Es necesario poner en marcha sin mayor retraso una política de residuo cero. Casos como el acontencido en la Comunidad de Madrid en las últimas semanas evidencian la falta de previsión y la inacción de las administraciones públicas (in)competentes sobre el tema de residuos.
El famoso microrrelato de Augusto Monterroso «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí» es la metáfora perfecta que describe el origen de los problemas que en estas últimas semanas están haciendo noticia, otra vez el vertedero de Valdemingómez en Madrid.
Porque no se trata sólo de un asunto puntual o una emergencia, por la que los gobiernos de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de la capital han acordado el traslado del vertido de residuos de los municipios de la Mancomunidad del Este de la Comunidad a Valdemingómez ante el fin del periodo de vida útil del vertedero de Alcalá de Henares. Y sí, este es un asunto muy grave, pero el dinosaurio simbólico del cuento es una cosa aún mayor y estructural: la nefasta política de gestión de residuos en esta Comunidad Autónoma, similar a otras muchas ciudades, regiones o países. Y ante la que el protagonista de nuestro cuento, lo que hace es eso, dormirse.
El sueño
Si existe un problema global que afecta a todas las poblaciones es la cada vez más ingente cantidad de residuos de todo tipo que se generan, y la forma en cómo se gestionan esos restos diversos, en un contexto de crisis ecosocial y climática a todos los niveles. En España, las emisiones de gases de efecto invernadero (responsables del calentamiento global) relacionadas con la gestión de residuos se sitúan en torno al 7%. Si como sociedades tenemos la obligación de repensar la dinámica insostenible del usar y tirar, también es cierto que las administraciones públicas tienen el deber y la responsabilidad de reforzar lo anterior y ordenar y gestionar los residuos que vamos acumulando, y, que parece, nadie quiere tener cerca.
En el caso de la Comunidad de Madrid, a partir del Plan Regional de Residuos Urbanos (2006-2016) y la creación de las Mancomunidades (del Sur, Este, Norte y de la capital) esta delegó en ellas la gestión de los residuos de los municipios correspondientes. Pero, por ley, la Comunidad es quien mantiene las competencias en materia de planificación en este asunto, así como de igual forma, debería formar parte de cada uno de estos consorcios municipales.
Sin embargo, en la práctica, la Comunidad de Madrid se ha desentendido tanto de la planificación en la política de residuos como de establecer los marcos y mecanismos que hagan cumplir su propia Ley y su propia estrategia, dejando que en las Mancomunidades se reprodujera su misma dinámica: dormirse y no abordar el asunto.
Así, tanto desde un nivel como en otro, se insistía en un modelo de gestión de residuos insostenible. Un modelo no centrado en la reducción de los mismos y basado en una separación y reciclaje limitada de materiales, en la acumulación y la concentración en grandísimos vertederos y en la incineración de una parte significativa, lo que incrementa aún más las emisiones de gases nocivos, para la atmósfera y para la salud, y malos olores. Además, hay una mayoritaria renuncia a la gestión operativa directa desde lo público del sistema de residuos, por lo que los operadores privados, ante la falta de una política firme y de mecanismos de control, priorizan sus fines de lucro.
Y este modelo es, además, finito (los vasos de los vertederos se llenan, las incineradoras tienen sus límites de funcionamiento, etc.) y requiere por tanto de una lógica insostenible de extensión sobre el territorio. Unido esto a la falta de previsión y a la inacción de las administraciones públicas (in)competentes sobre el tema de residuos. Así, se provocan graves situaciones, que van acrecentándose mientras los gestores públicos miran hacia otro lado, no haciendo frente a sus responsabilidades y centrando los esfuerzos en enzarzarse en acusaciones de carácter partidista, sobre competencias y hasta en estrategias electoralistas nada responsables, en un aspecto tan central de las políticas municipales y autonómicas como es la gestión de lo que desechamos.
El despertar
Nuestro protagonista despertó. Y el dinosaurio seguía allí: la inacción le enfrentaba a unas circunstancias previsibles para las que no tenía plan. El vertedero de Alcalá de Henares (próximamente también el de Pinto y el de Colmenar Viejo, otros municipios de Madrid) llegó al final de su vida útil y más de 200.000 toneladas de residuos mezclados de los 31 municipios de la Mancomunidad del Este (750.000 habitantes) no podrían ya ser depositados allí.
Después de décadas de no hacer nada y de apostar por un modelo insostenible, ante la inoperancia de la Mancomunidad del Este, Comunidad y Ayuntamiento de Madrid deciden entonces derivarlos a Valdemingómez, en Vallecas. Pero Valdemingómez tiene sus limitaciones y este traslado supone imposibilitar los planes de cierre de la incineradora en 2025. Y además, incrementará las molestias y daños que esta planta genera en los barrios y municipios próximos, y especialmente al distrito madrileño de Villa de Vallecas. Un vecindario que solidariamente viene ya soportándolos, y con consecuencias sobre su salud, durante décadas.
No parece justo que quienes tenían la obligación de gestionar esas basuras hagan pagar las consecuencias de su irresponsabilidad a estos barrios, a los de siempre.
El dinosaurio
La decisión sobre este traslado pone de relieve la irresponsabilidad de las administraciones públicas implicadas, pero también que el modelo de gestión de residuos que se sigue en la Comunidad de Madrid es insostenible, contaminante e insalubre. Y si no se apuesta decididamente por un cambio drástico, situaciones como esta se irán repitiendo de manera consecutiva desplazando vertederos, incineradoras, emisiones y olores por todo el territorio.
Por ello, es necesario poner en marcha sin mayor retraso ya una política de residuo cero, y en la que tendrán que implicarse todas las administraciones y la sociedad en su conjunto. Esta política de residuo cero requiere de una gestión descentralizada y se basa en: – la reducción de la generación de los residuos (limitando los productos que se ponen en el mercado); – en la separación selectiva en origen de un número mínimo de grupos de materiales, entre los que se encuentren la materia orgánica compostable; – una vez los residuos recogidos, la primera opción sería la preparación para la reutilización; – la incineración y el vertido deberán ser opciones marginales y en decrecimiento.