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Crisis regional tras ataque colombiano a las FARC en Ecuador

Fuentes: Alai-amlatina

La incursión de militares colombianos en territorio ecuatoriano el pasado sábado uno de marzo, en la que se eliminó a Raúl Reyes, el segundo hombre más importante de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia), y a otros 17 guerrilleros, desencadenó una aguda crisis regional que se agrava con la decisión del Ecuador de romper […]

La incursión de militares colombianos en territorio ecuatoriano el pasado sábado uno de marzo, en la que se eliminó a Raúl Reyes, el segundo hombre más importante de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia), y a otros 17 guerrilleros, desencadenó una aguda crisis regional que se agrava con la decisión del Ecuador de romper relaciones con Colombia y con la petición del ministro ecuatoriano de Defensa, Wellington Sandoval, de solicitar la anulación de la Comisión Binacional de Frontera (Combifron), organismo de coordinación militar entre los dos países, en «vista de que ha habido una ruptura unilateral de los convenios».

La eliminación física de Raúl Reyes, es una de las victorias militares más significativas del Estado colombiano sobre el grupo guerrillero, pero, al mismo tiempo, se ha transformado en una de las mayores crisis de la región, probablemente desde la división de la Gran Colombia en 1830.

Sobre las circunstancias en las que murió Reyes, Quito y Bogotá tienen versiones opuestas.

Para el gobierno colombiano se trató de un enfrentamiento entre la guerrilla y fuerzas conjuntas del ejército y la policía colombianos que se habrían defendido de un ataque proveniente desde territorio ecuatoriano. Helicópteros del ejército respondieron al fuego desde el espacio aéreo colombiano y, haciendo uso del «principio de autodefensa», ingresaron a territorio ecuatoriano y recuperaron dos cadáveres, según la versión oficial colombiana.

Según el presidente Correa, en cambio, se trató de una masacre planeada con antelación, se violó el espacio aéreo ecuatoriano, como demuestra un análisis balístico según el cual el campamento provisional de las FARC, ubicado en territorio ecuatoriano a dos kilómetros de la frontera con Colombia, fue bombardeado desde sur hacia el norte.

Una misión militar encabezada por Gustavo Larrea, ministro coordinador de seguridad externa e interna del Ecuador y por Wellington Sandoval, ministro de Defensa, concurrió el domingo 2 de marzo al teatro de operaciones ubicado en la provincia de Sucumbíos, región selvática del nor-oriente ecuatoriano. Tras conocer sus informes, el Presidente Correa señaló: «el Ecuador sufrió un planificado ataque aéreo y una posterior incursión de tropas colombianas, con plena conciencia de que estaban violando nuestra soberanía. El ataque aéreo y terrestre deja 20 miembros de las FARC fallecidos en nuestro territorio, casi todos en ropa de dormir, lo que descarta cualquier versión en el sentido de que fue una persecución «en caliente» y en legítima defensa, contrariando la versión oficial colombiana. Fue una masacre. Los aviones colombianos ingresaron al menos 10 Km. en nuestro territorio para realizar el ataque desde el sur. Luego llegaron tropas transportadas en helicópteros que culminaron la matanza. Incluso se hallaron cadáveres con tiros en la espalda». Este «asesinado selectivo», enmarcado en el «modelo israelí», ha generado un estado de preocupación y una reacción de rechazo casi unánime en toda América Latina.

El presidente venezolano Hugo Chávez, durante su programa dominical Aló Presidente, ordenó el cierre de la embajada en Bogotá y el despliegue de 10 batallones, con un total de 8000 militares en la frontera con Colombia, declarando que una acción parecida en territorio venezolano sería causa de guerra. La reacción de Chávez sería una respuesta a importantes desplazamientos de unidades militares colombianas hacia la frontera con Venezuela», como por ejemplo el batallón Cartagena, ubicado en la Guajira, que se moviliza con tanques y cañones en grandes contenedores», según una denuncia del ex vicepresidente venezolano José Vicente Rangel.

El presidente Correa también dispuso el regreso del embajador ecuatoriano en Bogotá, Francisco Suescum, y ordenó la expulsión del embajador colombiano, Carlos Holguín, disponiendo, además el envío de 3200 militares a la frontera.

Desde Chile, la presidenta Michel Bachelet expresó su desacuerdo frente a la incursión colombiana a Ecuador y lamentó que Ecuador se haya sentido agredido. «Las fronteras y los límites de los países están basados en muchos acuerdos internacionales» y no se puede traspasar las fronteras por motivos legítimos o ilegítimos, señaló.

La presidenta Cristina de Kirchner de Argentina se mostró preocupada y apoyó las acusaciones de Venezuela, también se declaró consternada frente a la violación del territorio ecuatoriano y anunció su respaldo a Ecuador hasta las últimas consecuencias.

El rechazo latinoamericano no es solo contra un acto de invasión y barbarie, sino contra toda una estrategia guerrerista del Estado colombiano que se define solo en función de su enemigo interno y de la lucha armada contra éste.

Lo que se está verificando es el ejercicio de una fuerte presión, sin precedentes, sobre el gobierno y las clases dominantes colombianas, para que se encuentre una solución negociada al conflicto. Se apuesta, probablemente, a una ruptura interna y a apoyar a los sectores afines a una solución negociada. El mensaje es que no se va a permitir la regionalización del conflicto colombiano y la creación de un «Israel» en la región Andina con facultades de golpear sus enemigos aun en territorios extranjeros. Paradójicamente, la muerte de Reyes, indudablemente una derrota militar de las FARC, se está transformando en una victoria política para el grupo guerrillero, dado el desgaste y el aislamiento de la política de Bogotá y el surgimiento de un grupo de países que podría llevar a una negociación internacional del conflicto colombiano. Este último tiene ya agotados y cansados a los países vecinos, que han visto penetrar a los distintos actores armados a sus territorios y han debido acoger a desplazados y refugiados que solo en Ecuador ya suman más de 300.000.

La respuesta de Bogotá ha sido un ataque frontal a Ecuador. El general de la policía Oscar Naranjo, ex jefe antidroga, obligado a renunciar por la detención de su hermano en Alemania por narcotráfico, en una rueda de prensa ha mostrado dos documentos, «primeros de una serie» encontrados supuestamente en la computadora de Raúl Reyes. En estos documentos se evidencia supuestamente la existencia de una relación entre Reyes y el gobierno de Quito, y en particular con el ministro Gustavo Larrea, cuestión que fue calificada como falsa y como una patraña por las autoridades ecuatorianas.

Cabe indicar que el operativo de Colombia ha sido apoyado decididamente por Washington. Tom Casey, vocero del departamento de Estado, mostró su respaldo a la acción militar del gobierno de Alvaro Uribe emprendida contra las FARC en territorio ecuatoriano a la vez que llamó a la «mesura» a los gobiernos de Venezuela, Colombia y Ecuador para enfrentar el «incidente diplomático». Estados Unidos, según varias versiones, habría proporcionado información de inteligencia que permitió a los militares colombianos ubicar la posición de Raúl Reyes y ultimarlo.

Raúl Reyes

La muerte del comandante guerrillero es indudablemente un golpe muy duro para las FARC, demuestra que el Secretariado ya no es intocable y obliga al grupo guerrillero a un proceso de reorganización interna, para absorber el golpe, y probablemente a rediseñar sus estrategias políticas y militares. Más aún, teniendo en cuenta que la muerte de Reyes llega después de una escalada de acciones militares y de inteligencia del gobierno Uribe que han golpeado a la organización como nunca en sus casi 50 años de historia. La muerte del Negro Acacio del Bloque Oriental, la de «alias JJ» y de Martín Caballero, la captura de Simón Trinidad, Sonia y Rodrigo Granda, entre otros, ha venido demostrando una creciente escalada militar y de inteligencia. Esto se reafirma también con la interceptación de las pruebas de sobrevivencia de los secuestrados en Bogotá y con los hechos que llevaron a encontrar al pequeño Manuel, hijo de la secuestrada por las FARC, Clara Rojas, en Bienestar Familiar.

Todo esto parece haber llevado al jefe máximo del grupo guerrillero, Manuel Marulanda, alias Tirofijo, a retomar las antiguas tácticas, es decir, una gran movilidad en el territorio, una reducción de los efectivos, debido al gran numero de deserciones, sobre todo de jóvenes reclutados indiscriminadamente en los años de la negociaciones del Caguán, que habían llevado al grupo guerrillero a dimensiones no manejables y controlables. Otro cambio es que las FARC volverían emplear los correos humanos para las comunicaciones, debido a la superioridad de la inteligencia militar, apoyada por los EE.UU., que ya tiene interceptadas todas las telecomunicaciones. Los frentes guerrilleros también han disminuido la actividad militar y parecen haber vuelto al trabajo de masas, del cual se habían alejado en los años precedentes.

La muerte de Reyes, considerado el Canciller de las FARC, encargado de las negociaciones políticas, podría llevar el grupo guerrillero a un reorganización interna en el sentido guerrerista. De la misma forma que del Gobierno sale reforzado el grupo de extrema derecha encabezado por el ministro de defensa, Manuel Santos, que empuja hacia una solución armada del conflicto, esto, obviamente, le lleva a alejarse de cualquiera solución negociada. Trampa y mentiras

El homicidio de Reyes se da solo tres días después de la liberación unilateral, por parte de las FARC, de 4 ex congresistas que estaban en sus manos desde hace más que 6 años. En aquella ocasión, el ministro Santos salió al aire a declarar que «Con la liberación de estos cuatro secuestrados se demuestra que no es necesaria una zona de despeje», es decir que, según él, las condiciones de seguridad son tales que la guerrilla, si quiere, puede liberar a los rehenes sin que se despeje una parte del territorio nacional, que es una de las demandas inamovibles de las FARC.

El mismo ministro el día 21, mientras los 4 rehenes iban camino a la libertad, hizo otra declaración a los medios en la cual anunciaba que el ejército estaba muy cerca y tenía ubicado a los 4 rehenes. El noticiero «Canal 1» ha revelado que esta última declaración no era sino una trampa para que Raúl Reyes prendiera su teléfono satelital, cosa que permitió a la inteligencia militar ubicarlo para después matarlo.

Es decir que el ministro demostró que si se necesita un área de despliegue, porque justo, aprovechando de la liberación unilateral de los rehenes, mataron a Raúl Reyes. Además el ministro mintió y utilizó este gesto unilateral para finalidades militares. Esta es una actitud endémica en los gobiernos colombianos que históricamente aprovechan de cualquiera apertura de los grupos guerrilleros para golpearlos.

La sociedad colombiana

Estos hechos se verifican en un momento particular que está viviendo la sociedad colombiana. El pasado 4 de febrero se realizó una multitudinaria manifestación de rechazo a la violencia y a los actores armados, especialmente a las FARC, esto se inscribe en un proceso de concienciación de la población que otra vez la llevará a la calle el día 6 de marzo en otra marcha, que también se preanuncia multitudinaria, en contra de la violencia y a favor de las víctimas. Además, en un acto sin precedentes, el día de ayer , por iniciativa del ex alcalde de Bogotá Antanas Mokus, una serie de personalidad organizaron, en la Plaza Bolívar, una lectura de testimonios de las víctimas del estado y de los actores armados, para concienciar a los habitantes de la ciudad de lo que significa el conflicto colombiano. Un acto casi catártico que ha generado lágrimas en los ciudadanos que escuchaban, así como en los que leían los recuentos.

La mayoría de la población ha recibido, entonces, el asesinato de Reyes como un golpe a las posibilidades de paz y negociación que veían acercándose, así como un acto de violencia que generará más violencia, se siente violenta en un momento en el cual las aspiraciones de paz son más fuertes. La esperanza del 4 de febrero ahora desemboca nuevamente en una espiral de violencia. Existe también un sentimiento de rechazo a la actitud necrófila del ministro Santos y de la cúpula militar quienes, con gestos de complacencia, anunciaron, en rueda de prensa, la muerte de Reyes y de 17 guerrilleros más. El general Padilla de León se expresó así: «Reyes murió como lo que era: un terrorista!»

Actitud opuesta a la del presidente Correa que, informado por el presidente Uribe en directo el sábado primero de marzo, reaccionó con estas palabras: «acaba de informarme el presidente Uribe que un soldado colombiano y 17 guerrilleros han muerto. Solidaridad al pueblo colombiano, porque la pérdida de vidas siempre es un dolor para todas las sociedades civilizadas».

– Simone Bruno es periodista italiano. – Eduardo Tamayo G. es periodista ecuatoriano.