Los hechos políticos y militares precipitados por la captura por parte de las Farc del general Alzate en el Chocó, los operativos feroces del ejército para liberarlo y la respuesta popular a esta ofensiva militar con un paro armado en todo el territorio de ese departamento, la toma de la isla Gorgona por parte de […]
Los hechos políticos y militares precipitados por la captura por parte de las Farc del general Alzate en el Chocó, los operativos feroces del ejército para liberarlo y la respuesta popular a esta ofensiva militar con un paro armado en todo el territorio de ese departamento, la toma de la isla Gorgona por parte de un comando guerrillero demostrando que toda la llamada región de la costa del mar Pacífico ha entrado en la dinámica de la confrontación armada. Mas las liberaciones de los soldados capturados en combate en Arauca, junto con el sinnúmero de opiniones de pazólogos vertidas como propaganda en los medios de comunicación para minimizar y mimetizar la importancia de todos estos hechos de guerra, lleva necesariamente a un punto del análisis que consiste en preguntarse: ¿Cuál es la estrategia actual del presidente JM Santos?
1- Lo primero que salta a la vista es que Santos no tiene ninguna estrategia. Está al vaivén incierto de las circunstancias que le impone el «Generalato» dueño absoluto, desde hace muchos años, de lo que ellos llaman la salvaguarda del Orden Público y que consiste en exterminar a cualquier costo (monetario o humano) a quienes ellos en sus trasnochadas doctrinas de la guerra fría consideran como los «enemigos internos» de la civilización occidental y cristiana. Priorizando la acción militar y subestimando la solución de los otros aspectos del conflicto colombiano como son lo social, lo económico y lo democrático.
2- La clase dominante colombiana, desde hace más de 40 años ha estado férreamente unida en torno a la implementación del «Neoliberalismo Trasnacional y Autoritario» con que ha gobernado desde entonces a Colombia, sin que hubieran tenido divergencias estratégicas de fondo. Sus divisiones siempre fueron sectarismos «electorales» e inmediatistas para conservar sus clientelas, roscas o combos de corrupción y sus privilegios administrativos estatales.
Pero con la llegada del ministro de defensa de Uribe Vélez, JM Santos a la presidencia de la república, se dio el primer conato serio de división dentro de los financistas y terratenientes neoliberales: Unos dirigidos por JM Santos consideraron que el largo conflicto social y armado colombiano era un lastre económico que estaba impidiendo la cabal integración de la economía colombiana en el sistema mundo global (en crisis terminal como lo demuestra el filósofo norteamericano Immanuel Wallerstein *) y por lo tanto debía finalizarse, y otro, dirigido por Uribe Vélez y sustentado en el Generalato, con grandes capitales acumulados o amasados con sangre durante los 70 años de conflicto interno en los negocios oscuros de la «industria militar»; en la apropiación corrupta de los 600 millones de dólares por año dados por los EEUU para financiar el Plan Colombia; en su oscura simbiosis con los narco dólares de las AUC, además de la posesión de los millones de hectáreas arrebatadas a los 4 millones de despojados por ellos y quienes consideran que la confrontación armada debe continuarse sin considerar para nada el rubro de los inmensos costos que acarrea.
Divergencia que se fue ahondando a medida que Santos dio pasos para reconocer el «conflicto interno» colombiano y empezó un proceso de paz con las Farc, hasta convertirse en una contradicción insalvable como se está viendo. Sin embargo, el fondo del asunto «el dogma neoliberal», continuó siendo el pegante que los aglutinó a los dos, impidiendo su ruptura franca y más bien buscando complementarse mutuamente en torno a una cosa: La derrota de la insurgencia guerrillera de las Farc y el ELN, bien por la vía diplomática de Santos «cambiando todo para que todo siga igual o peor», o por la «vía bárbara y cruel» de Uribe Vélez y el Generalato, que es la tenaza Santos- Generalato que estamos viendo.
3-Santos tiene en mente dos cosas que pueden considerarse tácticas y no estratégicas: Una, ganar para su clientela (con la cual gobierna) las elecciones locales que se avecinan y evitar un mayor avance electoral de Uribe Vélez que pondría en riesgo inmediato su conducción política, y dos, cómo venderle al país y a los inversionistas trasnacionales de Europa, el tema del postconflicto: es decir cómo ve él la paradisíaca economía colombiana dirigida por sus «yupis neoliberales», inserta en la economía global en crisis, pero sobre todo, sin el pesado y costoso lastre económico que representan las guerrillas. Es lo dicho: «cambiar todo para que todo siga igual o peor», y para lo cual espera lograr un acuerdo con las insurgencias de las Farc y el ELN con el fin de terminar la confrontación armada, pero dejando intactas la situación social, económica (incluido el 6,5% del PIB para el ejército) y la situación de la política democrática.
4- Esta es la doble cara que ha mostrado en los últimos días el presidente Santos (a pesar del entrenamiento de los músculos de la cara que debe tener todo jugador de póker) La cara para el interior del país que se ve en la foto, adusta del frio represor (70 muertos de la Marcha Patriótica, 9.500 presos políticos) y con la que anuncia impasible la ruptura de los diálogos de la Habana para condicionar su continuación a la evolución incierta de los hechos de guerra descritos al inicio de este artículo.
Y otra la cara risueña del diplomático educado con refinamiento en la proverbial hipocresía inglesa, mostrada en su reciente gira en Europa pidiendo grandes sumas de Euros e inversiones para el paraíso terrenal llamado Colombia, libre próximamente (muy próximamente) de los «satanaces guerrilleros».
5- Con esto queda claro que el problema fundamental del acuerdo de la Habana son las reformas estructurales con carácter constitucional que necesita urgentemente la sociedad colombiana, planteadas en el acuerdo original con el cual se iniciaron los diálogos de la Habana hace 2 años: Poner fin a la resistencia armada de masas de 70 años. Volcar las energías hacia la implementación de las reformas pactadas y refrendadas con carácter constitucional, y preparase para continuar la lucha de masas por resolver los otros aspectos del conflicto que los neoliberales aspiran a no tocar como el social, el económico y el democrático.
El sentido o rumbo de esta transición que los neoliberales han dado en llamar «posconflicto» es incierto, no está definido de antemano y depende de la capacidad de movilización social y la lucha de masas, pudiendo tomar el camino de Santos de «cambiar todo para que todo siga igual o peor», o el de Uribe Vélez, Mindefensa Pinzón y el Generalato de la resistencia de masas armada por otros 7ª años, o, una Colombia en Paz con justicia social, democracia y soberanía. Está en nuestras manos: Tenemos la estrategia y la voluntad. Esa será nuestra contribución a la Historia.
NOTAS:
(*) Wallerstein, Immanuel. La decadencia del Imperio. EEUU en un mundo caótico. Editorial. Txalaparta. Tafalla.2005
(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano
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