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La 'alegría' prometida no llegó

Crónica de una derrota anunciada

Fuentes: Rebelión

Todo parece indicar que Sebastián Piñera será -por segunda vez- el sucesor de Michelle Bachelet

Sebastián Piñera debe agradecer a la Nueva Mayoría que ha hecho todo lo posible por entregarle el mando de la nación. La coalición de gobierno ha pavimentado el retorno a La Moneda del más prominente político surgido de las filas del empresariado desde los tiempos del presidente Jorge Alessandri (1958-1964). De estilos muy diferentes: aquel representante de la burguesía industrial, presidente de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, ex ministro y parlamentario. Y este, expresión audaz de la burguesía financiera que gracias a la dictadura militar ha acumulado las más grandes fortunas de nuestra historia. Aquel, independiente, parco en palabras, hizo de la sobriedad un culto. Este, financista de la nueva derecha, locuaz hasta los codos, hiperkinético.

Ambos representan distintas épocas del capitalismo en Chile. El primero, una de relativo equilibrio de fuerzas en la lucha de clases. Para quebrar el desafío popular no vaciló en cometer masacres como la de la Población José María Caro (1962). El segundo, representa una época de imperio absoluto del capitalismo y reducida confrontación social, salvo la «revolución de los pingüinos» (2011) cuya fuerza inicial le hizo creer que era el preludio de una insurrección popular.

Todo parece indicar que Sebastián Piñera será -por segunda vez- el sucesor de Michelle Bachelet. Hasta puede ganar en primera vuelta debido al nivel de desafección ciudadana con la política y los políticos. La derecha posdictadura mantiene un sólido capital de votos algo superior al 40%. Solo dos candidatos de la Concertación, Patricio Aylwin (1989) y Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1993), lograron pasar la vara de la mayoría absoluta. Ricardo Lagos (2000) y Michelle Bachelet (2006 y 2014) llegaron acezando a la segunda vuelta con apoyo de la Izquierda. Bachelet ganó por segunda vez en 2014 -ahora con apoyo oficial del PC- pero solo votó el 41% del electorado. En las municipales de 2012 ya se había registrado 60% de abstención que dejó atónita a la casta política.

No hay indicios que la abstención vaya a dar tregua el próximo 19 de noviembre. Esto favorece la opción de Piñera. El núcleo duro del electorado de derecha se encuentra en las comunas de altos ingresos. La abstención es mayor en las comunas pobres. En 2010 Piñera obtuvo en segunda vuelta 51,61%, derrotando a Frei Ruiz-Tagle (48,39%). La abstención solo fue del 12,32%, porque el voto era obligatorio.

La abstención es solo el telón de fondo de una crisis institucional, política y social que viene desarrollándose desde los 90. Es resultado de la cobardía de la coalición política gobernante que frustró las esperanzas de un profundo cambio democrático con justicia social después del terrorismo de Estado. Sin embargo, lo que vino fue un fraude que mantuvo en pie lo esencial del modelo que montó la tiranía, incluyendo su Constitución, sus leyes e instituciones.

La alegría prometida no llegó y menos aún el cambio social. La democracia representativa, el Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos configuran sin duda una situación muy diferente a la dictadura que Chile vivió durante 17 años. Se trata, sin embargo, de conquistas que se requiere profundizar y ampliar al plano de la economía, los derechos sociales y la cultura. La democracia volvió a Chile pero solo «en la medida de lo posible». La falta de convicciones democráticas de los gobernantes -de todo el escalafón institucional- puso en marcha lenta -y finalmente paralizó- una transición que debía conducir a Chile a una fase superior de la democracia y la justicia social.

El estancamiento de la transición -que debía partir con la convocatoria a una Asamblea Constituyente- hizo aumentar el proceso de putrefacción de las instituciones heredadas de la dictadura. La corrupción es ahora una gangrena que ha escalado a los más altos niveles de la administración civil y de lasfuerzas armadas y policiales. Aparecen evidencias de complicidad del narcotráfico con autoridades y partidos políticos. Como corolario está el inmutable ventajismo y poder del empresariado nacional y extranjero, cuyas ganancias se han multiplicado en la posdictadura mientras la mayoría de lostrabajadores y jubilados recibe ingresos de miseria y mueren en listas de espera de los hospitales.

La casta política está como ausente de la ira que está fermentando en la base social. La llamada «centroizquierda» no ha hecho nada por diferenciarse de la «centroderecha». Ambos bloques son dos caras de una misma moneda. Las reformas del último periodo (educacional y laboral) no cuentan con el apoyo ni de sus presuntos beneficiados. De allí la apatía y desinterés con que se llega a las elecciones de noviembre.

Asimismo es necesario reconocer que la desaparición de una Izquierda antioligárquica y latinoamericanista ha permitido que la crisis se prolongue más de la cuenta. Reconstruir la Izquierda es el deber de nuevas generaciones que se planteenremover las carcomidas estructuras que subsisten por ausencia de una alternativa popular.

 

 

«Punto Final», edición Nº 886, 27 de octubre 2017.

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