Soy Israel Clemente López, guerrillero de los GRAPO, y por medio de esta carta denuncia os quiero hacer llegar algunas de las impresiones que he podido recoger en los días en que he permanecido en manos de la Guardia Civil tras mi detención en Barcelona el 6 de junio de 2007.
Fui detenido en un bar en la zona del Forum, cuando me encontraba a punto de reunirme en una cita de trabajo con un militante de otra organización, en este caso con Ramón Arango, militante clandestino del PCE(r). Varios elementos de la Unidad Especial de Intervención anti-GRAPO me apuntaron a la cabeza con sus pistolas, me tiraron al suelo, me rompieron los pantalones (supongo buscando armas) y me sacaron con la cabeza encapuchada, introduciéndome en un coche. Me preparé para recibir una hinchada de ostias, pero la verdad es que no me tocaron un pelo, sólo insultos e intentos de vejación. Ellos me decían que si éramos unos terroristas, yo que si ellos eran unos represores y así todo el camino… De verdad, todo un poco surrealista. Luego, ya en la cárcel, he sabido que al militante del PCE(r) Lucio García Blanco y a mi camarada Jorge García Vidal les dieron y torturaron de lo lindo; en el momento de la detención y posteriormente, incluso reventándole la nariz a Jorge, pero conmigo desde un principio me dejaron claro que no iba a ser así.
Prosigo. Al llegar al cuartelillo, me tuvieron sentado en una silla encapuchado durante varias horas. Nadie venía a interrogarme y les oigo que «tienen orden de no hablar con nosotros». Esa misma noche me trasladan a Madrid en un coche camuflado.
En el viaje comenzó el interrogatorio. Conmigo va un oficial -que luego dirigirá los interrogatorios en Madrid- y varios secretas. Me hacen decenas de preguntas sobre nuestra estancia en Francia y otras cuestiones orgánicas, aunque más bien era un monólogo del tipo «sabemos esto y esto otro, lo sabemos todo», etc. Me hablan de cosas que han leído en los informes internos incautados en las detenciones de los últimos años y efectivamente, demuestran saber bastantes cosas, sobre otros puntos están errados y sobre otras las desconocen por completo. Me dicen que me han estudiado en profundidad durante varios años, mis hobbys, mi pasado en la legalidad… Me dan datos sobre amigos míos «que llevamos vigilando muchos años». Me hablan de mi madre y familia, etc. Como no les contesto a nada, no insisten demasiado. Así que vuelven a insistir una y otra vez sobre mi estancia en Francia, en qué ciudades he podido estar, etc. Me dicen que en 2002 la policía francesa me tenía semilocalizado en París, pero que semanas antes de las caídas de mis compañeros (julio 2002) desaparecí y perdieron el rastro por completo. Me da datos sobre que he podido estar instalado posteriormente en Lyon. Insisten una y otra vez que en qué otros sitios he vivido, y no abro la boca más que para respirar. Está obsesionado en que he vivido «en ciudades cerca de Lyon» y cuando se lo señalo, lo atribuye a que es deformación profesional. Me preguntan por Lucio García Blanco, queriendo implicarle en acciones armadas de los GRAPO, a lo que les respondo que ellos saben perfectamente que Lucio es militante del PCE(r), y que no tiene que ver absolutamente nada con el accionar armado u orgánico de los GRAPO. De ahí se plantan en el tema de las armas. Me dicen que tiene que aparecer el arma de la acción de Zaragoza contra los empresarios, insistiendo que Interior lo exige a los más altos niveles para poder dar carpetazo al caso. Yo no respondo.
Así que pasan al ataque «político». Destilan odio contra el Secretario General del PCE(r), Manuel Pérez Martínez, al mismo tiempo que alaban la figura de Ramón Teijelo (el arrepentido que fue expulsado en 1998 del PCE(r) y que fundó la «Fracción Octubre»), haciéndole todo tipo de elogios. Me pareció tan descarado el tema, que no tengo ninguna duda de que le tienen reservado algún papelito infame. También mencionaron de pasada que «tienen a Esther González Ilarraz», dando a entender que esta exmilitante y desertora pueda prestarse a colaborar con ellos.
En Madrid continuaron los interrogatorios en la Dirección General de la Guardia Civil. No me tocan un pelo, así que está claro que tienen directrices de arriba de que así sea. Me dicen incluso que «ahora ya no se tortura». Les contesto que si no me torturan es porque ya han incautado en soporte informático de forma excepcional un montón de información que les ahorra el trabajo.
Le pregunté al oficial y mandamás que cómo nos habían localizado y me contestó que el hilo lo habían cogido a través de nuestros contactos con la legalidad. Parece ser cierto pues nos detuvieron nada más llegar yo a Barcelona. Me muestra fotografías que habían conseguido realizar de los militantes clandestinos del PCE(r) Arango e Isabel Aparicio.
Están convencidos que yo ahora vivía en Madrid, pero me encuentran una tarjeta de móvil imprescindible para mi «doble vida» de militante y descubren que es para hablar con los chavales de Granada con los que comparto piso.
Ya «sólo» se centran en el tema de las armas. Yo me niego desde el principio. Ellos saben que yo sé dónde están , pero «prefieren convencerme de que se las entregue antes de que me tengan que dar caña» (las famosas directrices que deben tener de arriba). Pasan las horas y el oficial me plantea un «trato»: Interior exige la aparición de las armas usadas en la acción de Zaragoza. Si se las entrego, sólo aparecerían implicados en el informe de la G.C. en acciones armadas Jorge y yo (o sea, los militantes de los GRAPO), y no aparecerán acusaciones concretas de acciones contra ninguno de los 4 militantes del PCE(r) -Arango, Aparicio, García Blanco y Cela-. Yo le digo que él sabe perfectamente que esa es la única realidad (la total separación orgánica y de métodos a usar entre el PCE(r) y los GRAPO) y que no me fío, pues no sé si hay 6 detenidos o cuántos, por lo que me niego a seguirle escuchando. Él insiste en que estamos los 6 detenidos (yo no tengo ni idea hasta entonces) y que entregar las armas a cambio de la propuesta es inteligente, pues nadie va a poder recuperar ya jamás esas armas tan bien escondidas.
Me permiten ver unos segundos a Arango, pero yo continúo con la negativa. Así que sacan una carta. Me leen una lista de 7 nombres de gente de la legalidad cuya detención va a ordenar inmediatamente si no le doy las armas, y que cualquier juez bajo sus indicaciones e informe les metería en la cárcel inmediatamente, por lo que la redada se vería amplificada. Yo sigo negándome. Se cabrea y me da una docena de hostias, pero -eso sí- controlándolas mucho. Pierde los nervios y me trata de «obcecado», «militar raso» y «obtuso», que soy como negociar con una pared, etc.
Me hacen pasar encapuchado a otra sala y puedo oír las voces de Lucio García, Arango y Paco Cela, a quien expongo la propuesta, pues también les afecta a ellos y al PCE(r). Me llevan en ese instante a otra sala y me dicen que está Jorge, mi compañero de Organización. Les exijo me quiten la capucha para comprobar si efectivamente es él y acceden. Consultamos entre los dos y decidimos entregarles las armas a cambio de su propuesta: aparecer en las acciones armadas los dos que efectivamente las hemos realizado, que los 4 del PCE(r) sean presentados como lo que son -militantes políticos clandestinos-, pero, ante y sobre todo, que no van a efectuar detenciones de personas de la legalidad. Así, y sólo así accedo a entregar las armas.
Entonces me vuelven a insistir que Interior les ha presionado para que las armas aparecieran de una u otra forma, que el aparato del PSOE estaba interesado en llegar a una solución dialogada, pero que para eso tenían que dar carpetazo al asunto de Zaragoza con nuestra detención y la aparición de esas armas y que debíamos mover ficha nosotros los primeros en este sentido.
Quiero dejar claro que aceptamos lo de la localización de las armas por dos razones:
-Para reducir y controlar los daños producidos por las caídas entre nosotros los clandestinos y para que no criminalizasen y encarcelasen a la gente citada de la legalidad.
-Porque esas armas estaban perfectamente escondidas y camufladas en una zona inaccesible de la sierra de Murcia y no había nadie fuera que conociese su ubicación, y por tanto, pudiese recuperarlas.
A partir de ahí empiezan los bailes en helicóptero. Me llevan a Granada al piso compartido. Montaron un enorme show. Lo compartía con 3 mozos y 1 moza, jóvenes estudiantes y trabajadores, muy buena gente que obviamente no sabían ni una palabra sobre mi militancia. Treinta picoletos en el piso, yo esposado y encapuchado. Aún así les pude pedir perdón por las molestias ocasionadas. Se portaron muy bien conmigo. En el piso se incautaron de más soportes informáticos y del taller de falsificación de DNIs. Los de Información de la G.C. de Granada querían darme caña y sacudirme, pero los de Madrid no les dejaron. Pero lo que sí hicieron es coserme a preguntas sobre nuestros contactos en la ciudad, gente legal, etc. A uno de los mozos, que es de Barcelona, le incautaron varios de sus efectos personales. Cartas «sospechosas» por estar en su lengua materna, el catalán, cd´s, y propaganda de ERC (¡pero, ¿no era un partido legal y democrático?!.
Me preguntaron si le pasaba propaganda, si le conocía de antes… y me dijeron que le iban a poner las pilas por chulo. En fin, lo de siempre. Me insistían en querer conocer la gente con la que quedaba a tomar un pote o ir al cine. Les tuve que repetir varias veces que nadie de mis amistades conocía mi verdadera identidad y mi militancia revolucionaria, y es que claro, se sorprendieron sobremanera que tuviese tantas relaciones y las muestras de aprecio y cariño que recibí tanto en el piso de Granada como en el de la familia ecuatoriana de Barcelona. Allí la señora me deseó muy buena suerte y le pedí disculpas por las molestias causadas. Piensa el enemigo que somos «bichos raros» y luego pues claro, se llevan el sorpresón al ver la reacción de las gentes humildes.
En Murcia les llevé hasta el zulo con las armas, y alucinaron de lo difícil de su ubicación. Los del Servicio de Inteligencia de Murcia me cosieron de nuevo a preguntas sobre contactos, legales y tal en esa ciudad, pero no me sacaron nada de nada, ni el piso que compartí en Murcia con más personas y que nada sabían de mi militancia.
Ante la G.C. y el abogado de oficio reconocí mi militancia en los GRAPO, la «propiedad» del zulo y de las armas aparecidas y la total desvinculación del PCE(r) con la lucha armada. En la Audiencia Nazional, y ante el Juez, hice una larga declaración asumiendo mi militancia revolucionaria armada, un alegato sobre la total independencia del PCE(r) y de los GRAPO, negando que militante alguno del PCE(r) esté implicado en acciones armadas. Expliqué que las diferencias entre ambas Organizaciones no sólo son orgánicas, sino de funcionamiento, condición, objetivos y campo de actuación. Como todo lo que dije lo recogieron en la declaración, la firmé. Me quedé muy flipado cuando Del Olmo, el Juez, me dijo tras la declaración que yo tenía un sentido de la lealtad que me honraba. El fiscal únicamente buscaba incriminar y criminalizar al PCE(r), lo que le negué con toda una batería de argumentos.
Sobre las causas de las caídas, aparte de sus detonantes inmediatos, que creo que efectivamente vienen del contacto con la legalidad, sólo avanzaros que la legalidad, en general y salvo excepciones claras, no ha ayudado suficientemente a la clandestinidad en la pasada reorganización; y eso cuando no ha ido «por libre» o en dirección contraria a las orientaciones claras y concisas que emanaban desde la clandestinidad. Ello ha provocado el tener que efectuar movimientos «delicados» para tratar de reconducir la situación y romper el aislamiento. Por otra parte, las caídas sufridas desde 2000, y en 2002, 2003, 2004, 2005 y 2006 nos han ido debilitando progresivamente sin que hayamos podido acumular las fuerzas necesarias, pues persiste en nuestros círculos de influencia y simpatía una cierta desmoralización fruto de tantos palos represivos consecutivos. A ello, y es obvio, se unen los errores concretos que nosotros hemos cometido. Estas son sólo unas primeras reflexiones a vuelapluma, y no pretenden ser más que eso. Un abrazo y a dar guerra.
Israel Clemente López
Preso Político militante de los GRAPO
Cárcel de Algeciras (Cádiz)