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Héctor Llaitul en Madrid

Crónica de la palabra de un weychafe en la capital del Reino

Fuentes: Rebelión

Hay quienes te enseñan con sus actos, con su trayectoria personal y política, que hay una dignidad más grande que la vida misma. Eso, que resulta fácil de formular, difícil de asimilar e imposible siquiera de imaginar para muchas cabezas, la primera persona que nos lo enseñó en el largo periplo de Vocesenlucha por las […]

Hay quienes te enseñan con sus actos, con su trayectoria personal y política, que hay una dignidad más grande que la vida misma. Eso, que resulta fácil de formular, difícil de asimilar e imposible siquiera de imaginar para muchas cabezas, la primera persona que nos lo enseñó en el largo periplo de Vocesenlucha por las tierras del Abya Yala fue Héctor Llaitul Carrillanca. Para el mundo, vocero político de la Coordinadora Arauco Malleco. Para nosotros, además, maestro y peñi o lamngen, que quiere decir hermano en mapudungun, la lengua mapuche.

Estos días recibimos consternados la noticia de un nuevo asesinato a un comunero mapuche en el sur de Chile por parte de las «fuerzas de orden» del Estado chileno. Camilo Catrillanca, de 24 años, era padre de una niña de 4 meses y nieto del Lonko de la comunidad Temucuicui, en la comuna de Ercilla. Camilo regresaba a su casa en su tractor después de una larga jornada de trabajo cuando fue baleado por miembros del «Comando Jungla», que en la tarde del pasado miércoles 14 de noviembre, desplegó un violento operativo en la comunidad sembrando el pánico entre los comuneros, muchos de los cuales corrieron a refugiarse en los cerros de los alrededores. Algunos niños trataron de entrar al lugar donde Camilo estaba siendo atendido antes de fallecer. La policía los golpeó y detuvo a algunos de ellos. Junto a Camilo, fue herido un menor de edad. Trasladado a un centro de salud, éste fue inmediatamente rodeado por un operativo policial. El Comando Jungla es un grupo de élite de Operaciones Especiales de Carabineros (policía chilena) de unos 80 hombres que ha recibido entrenamiento en EEUU y en Colombia en técnicas de contrainsurgencia y que algunas informaciones apuntan que vendrá a entrenarse igualmente en España para combatir a las comunidades mapuche. Esto se enmarca en el «Plan Impulso Araucanía», que implica un incremento de la militarización de los territorios mapuche por parte del Estado chileno. Una iniciativa del actual gobierno del derechista Sebastián Piñera que ha sido catalogada como una especie de «Pacificación de la Araucanía 2.0» y que da continuidad a las políticas emprendidas por anteriores gobiernos dizque progresistas como el de Michelle Bachelet.

El pasado octubre llegaba a España el flamante presidente de Chile, quien, en lo que los medios definieron como una visita exprés, fue recibido por los reyes de España después de participar en un foro económico llamado «Desafíos en Chile. Hacia un crecimiento integral, inclusivo y sostenible», organizado por el diario El País. Sebastián Piñera también se reunió con el presidente Pedro Sánchez y mostró su interés por «atraer inversiones de España en áreas como infraestructura, banca y turismo».

Días después recibimos en Madrid otra visita también de apenas 24 horas, la del werken (vocero) mapuche Héctor Llaitul Carrillanca, quien no fue recibido por reyes ni presidente del gobierno. Héctor viajó a Ginebra para denunciar ante la ONU el perseguimiento que vive su pueblo, en especial el papel de las transnacionales en los territorios mapuche. «Sobre la marcha», como él dice, pudimos extenderle la invitación para que se dejara caer por estas tierras de quijotes, coronas y quebrantos. Desde Vocesenlucha nos encargamos de coordinar las actividades en Madrid, con la colaboración imprescindible en la organización de las compañeras de la Coordinación de Apoyo al Pueblo Mapuche – Trawunche Madrid y del colectivo América Latina Soberana, además de otros compañeros que pusieron su granito en una apretada agenda que dio para un conversatorio en Lavapiés, una cena colectiva en el espacio de Los Comunes, una rueda de prensa en la librería Traficantes de Sueños, una reunión en el Congreso de los Diputados con parlamentarios sensibilizados con la causa, una entrevista en el programa de radio de la cadena Ser Punto de Fuga y otras reuniones bilaterales con personas y organizaciones del ámbito de los derechos humanos. Todo esto antes de partir hacia Bilbao en el viejo rocinante asmático de Vocesenlucha.

A través de las palabras de su vocero, pretendemos rescatar algunas líneas del pensamiento de un movimiento mapuche que es ya memoria viva y horizonte futuro, la Coordinadora Arauco Malleco, la CAM, una organización que revolucionó con su pensamiento y su acción política las luchas originarias y emancipadoras del continente americano y del que este weychafe (guerrero mapuche) fue fundador. Es esta una especie de crónica de esa palabra y pensamiento mapuche nacido del alma de las comunidades en lucha. Es este siquiera un intento de rescatar algunos trazos de esa voz portadora de una dignidad más grande que la vida misma.

A Héctor lo conocimos en 2015, cuando en el inicio de un recorrido de dos años por América Latina y el Caribe, tras sumergirnos en la realidad de las luchas populares del pueblo chileno, viajamos desde Santiago de Chile hacia el Sur, deteniéndonos en Concepción, comienzo del territorio histórico del Pueblo Nación Mapuche, el Wallmapu. Héctor por aquellos días cumplía condena en la cárcel de El Manzano, donde iríamos a visitarlo. Sin embargo, antes de llegar nosotros a Concepción le otorgan el régimen de libertad diurno. Es por eso que nos encontramos en ese espacio que llamamos, ingenuamente, «libertad».

En ese primer acercamiento a Héctor nos sorprende su seriedad, su rigurosidad en las preguntas, su insistencia en llevar las cosas a lo concreto, a ese espacio de las palabras donde todos podamos entendernos. Fue claro con nosotros. «Recién salgo unas horas al día de la cárcel, esa nueva situación me obliga a trabajar en una pega frente a un ordenador, yo, que no me llevo con la tecnología, y el resto del tiempo lo dedico a mis hijos, no puedo andar dedicándoles tiempo a ustedes». Irrefutable argumento. También fue cristalino con lo que podía pasarnos si teníamos algún tipo de relación con él. «Hace poco votaron del país a unos documentalistas que estaban apoyando al pueblo mapuche», «yo estoy considerado como terrorista para el Estado chileno», «hay muchos otros movimientos y expresiones mapuche, esta es sólo una, pueden acercarse a otras».

A pesar de sus intentos de sacarse de encima a estos blanquitos, Héctor no es de esa clase de personas que se limita a lo discursivo, te larga su rollo y allá te apañes. Quizás porque entiende lo ideológico como ese espacio donde está presente tanto lo espiritual como lo material, que ama y defiende la vida, se preocupó de cosas tan básicas como dónde pasaríamos esa noche. Héctor nos enseñó porque nos cuidó. Y porque nos cuidó nos enseñó. Poco o nada sabíamos por aquellos días sobre la lucha del pueblo mapuche. Eso tenía sus cosas buenas y sus cosas malas. Todavía no sabemos bien por qué, pero seguimos tejiendo. De esos comienzos de relación con la realidad mapuche nacieron tres documentales. En ninguno de ellos aparece Héctor. Sí sin embargo su pueblo, el pueblo por el que lucha, producto de lo cual ha debido soportar largos períodos de prisión y largas huelgas de hambre que dejaron secuelas en lo orgánico, pero enaltecieron su dignidad a la vez que la del pueblo mapuche.

Héctor a última hora de la tarde solía preguntarnos la hora. Debía regresar en la noche a la soledad de las rejas, símbolo palpable de la criminalización contra este pueblo. En una ocasión le pregunté si no tenía reloj, a lo que me respondió que no. «Creo que tengo por ahí uno que no uso». Escarbando en uno de los bolsillos de mi mochila, encontré un sencillo reloj digital negro con pulsera de goma. Se lo alcancé. «Puedes quedártelo». «No acepto regalos», me dice pensativo. «Podemos hacer un intercambio», añade. «Puede ser a cambio de tu libro», le pregunto. «Ya, listo».

«Costó un mundo llegar a estos lugares», comienza confesando Héctor en el Centro Cultural de Lavapiés, apenas dos horas después de que su avión procedente de Ginebra aterrizara en Madrid, y aún con algunas molestias producto de la conjunción de las alturas y las secuelas de las huelgas de hambre. «Estamos muy agradecidos porque es la primera vez que la CAM tiene una expresión a nivel internacional. Llevamos más de 20 años como movimiento, como organización, y nunca antes habíamos enviado ningún representante, y a mí me toca el honor de hacerlo después de muchos esfuerzos por parte de nuestra gente, de comunidades y de personas en específico». Antes de comenzar a llenar de contenido sus palabras, Héctor quiere dejar claro que él solo representa una expresión del pueblo mapuche. «Yo no soy el representante de todo el pueblo mapuche. Yo represento una expresión de la lucha de mi pueblo en la actualidad. Yo hago vocería desde la organización a la que pertenezco, la CAM».

La historia mapuche

El profesor y sociólogo Marcos Roitman Rosenmann, de origen chileno exiliado después del golpe de Estado de Pinochet, hace una introducción histórica al conversatorio en Lavapiés, donde señala que en América Latina, con Estados construidos de manera monoétnica, «los únicos conquistados son los pueblos originarios, todos los demás somos conquistadores». Esos pueblos han sido «sometidos, conquistados y utilizados como mano de obra barata». «Los primeros ejércitos y Fuerzas Armadas se foguearon matando a los pueblos originarios. También ya con los Estados nacionales». «La lengua del conquistador articula una visión del mundo. La Memoria de los Pueblos originarios es oral. Negarles el uso del lenguaje es negarles su memoria, su vida, su historia». Son estas algunas de las frases de la exposición del profesor Roitman. Precisamente por esa historia comienza Héctor Llaitul su relato.

Estamos ubicados en el Cono Sur, en lo que se conoce como Chile, pero también hay mapuches del lado argentino. Un pueblo originario que ahí habitaba antes de la llegada de los invasores. Nuestros grandes referentes surgen de esa época, de hacer frente a la arremetida, a la conquista y a la invasión de parte precisamente de España, en ese tiempo un imperio que a través de la conquista de nuestros territorios del Abya Yala arremetió con mucha fuerza en contra de distintos pueblos originarios. Pero con el pueblo mapuche hay una situación encontrada. Jamás fue sometido por el Imperio español. De eso podemos dar cuenta con mucho orgullo.

Sin embargo, se empieza a conformar esto de los Estados nacionales, surge Chile, surge Argentina, en un contexto donde el comercio va entregando una particularidad, la intromisión del capital foráneo, por lo tanto el afán de Chile y Argentina es reconquistar los territorios mapuche. Y por eso se desarrolla esto que se conoce, y quizás sea el hito más importante, como la invasión del Wallmapu, llevada adelante por dos Estados, por el chileno, con la campaña militar conocida como la Ocupación de la Araucanía, y por el argentino, con lo que se conoce con la Campaña del Desierto, ambas campañas binacionales que arremetieron con mucha fuerza, en un ejercicio concreto de exterminio, campaña político-militar hasta que definitivamente obtuvieron esta conquista, derrotar a nuestro pueblo y someterlo a un régimen de ocupación de tipo colonial que se mantiene hasta el día de hoy. Hay una situación de expoliación, de usurpación del territorio mapuche, del Wallmapu, el territorio ancestral mapuche, de más del 95% de esta territorialidad. Ese hito marca un antes y un después. De ahí nacen las contradicciones que vivimos hoy día con el Estado chileno y el Estado argentino.

La tercera invasión

En esa historia de opresión y resistencia, Héctor Llaitul identifica tres invasiones: «una, la del Imperio español, dos la del Estado Nación chileno y tres la del capital monopólico financiero, la arremetida del capitalismo en la territorialidad ancestral». «¿Cómo se instaló el modelo neoliberal en el Wallmapu?», se pregunta.

Con la contrarreforma territorial, a raíz del golpe militar y la dictadura de Pinochet, se desarrolla una verdadera revolución de la economía en esta parte. Hay una transformación de toda la territorialidad, de toda la estructura que existía en nuestro Wallmapu ancestral. Se nota principalmente por la introducción del monocultivo, específicamente de las plantaciones de pino y eucalipto en donde el Estado compromete toda su fuerza, toda su capacidad. La dictadura le entrega principalmente las tierras a las forestales, a las corporaciones chilenas, y con el tiempo esta situación ha ido transformándose en el verdadero enemigo del Pueblo Nación Mapuche. Hoy en día la realidad es que el sistema de propiedad usurpada se sostiene en la industria forestal.

La CAM

De esa situación de despojo y de la articulación de una resistencia de más de 500 años es heredera la lucha organizada en torno a la Coordinadora Arauco Malleco, nacida a finales de los años 90.

La CAM surge en un contexto, hace ya 20 años. Hay un hecho puntual, los sucesos de Lumaco, donde se queman los primeros tres camiones por parte de comunidades movilizadas que desarrollaban un proceso de recuperación territorial, específicamente en contra de una forestal. Ahí se visibilizó y se entendió el problema de fondo, la contradicción fundamental: entender a nuestro enemigo, cuál es nuestro enemigo y de alguna manera cómo entrar a confrontarlo. Nosotros hacemos un análisis del cuadro, de la realidad del momento y hacemos la valoración de que se agotaron los mecanismos institucionales, se agotaron los mecanismos internos de reclamación de nuestros derechos. Por ello había que pasar a una fase de antagonismo frente a un enemigo muy definido.

Veinte años de confrontación directa contra el capital monopólico nacional y extranjero que ha dejado una de las historias de lucha y resistencia más impresionantes y revolucionarias del continente. Un hito extraordinario en América. Su concepción política, método de lucha y nivel de conciencia ética caracteriza a la CAM como una de las expresiones de lucha, resistencia organizada y pensamiento político más avanzadas, frontales y consecuentes en la batalla contra el capitalismo.

La propuesta política

La situación de ocupación, sometimiento y opresión histórica hacia el Pueblo Nación Mapuche es la que define el nacimiento de una propuesta política, la que

nos hace levantar a nosotros dos concepciones. Una, la concepción de reivindicación territorial y política. Y la otra, la concepción de levantar un proyecto de liberación nacional mapuche, que es lo que nos convoca a nosotros en la CAM. Hay una disputa territorial, que es el trasfondo del conflicto. Es la disputa territorial la que ha generado esta situación de violación de derechos a nuestras comunidades. No es casual que opere así el Estado chileno, y en el último tiempo el Estado argentino. Y tiene que ver con el despertar de un pueblo. Tiene que ver con esta capacidad que va teniendo nuestro pueblo, nuestra gente, de asumir la defensa de los territorios y los recursos y plantearse incluso esta concepción de libertad que nos legaron nuestros antepasados, que nosotros la situamos en la reivindicación de la autonomía para la Nación Mapuche.

Son efectivamente estos dos conceptos, autonomía y Pueblo Nación Mapuche, dos elementos centrales en la propuesta política de la Coordinadora Arauco Malleco. La pregunta es ¿qué entiende por autonomía el pueblo mapuche y en concreto la CAM?

La autonomía

Nada tiene que ver la defensa y la reivindicación de autonomía del pueblo mapuche con la concepción de autonomía que se tiene en este lado del mundo, con la España de las autonomías como forma de organización político-territorial de regiones y nacionalidades. La propuesta de autonomía del pueblo mapuche tiene que ver con soberanía. Tiene que ver con independencia política, con la administración de recursos que hoy les son negados. Autonomía tiene que ver con la tierra como valor de uso y no como valor de cambio, en consonancia con la cosmovisión del pueblo mapuche, en relación de reciprocidad y respeto hacia la vida. Autonomía para la CAM tiene que ver con independencia de partidos políticos y de otras instituciones del Estado chileno. Autonomía para el movimiento mapuche organizado tiene que ver con la recuperación de la propia identidad como pueblo, la resignificación de sus espacios territoriales y sagrados, el cuidado de su lengua. Autonomía tiene que ver con el ejercicio de una justicia y una economía propias. Autonomía mapuche tiene que ver con el derecho de autodeterminación. Tiene que ver por tanto con la asunción del concepto de Pueblo Nación Mapuche.

Yo pertenezco a un pueblo, un Pueblo Nación. Ya estamos acuñando esto del concepto de pueblo nación con más fuerza, por los significados, los componentes que hay ahí. Hablamos de esta posibilidad concreta de situarnos, de reconocernos y autoconvocarnos como Nación mapuche. Y lo decimos porque aquí están todos los elementos para el efecto. A través de parlamentos [firmados con el Imperio español], que deben estar aquí en los museos de España, se reconocía la soberanía de nuestro pueblo, y una territorialidad y una capacidad socioadministrativa, política, de autonomía para la nación mapuche. Eso existió, y esa es una de las reivindicaciones que nosotros hacemos. Es decir, esta posibilidad de territorio definido, esta posibilidad de organización social, política, ideológica, que nos permite un destino común, una situación común en todos los ámbitos, con cultura, con cosmovisión, con pensamiento, con idioma, es lo que caracteriza y particulariza a la Nación Mapuche. Esos elementos están todos presentes en nuestro pueblo. Hay que recuperarlos. Esa es la lucha.

Este ejercicio partió con la lucha muy concreta de la recuperación de las tierras, lo que a nosotros nos lanzó como actor político. A la CAM se la conoce muy fuertemente por haberse hecho cargo de la recuperación de tierras, más allá de lo simbólico, en los hechos. Es la posibilidad de hacerse con los recursos para la reconstrucción de nuestro pueblo, pero no visto solamente en esta concepción económica o material sino desde la perspectiva simbólica, cultural, ideológica, inclusive espiritual de lo propiamente mapuche. La autonomía la CAM la ha entendido como la lógica central, como un proceso de descolonización ideológica, cultural, de mirada, de actitud, de valores. Tiene que ver con la resignificación, con la recuperación de lo propio, de la identidad y tiene que ver con el compromiso de asumir la lucha de un pueblo, una lucha desigual, el imaginario de David contra Goliat.

El conflicto

Con lo dicho hasta ahora queda claro que el antagonista en el conflicto del pueblo mapuche no es otro que los grandes intereses capitalistas y los estados chileno y argentino, que nacen precisamente como gendarmes de esos intereses y que hoy día avalan y protegen las inversiones de trasnacionales principalmente madereras, pero también hidroeléctricas y mineras.

Es un choque inevitable de dos lógicas, dos realidades, la de la reproducción del capitalismo, con las forestales, y la reconstrucción de un mundo mapuche, que tiene que ver con el tejido social, político, ideológico que nos legaron nuestros antepasados. Esta es una realidad que nos situó en una lucha de tipo anticapitalista muy fuerte, porque si nosotros reivindicamos la realidad mapuche, el mundo mapuche, la cosmovisión mapuche, la forma de entender este mundo, la forma de relacionarnos con la tierra, nos obliga a la defensa de nuestros espacios, incluso definición del espacio en una forma significativo-cultural muy potente. Tiene que ver con esa relación insondable, muy poderosa, de que nuestros hermanos están ahí en relación con la naturaleza. Por lo tanto en contra de la situación que generan las políticas extractivistas hay una relación de contraste muy poderosa. Eso nos lleva a levantar una posición muy radical de lucha.

La violencia

Hay una cosa que nos llamó la atención respecto a esa radicalidad de la que la CAM se ha hecho portadora. Radicalidad, como señala Roitman, y para que se entienda en estas tierras, en el sentido martiano del término, que no es otro que el etimológico: «Radical no es más que eso: el que va a las raíces», afirmó Martí. Algo así fue lo que nos llamó la atención de la CAM: ese ir hasta las raíces del monstruo siendo capaces de enarbolar la bandera de una ética extraordinaria que ama y defiende la vida. Como nos explicaba Héctor en una conversación informal caminando por las calles de Madrid, al fin y al cabo «se trata de una lucha por la vida».

Nosotros hemos sido conocidos con alcance a nivel internacional porque la CAM se hacía cargo de las operaciones o de las acciones directas que se llevaban adelante. Acciones principalmente de sabotaje en el marco de la autodefensa y la resistencia de nuestros territorios, de nuestro hábitat, de nuestras comunidades. Situación muy compleja de poder visibilizar en un sentido integral, pero basta decir que estas acciones aisladas, no son acciones indiscriminadas sino acciones que deben ser situadas en un contexto de reivindicación de los derechos político-territoriales. Y que tiene que ver con las comunidades, con la deliberación de ese tejido en reconstrucción, no puede ser en otro marco.

La violencia, la violencia histórica, la violencia política, está como elemento central en esta confrontación, desde el momento mismo en que nosotros defendemos los territorios, la autonomía y la libertad que desarrollaron nuestros antepasados y desde el momento mismo que a través de una campaña político militar se arremete y se nos sostiene en esta situación de opresión como pueblo, más el régimen de ocupación colonial que permanentemente hemos vivido con la supresión de todos nuestros derechos. Hay ahí una señal muy clara de la violencia política por parte del Estado. Está en lo estructural, en lo superestructural, en lo ideológico, en lo cultural. Si además a esto le agregamos el componente de racismo o el discurso racista como ingrediente, como componente, es una situación muy violenta en la que se ha mantenido al Pueblo Nación Mapuche.

En su libro Weichan, Héctor Llaitul explica con detalle esa perspectiva ética de la CAM: «en nuestras definiciones y praxis política anticapitalista, tenemos claro quiénes son nuestros principales enemigos y por eso no damos prioridad a lidiar con latifundistas y parcelarios. Nuestros enemigos son las forestales y los grandes latifundistas. No planteamos acciones ofensivas, ni siquiera contra la fuerza policial que sostiene hoy una forma de ocupación y militarización. Como es evidente al analizar nuestro accionar, no propiciamos muertes ni pretendemos dañar a las personas. Nunca hemos planteado emboscadas. Pese a todo, incluso a circunstancias como las actuales, nos identificamos con valores, con propósitos nobles. Buscamos reconstruir armonía, buscamos justicia, luchamos por restablecer un tipo de sociedad mapuche sana y justa» [1] .

La criminalización

Durante una cena compartida en el espacio de Los Comunes, después del conversatorio, Héctor nos relata cómo en uno de los varios aeropuertos por los que ha pasado en estos días de periplo europeo, en un control policial aduanero apareció todo su expediente. «¿Usted es Héctor Llaitul?», le pregunta el policía de turno, «Sí, ese soy yo, todo lo que pone ahí es cierto, y usted me haría un gran favor a mí y a mi pueblo si me detuviera». El policía se le queda mirando y sin muchas ganas de líos estampa su sello en el pasaporte de Héctor. «Puede continuar».

«Pensar trae consecuencias. La discrepancia se elimina quirúrgicamente». Así comienza el texto de Marcos Roitman, La criminalización del pensamiento. Lo que se criminaliza, más allá del actuar, es el pensamiento, porque es el pensamiento lo que precede a la acción organizada.

No es solamente en el terreno de los hechos, es también de los planteamientos, de lo teórico, que surge desde el Pueblo Nación Mapuche. Esto es muy valorable, al menos algunos lo sentimos así, porque somos los mapuche los que estamos levantando de nuevo el rakiduam y el proyecto político que nos legaron nuestros antepasados. Eso es un hecho inédito, porque antes eran otros los que planteaban estrategias de liberación y de lucha.

Es por eso que molesta tanto la propuesta política de una organización como la CAM. Y es por eso que el pensar y el actuar de la CAM tuvo consecuencias en sus 20 años de existencia: persecución, asesinato o encarcelamiento de dirigentes y weychafes mediante montajes político-policiales. Una criminalización brutal que llevó a Héctor Llaitul y otros comuneros a soportar largos períodos de cárcel, debiendo asumir otras formas de lucha como la huelga de hambre. Hasta 82 días pasó el propio Héctor sin ingerir alimentos.

La lamngen Nélida Molina, portavoz de la Coordinación de Apoyo al Pueblo Mapuche – Trawunche Madrid, denunció en el conversatorio de Lavapiés cómo la Ley Antiterrorista permite la detención preventiva sin pruebas, hasta que el Estado consigue el montaje, y así es como durante meses y años pueden estar detenidos para llegar a juicios en los que finalmente salen libres».

Apenas unos minutos después de salir de los estudios de la Cadena Ser en la calle Gran Vía, tras participar en el programa de radio Punto de Fuga, Héctor recibe la noticia de que la PDI, policía de investigaciones de Chile, ha detenido a su hijo Ernesto Llaitul. Se le acusa de portar un bidón de gasolina y un hacha, productos que si bien resultarían sospechosos en las arterias del centro de Madrid, no pasan de ser usuales instrumentos de trabajo en los territorios donde Ernesto vive, en pleno campo. Héctor trata de comunicarse con alguien para saber algo más sobre la detención. Son momentos de preocupación y poca claridad respecto a los hechos.

Puede parecer casualidad que Ernesto Llaitul pasara la noche detenido irregularmente, sin notificación alguna de tal detención, mientras Héctor se reunía en una sala del Congreso de los diputados con parlamentarios de diferentes agrupaciones políticas para denunciar la situación de persecución y criminalización que vive el pueblo mapuche, en particular la aplicación de la Ley Antiterrorista, la reciente Operación Huracán y el Comando Jungla, ese mismo que hoy asesina a un comunero mapuche por la espalda.

Si ustedes viajaran al Sur se darían cuenta de la militarización. La policía se ha militarizado en el Wallmapu. Hablamos de efectivos muy bien dotados en términos bélicos, con armamento ya de guerra. Hablamos de miles de efectivos apostados en zona de conflicto, con blindados, con helicópteros, artillados, avionetas de vigilancia, e incluso con esta capacidad de no ser detectados, sistemas de vigilancias, drones, el Comando Jungla, equipo especializado que se entrena en Colombia, en EEUU y que probablemente también se venga a entrenar a España. Estos elementos dan cuenta de un escenario más complejo, mayor. Estamos hablando no solamente de la Ley Antiterrorista sino de la Ley de Inteligencia, que sostiene a un estado y a la clase dirigente, donde están los entes persecutorios a todo nivel, y que aúna todos estos esfuerzos desde el poder, desde las Fuerzas Armadas, desde los partidos políticos, desde el empresariado, en sostener un sistema de vigilancia y monitoreo en contra de toda la población, pero que está hoy día direccionado en un sentido antidemocrático, oscuro, que incluso hace prácticas de los tiempos en que operaba la DINA y la CNI [órganos de inteligencia de la dictadura], con agentes, con infiltración y con muchos recursos.

Si los españoles llegaron diciendo que nosotros éramos sanguinarios, sin alma, primitivos, a los que con la cruz y la espada se tenían que someter, posteriormente, cuando se conforma el Estado nación chileno dijeron los mapuchitos que había que civilizar, o éramos los indios flojos y borrachos,… ese estigma constante, desde los tiempos de la conquista hasta los tiempos actuales, que hoy día somos definidos de violentistas y terroristas. Tiene que ver con eso, con reproducir en todos los entes del aparato estatal, de la lógica del poder en su conjunto, desde los medios de comunicación, la educación, el discurso político, la visión racista, para la estigmatización y finalmente la eliminación de nuestro pueblo.

El Pueblo chileno

Son muchas las voces, tanto de periodistas como del público asistente al conversatorio en Lavapiés, que se interesan por la relación de la lucha del pueblo mapuche con el movimiento popular chileno, con el pueblo de Chile. Inquietud compleja a la que Héctor intenta dar respuesta.

Yo he sido mandatado para hablar del pueblo mapuche, y no de lo que le pasa a los chilenos o de las posiciones de los chilenos, pero comparto el análisis de que el conflicto más importante o más serio que tiene el Estado chileno es con la causa mapuche. En Chile no hay otro conflicto con perspectiva que dé cuenta de una defensa mayor en el sentido de los derechos de los oprimidos. Duele un poco pero es la realidad. El enemigo es común, la oligarquía nos tiene oprimidos al pueblo nación mapuche y al pueblo chileno, por lo tanto debiera haber procesos que vayan concatenados, con sus autonomías, con sus procesos propios, y que nos vamos a encontrar seguramente, vamos a converger, porque el enemigo es común. Y ojalá que, con esta mirada autonomista, se reconstruyan mundos de justicia y de poder en el campo popular en el caso de ustedes o de los chilenos, pero estos esfuerzos serán de los chilenos, nosotros lo único que podemos decir es que las luchas se tienen que hermanar, necesariamente. Convivimos en una territorialidad. No todo el pueblo chileno nos acompaña, ahí hay un trabajo que hacer al respecto, pero hay solidaridad de la gente común, a pesar de los medios de comunicación, donde el 99,9 % pertenecen a los poderosos. Hay redes, hay otras cosas que dan cuenta de la justeza de nuestra lucha y esto nunca lo van a callar, porque está en la humanidad de los chilenos en general y de los latinoamericanos, y de ustedes también en otras expresiones, porque si lo planteamos bien el acompañamiento existiría.

Como conclusión a este punto, traza unas palabras que dan que pensar: «la lucha del pueblo mapuche no va a ser posible sin la lucha del pueblo chileno». En estos días después del asesinato de Camilo Catrillanca, se multiplican las manifestaciones en distintos puntos de Chile. Protestas que dejan un saldo de 40 detenidos.

Mapuche significa `gente de la tierra´. Mapudungun es el `habla de la tierra´. Toda esa dimensión cosmovisionaria tiene que ver con la lucha por la sustentabilidad, el equilibrio, la reciprocidad, el amor, la fuerza que nosotros sentimos por nuestros hermanos en la naturaleza, árboles, ríos, vertientes, agua, todo. Lo vemos más allá que en un plano económico o material, es la forma de vida. Con eso yo me despido, les agradezco, y bueno, en mapudungun nosotros decimos Amulepe Taiñ Weichan, «la lucha continúa», Wewaiñ, `Triunfaremos’, ¡Marichiweu!

Con estas sentidas palabras finaliza el conversatorio. Tal y como él mismo dice, Héctor Llaitul solo representa una expresión del movimiento mapuche. Una expresión de lucha autonomista, mapuchista, de una claridad política y de una dignidad que sólo puede ser un ejemplo para todas aquellas voces que aspiren a construir una realidad alejada de los postulados capitalistas. Más ética, más bella, y por lo tanto más humana. Más acorde con ese buen vivir que persigue la lucha de los pueblos originarios.

Hoy, ante la noticia de un nuevo corazón mapuche y comunero asesinado a balazos por parte del Comando Jungla, ese que Héctor denunció en Madrid, recordamos las recientes palabras de la defensora de derechos humanos del pueblo K’iche, Lolita Chávez Ixcaquic: «las multinacionales no entienden que lleguemos a dar la vida por defender el derecho a existir de la tierra». He ahí esa dignidad más grande que la vida misma de la que los movimientos organizados de los pueblos originarios son portadores. Llegar a dar la vida por una vida digna colectiva. Eso nunca podrán entenderlo aquellas cabezas dominadas por la epidemia neoliberal. Tampoco entienden que no hay Estado, ni ejército, ni Comando Jungla que pueda acabar con esa dignidad.

En la tarde de un jueves de un octubre que agoniza, a lomos de nuestro pequeño Rocinante abandonamos la ciudad de Madrid después de un día intenso, rumbo a Bilbao, donde Héctor continuará con su agenda de actividades y reuniones. Mientras tomamos la carretera de Burgos, habla por teléfono con una radio chilena que le entrevista por la detención de su hijo. Unas horas después, nos enteramos que Ernesto ha sido puesto en libertad con arraigo nacional, lo que le obliga a firmar una vez al mes ante Carabineros. Un nuevo hostigamiento contra un movimiento que sabe cuál es el verdadero enemigo y hacia él enfoca su lucha.

En este reencuentro con Héctor en tierras castellanas, en su muñeca izquierda llevaba puesto el reloj digital negro que hace unos años saqué del bolsillo de una mochila que nos acompañó durante dos años por las tierras del Abya Yala. Nosotros guardamos su libro Weichan como uno de nuestros textos más queridos, un verdadero tesoro de sabiduría mapuche, portador de esa palabra y ese pensamiento preñado de lucha por la vida digna.

 

Vocesenlucha – Espacio de comunicación popular. América Latina y el Caribe

 «El Pueblo Nación Mapuche por Héctor Llaitul»



[1] Héctor Llaitul y Jorge Arrate, Weichan. Conversaciones con un weychafe en la prisión política, Santiago de Chile, 2012, Ceibo ediciones, pp. 293-295