La debacle de la Democracia Cristiana chilena merece un análisis detallado porque se trata de un partido clave en el sistema político chileno. Su rol es comparable al de la DC italiana y alemana, países en los cuales surgió con fuerza luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero su evolución fue diferente en cada contexto. […]
La debacle de la Democracia Cristiana chilena merece un análisis detallado porque se trata de un partido clave en el sistema político chileno. Su rol es comparable al de la DC italiana y alemana, países en los cuales surgió con fuerza luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero su evolución fue diferente en cada contexto. En Alemania sigue siendo el partido más votado gracias al liderazgo de Angela Merkel. Pero en Italia la DC desapareció a inicios de los años 90, arrastrada por los casos de corrupción descubiertos por la operación judicial Manos Limpias (en italiano Mani Pulite ).
La DC chilena de hoy se parece mucho más a la italiana que a la alemana. El problema es que la desaparición de la DC italiana trajo como consecuencia que su espacio político fuera llenado por una derecha empresarial-criminal de la peor estirpe, liderada por Silvio Berlusconi. La DC italiana trató, en los años 70, conducida por Aldo Moro, de llegar a un acuerdo estratégico con el Partido Comunista. El secretario general comunista, Enrico Berlinguer, estaba de acuerdo y llamó a esta posibilidad el «compromiso histórico». Y el Papa Paulo VI bendijo esta tesis abiertamente. Esta idea radicaba en pactar una coalición para hacer frente a la crisis económica, manteniendo el Estado de bienestar, pero mejorando la productividad y la innovación. Sin embargo, esta posibilidad fue boicoteada por medio de la operación Gladio, un dispositivo de las agencias de inteligencia europeas, coordinadas por la CIA, que desató los llamados «años de plomo», que por medio de atentados directos (como la matanza de Bolonia, en 1980) o fabricados por infiltración (como el crimen de Aldo Moro en 1978) terminaron por impedir esta posibilidad.
EL CASO DE LA DC CHILENA
Este escenario se parece en parte al que vive la DC chilena. En 2013 se concretó un acuerdo que parecía muy difícil de lograr en 1990, y mucho más en 1973. La existencia de una coalición de gobierno que fuera desde a DC hasta el PC no era imaginable en esos contextos. Pero en 2013, al calor de las movilizaciones de 2011 y de la indignación ciudadana por la exclusión que generaba el sistema electoral binominal, se permitió este acontecimiento. Sin embargo, desde ese momento diversos actores, dentro y fuera de la DC chilena, se movilizaron para impedir este «compromiso histórico». Dentro de la DC el grupo que más beligerancia ofreció a este pacto fue el que lideró Mariana Aylwin, llamado «Progresismo con progreso», que se retiró de este partido luego del triunfo de Sebastián Piñera. En la actualidad este grupo coquetea abiertamente con la derecha a la espera de tener cargos públicos en la nueva administración. Pero no es el único sector en esa parada. Dentro de la DC permanecen los grandes barones del sector «guatón» que han sostenido las mismas tesis que Mariana Aylwin. La diferencia es que la mayoría de estos personajes ocuparon cargos de importancia en el gobierno de Michelle Bachelet, comenzando por Jorge Burgos, ex ministro del Interior entre 2015 y 2016.
Estos grupos, aliados a la derecha política y fuertemente apoyados por El Mercurio y Copesa, montaron su propia operación Gladio a la chilena, para impedir que la DC se mantuviera en una coalición con la izquierda. Burgos se mantiene dentro de la DC justamente para incidir en este punto, amenazando con retirarse del partido si la DC intenta un entendimiento con el Frente Amplio.
Esta tesis la refuerza Gutenberg Martínez en entrevista con El Mercurio . Ante la pregunta por el rol que debe jugar la Junta Nacional DC, convocada para el 27 y 28 de enero, contesta: «Estimo que debe resolver cuestiones básicas sobre las características de cómo en el futuro será oposición, de los lineamientos en materia de alianzas o coaliciones, y de aspectos que dicen relación con nuestra identidad, todo esto como parte del proceso de revalidación del instrumento (…) Unos desean caminar un proceso de izquierdización, nosotros no debemos estar en eso».
En ese marco la DC se verá extremadamente tensionada por este tipo de dirigentes, poco ligados a las bases partidarias pero muy claramente ligados a los altos círculos de decisión. La opción es simple: si la DC intenta mantener el acuerdo con el PC, o ampliarlo además al Frente Amplio, va a sufrir el retiro de un número de militantes no muy alto pero muy visibles e influyentes, que se dedicarán a denostar y dañar esa estructura partidaria hasta hacerla políticamente insignificante y electoralmente irrelevante. Cuando un grupo de derechizantes se retire, otro grupo retomará la posta, haciendo de nuevo la misma crítica. Para luego salir y dejar dentro otro grupo similar. Un lento e inacabable desangramiento que impedirá a la DC retomar posturas y reorientar su rol.
La clave de esta estrategia es simple. Chile Vamos obtuvo en las últimas elecciones 71 diputados, lo que representa un 46% del total. Si logran atraer a seis diputados puede completar 77, lo que le daría mayoría simple en esa Cámara. Teniendo 19 senadores, completar la mayoría en diputados les da la posibilidad de estabilizar la agenda del gobierno de Piñera y manejar la vida política sin oposición. Ya se da por descontado que 6 de los 14 diputados DC estarían alineados con el nuevo gobierno. De esta forma el objetivo ya estaría casi logrado.
De allí los adjetivos que va desplegando el ala derechista de la DC para dar a conocer su actitud ante el gobierno de Piñera: «oposición constructiva» dice Gutenberg Martínez. Mientras que Jorge Burgos habla de una «oposición capaz de distinguir entre aquellas cuestiones que son importantes o no importantes para el país». Una oposición de opereta, para empezar, con el fin de avanzar a una negocación que les dé el rol de nueva bisagra, a precio de oro.
UN PAIS EN PROCESO DE SECULARIZACION
La crisis de la DC no es sólo política y electoral. En el fondo es también una crisis cultural, que se explica a la luz de la reciente visita papal. La baja asistencia a las actividades papales, y las críticas abiertas a sus ambigüas declaraciones en relación al obispo Barros, y sus contradictorias actitudes respecto a los abusos sexuales del clero, reflejan el problema de fondo. Chile es hoy el país más secularizado de América Latina, sólo superado por Uruguay que posee una tradición laica desde inicios del siglo XX.
Aunque la visita fue beneficiada de una impresionante cobertura mediática, incomparable con cualquier otro evento nacional, su resultado fue desilucionante. Este proceso es mucho más profundo de lo que parece, y tiene varias capas que pueden relacionarse con el desarrollo material y el incremento en los niveles de educación y urbanización. Es reflejo de lo que Weber llamó «el desencantamiento del mundo», donde la sociedad exige otras interpretaciones, distintas a las religiosas. El hecho que la Iglesia esté dominada por sectores conservadores ha impedido renovar su discurso, y la ha alejado casi definitivamente de las grandes mayorías.
En este contexto no tiene mucho sentido un partido «cristiano» que representa a una minoría fragmentada. La idea de lo religioso lejos de sumar votos, los espanta y complica. Las instituciones católicas ligadas a la tradición social (cooperativas, sindicatos católicos, centros sociales, instituciones de ahorro y préstamo, grupos de asistencia mutua, etc.) ya no existen o son pequeños remanentes. Las parroquias no cojungan con la DC de forma mecánica. Los párrocos del barrio alto y los discípulos de Karadima y otros grupos integristas se han colocado en la línea de la UDI o de José Antonio Kast. Y las parroquias populares se han alineado con el bacheletismo o con el Frente Amplio. No hay parroquias para la DC.
UNA ESTRATEGIA DE LA TENSION
Todo este proceso lleva a una sola meta: el derrumbe programado y deliberado de la DC. Para eso es necesario dividir, manipular y controlar la opinión pública usando tácticas dirigidas a infundir miedo, diseminando propaganda, creando desinformación, guerra sicológica y utilizando agentes provocadores, en operaciones de falsa bandera para alcanzar objetivos tácticos y estratégicos.
La desaparición de la DC es hoy un objetivo de primer orden de la derecha, ya que saben que la base DC es imposible de cooptar de forma completa. Su idea es destruir el partido y sumar a los elementos claves dispuestos a un pacto estratégico, de largo plazo, con la derecha. En su memoria está el gran momento en que lograron esta alianza: julio de 1972, cuando formaron la Confederación de la Democracia (CODE), con el objetivo de aglutinar a todos los partidos de oposición al gobierno de la Unidad Popular, primero en una fase institucional, y luego en una fase golpista y sediciosa.
Una nueva CODE no es viable con toda la DC. De allí la estrategia de desmonte de su institucionalidad partidaria. La Junta Nacional de este mes será clave en este objetivo. Mientras mayores divisiones internas y ataques violentos se vean, más cerca estará esta meta.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 893, 26 de enero 2018.