación política que en ocasiones ha rodeado a tu película?
-Con Habana Blues me está pasando algo similar a lo que me ocurrió con algunos cortos que realicé en la EICTV. Unos decían que en esa Escuela se formaban mercenarios de Castro, y veían en lo que yo hacía esa intención. Otros le veían espíritu de oposición por ejemplo a Los que se quedaron. La evaluación política dependía mucho de la perspectiva ideológica de quien la hiciera. Pero a mí me parece que una de las cosas más maravillosas del arte, de la cultura, del cine, es que cada quien encuentre lo que desee en una obra. Los filmes después que uno los termina ya no son míos, son del público.
«Lo que ha pasado con Habana Blues, que para los de derecha es muy complaciente, y para los de izquierda muy negativa, solo me convence de que logré realizar una película con matices, parte de ese mestizaje y de esa atmósfera multicolor tan cubana y que a mí tanto me gusta. Más que todo, yo quise hacer una película con cariño, respeto y ternura por el pueblo de Cuba, una película concebida a partir de la verdad esencial de mis personajes, y no de circunstancias políticas concretas. Aunque también considero que la crítica puede y debe formar parte también del arte, en Cuba y en España, y en todos los países. Lo que nunca he hecho ni voy a hacer es cine político, panfletario, ni a favor ni en contra de ningún gobierno.
«Habana Blues está contada desde el corazón y el alma. Te repito que nunca quise hacer una película criticando a las autoridades cubanas ni al gobierno ni mucho menos traté de hacer una crítica dura y directa. Creo que ya hay demasiados extranjeros criticando a Cuba, y diciéndole a los cubanos lo que tienen que hacer. Creo que mi papel, y el de muchos otros, es colocarnos en un espacio de entendimiento, y propiciar la serenidad para que los cubanos resuelvan sus problemas por ellos mismos. A los creadores de la Isla les toca la actitud crítica, si así lo creen, pero nunca a una película mía. Esa no es mi responsabilidad ni me gusta ese papel.»
ALGUNAS OPINIONES DE LA PRENSA ESPAÑOLA
Suplemento El Cultural, de El Mundo: «A los numerosos amantes de Solas -película que en cierta medida mostró a la industria cómo el talento también llena salas-, puede desconcertarles que el mismo cineasta detrás de aquella sórdida historia de desamparos y oscuridades, de suburbios en los que se cuece la desesperanza, vuelva ahora con una película colorista, enérgica, inocente, incluso fashion, una celebración de la vida y la amistad en muchos aspectos tan opuesta a su ópera prima que debe ir por delante la admiración por encontrarnos frente a un artista honesto, es decir, que no le teme al riesgo de ofrecer lo que no se espera de él, el riesgo de ser fiel a sí mismo y a sus entrañas, sobre todo cuando los ojos de la industria están puestos en su próximo paso desde hace tanto tiempo. De esa dignidad creativa, al margen de los resultados finales -que el público podrá juzgar a partir del viernes 18 de marzo-, surge y trata Habana Blues, un cancionero de amor a esa loca y maravillosa isla llamada Cuba, a sus gentes, su arte y su dignidad».
ABC : « El cine esperaba a Benito Zambrano con la misma ansiedad que Gary Cooper el tren de las doce. Hace seis años que hizo Solas, película enorme con la que se dio el derecho de quedar recubierto para mucho tiempo con una manita de «impermeabilidad», «mirada» y «sensibilidad». Y no nos podemos olvidar de aquello al mirar ahora esto, Habana Blues, su esperada siguiente película. Empezaremos, pues, por lo grande de ella: es un musical hecho en La Habana en el que no se oye ni el son cubano ni la salsa, sino rock, hip-hop, rap y blues, lo cual, imagínense, es todo un hallazgo climático en los ambientes habaneros. Tiene mérito ponerle música a esa ciudad que no sea la tópica del trópico, y hay que decir que Zambrano convierte «lo musical» de la película en lo más auténtico, genuino y acertado».
Diario de Cádiz: «Habana blues nos regala algunas escenas con fuerza marca de la casa Zambrano y buenos momentos musicales, que son sin duda el mejor filón comercial de la cinta junto al descubrimiento de un buen puñado de jóvenes (y guapos) actores cubanos, actores que, en su esfuerzo por dotar de credibilidad naturalista a sus personajes, chocan a veces con el modo interpretativo bastante amanerado y pasado de rosca de la parte española del elenco, que se las ve tal vez con los personajes menos agradecidos y estereotipados del reparto».
La Razón: «Uno de los muchos personajes-comparsa de Habana Blues sienta las bases de la tesis que vertebra el filme: el arte será puro o no será. El artista tiene que ser fiel a sus principios, no dar su brazo a torcer, hacer lo que sienta en el momento en que le apetezca. El arte es una cuestión de sinceridad y honestidad. En favor de Zambrano hay que admitir que Habana Blues es sincera y honesta. Lo que pasa es que no es arte, si entendemos el «arte» como la expresión personal e intransferible de una visión del mundo. (…) Zambrano opta por un naturalismo simpático, vagamente cómplice, para contarnos lo mismo de siempre -no hay que venderse al imperialismo de los que tienen el poder, aunque te acuestes con ellos para conseguir lo que quieres-, pero el problema más grave es que la podría haber rodado cualquiera sin que el resultado se resintiera de ello. Es tan impersonal, tan ingenua en su descripción de personajes y situaciones, tan funcional en su puesta en escena, que ni siquiera la espontaneidad de algunos actores -en especial Roberto Álvarez- logra que nos interesemos por una trama que bien podría formar parte de una miniserie televisiva de domingo por la tarde».