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¡"Invictus" a la colombiana!

Cuando Juan Manuel Santos se cree Nelson Mandela

Fuentes: Rebelión

Una breve reflexión sobre fútbol y política

«Cuando era pequeño, jugaba por amor al deporte, pero cuanto más conoces el fútbol más te das cuenta de que todo es dinero, de que está podrido, y se te quita un poco la ilusión».

Javi Poves, ex futbolista del Sporting de Gijón

 

Invictus es el título de un poema del escritor inglés William Ernest Henley (Gloucester, Inglaterra, 1849-1903). Este poema se ha hecho famoso porque durante el cautiverio que soportó Nelson Mandela durante 27 años lo solía recitar en su celda, como una forma de afrontar la soledad de la prisión y mantener la fe en la justeza de su lucha contra el racismo y la discriminación, propios del Apartheid. Esa misma palabra Invictus (victorioso, que nunca ha sido derrotado) le da título a una película que versa sobre el campeonato mundial de Rugby, el cual se llevó a cabo en Sudáfrica en 1995 y en la que la selección nacional de ese país se tituló campeona sin perder un solo partido.

A raíz del mundial de futbol sub. 20 que se realizó en Colombia y más exactamente sobre la eliminación de la selección de este país, es necesario hacer unas reflexiones que van más allá del terreno futbolístico y se ubican en el ámbito político, por todo lo que se mueve tras bambalinas en un evento de esta naturaleza, pero sobretodo por el protagonismo que se dio a sí mismo Juan Manuel Santos (JMS), quien en varias ocasiones se refirió a la película y el poema Invictus y llegó a compararse con Mandela, para insinuar que Colombia iba a quedar, como Sudáfrica en 1995, Campeón Mundial y él iba a desempeñar un papel tan estimulante y alentador para los futbolistas de la Sub 20 como el que había jugada Mandela quince años atrás con los jugadores de Rugby de su país. Estamos hablando en serio, lo que decimos no es una broma de mal gusto, algo que podría pensarse a primera vista, como lo mostramos en este articulo.

1. El futbol y los falsos positivos

En los dos últimos meses dos eventos futbolísticos de talla internacional, en su orden La Copa América y el Mundial de la categoría Sub 20, pusieron de presente que los falsos positivos no se pueden poner en práctica tan fácilmente en el deporte más popular del mundo, como se han aplicado en la vida colombiana en los últimos años. Y eso es lo que, al parecer, no ha entendido JMS, porque ha pensado que se puede trasladar la lógica de la impunidad que ha cobijado sus actos, algo así como dar la orden de entregar «resultados positivos en la guerra» -que se materializan en muertos y desaparecidos- y suponer que eso mismo se alcanza en el fútbol con sólo darle la orden al equipo nacional de ganarle, por decreto y desde antes de jugar el partido, al adversario.

Afortunadamente, eso no se ha podido concretar, y JMS resultó ser un mal profeta, al igual que muchos comentaristas deportivos y hasta jugadores de la selección Colombia, que anunciaron de manera triunfalista que este mundial se ganaba con declaraciones pretenciosas. Presumiendo de ser un nuevo Nelson Mandela, JMS les proyectó a los jugadores de la selección, antes de empezar el campeonato, la película Invictus, porque suponía que, como en la mencionada película, al final el equipo local iba a conquistar el campeonato del mundo.

Esto mismo lo ha creído poder hacer en el desarrollo del campeonato, porque en el partido contra México anunció que a los «manitos» la selección Colombia les iba a meter muchos goles. Justamente, fue en ese partido cuando fue eliminada esa selección y quedó demostrado que como pronosticador de futbol JMS es tan efectivo como cuando, como economista que es -porque recuérdese que en materia de predicciones los economistas tienen tanta credibilidad como los metereologos- anunció a fines de mayo de este año que el invierno ya había concluido y dio la orden de que no lloviera más en Colombia. ¡Como es apenas obvio, la naturaleza le obedeció de manera instantánea al ideólogo de los Falsos Positivos, con el incremento de las lluvias! ¡Seguramente la naturaleza fue desobediente, porque la lluvia que ha caído sin parar sobre este país durante varios meses era un producto de una conspiración del terrorismo contra Colombia y contra las locomotoras de la muerte que son la bandera estrella del santismo!

2. «El mejor mundial de la historia»

En la propaganda oficial de la mafia que dirige el futbol colombiano, así como de los periodistas deportivos, se difundió la propaganda que el certamen de 2011 iba a ser el mejor mundial de la historia del futbol, por aquello de que los «colombianos somos tan especiales» y todo lo que hacemos es diferente a lo que realizan el resto de países y de mortales. Incluso, JMS anunció triunfalista el sábado 20 de agosto, el día que terminó el mundial: «ya que cumplimos el objetivo de hacer el mejor Mundial Sub-20, podemos ponernos otras metas» . Decir que este es el mejor mundial de la historia no pasa de ser otro «montaje», algo así como un falso positivo deportivo y mediático. Examinemos por qué.

Para comenzar, la jornada de inauguración de este mundial no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Las ceremonias griegas de la antigüedad en las olimpiadas, o las danzas chinas en Pekín, o los espectáculos folclorios que han brindado los países africanos cuando inauguran sus mundiales se quedan en pañales frente a lo que se vio -si es que se vio- en Barranquilla el día 29 de julio, cuando comenzó el mundial. Donde se ha contemplado una costosa ceremonia de inauguración, en la que se invirtieron 6.000 millones de pesos (3 millones de dólares), para que no funcionara nada, ni las luces, ni la escenografía y ni siquiera el micrófono por donde iba a hablar JMS, lo cual finalmente favoreció a los incautos espectadores que pudieran estar observando una ceremonia tan ordinaria, para no tener que aguantarse una perorata insustancial de ese pésimo orador. Tan sofisticada fue la inauguración que los bailarines deambulaban a oscuras por una cancha de futbol, chocándose entre sí, como si estuvieran borrachos. La mafia del futbol colombiano cree que organizar la ceremonia inaugural de un evento deportivo mundial es como celebrar una fiesta de paracos, con reinas, periodistas, políticos y vallenatos a bordo. ¡La patética ceremonia inaugural demostró que no es lo mismo bombardear a países vecinos que organizar un mundial! 

Claro que ha sido el mejor mundial de la historia el de 2011, porque difícilmente se ha visto otro en el cual en uno de los partidos que se transmitía en directo por TV para muchos países del mundo se fuera la luz, en Cartagena, la ciudad más turística del país, y el encuentro tuviera que suspenderse durante casi media hora. Con eso se patentizó el nivel de organización y de prevención en caso de que algo así sucediera, porque ni siquiera tenían planta de luz o si la tenían ésta tampoco funcionó. Esto es algo sin antecedentes en un mundial, pero no es raro que eso suceda en Colombia, un país donde hasta en los estadios se detiene a la gente y, por eso, no sería raro que el régimen hubiera dado la orden de cortar la luz para capturar a algunos «jóvenes terroristas», que se habían infiltrado entre el público y luego «murieron en combate» en algún lugar de la costa atlántica.

Claro que fue el mejor mundial de la historia, porque la principal ciudad del país donde se realizó el evento estaba engalanada con huecos, escombros, obras inconclusas e interminables embotellamientos de autos. Así como el gran escritor francés Victor Hugo afirmó, después de leer la Constitución de Río Negro de 1863, que Colombia debía ser un país de Ángeles, el turista que llegó a Bogotá durante el mundial debió quedar convencido que este es un país de marcianos, porque desde que se aterriza en el Aeropuerto Internacional El Dorado se perciben cráteres, aerolitos, agujeros negros, polvo estelar, drenajes y todo lo que caracteriza al relieve lunar y de otros planetas. En razón de tan atractivo estado de la capital del país, los pocos despistados turistas que vinieron a Colombia debieron apreciar en que radica la tan alabada modernización de Bogotá. Esos turistas quedaron sorprendidos con esos monumentos al despilfarro que son las vías por donde transitan los buses de Transmilenio, las cuales tienen orificios tan grandes como las que dejan los aviones de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) cuando bombardean a campesinos indefensos.  

Y tuvo que ser el mejor mundial de la historia porque mientras se celebraba, Hernán Darío Gómez, alias «El Bolillo», un individuo atrabiliario y guache, de origen paisa, que dirigía a la selección Colombia de mayores, golpeó a una mujer en las calles céntricas de Bogotá. Difícilmente se encuentra una mejor expresión del futbol traqueto, aquel que utiliza los pies no solamente para golpear o acariciar un balón sino para agredir a una mujer. Este es el mejor ejemplo de lo que provoca la aplicación práctica de la máxima, por lo demás sabia y ejemplar, de otro paisa de baja ralea que hoy ya es ex presidente y que tan famoso lo hizo en su tiempo: «Le doy en la cara marica».

De lejos el mejor mundial, porque al tiempo que se conocía la noticia de los golpes del «Bolillo» Gómez -sobra preguntarse por qué le dicen Bolillo a tan atrabiliario individuo- un dirigente de la Federación de Futbol Colombiano, llamado Álvaro González cuyo lenguaje evidencia el carácter mafioso del futbol criollo, afirmó, con toda la impunidad del caso, que no hay porque escandalizarse con el Técnico Nacional por haber golpeada y pateado a una mujer puesto que «si Piedad Córdoba fuera agredida por un hombre, estaría todo el mundo aplaudiendo». Así mismo, el cantante vallenato Felipe Peláez señaló que si la mujer golpeada hubiera sido Piedad Córdoba había que considerar al Bolillo agresor como un héroe nacional.

Estos despreciables individuos no hacen sino repetir lo que desde hace varios años dicen sin pudor alguno ciertos políticos colombianos, como un tal Francisco Santos, ex Vicepresidente de la República, y quien se ufana de haber hecho posible que Colombia realizará ese Mundial Sub 20, que no hace mucho sostuvo que a Piedad Córdoba se le debía enterrar junto con el Mono Jojoy. ¡Como puede verse que ejemplo de tolerancia y de respeto se respiró en Colombia durante el mundial, que prolonga la paz de los sepulcros que se ha impuesto en este país desde hace décadas! Eso se confirma con el hecho que mientras un dirigente de la Federación de Futbol Colombiano, y un cantante vallenato, un género en el que se le rinde tributo en forma reiterada a los paramilitares, insultaban miserablemente a Piedad Córdoba, otros traquetos, para más señas seguidores de un ex presidente, amenazaban de muerte a esta valerosa mujer y la obligaban a salir del país. ¡Un claro ejemplo, de la concordia y ternura que se ha respirado durante este mundial! Además, con tan «envidiables» gestos de cariño y confraternidad racial y de género en Colombia se hizo realidad la consigna de la FIFA: «Diga no al racismo».

Por todo esto y mucho más, esto ha sido el mejor mundial de la historia, y ha mostrado hasta donde puede llegar el patriotismo de los colombianos, para demostrar que «Colombia es prisión», perdón «Colombia es pasión», como reza otra máxima del patrioterismo uribista y santista.

  

3. El fútbol y el patriotismo primario

El deporte en general, pero con particular fuerza el futbol, se ha convertido en un estimulador de los peores sentimientos patrioteros en todo el mundo. Colombia no es la excepción, pero ese patriotismo vulgar y ordinario en nuestro medio adquiere ribetes todavía más demenciales, si lo contrastamos con la entrega de las riquezas de este país a las empresas multinacionales y la conversión de nuestro territorio en un portaviones de los Estados Unidos o en, algo que enorgullece a JMS, en el Israel de Sudamérica.

Si tenemos en cuenta un antecedente funesto del costo del patriotismo futbolístico, de dolorosa recordación, como fue el 5 a 0 que Colombia le propinó a Argentina en Septiembre de 1993, podemos estar agradecidos que la Selección Colombia Sub 20 haya sido rápidamente eliminada de la competición, En aquella ocasión, solamente en la ciudad de Bogotá, como resultado de la celebración de la goleada a Argentina murieron, al menos, 100 personas, es decir, cada gol le costo la vida a 20 habitantes de la capital del país. Si ese fue un simple partido de clasificación a un mundial, y tuvo los efectos criminales que recordamos, que no se podría pensar de las consecuencias funestas que acarrearía llegar a ser campeones mundiales de futbol. En tal caso, los muertos se hubieran contado por miles en Bogotá y en el resto del país. En ese sentido, debemos estar agradecidos de que nos eliminaran rápido, y felicitar a la selección de México porque evito una tragedia de proporciones incalculables.

Los periodistas y comentaristas deportivos de Colombia, esos sicarios con micrófono, servidores incondicionales del capitalismo gangsteril, adoradores de la extrema derecha, de los narcos y de los paracos, son los principales difusores del patrioterismo barato, y nos intentan convencer a todos que para honrar la patria se debe consumir Cerveza Águila, Coca Cola o Pony Malta, para mencionar a algunas de las empresas que «patrocinan» «filantrópicamente» el futbol.

Aunque como tendencia general, en gran parte del mundo, los periodistas deportivos suelan ser de extrema derecha, alaben las privatizaciones y el neoliberalismo, sean apologistas de la dominación imperialista y defensores incondicionales de los pulpos mediáticos, por lo menos en ciertos países se encuentran excepciones notables. Al respecto puede mencionarse el caso de Víctor Hugo Morales, uruguayo de nacimiento que reside en Argentina, quien, además de ser un excelso narrador de futbol, se ha destacado por ser un activista político que se ha solidarizado con la lucha de las Madres de la Plaza de Mayo contra la impunidad y los crímenes de la dictadura argentina de finales de la década de 1970. En Colombia, es inconcebible encontrar algo parecido entre los periodistas deportivos, un gremio arribista e incondicional al poder de turno, del cual salen personajes absolutamente despreciables, muchos de los cuales son simples propagandistas de narcos y paramilitares, y cuya solvencia intelectual y altura moral se ejemplifica con el hecho que han sido uribistas incondicionales y ahora santistas.

JMS puede considerarse como un claro ejemplo de ese patriotismo barato, primario e hipócrita que se mueve alrededor del futbol y en el cual se confunden como si fueran la misma cosa, un chovinismo sentimentaloide que se representa en una camiseta de futbol con las firmas comerciales que patrocinan a una selección nacional. Por eso, el 16 de junio de este año cuando despedía a la selección de futbol de mayores que iba a participar en la Copa América, JMS salió ataviado con una camiseta de color amarillo, en la cual sobresalía la palabra Águila, con letras tan destacadas que prácticamente era lo único que se veía. Águila quiere decir Cerveza Águila, propiedad de la multinacional SabMiller. En el discurso de esa noche, JMS calificó, siguiendo la propaganda comercial de la multinacional cervecera, al tricolor colombiano como «la bandera de la alegría», porque con esa mezcla desvergonzada entre patrioterismo y negocios se sellaba el objetivo de ser «una bandera, un país, un equipo. Colombia campeona». Nótese que se vaticinó que la selección iba a ser campeona, augurio que también resultó equivocado, por aquello de que no se trataba de un «pobre dado de baja en combate».

En esa ocasión, JMS recitó apartes del poema Invictus, que durante su largo cautiverio solía repetir Mandela. De manera exacta leyó esta parte del poema: «No importa cuan estrecha sea la puerta, cuan cargada sea de castigo la sentencia, soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma». En el caso de Mandela el poema era dolorosamente cierto, letra por letra, y por eso adquiere un tono heroico, mientras que en el caso de JMS su tono es, no podía ser de otro tipo, demagógico y mentiroso. En un caso Mandela se refiere a su propia supervivencia en una tenebrosa prisión, en JMS es una vulgar perorata neoliberal, dicha para patrocinar el peor espíritu competitivo e impulsar los negocios de una empresa transnacional. Mientras que en Mandela la lucha por la libertad y la liquidación del Apartheid es lo que está al final del túnel, en JMS predomina la lógica miserable de la «superación personal», propia de los mercachifles que se lucran con ese embuste comercial de baja ralea, inventado para convencer incautos y pensar que los problemas estructurales de la dominación y la desigualdad se solucionan con mera voluntad.

Y JMS es el mejor ejemplo de ese patrioterismo barato que caracteriza a la mayor parte de la hinchada de la selección Colombia porque al tiempo que cantan el himno nacional con la mano en el pecho, imitando como Álvaro Uribe Vélez el saludo fascista, se entrega el país a las grandes empresas multinacionales, se regalan nuestros bienes minerales, se privatizan nuestro parques y sitios turísticos para dárselos a empresarios extranjeros, patrocinadores de sicarios paramilitares (AVIATUR en el Parque Tairora es sólo un caso entre muchos), al tiempo que Colombia se convierte en un portaviones terrestre de los Estados Unidos y pierde hasta el último destello de soberanía que hubiera tenido alguna vez.

En pocas palabras, la contrapartida del patrioterismo vulgar es el antinacionalismo más vergonzoso porque esa retórica chovinista, tipo selección de futbol, esconde y oculta la entrega de un país al imperialismo en todos los terrenos. Ojala de ese sentimentalismo ramplón que se destila cuando se trata de la selección de futbol, los hinchas de la «camiseta de la alegría» destinarán, al menos, un cinco por ciento para defender la soberanía colombiana y evitar que nos roben nuestras riquezas, destruyan nuestros ecosistemas y nos invadan tropas de los Estados Unidos, como lo han hecho en los últimos años. Ojala que la insensata pasión que los hinchas sacan a relucir cuando de defender la camiseta de un equipo de futbol se trata, sea una selección nacional o de un determinado club deportivo, y que los lleva a matar o morir por algo tan insignificante como lo es una mera competencia deportiva, ojala ese mismo espíritu emergiera en el caso de Colombia cuando se nos anuncia que van a privatizar un páramo, o un río, o que una multinacional va a destruir una reserva natural para explotar oro, petróleo o carbón,

Lo que ese patrioterismo ordinario realmente representa queda claro al visualizar los entretelones de la realización del mismo mundial de futbol Sub 20, certamen en el que la única que ha salido ganadora ha sido la FIFA, una transnacional que ha hecho del futbol uno de los negocios más rentables del planeta. Mientras que en Colombia se gastaban millones de dólares en reconstruir y ampliar estadios, los cuales luego no serán de mucha utilidad, la FIFA monopolizaba las ganancias. Esto desde luego a las clases dominantes de Colombia y a JMS no les importa, porque ellos saben que el futbol les depara otro tipo de ganancias, ideológicas y culturales si se quiere, que se materializan en aletargar a la gente para que se olvide de los grandes problemas de corrupción, paramilitarismo y mafia que rodean al establecimiento. Esa es la ganancia ideológica que le deja el patrioterismo vulgar a unos cuantos. Y a otros sectores privados, junto con la FIFA, también les genera fabulosas ganancias económicas, como a las empresas que patrocinan a la selección Colombia. A la gente común y corriente un Mundial de Futbol no les produce ningún beneficio, solamente deja obras gigantescas que a la larga son inútiles, y deudas fabulosas que tienen que ser asumidas por la gente con más impuestos. ¿O de donde han salido y como se van a pagar los 210 mil millones de pesos (105 millones de dólares) que costó el mundial y que el Estado invirtió en esa inútil competencia? ¿Cuantas universidades, colegios, hospitales, centros de recreación y deporte en los barrios de las ciudades se hubieran podido construir con ese dinero? 

4. El problema de la identidad de JMS

Las continuas referencias que JMS ha hecho en los últimos meses a Mandela, a propósito del fútbol, indican que ese personaje afronta un tremendo problema de identidad, algo así como lo que los psicólogos denominan un trastorno de identidad disociativo –antes llamado trastorno de identidad múltiple- que se ha agudizado desde que se posesionó como Presidente de Colombia el 7 de agosto de 2010, A partir de ese momento y en forma sucesiva JMS se ha comparado, a veces de manera directa y a veces en forma soterrada, con Álvaro Uribe Vélez, Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt, Luis Ignacio Lula Da Silva y, como hemos visto, con Nelson Mandela. Este problema de identidad no es de ahora, porque si algún personaje colombiano es un ejemplo de travestismo político ese es el oligarca del Jockey Club, porque desde 1990 ha sido sucesivamente Gavirista, pastranista y uribista. Lo único que no alcanzo a ser fue samperista, porque durante el gobierno de Ernesto Samper conspiraba en las sombras con militares y otros políticos para dar un golpe de Estado. JMS como prueba palpable de ese travestismo político llegó a ser el vocero de la Tercera Vía de Tony Blair y Antony Giddens en Colombia.

De todas las personas con las que JMS se ha intentado asemejar, la más chocante de todas es la de Mandela. En varias ocasiones les ha recomendado a los futbolistas no tanto observar la película Invictus, sino apreciar el papel desempeñado por Mandela, para referirse no tanto al líder sudafricano sino a él mismo. Al respecto, en una ocasión JMS afirmó sobre Invictus: «Es un película que a mí me impacto muchísimo, sobre el papel del deporte en una sociedad, una película que es la vida de Mandela, y cómo utilizó un equipo, el equipo de rugby en Sudáfrica, para unir un país que durante décadas, siglos, se han matado entre blancos y negros. En torno al equipo se unió ese país». Y luego agregó: «Porque en esa película vi cómo el Presidente Mandela dijo a cada uno de los integrantes del equipo: ‘Vayan a los barrios y estimulen el deporte’. Quiero que ustedes se conviertan en mis embajadores para el deporte en sus barrios y les voy a dar los instrumentos para hacer eso, o sea los recursos para construir la cancha y los contratamos a ustedes como entrenadores, para que todos tengan esa seguridad en términos laborales y puedan aportar. ¿No es muy loco, cierto? Creo que esto se puede hacer y lo hacemos» (énfasis nuestro).

Al parecer, JMS estaba confundiendo a los deportistas con los militares que ejecutan los «falsos positivos», porque en efecto los que éstos hacen es exactamente eso: ir a los barrios más pobres de las ciudades del país, como a los de Soacha, con instrumentos (armas) y dinero para ofrecerles a los jóvenes más pobres y necesitados supuestos empleos, que sólo son señuelos criminales que terminan con su asesinato en otras zonas del país, en las que son presentados como «terroristas dados de baja en combate». Este es el principal deporte nacional, el de los falsos positivos, en los cuales el país ocupa de manera indiscutible el primer lugar en el ranking internacional de la infamia y la felonía y sus promotores permanecen Invictus. Que duda cabe de eso, con miles de muertos y desaparecidos en los últimos años.

Cuando JMS insinuó que Colombia iba a quedar campeón mundial como el equipo de Rugby de Sudáfrica en 1995, se estaba presentando como esa especie de genio orientador y conciliador que fue Mandela, tras el fin del Apartheid. Pero le salió el tiro por la culata, con la temprana eliminación de la selección Colombia. Seguramente, ya tenía pensada y preparada la fiesta de celebración de la conquista del cetro mundial, en una forma similar a cómo lo hicieron los militares argentinos en 1978 o lo festejó la Italia fascista en 1934, es decir, con los crímenes y las torturas de fondo, y la copa exudando la sangre de los miles de campesinos, indígenas y trabajadores que han sido masacrados en los últimos años en Colombia.

Lo peor de todo reside en la suposición, abusiva, de parte de JMS de creerse Mandela, lo cual ofende a Mandela y al pueblo sudafricano que luchó, con su vida y su sangre, contra la discriminación y la explotación -aunque esta no la haya podido erradicar todavía. Mientras Mandela es un ejemplo de un luchador popular que enfrentó el capitalismo, el racismo, el colonialismo y el imperialismo, el otro es un vocero de extrema derecha de todos estos. Mientras Mandela estuvo confinado en prisión durante 27 años, soportando vejámenes y torturas, el otro no ha estado ni un solo día en prisión, pese a que sobre sus espaldas arrastra miles de muertos y llegó a tener una orden de captura de un juez ecuatoriano por la masacre del primero de marzo de 2008. Mientras Mandela luchaba a favor de los pobres, el otro ha participado y diseñado planes para matarlos, tanto de hambre (con sus proyectos privatizadores y neoliberales) como con la persecución violenta (falsos positivos) Mientras Mandela proporcionaba con sus palabras y su acción ejemplo de conciliación, el otro ha sido un verdugo que sólo mide su eficacia en términos de muertes, como en el caso de los bombardeos en Colombia y en el exterior. Mientras Mandela es un ser humano digno, valiente y lleno de coraje, el otro es un pigmeo moral, cobarde y muy peligroso.

Y por último, mientras el equipo de Rugby de la Sudáfrica de Mandela logró el campeonato mundial e hizo realidad aquello de permanecer invicta, la selección Colombia Sub 20 fue eliminada en cuartos de final, con más pena que gloria, y JMS demostró que en su labor de profeta y animador deportivo ha sido un tremendo fiasco, al atreverse a cantar victoria antes de tiempo, porque siempre ha pensado, por su escuela de periodista en El Tiempo, uno de los diarios más manipuladores del mundo, que las mentiras de tanto ser repetidas se convierten en verdad. Con esta lógica, repitiendo hasta el cansancio que la Selección Colombia iba a ser campeona del mundo, el inquilino de la Casa de Narquiñó creía que eso iba a ser cierto y por eso presumió, vaya osadía, que era Mandela, todo lo cual no pasa de ser un «falso positivo» deportivo y mediático.


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.