«ES LA HORA DE ATEMPERAR NUESTRAS DISCREPANCIAS Y PONERLO TODO AL SERVICIO DE LA LUCHA» » Che» EL BLOQUE EN EL PODER En Chile, la clase dominante reajusta sus piezas, para a pesar de los continuos tropiezos, mantener capacidad de administración de la crisis del sistema. Coyunturalmente, no se encuentra en una […]
«ES LA HORA DE ATEMPERAR NUESTRAS
DISCREPANCIAS Y PONERLO TODO
AL SERVICIO DE LA LUCHA»
» Che»
EL BLOQUE EN EL PODER
En Chile, la clase dominante reajusta sus piezas, para a pesar de los continuos tropiezos, mantener capacidad de administración de la crisis del sistema. Coyunturalmente, no se encuentra en una situación complicada y de traba económica, finalizando el año con un crecimiento inesperado de un 5,5% y un IMACEC (*) de un 6,7%, lo cual les da una relativa tranquilidad respecto de la situación económica central del capitalismo, en este caso Europa y Estados Unidos. Al contrario de lo previsto, las medidas que el gobierno ha tomado, complacen hasta ahora, las expectativas de los sectores económicamente más agresivos de la gran burguesía, a los que poco les importa el descontento social que estas medidas provocan: la banca, las ISAPRES, las AFP, las cadenas de farmacias y supermercados, las mineras, la pesca industrial, etc, etc.
El hecho de que la clase dominante en Chile, cuente con un marco institucional favorable, unido al factor de homogeneidad estratégica entre las dos más importantes fracciones, lo cual les permite una enorme capacidad de maniobra para enfrentar las condiciones de la actual fase; no significa, que en nuestro análisis, cometamos el error de desconocer la crisis general del capitalismo como sistema y el colapso del patrón de acumulación como un elemento real en las contradicciones de clase que la actual coyuntura deja en evidencia.
Marx, nos señala en el capital, que el proceso de producción capitalista, si se le considera en su continuidad, entendido esto como el proceso de reproducción, no sólo produce mercancías, ni sólo genera plusvalía, sino que «produce y reproduce la relación capitalista: por un lado el capitalista, por el otro el asalariado». El capitalismo que tiene la capacidad de reproducirse a sí mismo, crea o genera sus propias crisis y sus propias contradicciones, y provoca momentos de ruptura que pueden manifestarse bajo la condición de crisis económicas. Ahora, una crisis económica no es forzosamente revolucionaria; puede tener el carácter de mecanismo de autorregulación del sistema, o puede ser apenas una función limpiadora, que elimina lo que no conviene. Después de esta, resuelto el problema de aumento de los stocks y quiebras de las empresas tecnológicamente atrasadas, la economía capitalista continúa sobre una base saneada.
Con respecto a este aspecto de la crisis George Lukács nos dice que: «sólo la conciencia del proletariado puede mostrar cómo salir de la crisis capitalista. Mientras no se de esta condición, la crisis permanece, vuelve a su punto de partida, repite la situación». (1)
Aterrizando en la coyuntura. No es fuera de esta condición histórica, que la clase dominante en nuestro país, concibió un proyecto que hasta hoy, define las reglas del juego de la economía.
Es así como la imposición de la lógica del mercado a los bienes de servicios, que son un derecho de toda la población, alcanza niveles que a veces avergüenzan a los propios mercaderes del sistema, como ha ocurrido con las ISAPRES -el robo legal más descarado de asistencia en salud creado por la dictadura-. Han declarado 140 millones de dólares de utilidades en los primeros nueve meses de este año, 67 mil millones de pesos robados a los usuarios (trabajadores). Del mismo modo ocurre con las AFP y aún peor; porque este sistema, también ideado por la dictadura, permite que grupos financieros nacionales y extranjeros administren (se apropien) los fondos de retiro de los trabajadores, utilizándolos como capital de sus empresas en inversiones fuera del país. Miles de trabajadores jubilados, ancianos en su mayoría, han sido víctimas de este sistema, convirtiendo sus pensiones en cifras miserables y penosas.
Bajo esta misma lógica encontramos el proceso de reducción de Codelco, en beneficio de un puñado de empresas nacionales y extranjeras. En muchos análisis se denuncia e insiste en el extraordinario y desmesurado aumento de las ganancias que se van como remesas al exterior por las empresas extranjeras. Bajo el gobierno de Ricardo Lagos aumentaron de 4.438 millones de dólares a más de 13 mil millones, y bajo el de Michelle Bachelet crecieron a más de 25 mil millones de dólares.
La educación, que fue uno de los temas que más desajustes ocasionó a la agenda política de la Alianza y a la tranquilidad política de los sectores más conservadores de la Concertación, finalmente fue recluso (preso) por decisiones que el ejecutivo hábilmente logró diseñar, como respuesta a las masivas movilizaciones que demandaban Educación Gratuita y de Calidad. La clase patronal, logra como resultado de «la democracia de los acuerdos» -que todavía funciona- imponer a los trabajadores y al pueblo, en primer lugar una reforma tributaria, tremendamente engañosa en sus mecanismos de recaudación (**), para luego y antes de que esta se aprobara, ofrecer más subvenciones al sector privado de la educación, fortaleciendo con este proyecto aún más la educación con copago (subvención), que es la que produce más desigualdad y segregación en nuestro sistema educacional, siendo además el sector que sumado a las universidades privadas persiguen más fines de lucro.
La política del ejecutivo, además, aprovecha su ofensiva represiva e ideológica para instituir una Superintendencia que, ningún sector social demandó y que nació entre gallos y medianoche, para -según ellos- garantizar regulaciones y fiscalizaciones que «impidan» el mal uso de los recursos, pero sin cuestionar el lucro. Y para contrapesar la situación, de manera populista se promete a los deudores de créditos con aval del Estado del sistema, una baja significativa de la tasa de interés del 6 a un 2%, para re-pactar las deudas en condiciones más favorables, lo que sin duda, puede redundar en una recuperación importante de recursos del Estado y que hoy día no están en manos del gobierno empresarial, pero que les vendría muy bien a la hora de desplazar los dineros de todos los chilenos a manos privadas, mediante concesiones o en negociados ilícitos y corruptos.
Con la recurrente acusación de intransigencia; con los reiterados fracasos en las mesas de diálogo, por causa y falta de voluntad política del gobierno; con la insistencia en atribuir a la violencia y rebeldía social, un carácter vandálico y delictual y el mostrarla como una expresión distinta y ajena a la demanda de los sectores movilizados; con el logro mediático, de establecer complicidades entre el lumpen y las organizaciones sociales y políticas, que finalmente apuntan a criminalizar al movimiento social y su lucha y a deslegitimar el descontento y la violencia rebelde; la clase dominante como bloque, logra poner a la defensiva a los estudiantes y a los sectores aliados a su causa y como corolario de esta ofensiva, el entonces ministro Hinzpeter tramita para el Congreso una ley maldita con la que se pretendía acorralar la movilización popular. Mientras la Ley genera su rechazo, su mentor es desplazado al ministerio de defensa para realizar de mejor manera su vocación contrainsurgente, apoyando a través de esa cartera los planes imperialistas norteamericanos, que dicen relación con la formación e instrucción de contingentes de la Fuerzas Armadas, para tareas de seguridad interior, y que se realizarían en la base militar norteamericana que en abril pasado se instaló en las cercanías de Concón. Sin duda alguna, que en este cargo el señor Hinzpeter ofrecerá un «destacado y mejor servicio público» a «la patria» norteamericana.
Poco tiempo después, azuzado el gobierno por el relativo éxito que significó poner a la defensiva a los estudiantes, apunto sus dardos a otros ámbitos que también requerían de su intervención política. El ministerio del Interior, todavía con Hinzpeter a la cabeza, en este caso jugó y movió sus piezas más importantes. Un problema preocupante lo constituía la situación Mapuche, y para enfrentarlo, nada mejor que diseñar una táctica contrainsurgente, al mejor estilo de la dictadura y nombrar para su implementación al Jefe de la División de Estudios del Ministerio del Interior y enviar a terreno para las operaciones de inteligencia y coordinación contrainsurgente (Veedor y Oidor en tiempos de la Colonia), nada menos que al esperpento y niño amateur de los montajes jurídico-políticos, como el de la famosa y fracasada operación de inteligencia llamada «el caso bombas», el ex fiscal Alejandro Peña, quien por lo demás, debió terminar renunciando por entuertos de corrupción en esa división.
En todo caso, la tarea que no pudo realizar el facho-sionista Hinzpeter, la termina concretando su sucesor en el cargo y ex vocero de gobierno Andrés Chadwick, que envió a la zona de conflicto un numeroso contingente de Carabineros, además de una gran cantidad de vehículos policiales. En la zona de Antiquina se instaló una tenencia móvil, donde también arribó un helicóptero que posee un gran foco para operar en acciones nocturnas. Además, llegaron carros blindados como zorrillos y camiones lanza aguas, los que estarán apostados sobre todo en la ruta P-70 que une a Cañete con Tirúa. Todo este dispositivo policiaco-militar llegó hasta el territorio Lafkenche de Arauco, para reforzar la represión contra la fuerte resistencia que habían organizado los mapuches de la zona, movilizados contra la Ley de Pesca, ley que como veremos después, pretende consolidar el saqueo de los recursos marinos que ancestralmente han pertenecido a las comunidades Lafkenche. Con el descaro y cinismo que les es propio, la representante de la ocupación chilena en Wallmapu, Flor Weisse, dio a conocer estas medidas, quien indicó que el personal policial llegado desde distintos puntos de Chile permanecerá en el lugar para evitar todo tipo de manifestaciones.
Se suma a los mencionados hechos, otro elemento considerable y dentro del mismo marco jurídico-político, que consiste lisa y llanamente, en hacer retroceder y arrinconar aún más los intereses y derechos de las mayorías pobres y oprimidas. Esta vez Longueira, ministro de economía; arremete con la antipopular ley de pesca, cuyo núcleo concibe convertir a la lógica del mercado, de una manera semejante al de las concesiones, un recurso natural tan importante desde el punto de vista de la soberanía alimentaria como es la fauna marina. La anterior ley que ya demostró sus efectos negativos y fracaso, que ya había privatizado de cierta manera los recursos pesqueros al entregar arbitraria y unilateralmente cuotas de captura a empresas específicas, y que además otorgaba la explotación (depredación) de los recursos por 10 años, ahora con la nueva ley los entrega por 25 años, con la clara amenaza de extinguir las especies de nuestro litoral, y esto absolutamente motivados por la acumulación financiera.
Esta medida legislativa, no nos cabe duda, deja absolutamente desfavorecidos y afectados social y económicamente a los 86.000 pescadores artesanales que existen en la costa de nuestro país, con naves y botes a remo de 11 metros, y que son los que finalmente, abastecen de los productos del mar a la población. Longueira sabe que trabaja y se afana por un negocio, que en el 2011 aumentó sus ganancias en un 30%, superando los 2 mil millones de dólares. Un negocio que como otros que manejan los monopolios se encuentra concentrado en pocas manos, lo que los pescadores artesanales han llamado las «7 familias». La Ley de Pesca, que se sostiene en los mismos criterios que dieron lugar a la creación de las abusivas ISAPRES, de los colegios cuyos sostenedores e inversionistas reciben suculentas subvenciones del Estado, de la banca usurera y tramposa, en fin el criterio ley de todos los monopolios que tienen el fin primordial y último de generar con cualquiera actividad económica el más alto índice de ganancia financiera. Junto con el tremendo daño social, con esta ley se compromete seriamente la soberanía nacional en cuanto a los derechos del Estado y de todos los chilenos sobre los recursos del mar.
Otro tema que ocupa la atención, dice relación con la representatividad política y social. Con la nueva ley electoral se produjo una tremenda sorpresa, pero que para los revolucionarios no fue más que la confirmación de un proceso, que reflejaba la progresiva descomposición del bloque dominante y el claro divorcio que se estableció entre estos sectores de la burguesía y los intereses de las mayorías. Con la tremenda abstención en las últimas elecciones municipales, los partidos del desacreditado sistema binominal registraron una representación irrisoria y del todo preocupante para sus ambiciones.
La llamada ciudadanía expresó en estos últimos comicios, una más real y objetiva representación de los partidos políticos. Si la Alianza tenía el 32,9 por ciento de los votos válidamente emitidos, ahora sólo tiene un 13%, en tanto la Concertación bajó de un 42 a un 17%. Así dada las cosas, tenemos que cada partido sufre una significativa baja en este apoyo «ciudadano»: la UDI, baja de 17,24% a 6,84%; RN baja de 15,70% a 6,24%; el PDC, de 15,11% a 6,0%; el PS, de 12,24% a 4,96%; el PPD, de 9,94% a 3,95%; y el PR, de 5,73% a 2,28%».
Podemos decir, sin equivocarnos que, la masiva abstención en las elecciones municipales del 28 de octubre (60,8%: 8 millones de personas), expresó un desaire político y social enorme al bloque dominante, pero que al mismo tiempo puede tener varias aristas. Entre las posibles que se dibujan, está la crisis de representatividad que desde hace rato, ha establecido una tremenda brecha entre los intereses de la gran burguesía y sus aliados y los intereses de los trabajadores y el pueblo. La clase dominante se ha sumido en el desprestigio y descrédito político, al insistir, pese a las demandas populares, con un modelo ya colapsado y una crisis estructural del sistema con recurrentes ciclos de amenaza a la estabilidad económica y social de las mayorías pobres de este país.
Más allá de que los representantes políticos del bloque en el poder, resientan las consecuencias de estos antagonismos, aquellos alienados «ciudadanos» comienzan a abrir los ojos y comienzan a resistir el engaño y la demagogia tan insistente de los agentes del capitalismo. El contundente resultado electoral, está firme insultando la frivolidad con que ahora pretenden enganchar la conciencia o la ingenuidad de las masas, ofreciendo primarias, como si de la noche a la mañana se convirtieron en demócratas.
Con los siguientes pasos, la clase dominante quiere seguir manteniendo a los trabajadores y a los sectores populares como los objetos de su crisis, y la correlación general de fuerzas hoy día le brinda las posibilidades para que el peso de ésta se la carguen a los sectores dominados.
Podemos afirmar que la crisis económica de una formación social eminentemente capitalista, nos abre entonces una posibilidad pero no tiene una función decisiva. Puede ser el punto de apoyo desde el cual se puede bosquejar un nuevo sistema, pero siendo parte aún de la autorregulación del sistema inicial. Tal crisis puede llegar a ser el origen de una situación revolucionaria: pero no se transforma en revolucionaria -es decir, no alcanza ese sentido- sino por medio de un sujeto que asume la responsabilidad histórica y se encarga del proceso de transformación social. Sobre este aspecto, el marxismo siempre se ha pronunciado con claridad, en especial cuando se tiene que responder a todos los fatalistas que esperan salvarse con la última crisis del capitalismo. Los pusilánimes, no han entendido que la diferencia cualitativa entre esa última crisis del capitalismo, su crisis terminal o crisis decisiva, y las crisis anteriores, no está dada por una simple transformación de su duración o de su profundidad, es decir, de su cantidad o calidad. Más bien, este cambio se expresa en el hecho de que los sectores dominados dejan de ser el simple objeto de la crisis y desdoblan abierta y plenamente su condición de enemigos de la sociedad capitalista.
Diremos para finalizar aquí este subtitulo, que la burguesía, está consiguiendo en áreas importantes de la economía nacional, obtener grandes utilidades con sus negocios y con una tasa de ganancia media, que en situaciones de crisis, son alentadoras para sus propósitos de corto plazo. Sin embargo, debemos afirmar, que esta clase dominante y su sistema no gozan de buena salud. Es un sistema en crisis estructural, y por lo mismo, las relaciones entre las clases están en un equilibrio inestable, y esta relación tiene que ver con la imposibilidad que tiene el capitalismo de dar respuestas coherentes y racionales a los grandes e importantes problemas nacionales y lo mismo le acontece al nivel mundial. Si así no fuese, nuestra organización no existiría ni se justificaría históricamente.
LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO
Desde este otro lado de la vereda, la respuesta política y social irrumpe con variantes y tendencias, que vale la pena analizar con cierta profundidad. Los dos últimos años la dinámica política institucional, ha sido remecida por las movilizaciones y protestas de sectores sociales hastiados por el abuso y descaro de las ganancias empresariales, cansados de que los derechos se hayan trocado en mercancías y que además, ningún bolsillo de los trabajadores puede aguantar. Los alimentos, el vestuario, la educación, la salud, la vivienda, se transformaron en bienes de mercado inaccesibles, no sólo para los sectores obreros y populares, sino también para los sectores medios de la población. La acentuada, abusiva y descarada concentración de capitales y acumulación de la riqueza, generando una enorme brecha de desigualdad y exclusión social, termina por hacer salir a la calle a una cantidad de miles de personas, que demandan poner fin al impúdico robo de los patrones. El fin al lucro, emerge como una importante demanda e interpelación social popular, a todos los negociado de la burguesía monopólico-financiera, cuyas estratosféricas utilidades, ya no pueden ellos mismos justificar con ninguna fórmula de mercado, menos ética ni moralmente.
EL ECONOMICISMO
Pero, en esta vereda, no todos los descontentos, están impulsados y estimulados por los mismos intereses. Están los sectores que desde el punto de vista de sus necesidades básicas y apremiantes, se organizan y expresan por demandas puntuales y focalizadas socialmente; en este caso, estamos hablando de una lucha reivindicativa anclada en las posturas economicistas y reflejada por ejemplo, en la lucha casi transversal de los Magallánicos, por el tema del combustible y particularmente por el precio del gas; la lucha de los habitantes de Aysén convertida en un decálogo de peticiones(***); las demandas por los problemas de reconstrucción para los damnificados del terremoto, de los pobladores de Dichato; la lucha de los habitantes de Freirina contra la planta de Agrosuper; la pelea de los Huasquinos contra el Proyecto «Punta Alcalde»; y la lucha de los cientos de sindicatos y gremios que buscan mediante la negociación colectiva, el paro o la huelga legal, elevar la condición de sus salarios y mejorar la calidad de sus empleos.
Estos sectores se desenvuelven dentro de un contexto condicionado absolutamente por el modelo económico y que es finalmente el que les hace el rayado de cancha, desembocando en mayores trabas burocráticas y represivas en el caso de los movimientos «ciudadanos»; y en el caso de los trabajadores, mayores índices de subcontratación, flexibilización y tercerización de los empleos – contexto que sabemos- configura un escenario complejo para la actividad sindical a nivel mundial, considerando además que nuestro país en la actualidad tiene una baja tasa de sindicalización de 13,9%.
En este espacio de la demanda, no existe ni la conciencia de clase ni la lucha de clases. En el ámbito laboral que nos interesa destacar por su dinámica más regular, son sectores de trabajadores organizados y conducidos en su mayoría por la corriente social-cristiana y socialdemócrata, por el reformismo pequeño-burgués de izquierda, y en el peor o mejor de los casos, conducidos por dirigentes sin trayectoria y formación en este ámbito. Estas conducciones -sabemos- no pretenden ni intentarán rearmar ideológicamente a los trabajadores con propuestas o concepciones confrontacionales o rupturistas contra los patrones. Estos sectores sociales, son los que se han asimilado a las visiones y criterios legalistas de una fracción de la burguesía, a la que le interesa mantener cautiva y cooptada a los intereses patronales a amplios sectores de trabajadores y en particular a sus liderazgos, a los cuales hoy día ya los hace funcionar con total apego a la ley y a los actuales esquemas limitados de negociación laboral.
Carlos Rodríguez experto en negociación colectiva de la OIT dice: «el diálogo social y la negociación colectiva son una inversión en términos sociales para fortalecer la democracia, y en económicos para que las compañías tengan una rentabilidad importante. Por eso, trabajadores, empleadores y el propio gobierno necesitan hacer un esfuerzo para encontrar los caminos que transformen el diálogo en negociación colectiva sabiendo de antemano que es el mejor mecanismo para dirimir diferencias. Donde hay negociación colectiva, hay mayor fluidez de la democracia porque es el mejor mecanismo de redistribución del ingreso en un país donde la desigualdad está corriendo de manera desastrosa y lamentable». Sin embargo, difícilmente se podría lograr esa redistribución del ingreso, teniendo por delante cifras tan bajas de trabajadores participando de estos mecanismos de negociación. Hoy la cantidad de trabajadores afiliados a sindicatos activos alcanza a un número de 858.571, de los cuales sólo el 30%, o sea 267.000 participan de estas negociaciones según datos de la propia Dirección del Trabajo, y hasta hoy, no se conoce negociación colectiva que haya sido en términos reales exitosa para los trabajadores.
Se conoce de otros sectores de trabajadores, que audazmente han asumido huelgas no conforme a la legalidad y a los calendarios que establece la Dirección del trabajo. Si podemos considerar esta audacia como un elemento favorable a una perspectiva independiente de los trabajadores, pudiera ser, pero también nos encontramos que se sitúan dentro del mismo marco economicista de los trabajadores que actúan por el carril legal. Es decir, no nos ilusionemos con encontrar aquí visos de poder obrero o rupturismos con media o plena conciencia de clase.
Por lo tanto, analizando esta variable del descontento, tenemos que decir, que si bien en ciertos momentos se tensiona la relación capital/trabajo, por los paros o huelgas, que fundamentalmente sirven como instrumentos de denuncia de los abusos y explotación de las empresas, lamentablemente por la camisa de fuerza que representan las leyes laborales y el espejismo que producen estos mecanismos en los trabajadores, dadas las dirigencias que están a la cabeza de los sindicatos o gremios; se pierde absolutamente toda noción de antagonismo social y el obligado «diálogo social» legal, sustituye o encubre de manera sutil las verdaderas contradicciones de clase entre los llamados «empleadores» y «empleados».
No está demás recordar, el cómo en el pasado, el sindicalismo clasista, al margen de todo formalismo y protocolo negociador, propiciaba que los propios dirigentes tomaran la iniciativa y prepararan las condiciones para enfrentar a los patrones, estableciendo con claridad las demandas de los trabajadores y más allá del marco legal existente, imponer mediante el recurso de la lucha, la justeza de la petición. Hoy, la fracción burguesa que busca mediante Escuelas y Diplomados de formación sindical, cooptar y someter a sus intereses a los trabajadores y sus organizaciones; intenta la estructuración de un sindicalismo impecable, ojalá de cuello y corbata; en el que la conducción de la negociación y el conflicto queda absolutamente en manos de también un impecable abogado o ingeniero comercial; los que con honorarios no despreciables intentarán mediante el diálogo; alcanzar con posiciones moderadas y prudentes, un nivel razonable de éxito en el acuerdo con la empresa.
LA CONCIENCIA DEMOCRATICO-REIVINDICATIVA
La otra variante del descontento lo encontramos con aquellos sectores, que fruto de su experiencia y desarrollo en el ámbito social y político, se hacen capaces de captar contradicciones más de fondo en los fenómenos sociales.
Estos sectores sociales, politizados en sus representaciones, y como resultado de sus movilizaciones, han logrado instalar en la escena nacional la discusión de temas que estaban vedados en la agenda política de la clase dominante. Los estudiantes secundarios como universitarios, pusieron en cuestionamiento todo el sistema educacional chileno, que ya desde hace dos décadas había entrado en una profunda crisis en todos sus niveles. Se comenzó de esta manera a configurar de forma embrionaria un movimiento estudiantil, que a partir de sus enfrentamientos con el sistema, hace aprendizajes y de manera progresiva se va dotando de un perfil más clasista, interpretando con sus luchas y demandas la suerte de las mayorías. Sin embargo, todavía está en ciernes, un visión que desde la educación extienda y despliegue socialmente, contenidos transformadores que efectivamente dispongan a las estructuras y actores de la educación al servicio de un proyecto de desarrollo nacional, independiente y soberano.
La actual generación de estudiantes, aún no ha advertido, su conexión con las luchas históricas de esta franja. El cómo los estudiantes desde los comienzos del capitalismo, constituyeron un segmento social crítico a las concepciones conservadoras de la burguesía en los planos religioso, cultural y político; reconectarse con esta historia y sus lecciones, a nuestro juicio, fortalecería y daría una consistencia enorme a las propuestas políticas de este germinal movimiento, creemos que los antecedentes históricos, en especial los del periodo de la reforma universitaria (años 60) pueden brindar importantes luces en cuanto a las finalidades estratégicas.
Desde el punto de vista de la conducción, los estudiantes como el magisterio, aceptan y reconocen con más o menos ambigüedad, la relación estrecha entre lo social y lo político; esta modalidad para disputar la representación de las bases en el Colegio de Profesores, en las federaciones y Centro de Alumnos o en las asambleas de estudiantes secundarios, relativiza el intento de levantar como alternativa un falso gremialismo, como en cierto modo lo ha pretendido sin éxito la llamada izquierda autónoma y el anarquismo. Aceptamos que hoy desde la izquierda, la representación política del espacio de la educación lo disputan el reformismo pequeño-burgués (JJ.CC. J.S), la Izquierda Autónoma, el Anarquismo (FEL) y sectores marxistas con menor posicionamiento en este frente social.
El desplazamiento que ha afectado a las JJ.CC. desde el año pasado y la ocupación de este espacio por «los autónomos», que en un primer momento fue interpretado, con muchas expectativas como un salto cualitativo y de radicalización del conflicto; prontamente desinfló lo esperado, para ver perder en la dirigencia la iniciativa y posteriormente hacer retroceder a todo el movimiento educacional a la defensiva. En términos de situaciones importantes como estas, es que conviene aclarar si el cansancio y desgaste objetivo del movimiento, se debió a que en la totalidad de las acciones como paros y toma de los establecimientos, no estuvo de comienzo a fin, comprometido un masivo número de estudiantes, sino más bien los activos políticos y sus simpatizantes periféricos, a diferencia de las marchas que si tuvieron una convocatoria claramente amplia y masiva. O, este cansancio y desgaste objetivo, se relacionó con una conducción política de corto plazo y sin un claro horizonte estratégico. No nos olvidemos, que las JJ.CC. por muchos años (1994 a 2010) sostuvieron la demanda de «Arancel Diferenciado» y se ven obligados por la fuerza de los hechos a levantar la consigna de «Educación Gratuita y de calidad», consigna que los sectores revolucionarios hacía ya mucho tiempo, la habían convertido en varias universidades estatales en una importante bandera de lucha (1994- hasta hoy).
Ahora, cuando este movimiento se posiciona social y nacionalmente, uniendo a la demanda principal de educación gratuita, el rechazo al lucro, clavando una verdadera daga en el vientre del modelo; ocurrió que para tan importantes reivindicaciones, la dirigencia se quedó corta de estratagemas, corta de aquella habilidad política necesaria y oportuna (el ardid), para mantener no sólo el entusiasmo, sino el compromiso consciente y responsable de los miles de estudiantes y de los sectores aliados.
El cansancio y desgaste, ocurre entre las dos gestiones (JJ.CC. -Izquierda Autónoma), sólo que con la última gestión se concreta una postura defensiva y posterior reflujo del movimiento. Por lo tanto, nosotros pensamos que ambas izquierdas comparten niveles importantes de responsabilidad en ese reflujo. La base social en las elecciones del 2011 apostó a un salto cualitativo del movimiento y esa tarea se la encomendó a la Izquierda Autónoma. Estamos convencidos que ambas izquierdas fueron cortoplacistas y adolecieron de un claro horizonte estratégico, que ambas izquierdas se quedaron cortas de habilidades para sostener en términos tácticos al movimiento, y que ambas izquierdas no contaron con un proyecto capaz de nutrir la conciencia de las bases e incorporar con sabiduría e inteligencia el legado histórico y la mística que entusiasme el espíritu de los protagonistas, porque en coyunturas como la dada, se opera claramente aunque de manera larvaria, la configuración del Sujeto Histórico y eso deben concientizarlo todos los que luchan, es decir, saber descubrir, oler y sentir cuando soplan vientos de cambios.
CONCIENCIA DEMOCRÁTICO-REVOLUCIONARIA
Aquí estacionaremos el análisis, en una franja político-social, que estando presente en la contingencia, constituye hoy día, una franja minoritaria y con una limitada ascendencia social. La franja revolucionaria, de la cual somos parte, ha sostenido lamentablemente hasta hoy, sus condiciones de atomización orgánica y dispersión ideológica.
Al referirnos a esta franja, estamos teóricamente hablando de los partidos, movimientos o colectivos que tienen como base de su concepción al Marxismo-Leninismo. Cada una de estas orgánicas, aparte de que viven su particular experiencia política y de acumulación de fuerza, en lo fundamental y en la mayoría de los casos, continúan cautivas del nocivo fenómeno del caudillismo personalista o de camarillas, siendo este, una de las principales y más importantes trabas y limitaciones para el desarrollo teórico, que posibilite des-entrabar los retrasos e incluso retrocesos que se han operado en la conciencia y en el desenvolvimiento práctico de estos grupos.
Tales falencias o déficit teóricos, han impedido a nuestro juicio, cumplir con dos grandes tareas para el actual periodo de la lucha de clases.
1° Tarea. La búsqueda y realización consciente de la unidad revolucionaria: Convergencia orgánica, política y teórica de todas las fuerzas revolucionarias.
En cuanto a este punto, tenemos que decir: Producto de la limitación teórica, del ensimismamiento orgánico, el excesivo personalismo de sus dirigentes, y concepciones tácticas cortoplacistas y sectarias; se ha dificultado por cerca ya de dos décadas, la decisión y voluntad de establecer los espacios políticos necesarios y francos, para reflexionar, debatir y confrontar posiciones de carácter táctico y estratégico, que hubiesen ayudado a bosquejar un camino y práctica revolucionaria común.
Esta presencia diseminada en los distintos frentes sociales, le ha dado a los esfuerzos y a la política revolucionaria, el carácter de experimentos sociales, que han convertido a estos frentes, en verdaderos laboratorios de ensayo de cada particular intervención de estas orgánicas. Cada orgánica es una táctica, es una bandera, es un logo, es una sigla; y como son muchas las orgánicas, entonces se aparecen ante los sectores sociales como muchas ofertas en competencia, para disputar su conducción.
Dada esta realidad, nos preguntamos de qué forma se puede realizar la conducción, o la orientación político-ideológica, que debe apuntar a convertir a los sectores dominados en un sujeto histórico, antagónico al sistema; si cada orgánica por su atomización y la dispersa condición de sus enfoques teóricos, que además se traducen en apuestas táctica diversas y por lo mismo, con un marcado sesgo de unilateralismo, no pueden cada una por sí misma, objetivamente, erigirse en un faro para el conjunto del proletariado.
Esta lamentable y trágica atomización y dispersión ideológica, nos ha impedido entender, a pesar de las interpelaciones que nos plantea la reactivación social, que cada orgánica puede ser perfectamente un conjunto organizado de células receptoras y conductoras de la realidad, participando dentro del gran cuerpo social obrero y popular, como de igual modo, nuestra propia orgánica puede y debe realizar la misma tarea, asumiendo a plenitud que se puede compartir un cuerpo único, y que se hace presente en los distintos frentes sociales obedeciendo a una sola y misma cabeza o cerebro conductor. Sólo la unidad permite resolver que seamos uno siendo miles, que cada orgánica ponga a disposición de un solo proyecto revolucionario, la capacidad, el compromiso y responsabilidad de todos sus miembros, seguros y convencidos de que otras orgánicas con sus militantes comienzan el mismo empeño, recorren el mismo sendero y que esa práctica nos hermanará orgánicamente con un mismo objetivo estratégico. Cuando la política está desarmada o hecha trizas, la crisis revolucionaria no irrumpe o si irrumpe, irrumpe dividida, cargada pedazo a pedazo, dominada frente tras frente.
La crisis del sistema está instalada, aún cuando la clase dominante construye cercos sociales, económicos o políticos, para dificultar nuestra marcha. También continúan presentes los fenómenos de fragmentación social, de alienación y sujeción social propios del modelo, que nos impone el individualismo, el consumismo y la competencia arribista. La reactivación social que comporta un pequeño paso adelante para los trabajadores y el pueblo, no logró hacerse más extensa y más profunda. En este caso la dialéctica histórica, nos aclara que, cuando la crisis afecta a una formación social determinada, esta o cualquiera crisis, no puede desatar las condiciones de un enfrentamiento más agudo entre las clases, en tanto, los sectores dominados no se transformen en antagonistas del sistema, es decir, en tanto los trabajadores y sectores aliados no se transformen en el sujeto histórico dentro de la crisis y dirija su fuerza en contra del Estado, único blanco estratégico de las clases subalternas, y el guardián que vigila las relaciones de producción, que constituyen la camisa de fuerza de los sectores productivos.
Estamos claros entonces, que el cambio de fase en la lucha de clases, no es un cambio de periodo de la lucha de clases. Estamos claros también, que los sectores dominados: los trabajadores, el pueblo y otras capas sociales, no se han constituido en sujeto antagónico al sistema. No existe ese sujeto histórico clave que expresa al movimiento social y lo convierte en Fuerza Social Revolucionaria. Ante esta ausencia o conformación progresiva y larvaria de este sujeto, se torna perentorio constituir el sujeto político que le da vida y sustento teórico.
Lenin nos aclara en este punto, elementos que son necesarios para distinguir y con el cuidado que se merece, el sujeto teórico-histórico de la revolución (la clase obrera, que cambia la forma o modo de producción) y su sujeto político-práctico (la vanguardia, que cambia la formación social). Este sujeto histórico, que ya no representa al proletariado «en sí» dominado económica, social, política e ideológicamente, sino al proletariado «para sí», consciente como clase del lugar que le corresponde en el proceso de producción y consciente de sus propios intereses históricos.
Pensamos que es muy difícil, aspirar y jugarse por esa unidad, cuando no están comprendidas las nociones claves del antagonismo y enfrentamiento entre las clases, del papel que juega el Estado, la comprensión de la lucha espontanea de los sectores sociales y la cercanía de los revolucionarios para ver en este espontaneismo como decía Lenin «el elemento embrionario del consciente». Saber con propiedad que existe una espontaneidad confusa y dominada y distinguirla de una espontaneidad liberada y fecundada por la acción y luchas de la vanguardia. Y aquí es donde además nos plantea que la conciencia revolucionaria sólo puede llegar desde afuera, desde los intelectuales revolucionarios, porque son portadores del conocimiento y de la comprensión global del modo de producción y de las contradicciones de clase. La clase obrera, afirmada en sus propios medios, no puede llegar sino a la conciencia economicista.
En los momentos de crisis revolucionaria se encuentran presentes y preparados los dos sujetos. El sujeto teórico (la clase obrera) porque representa la condición que posibilita el nuevo orden social y el garante de la estrategia revolucionaria; y el sujeto político, es decir el partido, porque es el que diseña y asume la táctica de dicha estrategia. Esta razón histórica obligó a Lenin a la doble tarea de definir el sujeto teórico de la revolución que se preparaba y de proporcionar a ésta el sujeto político capaz de encarnarla.
Entonces, regresando al punto de análisis, e intentando explicarnos las dificultades y limitantes de la franja que expresa en la actual fase de reactivación social, el estadio de conciencia democrático-revolucionario. Tenemos que aceptar y reconocer, que esta franja revolucionaria se encuentra a mucha distancia de configurar ese necesario sujeto político del que nos habla Lenin.
La organización revolucionaria, entendida así, como sujeto político no es ya una forma ideal o pura: es el crisol de una voluntad política colectiva que se expresa por medio de una teoría en perpetuo desarrollo y un programa de lucha. La selección de los militantes y el centralismo constituyen, en esta concepción, dos pilares fundamentales. No por capricho sino por necesidad: una necesidad que no se termina de comprender sino poniendo enfrente la organización con su objetivo estratégico: la revolución.
La Convergencia revolucionaria, que viene a ser el punto de inicio de la lucha radical por los cambios, el momento del pacto estratégico entre los militantes revolucionarios, el momento de la decisión sin retorno por ser la encarnación visible, material y objetiva, de la conciencia de clase del proletariado, este momento, esta condición, no está dada. Debemos ahora, intentar imaginarnos la concreción de esta gran y costosa tarea. Sobre todo, porque hoy somos en la realidad nacional, apenas unos átomos impotentes que intentamos chispear, pero que ni siquiera existimos para nuestros enemigos.
2° Tarea. La reconstrucción del Movimiento Obrero y Popular: Primer peldaño de la organización clasista de los trabajadores. La Alianza trabajadores-pueblo.
En este periodo, lo más cercano a una lucha democrático-revolucionaria, estuvo dada en el año 2007 por los obreros forestales contra la empresa Bosques Arauco del grupo Angellini, lucha obrera que rebasó la ley laboral imponiendo combativamente la negociación inter-empresa. Vivieron un duro costo, pero el sacrificio del obrero Rodrigo Cisterna, estimuló aún más el ánimo y la disposición combativa; y los trabajadores forestales tuvieron la capacidad y la fuerza social de convertir su lucha sindical en una lucha política, apoyada además por amplios sectores sociales a nivel nacional, obteniendo un enorme triunfo en contra de la clase patronal.
Un segundo ejemplo, estuvo dado por los obreros subcontratados de CODELCO, hoy día organizados como Confederación de Trabajadores del Cobre y que agrupa a 80.000 trabajadores de minas privadas y estatales. También este sector dio una lucha enconada y resuelta logrando concitar el apoyo de amplios sectores sociales que alentaron su lucha, en tanto esta dejó en evidencia una de las formas más abusivas de la súper-explotación del modelo económico. Fue en extensión una larga pelea, pero que logró legitimar la organización obrera inter-empresa perfilando con su decisión y combatividad todo un sello clasista.
Sin embargo, en ambos hitos de lucha obrera, los trabajadores que tuvieron la real capacidad de ir más adelante, y exceder el estadio de conciencia economicista, fueron frenados en ese impulso espontaneo por sus propios dirigentes. El odio y descontento que por años, ambos sectores habían acumulado, dio lugar a una clara expresión de violencia clasista y rebelde y que fue ganando masividad y simpatía en otros sectores de clase. Los dirigentes no fueron capaces de interpretar esta rebeldía en una perspectiva de largo plazo y quedaron atrapados en una conducción cortoplacista dada su concepción reformista pequeño-burguesa, pero, en su variante obrera.
En aquellos eventos, de un carácter político-social tremendamente significativos para la maduración y aprendizaje de los sectores obreros y populares, nosotros los revolucionarios -valga aquí la autocrítica- una vez más estuvimos de espectadores y haciendo de conciencia crítica de la dirigencia reformista, que en todo caso, en esas circunstancias, habían hecho mucho más que todos los revolucionarios juntos. En estos dos hitos como decíamos, en los que la solidaridad de clase, pudo haber sido el acicate, para poner de pie a millones de explotados y oprimidos por el capitalismo, la presencia y legitimidad de un liderazgo reformista y teniendo como reverso la ausencia de los revolucionarios, constituyó en lo negativo, la relación dialéctica de un proceso en desarrollo ascendente, que es trabado y puesto en repliegue, no por la fuerza del enemigo, sino por la propia conducción reformista. Luego, en Chile no hemos vuelto a tener movilizaciones obreras con las mismas características, que como dijimos, estuvieron a muy poca distancia de configurar un movimiento de naturaleza democrático-revolucionaria y teniendo a la clase obrera como la vanguardia de la lucha anticapitalista. Ese episodio del enfrentamiento de clase quedo como una importante lección que vale la pena conocer en sus detalles.
Para Lenin, siempre fue una preocupación permanente, definir y presentar al proletariado como la clase social investida de la misión histórica revolucionaria. Del mismo modo, le preocupó caracterizar como capitalista la formación social en la que le tocó vivir y actuar como dirigente revolucionario. Junto con realizar esta caracterización, deja en claro que la independencia de clases del proletariado es la única condición que posibilita resolver las contradicciones de una sociedad como la capitalista. E insiste en que en el programa de la revolución y en las alianzas que se forjen, jamás se debe olvidar el papel independiente del proletariado.
Es precisamente la independencia de clases, la que ha quedado siempre anulada con las distintas variantes de conducción pequeño-burguesa que han ejercido, tanto los sectores de la izquierda reformista, como los sectores de la izquierda postmoderna, digamos el PC, el Anarquismo y el Autonomismo. Lo que hoy día está dado como limitación al desarrollo de condiciones para agudizar aún más las contradicciones de clase, pero también para precipitar una crisis revolucionaria, es que la franja revolucionaria no termina de estar en una fase de infantilismo también pequeño-burgués, y lo decimos así, porque los datos objetivos, el discurso (los argumentos) y las formas de intervención y de lucha, expresan en general un radicalismo completamente divorciado del estado de ánimo real de los sectores sociales. La constatación más lamentable, es que la madures ideológico-política; la comprensión exacta de que es y que hace una Dirección Revolucionaria en cuanto a rol organizador y educador por una parte, y de interprete y catalizador de los intereses de los trabajadores y el pueblo por otra; no pueden asumirse porque en definitiva no pueden entenderse y esto ocurre porque también, somos como franja revolucionaria, discípulos a medias de las teorías que decimos utilizar como guía para la acción. En situaciones como las señaladas es que se confunde la capacidad real de conducción, con el ánimo voluntarista de acometer tareas, independientemente de que estas respondan o no a una visión o concepción programática.
Nos hemos referido a dos elementos claves y estratégicamente necesarios para preparar y producir los cambios revolucionarios. También nos hemos referido a dos factores fundamentales para impulsar y sostener en términos estratégicos esos cambios revolucionarios. Sujeto teórico y sujeto político, la conciencia de clase y el programa revolucionario: Estos constituyen los cuatro indispensables pilares, que los revolucionarios tienen que integrar y comprender en su totalidad, como el sustento esencial de su tarea en un proceso de acumulación, constitución y movilización de fuerzas.
Lenin nos recuerda siempre que la vanguardia revolucionaria es la fusión del movimiento obrero y del socialismo. Separado del Partido Revolucionario el movimiento obrero cae en descomposición y se aburguesa. Se podría decir además que, separado de las luchas obreras, el socialismo pierde sustento y también se aburguesa; él recoge de estas luchas el «instinto» de clase revolucionaria. El Partido Revolucionario constituye un puente entre la conciencia más elemental del proletariado y el papel que le está teóricamente asignado. El Sujeto político es entonces, el intermediario necesario entre el concepto de clase obrera y su realización práctica, enajenada en la sociedad capitalista. Es por esta razón que la tarea del partido no es imaginar nuevos métodos de ayuda a los trabajadores, sino apoyarlos en las luchas en las que ya están empeñados y desarrollar su conciencia de clase.
La tarea del partido es atender de manera consecuente los dos extremos entre los cuales desarrolla su acción: el entendimiento y comprensión teórica del proceso de producción, del rol del proletariado, o sea, de la revolución, por una parte, y por otra, el contacto estrecho y directo con las luchas diarias y comunes de los trabajadores. En este doble compromiso, la vanguardia basa su estrategia. Además de ser «la encarnación visible de la conciencia de clase del proletariado», el partido es el representante vivo y real de la distancia que existe entre el papel teórico del proletariado y su conciencia enajenada por la ideología dominante.
Así concebida la organización, no es un instrumento decantado de sus aristas e imperfecciones, del mismo modo que la teoría no se nos presenta como una ciencia pura. La organización asimila las contradicciones del sistema en el cual está inserta. Un buen ejemplo de ello, fue el fenómeno del oportunismo en la Segunda Internacional. Al respecto se hicieron plenamente coincidentes las tesis de Lenin y de Rosa Luxemburgo cuando analizaron las bases y razones sociales de este oportunismo. Ambos calzaron su mirada en el legalismo parlamentario que se ejercía en aquellos prolongados períodos de estabilidad relativa (equilibrio inestable), los cuales estimulaban el surgimiento de un segmento de representantes profesionales de la clase obrera, todos ellos con ambiciones parlamentarias y ministeriales y tentados con las distracciones de la burguesía. Este segmento político, solía apoyarse en los sectores de la aristocracia obrera y la pequeña burguesía intelectual, interesadas en las migajas de los robos coloniales.
Hoy estamos siendo testigo de este tipo de desviaciones, de las ilusiones que le venden a los sectores obreros y populares, quienes también en los actuales momentos se sienten tentados por los jueguitos institucionales de la clase dominante. Se han levantado los PRO, los IGUALDAD, los MAS, los pro-Asamblea Constituyente, etc. Intentan torcer una realidad que no se han esforzado por analizar con rigor y espíritu científico. Alentados por sus ambiciones, más que por procurarles de verdad una salida posible al pueblo, su afán pequeño-burgués y oportunista, los lleva a engañar y a auto-engañarse. Si ayer algo supieron o comprendieron de dialéctica-materialista, ahora prefieren olvidarlo y reemplazar las categorías del marxismo por un cómodo unilateralismo que les permite atajos intelectuales para llegar los más rápido que puedan a los espacios institucionales burgueses, pensando -a lo mejor- justificarse ideológicamente con una oportunista y mal utilizada argumentación de Gramsci o de la Luxemburgo, que es lo que suelen hacer hoy por hoy los nuevos renegados.
En todo caso, queremos cerrar este punto, insistiendo de manera explícita, que la Unidad Revolucionaria como la reconstrucción del Movimiento Obrero y Popular, han sido recogidos muchas veces como enunciados de paso, que no se han constituido en objetivos fundamentales (relativo a fundaciones = cimientos) de cualquier proceso de acumulación de fuerza. Cuando apresuradamente se habla de cambios, de Poder Popular, no se detiene el discurso para explicarse donde se pueden asentar esos cambios o cual va a ser la base de sostenimiento del Poder Popular. Instalar la exhortación revolucionaria olvidando el método organizador y constituyente de la fuerza que encarnará ese viraje histórico, resultará un llamado en el vació sin actores y sujetos que construyan e historicen esas finalidades revolucionarias.
QUE ES LO SIMPLE Y QUE LO COMPLEJO
Sin duda que la actual coyuntura, adversa y compleja por los varios factores que postergan las tareas estratégicas para momentos indefinidos, de todos modos, no nos enfrenta desde un punto de partida cero. Existen legados que recoger y tomar en cuenta; como una valiosa herencia de tradiciones, construcciones teóricas y lecciones prácticas; ricas en métodos y modelos de organización y de lucha. También contamos con las experiencias más recientes que suman los aciertos y también los fracasos de una lucha heroica contra un enemigo recalcitrante y poderoso: la Dictadura y el Imperialismo norteamericano sacando en nuestro país «las castañas con la mano del gato». En fin, la izquierda y los revolucionarios, no nos encontramos huérfanos de los contenidos y fundamentos que nos ayuden a rearmarnos y a rearmar a nuestros hermanos de clase.
Pero, aún subsisten con la nueva generación de revolucionarios, defectos que limitan o frustran ese esfuerzo por rearmarnos ideológicamente. La soberbia, la arrogancia, la ausencia de humildad; actos que conspiran de manera muy negativa, para posicionar la más elemental de las actitudes en función del conocer y aprender: el saber ESCUCHAR.
Por lo mismo, es bueno y necesario que los viejos y los jóvenes militantes, no olviden y sepan que, la izquierda chilena nace, crece y se desarrolla en medio de una dura explotación, de una asfixiante opresión social y enfrentando permanentemente ciclos de represión trágicos que volvía las masas al repliegue para después de un corto o largo tiempo, nuevamente desatar la protesta y la lucha. Fueron hombres y mujeres a los que los hermanó el hambre, la miseria y el sufrimiento; hombres y mujeres que se ayudaron a crecer, se acompañaron a aprender; escuchando a la historia de sus sufrimientos, poniendo oído a la historia de sus heroísmos y valentía; escuchando a sus dirigentes que «a capela» les trasmitían las verdades de la lucha de clases. En las concentraciones o en las asambleas, el silencio atento y curioso de los proletarios, permitió que nuestra clase se desarrollara en conciencia y cultivara una rica y consistente cultura obrera y popular. Esta dialéctica relación de palabras y oídos hizo nacer la filarmónica, el teatro de los pampinos, la prensa obrera que expreso de forma elocuente el despertar de los trabajadores. La voluntad, la necesidad de aprender a explicarse sus carencias, sus debilidades; explicarse la impotencia y la rebeldía que brotaba de las condiciones de explotación y abuso patronal. Todo se unía en la actitud humilde, que no tenía que ver con los resabios del servilismo, sino que con un instinto de clase que disponía apertura y generosidad a la llegada del conocimiento. Rechazar con conciencia las condiciones capitalistas del embrutecimiento y la ignorancia, para abrirle puerta a la inteligencia y a la sabiduría. Así la clase obrera descubre que su lucha tiene sentido, posee dirección, tiene entendimiento y razón.
Así, lo que pudiere parecer la preocupación por cuestiones domésticas o sicológicas, tiene en verdad, un alcance de naturaleza estratégica, y también se relaciona con las cuestiones esenciales de la construcción política. Cuando en un Partido revolucionario hablamos de la formación de cuadros, estamos precisamente tocando cuestiones bien de fondo y que en el día a día pueden significar grandes aciertos o tropiezos tácticos lamentables. La acumulación en el plano ideológico, constituye uno de los soportes culturales más importantes de un proceso revolucionario, el Comandante Fidel nos decía hace unos años atrás, que la Revolución era hija de la cultura y de las ideas, y esto se expresa así, porque los revolucionarios contamos con un patrimonio intelectual tan vasto, integral y profundo, con el cual nos haríamos capaces de fundar una nueva historia. Sólo que esta concepción debemos conocerla en esa vastedad y profundidad que tiene, para hacerla efectivamente una gran herramienta de cambios revolucionarios. Es decir, tenemos que educarnos, tenemos que capacitarnos, tenemos que prepararnos con los contenidos del Socialismo Científico para ser los mejores dirigentes de nuestra clase.
El Che sabía cuánto costaba, cuánto demoraba, y cuan adversa eran las condiciones que se enfrentaban, para poder hacer surgir ese militante, ese cuadro revolucionario. Él sabía, porque precisamente había hecho ese extenuante recorrido, que nada nuevo y bueno puede resultar, utilizando lo que llamó «las armas melladas» del capitalismo. Se requiere de nuevas herramientas e instrumentos, y que las experiencias y luchas del proletariado nos han proporcionado para enfrentar a nuestro enemigo en todos los terrenos, de los cuales el plano moral resulta ser la nutriente más importante del compromiso, responsabilidad y voluntad de lucha.
La Táctica de Construcción de Partido, es el diseño teórico central de la constitución y articulación de la columna vertebral de la revolución, por lo tanto, no puede ser dejada al azar la armazón del soporte ideológico principal de la lucha que librarán miles o tal vez millones de explotados y oprimidos por el capitalismo. Y es este instrumento estratégico el que contiene como una preciada condición de su estructura, la moral revolucionaria. Esta moral cien por ciento histórica, asentada en las condiciones de la realidad y resultado además de las confrontaciones con los valores de la clase dominante en una clara expresión de una dialéctica de lo concreto, como parte significativa de las contradicciones de clases, en particular en la guerra de las ideas, se hace referente normativo y disciplinario para el que abraza como suyo el compromiso revolucionario.
El «Che» tempranamente en sus escritos, respecto de este rol de conductor o dirigente, interpelaba y afirmaba que: «Quien aspire a ser dirigente tiene que poder enfrentarse, o mejor dicho, exponerse al veredicto de las masas, y tener confianza de que ha sido elegido dirigente o se propone como dirigente porque es el mejor entre los buenos, por su trabajo, su espíritu de sacrificio, su constante actitud de vanguardia en todas las luchas que el proletariado debe realizar a diario para la construcción del socialismo.» (2) Pero qué ocurre, si lo sectores sociales aún permanecen a la deriva, o en el mejor de los casos se encuentran conducidos por políticas reformistas que les apartan de sus propios intereses. Qué ocurre, cuando la relación entre los trabajadores y el pueblo y la franja revolucionaria es débil, y no existe además, la madures política y teórica capaz de establecer cuestionamientos mutuos en una relación de crítica y autocrítica en un contexto de vínculo clasista. Aquí es donde confirmamos lo que Lenin nos recuerda, cuando plantea que la vanguardia revolucionaria es la fusión del movimiento obrero y del socialismo. Que separado del Partido Revolucionario el movimiento obrero cae en descomposición y se aburguesa y viceversa, la vanguardia separada del movimiento obrero también cae en descomposición y se aburguesa.
Debemos siempre tener muy claro, que todo proceso de suma de fuerzas, es un camino irregular, en el que se dan avances y retrocesos; es un camino que nos presenta múltiples relaciones que se van configurando en la marcha y que concatenadas hacen parte de un todo; donde se enhebran desde los pequeños y simples esfuerzos, hasta los más grandes y complejos, y es esta acumulación de variables y contenidos diversos, cuantitativos unos y cualitativos otros, los que van dibujando medios y metas, recursos y finalidades cuya perspectiva denota una naturaleza de ruptura y cambio revolucionario. En este itinerario sus principales protagonistas son los cuadros revolucionarios, aquellos que poseen el más alto grado de compromiso con los explotados, con sus intereses y con su causa.
Sin embargo, por esa dialéctica de lo concreto de la que hablábamos, por esa historicidad de las apuestas teórica, lo fuerte se mezcla con lo débil, y la práctica cotidiana y sencilla se mezcla con la aspiración de gran alcance, y en medio de este dinamismo se pueden advertir los vacíos, las inconsecuencias, los equívocos, y dado esto el Che educaba diciendo que: «Hay debilidades grandes y hay que trabajar sobre ellas. Trabajar organizando, trabajar puntualizando el lugar donde duele, el lugar donde hay debilidades que corregir, y trabajar sobre cada uno de ustedes para poner bien claro en sus conciencias que no puede ser buen comunista aquel que solamente piensa en la revolución cuando llega el momento del sacrificio del combate, de la aventura heroica, de lo que se sale de lo vulgar y de lo cotidiano y, sin embargo, en el trabajo es mediocre o menos que mediocre.»(3)
Es la moral revolucionaria la que hace diametralmente opuesto al capitalismo, el sentido histórico de nuestra marcha hacia un mundo nuevo y justo. No se trata simplemente de una administración lógica de piezas que se disponen para un juego de guerra, se trata de una esencialidad distinta, cualitativamente diferente. Se trata de la superación objetiva y subjetiva de la condición de barbarie en la que nos ha colocado el capitalismo, y alcanzar el socialismo como la gran ruta hacia la plenitud y felicidad humana.
Entretanto, esa esencialidad opuesta y enemiga de la moral burguesa, se construye en el día a día de la explotación y del abuso patronal, se construye en el día a día de la organización de los trabajadores y del pueblo. Es una semilla, sembrada por las generaciones anteriores de revolucionarios, y sólo se puede hacer fecunda si las nuevas generaciones de militantes, entienden su papel histórico como una misión en la que no pueden estar comprometidos los egos y las vanidades personales, propias de un mezquino individualismo pequeño-burgués, sino por el contrario, invertimos el espíritu generoso y sacrificado, tal como decía el «Che» a los jóvenes comunistas de Cuba, deben estar impregnados «del espíritu de conductor mediante el ejemplo, de conductor modesto, de conductor sin estridencias, que debe tener un miembro del partido.»(4) Por ahora, debemos exigir, que los nuevos líderes, si se aprecian como tales, con toda la honradez y honestidad que le da sello a los revolucionarios de todos los tiempos, tienen que hacerse cargo de sus debilidades y defectos, de sus desviaciones e influencias enemigas y ganar la decisión madura para corregir todas estas fallas. De lo contrario, con estos lastres a cuesta, sólo estarán provocando un serio daño al logro de los objetivos de reconstrucción de nuestra clase y su necesidad imperiosa de rearme ideológico.
LOS SALDOS EN CONTRA O A FAVOR DEL CAMPO OBRERO Y POPULAR
Las nuevas generaciones de luchadores, están haciendo el aprendizaje que las contradicciones actuales de la lucha de clases imponen, están enfrentadas al mismo ciclo pero sobre nuevas bases de desarrollo del capitalismo, de los principios del siglo XX, cuando se iniciaron en Chile las primeras luchas obreras. Aquel ciclo iniciado con Luis Emilio Recabarren, cuando todo era germinal en la organización y en la conciencia, en esta etapa de nuestra clase donde se paran las primeras tablas de las escuelas sociales y políticas con los que se va armando el entramado de la concepción socialista del proletariado chileno. Un momento en que el Partido Obrero Socialista (POS) era un pequeño núcleo de educadores y organizadores de los obreros de ese largo chile, pero que con valentía, esfuerzo, sacrificio, penurias inmensas y con gran sencillez proletaria; se dieron a la tarea de unir a toda la clase obrera tras las banderas de la emancipación social y el socialismo. Una enorme y gigantesca tarea que recién comenzaba, después del prolongado reflujo que produjeron los asesinatos y las masacres de obreros en los gobiernos de Germán Riesco (1901-1906), de Pedro Montt (1906-1910), de Juan Luis Sanfuentes (1915-1920) y de Arturo Alessandri (1920-1925). Ellos, nuestros camaradas del pasado, también debieron lidiar contra el miedo, el desconcierto y el desamparo que provocaron el terror de la clase dominante, también debieron revertir condiciones de repliegue, de atomización y de desarme de las organizaciones clasista.
A los revolucionarios hoy, nos compromete el mismo desafío, pero es el mismo ciclo de reconstrucción social, de rearme ideológico, de unir y organizar, de organizar y unir en una dialéctica de procesos y finalidades que no pueden descontinuarse, so pena de prolongar las importantes tareas de asentar las bases para construir el sujeto histórico del cambio revolucionario. Debemos entonces hacer las cosas bien, las condiciones objetivas están más que dadas, y nosotros somos parte de las condiciones subjetivas que deben completarse para dar un salto cualitativo en la historia.
Ahora, al margen de la capacidad de incidencia o injerencia de los revolucionarios en la coyuntura actual, pensamos que los sectores sociales, continuaran expresando su descontento contra el modelo económico y sus políticas concretas. Una, porque las situaciones de cansancio y agotamiento en cuanto a los niveles de vida, bajos en calidad y precarios en cuanto a los ingresos de las familias populares, ya hace rato tocaron techo en varias zonas del país y hoy ese descontento tiene una extensión social y nacional muy amplia. Dos, porque los antagonismos y contradicciones con el sistema, de una u otra forma, por los efectos económicos, sociales y políticos que han generado, han nivelado los grados de conciencia de amplias capas sociales en el plano de sus demandas básicas.
Sin embargo, también pensamos, que todas las luchas obtendrán sólo logros parciales y la mayor parte de las veces, con probables retrocesos en las conquistas ganadas. Hasta ahora, la clase dominante a aprendido a negociar con los sectores sociales, aparentando concesiones a sus demandas, pero utilizándolas como una eficaz herramienta de descompresión de las luchas populares, o sea, da por un lado, pero recupera con una gran mascada por el otro. El gobierno con estos mecanismos engañosos y sutiles, ha podido sortear con cierta facilidad y contando con la complicidad de la oposición burguesa, todas las presiones y costos que han significado las movilizaciones y luchas populares de los últimos dos años. En este sentido, la madurez y desarrollo que puedan experimentar las demandas y acciones de los sectores sociales, está condicionado a los grados de madurez y desarrollo que se puedan expresar en la franja revolucionaria y la posibilidad de su presencia e intervención conductora.
Sabemos que en cuanto a una dirección revolucionaria de las luchas obreras y populares, estamos a mucha distancia, y lo afirmamos así, porque aún no se han manifestado las voluntades preliminares de una posición convergente de las orgánicas revolucionarias. La atomización continúa siendo la característica y dentro de esta, como ya lo dijimos en párrafos anteriores, se mantienen los caudillismos personales o de camarillas, sustentados en soberbias «misiones históricas» mesiánicas, que echan por tierra todos los desafíos serios por acumular fuerza desde una perspectiva científico-revolucionaria. Así y todo, estamos convencidos que aunque haya un solo grupo de revolucionarios con la verdad en sus manos, y con esto nos referimos a un proyecto socialista correcto, a un programa revolucionario correcto, a una intención honesta y sensata, a una voluntad honrada, con este grupo entonces será posible realizar un esfuerzo real y serio por la unidad de la franja revolucionaria para construir la Dirección única que nuestra clase necesita para caminar hacia la toma del poder.
La clase dominante si bien no se siente amenazada estratégicamente, si sabe, que la lucha de clases que no quieren reconocer públicamente, está penando diariamente sus esfuerzos para recomponer una hegemonía resquebrajada por todos sus años de populismo, demagogia y represión hacia los sectores dominados. Más allá de que los trabajadores y el pueblo, continúen en una situación de reflujo, levemente detenido por la fase de reactivación social que se ha iniciado en los últimos recientes años, la burguesía -a nuestro juicio- ya no podrá recuperar ese sitial político-ideológico al que fue capaz de llegar con las ilusiones reformistas de las masas post-dictadura. La crisis del capitalismo está instalada, el colapso del modelo tampoco es un mito, y por mucho que la burguesía local nos presente una economía sana y exhiba cifras, que en todo caso son favorables a sus intereses, los aprendizajes sociales también están haciéndose al calor de las luchas.
Finalmente y echando una mirada general al planeta, podemos decir que de todos modos, la Ley de los Contrarios, seguirá operando, porque la Burguesía Monopólico-Financiera que hoy día comanda la dinámica capitalista al nivel mundial, no quiere, no está dispuesta y no puede, sacrificar nada del tesoro por el que tanto genocidio ha cometido en sus décadas de hegemonía: la ganancia. Los nuevos alineamientos regionales y zonales en el planeta lo demuestran, la Resistencia Iraquí, Afgana, de Libia, de Palestina, la lucha del gobierno y del pueblo Sirio lo demuestran. En este sentido, la historia que ha sido siempre la historia de la lucha de clases, deberá seguir su curso ineluctable y a los pueblos con el proletariado a su vanguardia no le queda otro camino que conocer y asumir su objetivo histórico revolucionario.
¡! CON TODA LA FUERZA DEL PUEBLO, LA LUCHA CONTINÚA ¡!
Movimiento de Izquierda Revolucionaria
MIR – Chile
Secretariado Nacional
Citas bibliográficas y explicaciones
(1) Lukács George. Historia y Conciencia de Clases. Edit. Grijalbo México 1969
(2) Guevara Ernesto «Che». Sobre la Construcción de Partido, marzo 1963. Obras Completas. Pág. 103. Edit.Legasa. B. Aires.
(3) Guevara Ernesto «Che». Que debe ser un joven comunista, oct.1962. Obras Completas. Pág. 94. Edit. Legasa. B.Aires.
(4) Guevara Ernesto «Che». Que debe ser un joven comunista, oct.1962. Obras Completas. Pág.104. Edit. Legasa. B.Aires.
(*) El IMACEC o Indicador Mensual de Actividad Económica, tal como su nombre lo indica, es un índice representativo de la actividad económica de Chile, abarcando alrededor del 90% de los bienes y servicios que componen el PIB del país y emulando por lo tanto parte de su comportamiento.
PIB: Se conoce como «Producto interno bruto» a la suma de todos los bienes y servicios finales que produce un país o una economía, tanto si han sido elaborado por empresas nacionales o extranjeras dentro del territorio nacional, que se registran en un periodo determinado (generalmente un año).
Métodos de determinación. El PIB puede calcularse a través de tres procedimientos:
Método del gasto
En el método del gasto, el PIB se mide sumando todas las demandas finales de bienes y servicios en un período dado. En este caso se está cuantificando el destino de la producción. Existen cuatro grandes áreas de gasto: el consumo de las familias (C), la inversión en nuevo capital (I), el consumo del gobierno (G) y los resultados netos del comercio exterior (exportaciones – importaciones):
Obsérvese que las exportaciones netas son iguales a las exportaciones (X) menos las importaciones (M). Desde el punto de vista del gasto o demanda, el PIB resulta ser la suma de los siguientes términos: