Entre los años 1970 y 1973 en la zona cordillerana de la provincia de Valdivia se desarrolló una de las experiencias de lucha popular en donde se materializó más profundamente la decisión de lucha y la voluntad de transformación que exigía el pueblo y motorizaban los trabajadores. Allí se creó el Complejo Forestal y Maderero […]
Entre los años 1970 y 1973 en la zona cordillerana de la provincia de Valdivia se desarrolló una de las experiencias de lucha popular en donde se materializó más profundamente la decisión de lucha y la voluntad de transformación que exigía el pueblo y motorizaban los trabajadores. Allí se creó el Complejo Forestal y Maderero de Panguipulli (CFMP), organismo social y productivo que se convirtió en la expresión más elevada e institucional que alcanzaron las luchas populares.
El atropello Esta región de la cordillera valdiviana se caracterizaba por la existencia de enormes fundos y predios forestales dedicados en su mayoría a la explotación maderera; los menos se dedicaban a la ganadería. Al centro de esta zona estaba la comuna de Panguipulli y el centro de toda la actividad forestal se localizaba en el poblado de Neltume en donde existía una fábrica dedicada a la elaboración de la madera y de productos destinados al mercado de la construcción de viviendas. El factor común de estos latifundios y fábrica era la explotación extrema impuesta por la clase patronal sobre los inquilinos, trabajadores forestales y obreros fabriles.
Las condiciones laborales de los trabajadores eran en extremo deplorables. No se aceptaba la existencia de sindicatos, no se pagaban salarios en dinero sino en fichas, los inquilinos eran sometidos a condiciones de servidumbre y esclavitud, los obreros y operarios eran tratados con despotismo y arbitrariedad. Los derechos adquiridos producto de la lucha de la clase trabajadora de todo el país, en estas apartadas regiones eran simplemente ignorados y violentados por los patrones.
Sin embargo, todo comenzó a cambiar hacia fines de la década del sesenta. Los trabajadores se cansaron de la explotación, del abuso; se hastiaron del atropello y la humillación, de la paupérrima condición de vida a que eran sometidos, de la violencia con que eran tratados frente a cualquier reclamo. Los intentos de organización que sucesivamente realizaban eran neutralizados con prontitud y cauterizados mediante la expulsión desde fundos o fábrica de los trabajadores involucrados en planes o intentos organizativos. En la segunda mitad de la década del sesenta el campesinado del país comenzó a romper con las ataduras y las cadenas que le impedían siquiera organizarse y movilizarse; algo de esa efervescencia campesina llegó a las montañas valdivianas. También llegó la ola revolucionaria que comenzaba a manifestarse en las luchas populares y en diversos sectores sociales del resto del país.
Las luchas
En la víspera de la campaña presidencial de 1970 los campesinos de la cordillera valdiviana se hicieron más firmes en sus propósitos y más decididos en sus objetivos. ‘No más atropellos y una vida digna’ eran las exigencias que formulaban los trabajadores de la zona cuando la Unidad Popular alcanza el triunfo electoral en septiembre del 70. Esa idea de rebelarse y exigir cambios ya estaba enraizada en la conciencia de los trabajadores cuando Allende asume la presidencia en noviembre del 70. Apenas unas semanas más tarde los campesinos del fundo Carranco decidieron tomarse el predio dando un paso fundamental en su decisión de lucha. Ese fue el comienzo de una larga cadena de movilizaciones y tomas de fundos, y de la fábrica de Neltume, protagonizados por los propios campesinos y trabajadores. De un lugar a otro se fue transmitiendo la buena nueva de un fundo tomado. Se multiplicaron las asambleas, se impusieron las decisiones colectivas y, en brazos de la solidaridad, se hicieron los caminos que condujeron a la toma de 24 fundos.
Una cadena de tomas que no estaba en los planes del naciente gobierno popular, que trató de ser frenada por las autoridades locales y que intentó ser reprimida por los patrones afectados con la pérdida de sus predios. Bienes que, por lo demás, habían sido adquiridos mediante la usurpación, la apropiación indebida, el robo, el despojo; acciones todas respaldadas por las autoridades políticas, encubiertas por tribunales y protegidas por las fuerzas policiales y militares.
El gobierno de Allende debió resignarse a la realidad impuesta por la movilización de los trabajadores de la cordillera valdiviana. Sin ser su interés y prioridad, el gobierno debió acceder a la idea de los trabajadores de crear una empresa estatal que los agrupara y organizara la actividad económica y productiva de la región. Esa fue una propuesta surgida de los propios trabajadores que no solo se ocuparon de tomarse los lugares de trabajo, de defender sus tomas, de darle continuidad a las actividades productivas, sino que se ocuparon de discernir la mejor forma de organizarse para salir de la miseria, mejorar sus condiciones laborales y mejorar su calidad de vida.
Es así como se da forma al Complejo Forestal y Maderero Panguipulli (CFMP) que, teniendo a la fábrica de Neltume como centro neurálgico, agrupaba a los 24 fundos tomados en una sola empresa que funcionaba bajo la tutela de la Corporación de Fomento a la Producción (CORFO). El Complejo se extendía por la cordillera a través de cinco comunas y llegó a aglutinar a unos 3500 trabajadores. De ese modo, la lucha de los trabajadores de la montaña tenía una expresión productiva y orgánica que aunaba los esfuerzos y canalizaba las expectativas, pero sobre todo, se convertía en la nítida expresión de lo que era posible lograr con la movilización popular. De allí también surgió, de manera indefectible, el odio endémico que le tenían los patrones y poderosos, los fachos y golpistas, a los habitantes y trabajadores de esta extensa zona sublevada.
La solidaridad: el combustible de la clase
La base de sustentación de toda esta inmensa movilización popular, aparte de la miseria compartida y la desgracia común, fue sin duda alguna la solidaridad de clase, el apoyo del pueblo con el pueblo, el apoyo del pueblo por el pueblo, compartir la lucha, compartir el futuro común. A estos dos elementos se sumó luego la acción colectiva, las decisiones democráticas, el esfuerzo conjunto; todas las decisiones eran tomadas en asambleas, todos los acuerdos eran ratificados por las asambleas organizadas por cada predio y lugar de trabajo. «Que bien funciona esto sin los patrones», era la síntesis que reflejaba el espíritu y la nueva realidad a la que se enfrentaban los trabajadores de los predios e instalaciones tomadas.
Sin darse cuenta, sin habérselo propuesto, sin que nadie pudiera calificarlo, sin la intervención de pautas políticas predeterminadas, los trabajadores de la cordillera valdiviana protagonizaron una gran experiencia de poder popular que tenía como objetivo primordial el bien común: mejorar las condiciones de vida y laborales de los trabajadores y habitantes de las montañas. Nadie remaba para su propio molino sino que para el bien colectivo, asumiendo que los patrones eran el enemigo común contra el que tenían que luchar. Asumiendo además que había una realidad común contra la que tenían que seguir luchando unidos: la miseria.
Producto de esa misma espontaneidad e ingenuidad, no le dieron demasiada importancia a las cuestiones superestructurales y de forma del Complejo, lo que, a poco andar, se convirtió en un factor negativo del proceso de lucha popular en la montaña. La administración de la empresa Complejo fue manejada por las cúpulas reformistas de los partidos que componían la Unidad Popular y su gobierno. Ellos se dedicaron a morigerar los ímpetus populares, a intentar torcer la voluntad y decisiones de los trabajadores, a neutralizar las corrientes revolucionarias que se habían enraizado entre los campesinos de los fundos y operarios de la fábrica. La vida propia
El principal cambio, la mejoría principal en la calidad de vida de los trabajadores, estuvo dada por la libertad lograda y el poder alcanzado. La toma de los predios se tradujo de modo inmediato en que los trabajadores tuvieran en sus manos el poder de decisión sobre sus propios destinos, lo que pasara con ellos dependería de lo que ellos fueran capaces de hacer. De allí también surge la conciencia de hacer esfuerzos colectivos pues el trabajador y el campesino saben por la naturaleza de sus vivencias y de su práctica laboral que la fuerza está en la suma, en la unión de los esfuerzos. Un principio básico, elemental, de las luchas sociales que se impone por sí mismo en los momentos de auge y de exigencias definitorias.
Ser dueños de su propio destino era un logro inmenso. Pero también se lograron plasmar pequeñas conquistas o mejoras que contribuyeron a fortalecer la voluntad y compromiso de los trabajadores con el proceso de transformaciones que estaban protagonizando. Cuestiones como las condiciones materiales en que desempeñaban sus labores productivas, cuestiones como el traslado hacia los lejanos lugares de trabajo al interior de los montes, cuestiones como el acceso a una vivienda o lugar de vivienda dignos, cuestiones como acceso básico a la salud, a la educación, a salarios apropiados, acceso a productos alimenticios, y otras medidas propias del programa de gobierno de Allende, que iban en directo beneficio de los trabajadores y del pueblo, fueron parte de este gran proceso de cambios que se tradujo en una mejora sustancial de las condiciones de vida de los trabajadores de la cordillera valdiviana. No fueron grandes conquistas materiales, pero esas pequeñas transformaciones tenían y tuvieron el valor de un cambio radical para los habitantes de esas apartadas regiones. Lo esencial es que los trabajadores fueron artífices, protagonistas y se sintieron partícipes de todo ese proceso.
Proceso que tuvo el mismo final que para el resto de los trabajadores del país: un golpe de estado, la represión brutal y la dictadura criminal que retrotrajo todas las condiciones de vida de los trabajadores a tiempos medievales. El Complejo dejó de existir, fue desarticulado y, ya desmembrado, vuelto a privatizar. En aquella región sureña vuelve a campear el atropello patronal.
Foto: Colocación de una placa recordatoria a los 65 trabajadores asesinados del Complejo Forestal Maderero Panguipulli. http://www.wri-irg.org